Angel Para Shabat--Vol. 1 of Angel for Shabbat in Spanish Translation

 

INSTITUTO DE IDEAS E IDEALES JUDÍOS

 

ANGEL PARA SHABAT

 

Reflexiones Sobre las Porciones Semanales de la Torá

 

Una Publicación del Instituto de Ideas e Ideales Judíos, jewishideas.org

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INSTITUTO DE IDEAS E IDEALES JUDÍOS

 

ANGEL PARA SHABAT

 

MARC D. ANGEL

Traducido por Myriam Frydman

 

Reflexiones Sobre las Porciones Semanales de la Torá

 

Una Publicación del Instituto de Ideas e Ideales Judíos, jewishideas.org

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Autumn 2021

 

 

EL INSTITUTO DE IDEAS E IDEALES JUDÍOS fomenta un judaísmo ortodoxo intelectualmente vibrante, compasivo, e incluyente. Respeta la legítima diversidad de opiniones dentro de la tradición de la Torá, y aprecia la importancia del pensamiento y el discurso independientes, sólidamente cimentados en la cosmovisión y la ley judía clásica.

La importante labor del Instituto ha sido posible gracias al apoyo de sus miembros y colaboradores. Por favor visite nuestro sitio web www.jewishideas.org, y únase a nuestra comunidad en expansión a través de su afiliación como miembro.

 

ISBN: 978-0-615-39658-3

Copyright © 2010 por Marc D. Angel

 

Diseño de la portada: Benjamín Motola

Producido por Olivestone, Inc.

 

IMPRESO EN LOS ESTADOS UNIDOS DE AMÉRICA

 

 

        ©

FSC    Fuentes Mixtas

Grupo de productos de bosques bien manejados y otras fuentes controladas

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© 1996 Consejo de Administración Forestal

 

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Introducción

    La Torá es una fuente inagotable de sabiduría. Durante miles de años, los judíos han encontrado una guía espiritual en las lecturas semanales de la Torá. La Torá tiene un mensaje para cada persona en cada generación, y posee la asombrosa capacidad de generar ideas nuevas y desafiantes.

    Este volumen presenta algunas reflexiones sobre la porción de la Torá de la semana, extraídas de la columna “Angel for Shabbat” publicada por el Instituto de Ideas e Ideales Judíos (jewishideas.org). El Instituto fomenta un judaísmo ortodoxo intelectualmente vibrante, compasivo e incluyente, y los pensamientos sobre la Torá que aparecen en este volumen reflejan esta visión.

    Mi esperanza es que los lectores disfruten de este volumen y discutan los “Divréi Torá” con sus familiares y amigos. Lo que es más importante, espero que los lectores se sientan inspirados para mirar más detenidamente el texto de la Torá, a fin de generar sus propias ideas y puntos de vista.

 

    Le agradecemos a la Dra. Myriam Frydman por su excelente traducción de este libro al español. También le expresamos nuestro agradecimiento al Rabino Alfredo Goldschmidt de Bogotá, quien fue el que sugirió que el Instituto emprendiera una traducción al español y nos puso en contacto con la Dra. Frydman.

 

    Agradezco a los miembros y patrocinadores del Instituto de Ideas e Ideales Judíos por su amistad, su apoyo y su estímulo. Le doy las gracias a Ronda Angel Arking por su excelente asistencia editorial; y a Benjamín Motola por su extraordinario trabajo artístico para el Instituto, que incluye el diseño de la portada de este libro. Quiero expresarle mi gratitud a David Olivestone, quien ha manejado las publicaciones del Instituto con habilidad y eficiencia.

 

    Agradezco especialmente a mi familia: a mi esposa, Gilda; a nuestros hijos, el Rabino Hayyim y Maxine Angel; Ronda Angel y el Dr. Dan Arking; Elana Angel y el Dr. James Nussbaum; y a nuestros nietos Jake Nussbaum, Andrew Arking, Jonathan Arking, Max Nussbaum, Charles Nussbaum, Jeremy Arking y Kara Nussbaum, con quienes he hablado de Torá y de quienes he aprendido tanto. Rezo para que nuestros hijos, y los hijos de nuestros hijos en todas las generaciones, mantengan siempre la Torá en el centro de sus vidas.

   

    Le doy gracias al Todopoderoso por haberme permitido llegar a este momento especial.

 

RABINO MARC D. ANGEL

 

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A partir del año 2008, el Instituto de Ideas e Ideales Judíos ha venido publicando una columna semanal “Angel for Shabbat” escrita por el Rabino Marc D. Angel. Muchos miles de lectores han disfrutado de estas columnas en el sitio web del Instituto (jewishideas.org) y a través de su distribución por correo electrónico.

Este volumen recopila en forma impresa una colección de estas reflexiones sobre la porción de la Torá de la semana.

El Rabino Marc D. Angel es el fundador y director del Instituto de Ideas e Ideales Judíos. Es Rabino Emérito de la Congregación Shearith Israel, la histórica sinagoga española y portuguesa de la Ciudad de Nueva York (fundada en 1654), donde ha prestado sus servicios desde 1969. Es autor y editor de 27 libros, y es el Editor de “Conversations”, la revista del Instituto de Ideas e Ideales Judíos. El Rabino Angel se ha desempeñado como académico residente y conferencista invitado en comunidades de toda Norteamérica, al igual que en Israel.

Las columnas “Angel for Shabbat” aprovechan la eterna sabiduría de la Torá para proporcionarles orientación a los modernos. Este volumen les ofrece a los lectores una forma intelectualmente viva, emocionalmente convincente, y espiritualmente significativa de acercarse a la Torá.

El Instituto de Ideas e Ideales Judíos, fundado en el año 2007, fomenta un judaísmo ortodoxo intelectualmente vibrante, compasivo e incluyente. Por favor, visite el sitio web jewishideas.org para conocer más acerca de la labor del Instituto, y para disfrutar de los numerosos artículos sobre una amplia variedad de temas.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Reflexiones sobre Bereshit

El Libro de la Vida

                                               Este es el libro de las generaciones del hombre.                                                         —BERESHIT 5:1

 

    El Sifrá registra en Vayikrá 19:18 un debate entre Rabí Akiva y Ben Azai. Rabí Akiva afirma que el versículo, "y amarás a tu prójimo como a ti mismo" es un gran principio de la Torá. El amor, que está mejor ejemplificado en el amor entre el esposo y la esposa, es la piedra angular de la felicidad humana.  De hecho, las bendiciones del matrimonio se refieren a la novia y el novio como "reim ahuvím", los amigos amados por excelencia. Cuando dos personas se aman de verdad, sus vidas se transforman; ellas llegan a comprender el significado de la vida. Fortalecidas por su amor, se relacionan con sus amigos y vecinos con una compasión y una sensibilidad más profundas.  

    Ben Azai, aunque está de acuerdo con el punto básico de Rabí Akiva, sugiere que otro versículo contiene un principio de la Torá aún más grande: Ze sefer toldot adam, ze klal gadol mizé: “Este es el libro de las generaciones del hombre —este es un principio aún más grande”. Este versículo, extraído de la Parashá Bereshit, incluye las palabras que expresan que Dios creó a los seres humanos a imagen divina. La opinión de Ben Azai ha sido explicada generalmente refiriéndose a estas últimas palabras del versículo, es decir, como los humanos somos creados a imagen de Dios, se nos pide que respetemos a todos los seres humanos —independientemente de sus antecedentes particulares. Ben Azai, según esta interpretación, está ofreciendo una visión universal de integración y compromiso con la humanidad en general, no solo con nuestros propios amigos y vecinos. Este es un principio aún más grande que amar al prójimo como a uno mismo, en el sentido de que amplía nuestra perspectiva, y nos ayuda a vernos a nosotros mismos como parte de la gran familia humana.

    Esta interpretación de Ben Azai asume que él se estaba refiriendo a la última parte del versículo, la cual dice que los seres humanos fuimos creados a imagen de Dios. Sin embargo, la alusión real en el Midrash sitúa a Ben Azai citando la primera parte del versículo: Ze sefer toldot adam, “Este es el libro de las generaciones del hombre”. Debemos buscar entender el punto de vista de Ben Azai basándonos en las primeras palabras del versículo.

    Ben Azai está diciendo que el principio más grande de la Torá consiste en darnos cuenta de que nuestra vida es un libro. Cada uno de nosotros escribe su propio libro —Con todos sus éxitos y fracasos, con todos sus actos de bondad y todos sus defectos. A los 120 años, cada uno de nosotros le presenta su libro al Todopoderoso. El libro cuenta lo que hemos hecho, cuál ha sido la esencia de nuestra vida, cómo y por qué hemos sido merecedores de los años que el Todopoderoso nos ha concedido. Ben Azai está enseñando que la vida debe ser vivida con esta perspectiva —que nosotros somos garantes y responsables ante Dios por el regalo de la vida que Él nos ha dado.

    Cuando la novia y el novio están bajo el palio nupcial, cada uno de ellos lleva consigo los primeros capítulos de sus libros individuales. Ellos llevan sus recuerdos y su sabiduría acumulada; llevan años de estudio y de crecimiento espiritual; llevan sus tradiciones familiares y sus criterios personales. Bajo el palio nupcial, ellos comienzan ahora un nuevo capítulo de su libro de la vida. Los nuevos capítulos serán de autoría compartida.

    Cuando somos bendecidos con una novia y un novio que tienen tanto amor, tanto talento, tantos logros, tan grandes ideales —podemos estar seguros de que los nuevos capítulos que van a escribir juntos serán una obra maestra de primer orden. Oramos para que ellos escriban un libro largo, lleno de muchos capítulos felices y significativos.

 

 

La Edad del Universo

    La Torá comienza con una descripción majestuosa de la creación del universo por Dios. El poderoso lenguaje se destaca por su belleza poética, sus imágenes evocadoras, y su profunda espiritualidad. Cuando nosotros leemos cuidadosamente estos párrafos, sentimos que estamos en la presencia de Dios en el momento mismo de la creación.

    El lenguaje de la historia de la creación es religioso/poético, no científico. La Torá, en su infinita sabiduría, quiere que nosotros percibamos el prodigio y la grandiosidad de la creación de Dios. No presenta un frío tratado científico, sino un relato sublime, emocionalmente convincente.

    Lamentablemente, en algunos círculos religiosos ha surgido la noción de que la historia de la creación que aparece en el Génesis debe ser tomada literalmente —que Dios creó el mundo en seis días de 24 horas. Los defensores de este punto de vista hicieron entonces cálculos basados en las narraciones bíblicas y han concluido que el universo tiene 5782 años más seis días. Ellos han declarado que esa es una “verdad” religiosa no negociable. Un grupo de judíos ortodoxos de extrema derecha exige que los aspirantes a la conversión respondan una pregunta sobre “la visión de la Torá respecto a la edad del universo". A un anciano “sabio” de Israel se le atribuyó la invalidación de los ritos religiosos llevados a cabo por rabinos ortodoxos que creen que el universo tiene más de 5782 años. Varios rabinos y maestros insisten en que los dinosaurios nunca existieron, puesto que los científicos afirman que los dinosaurios vivieron hace millones de años —una imposibilidad evidente si el universo solo tiene 5782 años.

    El punto de vista fundamentalista no solo es incorrecto científicamente, sino que es intelectualmente deficiente en sus propios términos. Si el sol no fue creado antes del cuarto día, ¿cómo pudo haber habido puesta del sol y salida del sol en los primeros tres días? ¿Qué pudo haber querido decir la Torá con las palabras “tarde” y "mañana" en un universo que no tenía sol, luna, ni estrellas? Más aún, ¿por qué los fundamentalistas se sienten obligados a defender una posición que contradice claramente los hallazgos inequívocos de la investigación científica? Maimónides enseñó, muy acertadamente, que la Torá y la Naturaleza (regida por leyes científicamente verificables) fueron creadas por el mismo Autor —y no pueden estar en conflicto básico entre si. Los científicos han fechado el universo en aproximadamente 15 mil millones de años. Ellos han descubierto y fechado fósiles de dinosaurios que se remontan a muchos millones de años. Si estos son efectivamente hechos establecidos (y lo son), entonces ¿por qué van a exigir los fundamentalistas que los religionistas nieguen la evidencia científica clara  —especialmente cuando no hay ninguna razón teológica para hacerlo? ¿Por qué se les debe pedir a las personas religiosas que se conviertan en seres irreflexivos, poco científicos, e irrazonables?

    Los “días” en la historia de la creación indudablemente no se refieren a períodos de 24 horas. Más bien, podrían entenderse mejor como períodos de tiempo de duración indeterminada. Cada uno de ellos pudo haber durado miles de millones de años. El universo fue creado en etapas, cada una de ellas involucrando una tarde (érev, un período de mezcla) y una mañana (bóker, un período de claridad, cuando el estado de mezcla de la materia se consolidó en objetos identificables). La Torá no indica cuál fue la duración de estos "días", y no hace ningún intento de encuadrar la historia en términos científicos. Dado que estos primeros seis "días" pudieron haber durado miles de millones de años, hubo suficiente tiempo para que los dinosaurios vivieran y se extinguieran antes de la creación de Adán en la “tarde” del sexto “día”.

    El rabino Aryeh Kaplan citó textos rabínicos clásicos que afirmaban que el mundo es mucho más antiguo que los 5782 años implícitos en nuestro sistema de fechado actual. El Sefer haTemuná, atribuido al tanaíta Rabí Nehunia ben haKanah, sugirió que existieron otros mundos antes de que Adán fuera creado. El Talmud (Hagigá 13b) registra la opinión de que existieron 974 generaciones antes de Adán. El más interesante es el punto de vista de Rabí Yitzhak de Akko, un estudiante y colega del Ramban, y uno de los cabalistas más destacados de su época (el siglo XIII). El rabino Kaplan hizo cálculos basados en los escritos de Rabí Yitzhak, indicando que Rabí Yitzhak pensaba que ¡el universo tenía 15,3 mil millones de años! Esto es increíblemente cercano a la teoría del "big bang" postulada por los científicos de hoy en día.

    El rabino Yitzhak de Akko y los otros sabios que postularon un universo mucho más antiguo que 5782 años no tuvieron ningún problema teológico para sugerir estos puntos de vista. Estas opiniones no fueron vistas de ningún modo como heréticas. No fue considerado por estos sabios, ni por los muchos otros que leyeron sus puntos de vista sin hacer objeciones, que creer que el universo solo tiene unos pocos miles de años fuera un principio vital del judaísmo.

    La historia de la creación que da comienzo a la Torá nos debe inspirar a acercarnos más a Dios, a apreciar Su grandeza y Su insondable sabiduría. Debe estimular nuestras mentes para querer aprender más sobre los caminos de Dios tal como se manifiestan en las leyes de la naturaleza. Debe ayudar a fomentar un espíritu de indagación científica, curiosidad intelectual, y un profundo amor y reverencia hacia Dios. El capítulo inicial de Bereshit debe abrir nuestras mentes con admiración, no cerrarlas en una mentalidad fundamentalista, anticientífica —y en última instancia, antirreligiosa.

Reflexiones sobre Noaj

En Busca de la Calma Interior

    La Torá describe a Noaj en términos elogiosos, como un "tzadík tamím", justo y puro. De todas las personas de su generación, solo Noaj es destacado por haber sido una persona buena y correcta que anduvo en los caminos de Dios. El resto de la sociedad se había vuelto horriblemente corrupta, perversa más allá de la salvación.

    ¿Cómo se sentía Noaj viviendo en una sociedad como esa? ¿Cómo se relacionaban con él los demás?

    Me imagino que Noaj fue despreciado universalmente por los miembros de su sociedad. Ellos debieron haber estado molestos por la negativa de Noaj a seguir las conductas idólatras y pecaminosas que eran la norma para todos los demás. Noaj debió haber sido marginado por ser considerado un hombre farisaico, arrogante, que se creía demasiado bueno para mezclarse con otras personas. A la gente no le gusta un "santurrón" que rechaza su forma de vida.

    ¿Tuvo Noaj algún amigo verdadero? ¿Pudo Noaj confiar en alguien? Quizás los miembros de su familia le proporcionaron un “espacio seguro”; pero en cualquier otro lugar él era un paria, un inconforme, una persona justa y pura en un mundo de maldad e impureza. Dicho aislamiento ciertamente puede ser devastador. ¿Cómo encontró Noaj la fortaleza interior para soportarlo? ¿Cómo hizo para seguir siendo recto y puro, cuando hubiera sido mucho más fácil y mucho más cómodo ajustarse a los patrones corruptos y pecaminosos que prevalecían en su mundo?

    Una respuesta es sugerida en el versículo inicial de la Parashá de esta semana: "Noaj anduvo con Dios". Noaj se mantuvo enfocado en su relación con Dios. Este sentimiento espiritual inquebrantable le permitió no ser sacudido ni perturbado por lo que los seres humanos dijeran o hicieran. Noaj no estaba buscando popularidad ni camaradería con la gente; él estaba buscando ser justo y puro ante los ojos de Dios. Al mantenerse enfocado en lo eterno, él fue capaz de trascender la fealdad y la maldad de la vida cotidiana de su sociedad. Tal como el sabio talmúdico Akabia ben Mahalalel enseñó: es mejor ser considerado un tonto ante los ojos de los humanos, que ser un tonto ante los ojos de Dios aunque sea por un instante. En definitiva, nosotros no tenemos que rendirles cuentas a nuestros semejantes, especialmente a los malvados; tenemos que rendirle cuentas a Dios, y debemos vivir con esa idea claramente presente.

    El ultimo versículo de la Parashá Bereshit establece que "Noaj halló favor ante los ojos de Dios". El gran sabio del siglo XVI, el rabino Eliezer Azikri —basándose en una interpretación rabínica clásica— señala que el nombre Noaj es también una palabra hebrea que significa “calmado”, “sereno”. El versículo puede ser interpretado de la siguiente manera: aquel que está calmado y sereno halla favor ante los ojos de Dios. La forma de conservar la fortaleza interior, el balance y la rectitud, es manteniendo un equilibrio espiritual, una profunda calma interior que no se vea sacudida por palabras o eventos externos. 

    Esto es muy difícil de lograr. No es fácil ignorar los insultos, las malas palabras, el comportamiento perverso, la pecaminosidad. No es fácil sentirse aislado de los demás seres humanos para “andar con Dios”. Está lejos de ser simple el mantener la calma interior y la serenidad cuando el mundo que nos rodea está tan lleno de corrupción, mentiras y crueldad.

    Ahora quizás podamos comprender mejor la grandeza de Noaj. Ahora quizá podamos comprender la grandeza que se nos exige a cada uno de nosotros.

 

Diversidad, no Totalitarismo

    La historia de la Torre de Babel generalmente es descrita como un intento de unos seres humanos arrogantes por construir una torre como un signo de rebelión contra Dios. Dios los castiga a ellos confundiendo sus lenguas y dispersándolos por toda la tierra.

    Sin embargo, una consideración del texto puede conducirnos a una explicación totalmente diferente de la historia. La Torá nos informa que "toda la tierra era de una misma lengua y de palabras uniformes. Y sucedió, que cuando ellos migraron desde el oriente, encontraron un valle en la tierra de Shinar, y allí se establecieron... Y se dijeron uno al otro: vamos, edifiquemos para nosotros una ciudad y una torre cuya cúspide llegue a los cielos, y hagámonos un nombre para nosotros, para que no seamos dispersados sobre la faz de toda la tierra”.

    A primera vista, la gente en esta historia parece estar viviendo en un estado ideal. Todos ellos hablan el mismo idioma; están unificados en la palabra y en el pensamiento. Cuando ellos se dan cuenta de que la población está creciendo y dispersándose lejos del centro principal, deciden construir su ciudad con una torre alta y hacerse un nombre para ellos mismos a fin de no terminar dispersos por toda la tierra. Ellos pensaban que su torre sería visible incluso para aquellos que se alejaban, manteniendo así un foco central y un sentido de unidad entre todo el pueblo.

    De acuerdo con esta lectura, ¿cuál fue su pecado? ¿Por qué bajó Dios y confundió sus lenguas e hizo que el pueblo se dispersara?

    La historia podría entenderse como una crítica divina a una sociedad en la cual todos hablan el mismo idioma y tienen los mismos pensamientos. Estas son las cualidades de un sistema totalitario, en el que la individualidad no es valorada ni tolerada. Los líderes de la tierra de Shinar temían perder el control si la gente comenzaba a alejarse de su autoridad directa. Por lo tanto, ellos decidieron construir una torre alta para recordarles a todos en qué lugar permanecía el centro de la autoridad. Incluso si las personas se alejaban, ellas iban a mirar a la torre y al control totalitario que ésta simbolizaba.

    Dios no aprobó este modelo totalitario y autoritario para la sociedad. Dios confundió las lenguas y dispersó a la población. Dios quiso fomentar un mundo con diferentes formas de hablar y diferentes formas de pensar; Dios quiso fomentar la individualidad y la responsabilidad personal. Dios quiso que la autoridad no estuviera centralizada en una camarilla pequeña, sino dispersa entre muchos individuos en muchas localidades.

    La diversidad dentro de la humanidad es una cualidad positiva. Les permite a los seres humanos ver las cosas desde diferentes perspectivas, ofrecer opiniones únicas, reflejar sus ideas en diferentes lenguajes e idiomas. En el proceso, toda la humanidad se enriquece. Si todos nosotros habláramos las mismas palabras, tuviéramos los mismos pensamientos y estuviéramos bajo el control de un pequeño grupo poderoso, la humanidad se vería considerablemente empobrecida cultural, espiritual e intelectualmente.

    Los constructores de la Torre de Babel fueron culpables de tratar de sofocar la individualidad, la libertad y la creatividad de la humanidad. Este fue un pecado contra la humanidad —y contra las expectativas de Dios para la humanidad.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Reflexiones sobre Lej Lejá

Abraham no era Elegible ¡Pero fue Elegido!

    Abraham debió haber sido un hombre muy impopular en la sociedad y en la familia en que fue criado. Él probablemente no hubiera sido elegido para liderar a la ciudadanía de Ur Kasdim. Él rechazó la visión que ellos tenían del mundo, destrozó sus ídolos, repudió su sistema (no) ético. ¿Quién hubiera votado por Abraham? Él era un místico soñador y filósofo, que no estaba interesado en ser condescendiente con los valores y los intereses de sus conciudadanos.

    Un Midrash cuenta una historia de Téraj, el padre de Abraham, quien no solo era un idólatra, sino que hacía negocios fabricando y vendiendo ídolos. Una noche, el joven Abraham entró al taller de su padre y rompió todos los ídolos, excepto uno. En la mano de ese ultimo ídolo, Abraham puso un martillo. Cuando Téraj llegó a su taller a la mañana siguiente, se horrorizó al ver a los ídolos rotos en pedazos. Él le preguntó a Abraham: ¿quién pudo haber cometido un acto de vandalismo tan terrible? Abraham respondió: el ídolo que está sosteniendo el martillo debió haber destrozado los otros ídolos. Téraj respondió: eso es imposible, porque el ídolo está hecho de piedra, él no puede hacer nada. Abraham replicó: si tú no crees que un ídolo de piedra puede destrozar otros ídolos, ¿por qué crees que es un dios poderoso? ¡Es solo un pedazo de piedra impotente!

    A los niños les gusta esta historia porque muestra cómo Abraham fue más astuto que su padre, demostrando así la insensatez de la idolatría. Abraham presentó sus argumentos preliminares a favor de la verdad del monoteísmo ético.

    Cuando nos volvemos mayores, sin embargo, esta historia requiere una interpretación más sofisticada. Al fin y al cabo, nosotros no pensamos que los idólatras creen realmente que sus ídolos son dioses. Más bien, los ídolos son símbolos de dioses. Téraj ciertamente nunca hubiera imaginado que uno de sus ídolos podía actuar de manera autónoma. Él habría pensado que sus ídolos eran símbolos de los dioses, o que de alguna manera los espíritus de los dioses reposaban dentro de los ídolos. Así que él no hubiera estado impresionado con la pregunta de Abraham y su aparente refutación a la idolatría. Por analogía, nosotros prometemos lealtad a la bandera —pero la bandera es solo un pedazo de tela, con poco valor intrínseco. Cuando alguien quema la bandera, sin embargo, nos sentimos indignados —no porque un pedazo de tela hubiese sido incendiado, sino porque esa bandera es para nosotros un poderoso símbolo de nuestra nación y nuestros valores. Téraj habría estado indignado al ver a sus ídolos destrozados, en un sentido similar a la indignación que nosotros sentimos cuando nuestra bandera es profanada.  

    Quizás ese Midrash estaba haciendo alusión a una idea más profunda. Nos estaba diciendo algo importante acerca de Abraham, que habría convencido a Dios de elegirlo a él para ser el padre de una nueva nación.

    Abraham estaba viviendo en la casa de Téraj. Él sabía que su padre adoraba ídolos y promovía la idolatría. ¿Qué muchacho joven quiere sublevarse contra los valores y contra el negocio de su padre? Hubiera sido mucho más fácil para Abraham quedarse callado, y esperar hasta tener la edad suficiente para vivir por su cuenta antes de exponer sus puntos de vista monoteístas. Además, incluso si Abraham decidió discutir con su padre acerca de la inutilidad de los ídolos, ¿por qué habría arrasado el taller de su padre, una acción que estaba destinada a generar mucha discusión y enojo entre los habitantes del pueblo? Por otra parte, ¿por qué habría de hacer un escarnio público de la idolatría mientras vivía en una sociedad llena de idólatras? Hubiera sido mucho más conveniente para Abraham permanecer en silencio, guardarse sus ideas para sí mismo, respetar las costumbres de su padre, de su ciudad natal, de su sociedad.

    El Midrash nos está enseñando que Abraham era un individuo poderoso, valiente, que no tenía miedo de disentir de la mayoría cuando él sabía que la mayoría estaba equivocada. Abraham estaba dispuesto a arriesgar su propia comodidad desafiando las ideas y los valores perversos de su padre y de toda la sociedad idólatra. Él no se limitó a hablar en contra de la idolatría: él tuvo el coraje de destruir los ídolos, de llevar las cosas hasta un punto crítico. Él no fue "diplomático" en abrazar la creencia en un solo Dios y en rechazar la idolatría.

    Por lo tanto, cuando Dios vio que Abraham era absolutamente “no elegible” por su comunidad, Él decidió que Abraham sería Su hombre. Dios "eligió" a Abraham —un hombre con una fuerza personal y una visión increíbles— para emprender el viaje, para dejar su sociedad, su ciudad natal, la casa de su padre. Dios eligió a Abraham para fundar una nueva nación, con una nueva visión, un nuevo idealismo, un nuevo sistema ético, una nueva forma de relacionarse con Dios.

    Las palabras "lej lejá" comúnmente son traducidas: vete. Pero también se pueden traducir como: ve hacia ti mismo. En este último sentido, Dios le estaba diciendo a Abraham: ve hacia ti mismo, a tu propio núcleo interno, no te dejes desviar por tu padre y por su sociedad; no te esfuerces por conformarte y llevarte bien con ellos. Vuela con tus propias alas, se sincero contigo mismo. Si tú “vas hacia ti mismo” y permaneces fiel a lo que eres, serás el padre de una gran nación.

 

Escuchando Nuestra Canción Interior

    Después de ir a la batalla para salvar a su sobrino Lot, Abraham se reúne con el rey de Sodoma. El rey le ofrece a Abraham el botín de la guerra, pero Abraham se niega a tomar cualquier cosa para sí. Abraham introdujo su respuesta con las palabras: "He levantado mi mano al Señor, Dios Altísimo, Creador del cielo y de la tierra...". La mayoría de los comentaristas toman esto en el sentido de que Abraham hizo un juramento.

    El Midrash Talpiot, una recopilación de enseñanzas rabínicas escrita por el rabino Eliyahu haCohen de Izmir del siglo XVIII, cita un comentario midráshico que dice que las palabras de Abraham no estaban relacionadas con un juramento — ¡sino con una canción! Según este comentario, Abraham se paró ante el rey de Sodoma y ¡cantó una plegaria! Él imploró que ni él ni su ejército habían matado a ninguna persona inocente durante el transcurso de la batalla.

    Yo considero que este comentario midráshico se puede entender de otra manera. Cada persona tiene que hacer una contribución única a este mundo; esta contribución está materializada en la filosofía, los talentos, y las sensibilidades de la persona, y en sus formas de ayudar a los demás. Simbólicamente, la contribución única de una persona puede ser descrita como una canción —la melodía especial de cada persona, que impregna la vida de significado y propósito.

    Cuando Abraham se enfrentó con el rey de Sodoma, él cantó su propia canción expresando que su vida fue vivida en el contexto del Señor Dios Altísimo, Creador del cielo y de la tierra. El mensaje de Abraham para el rey —y para toda la humanidad— fue la canción de la fe en un solo Dios, la canción del monoteísmo ético. Muchas personas cantan junto con todos los demás, y pierden su propio carácter distintivo en el proceso. Abraham, sin embargo, cantó una canción única que habría de revolucionar a la humanidad. Su canción era discordante con un mundo pagano e idólatra; pero Abraham canto. Su canción era audaz y profunda y diferente a lo que los demás estaban acostumbrados; pero Abraham cantó. Abraham estaba en un lado, y todo el mundo estaba en el otro lado; pero Abraham cantó.

    Cada ser humano tiene su propia canción. Los demás pueden o no apreciarla o ni siquiera ser capaces de oírla; pero cada uno de nosotros debe ser fiel a su música interna, a la melodía que le da expresión a lo que es mejor y más importante para nosotros. Esto es lo que Abraham demostró cuando le cantó al rey de Sodoma.

    El salmista nos exhorta: shirú laShem shir jadash —cantad al señor un cántico nuevo. Cada uno de nosotros tiene una canción verdadera y auténtica que puede traerle felicidad, frescura, y fidelidad a nuestro mundo. Cada una de nuestras canciones es tan antigua como nosotros —pero cada una de ellas se vuelve nueva y renovada a medida que nosotros crecemos espiritualmente día a día.

 

 

 

 

 

 

 

 

Reflexiones sobre Vaerá

Soñando y Trabajandopor la Redención

"Y Moisés habló delante de Dios diciendo: he aquí, los hijos de Israel

no me escucharon; cómo pues me escuchará el Faraón..."

—SHEMOT 6:12

 

    Moisés les transmitió a los hijos de Israel un tremendo mensaje: Dios estaba dispuesto a ponerle fin a su esclavitud en Egipto; Dios los llevaría a la Tierra Prometida, una tierra donde fluía leche y miel. Después de generaciones de dura servidumbre, los israelitas ahora serían libres.

    Sin duda, este mensaje tan largamente esperado debería haber suscitado regocijo entre los esclavos hebreos. Finalmente, la redención estaba en camino. Sin embargo, la Torá refiere que la aparición en escena de Moisés no generó mucho entusiasmo entre los hijos de Israel. De hecho, después de que Moisés le exigió al Faraón que liberara a los israelitas para que ellos pudieran adorar a Dios, el Faraón emitió órdenes que hicieron que la condición de los esclavos empeorara considerablemente. Los israelitas estaban furiosos con Moisés; en lugar de mejorar su situación, él les estaba causando aún más sufrimiento.

    Moisés debió haberle hablado al pueblo, tratando de hacerles entender que el proceso de la libertad tomaría tiempo y esfuerzo. Él debió haber tratado de inspirarlos con el sueño de la liberación de la servidumbre, de la libertad de vivir en su propia tierra, del pacto de Dios con el pueblo de Israel. Pero los hijos de Israel no fueron receptivos a este mensaje. Ellos difícilmente podían pensar en esas situaciones tan grandiosas y poco prácticas. Ellos eran esclavos que apenas podían recobrar el aliento de su arduo trabajo.  

    Moisés se preguntó: si los mismos esclavos hebreos no escuchan mis palabras, ¿cómo puedo esperar que el Faraón me escuche? ¿Cómo puedo llevar a la libertad a gente que no aspira a ser libre? ¿Cómo puedo enfrentar a los enemigos de Israel, si los mismos israelitas carecen de la voluntad unida para salir de Egipto? ¿Cómo puedo liderar, si nadie está dispuesto a seguirme?

    Cuando Moisés le planteó a Dios sus preocupaciones, Dios les ordenó a Moisés y a Aarón que les hicieran saber a los israelitas y al Faraón que el Faraón debía sacar a los israelitas de Egipto. Dios no le ofreció a Moisés palabras de aliento. Él no le dijo que dedicara más tiempo a enseñarles a los israelitas acerca de la libertad. Él le dijo: haz tu trabajo, independientemente de quién te escuche y quién no.

    Dios le enseñó a Moisés un ingrediente esencial del liderazgo adecuado. Cuando el público enfrenta una situación difícil, un líder tiene que presentar una visión amplia de cómo superar la dificultad. Un líder debe mantenerse enfocado en lo que hay que hacer, y debe ganarse el apoyo y la determinación del público. Pero esto a menudo toma mucho tiempo y energía. El público no se despierta rápidamente de su inercia. La gente siempre tiene excusas para explicar por qué las cosas no pueden cambiar: estamos demasiado ocupados con nuestro trabajo, el establishment es demasiado poderoso, nosotros no queremos empeorar las cosas exigiendo un cambio drástico, que otros tomen el riesgo si ellos quieren — ¡pero no cuenten con nosotros!

    Cuando un líder escucha estos comentarios, él o ella puede desilusionarse. ¿Cómo podemos avanzar si el público no está con nosotros? ¿Cómo podemos lograr un cambio si la gente tiene miedo de cambiar, o si la gente no está dispuesta a hacer sacrificios para cambiar el status quo? La respuesta: ¡Haz tu trabajo! Mantente enfocado en tus ideales y en tus sueños y en tus metas, independientemente de quién te escuche y quién no. Esto es lo que Dios le enseñó a Moisés, y es una lección de liderazgo espiritual para todas las generaciones. El público algún día se despertará ante los desafíos del momento, y se levantará con todo su poder para hacer los cambios necesarios. ¡Haz tu trabajo! ¡Mantente enfocado! ¡Formula el sueño! La redención llegará.

 

Superando la Esclavitud

"Y el Señor habló a Moisés y a Aarón, y les dio instrucciones

para los hijos de Israel, y para el Faraón, rey de Egipto, a fin de sacar

a los hijos de Israel de la tierra de Egipto".

—SHEMOT 6:13

 

    Es comprensible el por qué Dios les ordenó a Moisés y a Aarón que le exigieran al Faraón que dejara salir a los israelitas de Egipto. El Faraón era el gobernante que tenía el poder para liberar a los esclavos hebreos. Pero, ¿qué les ordenó Dios a ellos en relación con los israelitas? Algunos comentaristas explican que a Moisés y a Aarón se les ordenó ser amables y pacientes con los israelitas.

    El versículo, sin embargo, se podría entender de la siguiente manera: Moisés y Aarón tenían que ordenarle al Faraón que dejara salir de Egipto a los esclavos israelitas. Tenían que ordenarles a los israelitas que se sacaran de sí mismos “la tierra de Egipto”. Había llegado el momento, no solo para una redención física de la esclavitud, sino para tener una conciencia emocional y psicológica de libertad. Los esclavos hebreos necesitaban borrar las cicatrices de la servidumbre en Egipto, y convertirse en personas independientes, con respeto por sí mismos.

    La experiencia de haber sido esclavizados en Egipto habría de tener un profundo impacto sobre el carácter futuro del pueblo de Israel. La Torá nos recuerda que debemos ser compasivos con el extranjero —porque extranjeros fuimos en la tierra de Egipto. Nos ordena que tratemos a los demás con bondad y humanidad —porque nosotros habíamos sido tratados con crueldad e inhumanidad cuando fuimos esclavos en Egipto. El Talmud define a los judíos como seres caracterizados por la modestia, la compasión y la benevolencia. Aquel que carece de estas cualidades ¡es sospechoso de no ser realmente judío!

    El profesor Gershon Galil del Departamento de Estudios Bíblicos de la Universidad de Haifa descifró recientemente una inscripción que data del siglo 10 a.C. —el primer fragmento conocido de escritura hebrea. Qué maravilloso es que la inscripción hebrea más antigua captura el espíritu esencial del pueblo judío remontándose a la antigüedad:

    "No lo harás, sino que adorarás al Señor. Haz justicia al esclavo y a la viuda; haz justicia al huérfano y al extranjero. Aboga por el niño, aboga por el pobre y por la viuda. Rehabilita al pobre en manos del rey. Protege al pobre y al esclavo, apoya al extranjero".

    Nosotros fuimos esclavos del Faraón en Egipto, pero de esa experiencia hemos aprendido a ser cada vez más sensibles a los derechos y los sentimientos de los demás, a estar cada vez más atentos en defensa de los pobres y los oprimidos.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Reflexiones sobre Jayé Sarah

Elogios para los Vivos

    Cuando Sarah murió, la Torá nos cuenta que Abraham llegó "a elogiar a Sarah y a llorar por ella". El rabino Haim David Halevi, quien fuera Gran Rabino Sefardí de Tel Aviv, señaló que este pasaje parece describir las cosas en el orden equivocado. Normalmente, esperaríamos que una persona llore cuando se entera de la muerte de un ser querido; luego, en un momento posterior, el doliente le dedica palabras de elogio. Sin embargo, la Torá dice que Abraham primero elogió a Sarah, y después lloró.

    El rabino Halevi explicó: Abraham indudablemente estaba desconsolado al enterarse de la muerte de Sarah. Cuando él la elogió, sin embargo —cuando él realmente articuló sus virtudes y su amor por ella— solo entonces se dio cuenta plenamente de lo mucho que había perdido con su muerte. Las palabras de elogio le hicieron internalizar por completo la realidad de la muerte de Sarah, haciéndolo llorar más profundamente. Así que él primero elogió, y luego lloró.

    En efecto, las personas pueden encontrarse en un estado de shock o negación cuando enfrentan la muerte de un ser querido. Cuando ellas pronuncian o escuchan palabras de elogio, solo entonces se impone la realidad, y solo entonces inician realmente el proceso de duelo.

    Es una mitzvá elogiar a los muertos. Es una fuente de honor para la persona fallecida y para los deudos que le sobreviven.

    Muchas veces he pensado que los elogios llegan demasiado tarde. Todas las palabras hermosas de alabanza y reconocimiento llegan después de que la persona ha muerto. Si la persona fallecida hubiese escuchado esas mismas palabras cuando todavía estaba viva, eso hubiera sido una fuente de felicidad inefable.

    Cuando yo estaba en la universidad, un amigo mío tenía un primo que fue asesinado en una guerra de pandillas en el Bronx. En la casa de la Shivá, los familiares recordaron al joven fallecido: sí, él fue duro, pero tenía un buen corazón; él se mezcló con la gente equivocada, pero tenía tantas cosas buenas dentro de sí; él fue respetuoso con sus padres y amable con sus amigos y vecinos. Todo el mundo parecía encontrar algo bueno que decir acerca de él. Mi amigo se levantó y dijo con gran emoción: si él hubiera escuchado de ustedes estas cosas cuando aún estaba vivo, ¡quizás todavía estaría vivo! Lo único que les oí decir a ustedes acerca de él fue que era un rufián inútil, una persona mala, una persona violenta. Hubo un gran silencio en la sala. De hecho, la autoimagen y la autoestima de ese joven podrían haber sido muy diferentes si él hubiera escuchado esas palabras cariñosas de alabanza durante su vida.

    A veces las personas pasan por la vida sin saber nunca lo mucho que los demás las aman, las admiran, y ven sus virtudes. Yo he asistido a varios funerales en los que los deudos han dicho: hubiera querido haberle dicho cuánto lo amaba, me hubiera gustado haber hecho más por ella; ojalá le hubiera hecho saber lo mucho que él me importaba.

    La pregunta es: ¿Por qué esperar hasta que alguien muera para pronunciar palabras de elogio? ¿Por qué no decirles a las personas cuánto las amamos, lo mucho que significan para nosotros, cuán grandes son sus virtudes —mientras están vivas y pueden sentir satisfacción y felicidad por nuestras palabras? ¿Por qué no nos damos cuenta de lo poderosas que pueden ser las palabras de alabanza y de lo dolorosas que pueden ser las palabras de condena y de burla?

    Las palabras de aprecio sincero pueden cambiar una vida humana. Un abrazo afectuoso, una palmadita en la espalda, una sonrisa, un cumplido genuino —estas cosas les pueden dar alegría y sentido a aquellos a quienes amamos, respetamos y admiramos.

    No debemos esperar a los panegíricos para expresar nuestros verdaderos sentimientos. Debemos vivir como seres humanos cariñosos, atentos y solidarios, que apreciamos y valoramos sinceramente a nuestros familiares y amigos —y les hacemos saber lo mucho que ellos significan para nosotros.

 

¿Qué Edad Tenía Rivka Cuando se Casó con Isaac?

    Mientras estudiaban la porción de la Torá de esta semana, el profesor les dijo a sus alumnos que Rivka tenía tres años cuando se casó con Isaac —quien tenía 40 años. Un estudiante preguntó: ¿si ella era tan joven, cómo pudo haber tomado la decisión de casarse? ¿Es razonable pensar que un hombre de 40 años como Isaac se casaría con una niña de tres años?

    El rabino respondió: si nuestros sabios dicen que Rivka tenía tres años, ¡esa es la edad que ella tenía! No hay lugar para más discusión.

    En realidad, hay mucho más lugar para discusión. Y la discusión tiene que ser sobre la naturaleza de las afirmaciones midráshicas. El profesor anteriormente citado —como tantos otros— parece pensar que las afirmaciones midráshicas se deben tomar como objetivamente correctas y se deben entender como literalmente verdaderas. Tal enfoque, sin embargo, les exige a los estudiantes aceptar muchas afirmaciones extrañas e incluso contradictorias.

    En su introducción al Perek Helek, el Rambam arremetió contra quienes insistían en la veracidad literal de los midrashím, incluso cuando los midrashím se desviaban de la razón y de los hechos científicos. "Este grupo de entendimiento empobrecido –uno tiene que compadecerse de su necedad. A su entender, ellos están honrando y elevando a nuestros sabios; en realidad están rebajándolos hasta el final de la humillación... ¡Por el Cielo! Este grupo está disipando la gloria de la Torá y opacando sus luces, colocando la Torá de Dios en una situación opuesta a su intención”.

    Cuando nosotros estudiamos y enseñamos midrashím y hagadot, debemos ser lo suficientemente sofisticados como para ver estos pasajes en su contexto literario y retórico. Debemos comprender la naturaleza del lenguaje simbólico y el uso de la hipérbole.

    El cálculo de que Rivka tenía tres años de edad en el momento de su matrimonio con Isaac asume que la Akedá, la muerte de Sarah, y el nacimiento de Rivka ocurrieron todos el mismo día. No existe ninguna razón histórica para creer que eso es así. La Torá misma nunca especifica cuanto tiempo transcurrió entre estos eventos. La afirmación midráshica de que Rivka tenía tres años es realmente una manera de decir que ella tenía por lo menos tres años —pero bien pudo haber sido mayor. De hecho, los Tosafot (Yebamot 61b, en las palabras "ve-khein hu omer") reportan un cálculo rabínico que concluye que Rivka tenía 14 años en el momento en que abrevó a los camellos y se casó con Isaac. Por  lo tanto, incluso dentro de la tradición rabínica existe una diferencia de opiniones acerca de la edad de Rivka.

    La opinión de que ella tenía tres años aparentemente quiere destacar las cualidades inusuales, incluso milagrosas, de Rivka, del mismo modo que un Midrash presenta a Abraham descubriendo a Dios a la edad de tres años. De ninguna manera nuestros sabios pudieron haber sabido que Rivka o Abraham tenían tres años de edad: esta era su forma de recalcar lo excepcionales que fueron estos individuos.

    Ningún padre o maestro debe insistir en que un niño o alumno tenga que creer que Rivka tenía tres años “porque Hazal lo dice”. ¡Hazal también dijo que ella tenía 13 años! Las afirmaciones midráshicas a menudo se hacen para transmitir una lección, no para registrar hechos históricos. No debemos obligar a la gente a aceptar la veracidad literal del Midrash que presenta a una Rivka de tres años casándose con un Isaac de 40 años. Aceptar tal afirmación no solo es religiosamente innecesario, sino moralmente repugnante.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Reflexiones sobre Toldot

Las Bendiciones de los Judíos

"...y en tu simiente serán benditas todas las naciones de la tierra"

BERESHIT 26:4

 

    En la porción de la Torá de esta semana, Dios le asegura a Isaac que las naciones de la tierra encontrarán bendición en sus descendientes. Dios le había hecho una declaración similar al padre de Isaac, Abraham; y posteriormente le hace esta declaración al hijo de Isaac, Jacob. Los hijos de Abraham, Isaac y Jacob —el pueblo de Israel— tienen un destino especial. Ellos no solo viven para sí mismos y para sus familias inmediatas; más bien, ellos viven para el beneficio de toda la humanidad.

    En muchos sentidos, esta promesa de Dios se ha cumplido a lo largo de la historia. El pueblo de Israel —los judíos— ha hecho increíbles contribuciones a la humanidad y ha sido una bendición genuina para incontables seres humanos a través de los siglos. La Biblia ha sido una fuerza poderosa para la formación de la civilización occidental. Los profetas, sabios y poetas judíos han tenido una profunda influencia positiva sobre innumerables personas.

    En la época moderna, individuos judíos han hecho contribuciones increíbles a las artes y las ciencias. El Estado de Israel, a pesar de sus enemigos y detractores, ha sido un faro de justicia y democracia en una región del mundo caracterizada por la tiranía y la falta de libertad.

    Algunos no judíos perceptivos han reconocido las bendiciones dadas a la humanidad por los judíos. El historiador Paul Johnson, en su Historia de los Judíos, escribió: "Ciertamente el mundo sin los judíos hubiera sido un lugar radicalmente diferente.... A ellos les debemos la idea de la igualdad ante la ley, tanto divina como humana; de la santidad de la vida y la dignidad de la persona humana; de la conciencia individual y por ende de la redención personal; de la conciencia colectiva y por ende de la responsabilidad social; de la paz como un ideal abstracto y el amor como el fundamento de la justicia, y muchos otros elementos que constituyen el mobiliario moral básico de la mente humana. Sin los judíos éste podría haber sido un lugar mucho más vacío”.

    Aunque Paul Johnson y muchos otros han expresado su gratitud por las bendiciones de los judíos a la humanidad, gran parte de la humanidad no ha sido tan efusiva. De hecho, los judíos hemos sufrido —y seguimos sufriendo— bajo una carga de antisemitismo, antijudaísmo, y propaganda anti-israelí. Los enemigos de los judíos parecen estar predispuestos solamente a encontrar fallas en el pueblo judío, y no a ver las virtudes y bendiciones de los judíos.

    Dios le aseguró a Abraham, a Isaac y a Jacob que las naciones de la tierra encontrarían bendición en el pueblo de Israel; y ciertamente, las naciones de la tierra han recibido muchas bendiciones a través del pueblo judío y a través de judíos individuales. Sin embargo, hay un largo camino por recorrer antes de que las promesas de Dios se cumplan a cabalidad. Los judíos tenemos que contribuir mucho más al mejoramiento de la humanidad, y seguiremos esforzándonos para ser una luz para las naciones.

    Pero las promesas de Dios no se cumplirán a cabalidad hasta que las naciones del mundo no reconozcan abierta y amorosamente las contribuciones positivas únicas del pueblo de Israel a la familia humana, hasta que ellas no se liberen del flagelo del antisemitismo, hasta que no se refieran a los judíos y al Estado Judío con respeto y aprecio.

    Los judíos somos eternos optimistas. Creemos confiadamente que estaremos a la altura de las expectativas de Dios y que las naciones del mundo encontrarán bendición en nosotros—y reconocerán estas bendiciones con amor. Cuando Dios hace una promesa, Dios la cumple.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Reflexiones sobre Vayetzé

Religión, Amor y Odio

    A nosotros nos gusta pensar que la religión acerca a las personas a Dios y las acerca unas a otras. Nos gusta pensar que la religión infunde virtud, moralidad, y justicia, junto con un compromiso genuino de ayudar a los demás con amor y compasión. Tal como en el sueño de Jacob, registrado en la porción de la Torá de esta semana, la religión es una escalera que une la tierra con el cielo. Está enraizada en las necesidades y preocupaciones de la vida terrenal, pero es inspirada por una visión sublime y celestial. Los ángeles que ascienden y descienden por la escalera nos recuerdan que la vida tiene altibajos —pero que nosotros debemos mantener firmemente nuestros pies sobre la tierra, y nuestros ojos mirando idealistamente hacia el cielo.

    Eso es lo que nos gusta pensar.

    Pero a veces la realidad choca con esta visión reconfortante del mundo. En nombre de la religión, una Inquisición infligió horribles torturas a los “herejes”, confiscó propiedades, intimidó a personas inocentes, y quemó gente en la hoguera. En nombre de la religión, terroristas matan a civiles inocentes en Jerusalén, Nueva York, Londres, Estambul, Mumbai —y en tantos otros lugares. Estas “personas religiosas” perpetran los crímenes más atroces y despiadados contra la humanidad —todo en nombre de Dios. En nombre de la religión, un número incalculable de judíos fueron privados de sus derechos, y sometidos a violencia, expulsión y asesinato —y hasta el día de hoy siguen siendo perseguidos, en nombre de la religión.

    Dentro de la comunidad judía, también nosotros tenemos fanáticos “religiosos” que desafían nuestra visión de la religión como una fuente de amor y armonía humana. Afortunadamente, nuestros fanáticos por lo general han optado por no participar en misiones terroristas suicidas, ni torturar a las personas de diferentes credos. No obstante, el auge del extremismo religioso fomenta el odio hacia “el otro”, y la deslegitimación de aquellos que tienen diferentes orígenes y creencias. El extremismo religioso —en cualquier religión— se apoya en la idea de que los fanáticos poseen toda la verdad, y que “los otros” no deben ser amados, respetados, ni siquiera tolerados.

    Hace muchos años, yo estaba caminando por las calles de Jerusalén en Tishá b'Av. Recordé la declaración talmúdica (Yoma 9b) de que el Templo fue destruido por el sinat jinám. Habitualmente, esta frase se traduce como “odio infundado”. Se me ocurrió, sin embargo, que el odio infundado no existe. Quienquiera que odia a alguien, no importa lo desatinado que sea ese odio, no cree que ese odio es infundado. La persona odia basándose en el hecho de que la víctima pertenece a una religión o a una raza diferente, es un miembro de otra nación, etc. El que odia casi siempre piensa que el odio es justificado.

    ¿Qué quiso decir entonces el Talmud con sinat jinám? Yo pienso que jinám en esta frase se deriva de la palabra jen, que significa gracia o encanto. Una de las tragedias de la sociedad es que las personas tienden a ver a los demás como objetos, como estereotipos. Es fácil odiar a alguien que ha sido deshumanizado, que ha sido etiquetado con un título odioso. Es mucho más difícil odiar a alguien cuando usted mira a los ojos de él o de ella y se da cuenta de que esta persona también tiene jen. Este ser humano, como usted, tiene sentimientos, tiene temores, esperanzas y aspiraciones.

    El Sinat jinám se produce cuando la gente odia ver el jen en los demás. Este tipo de odio da lugar a discordia social, violencia, crueldad, terrorismo. Fue este pecado —odiar el jen de los otros— el que llevó a la destrucción del Templo en la antigua Jerusalén. Cuando las facciones judías lucharon entre sí, se deshumanizaron mutuamente. Ellas no se enfocaron en los desafíos planteados por el enemigo ni en las maneras de mejorar su situación.

    Debemos aprender a ver "al otro" como un reflejo de nosotros mismos. Debemos ser simpáticos y empáticos; debemos tratar de ver la humanidad intrínseca, el jen, de los demás. Esta es una lección básica de la religión —apreciar la humanidad compartida de todos los seres humanos, y mejorar el mundo en el espíritu de Dios.

    El extremismo religioso no solo es peligroso para las víctimas inmediatas del odio y del terror. Menoscaba la humanidad de los extremistas. Amenaza la estructura de la civilización humana. Es una vergüenza para la religión, y una profanación del nombre de Dios.

    "Y él soñó: y he aquí, había una escalera apoyada en la tierra y su extremo superior tocaba los cielos; y he aquí, los ángeles del Señor ascendían y descendían por ella”. Al respetar el jen de otros, le podemos ayudar a la humanidad a subir por la escalera hacia una relación más estrecha con el Todopoderoso.

 

Reflexiones para el Día de Acción de Gracias (Thanksgiving)

    El presidente George Washington proclamó el jueves 26 de noviembre de 1789 como el día nacional de acción de gracias a Dios "por Su amable cuidado y protección al pueblo de este país antes de que llegara a ser una nación; por la señal y las múltiples misericordias, y las interposiciones favorables de Su providencia en el transcurso y la conclusión de la última guerra; por el alto grado de tranquilidad, unión, y abundancia que hemos disfrutado desde entonces; por la manera pacífica y racional en que se nos ha permitido establecer constituciones de gobierno para nuestra seguridad y felicidad, y en particular por la constitución nacional recientemente instituida; por la libertad civil y religiosa con que hemos sido bendecidos, y por los medios que tenemos para adquirir y difundir conocimientos útiles; y, en general, por todos los grandes y variados favores que Él ha tenido a bien conferirnos”.

    Las comunidades judías de los Estados Unidos de esa época se regocijaron en el papel que desempeñaron en el establecimiento de este nuevo país. Ya en 1784, líderes de la Congregación Shearith Israel de la Ciudad de Nueva York (fundada en 1654) le habían enviado una carta al Gobernador George Clinton en nombre de "la antigua congregación de israelitas" en la cual señalaban: "Aunque la sociedad a la que pertenecemos es más que pequeña, en comparación con otras sociedades religiosas, sin embargo nos enorgullece que nadie ha manifestado un apego más ferviente a la sagrada causa de América durante la última guerra contra Gran Bretaña....Y ahora aguardamos con placer los días felices que esperamos disfrutar bajo la constitución sabiamente enmarcada para preservar las inestimables bendiciones de la libertad civil y religiosa”.

    Un nuevo país nació, y los judíos habían participado en su formación. Ellos fueron ciudadanos con igualdad de derechos en los Estados Unidos. No ocurrió así con los judíos en ningún país europeo ni en el mundo musulmán. Los judíos americanos fueron los primeros en la historia de la diáspora en ser ciudadanos en igualdad de condiciones con sus vecinos no judíos, y en haber participado realmente en la lucha por la independencia de una nueva nación.

    Cuando el presidente Washington instituyó un día de Acción de Gracias, los judíos celebraron ese día con alegría y orgullo. En Shearith Israel en Nueva York, el Rev. Gershom Mendes Seixas organizó un servicio de oración apropiado, y pronunció un discurso en el que exhortó a los judíos “a apoyar a ese gobierno que está fundamentado en los más estrictos principios de igualdad, libertad y justicia”.

    En los años subsiguientes, los días de Acción de Gracias fueron celebrados de manera similar en Shearith Israel y en las demás congregaciones judías tempranas. Estos días fueron proclamados invariablemente en nombre del pueblo norteamericano, y estaban destinados a ser observados por cada ciudadano según su propio credo. En 1817, el Estado de Nueva York estableció una celebración anual del Día de Acción de Gracias. Shearith Israel ofició servicios en cada año subsiguiente —excepto en 1849 y 1854. En esos dos años, el Gobernador del Estado había dirigido su proclamación específicamente a “un pueblo cristiano” en lugar de dirigirla a los americanos de todos los credos. A excepción de estos dos años, el Día de Acción de Gracias ha sido proclamado para todos los americanos, cada uno según su propia fe.

    A veces se escucha en los círculos judíos ortodoxos que el Día de Acción de Gracias es una “festividad no judía” y que no debe ser observada por los judíos religiosos. Este punto de vista es históricamente incorrecto y moralmente dudoso. El Día de Acción de Gracias es una fiesta nacional americana para todos los residentes de los Estados Unidos, de todas las religiones. Los judíos participaron en el Día de Acción de Gracias desde el comienzo mismo de la historia de los Estados Unidos. Esta fiesta nacional nos pertenece a los judíos tanto como a todos los demás americanos. Es totalmente apropiado que los judíos nos unamos a nuestros compatriotas estadounidenses para celebrar un día de Acción de Gracias al Todopoderoso por todas las bendiciones concedidas a este país. Los judíos, en particular, tenemos muchos motivos para agradecer a Dios por las oportunidades y libertades otorgadas a nosotros en los Estados Unidos.

    En su famosa carta a la comunidad judía de Newport en 1790, el presidente Washington escribió: "Que los hijos de la estirpe de Abraham que habitan en esta tierra sigan mereciendo y disfrutando de la buena voluntad de los demás habitantes —mientras cada uno se sentará con seguridad bajo su propia vid y su propia higuera y no habrá nadie que le haga sentir miedo”. Estas son palabras elocuentes del espíritu americano en su máxima expresión, por las cuales podemos estar agradecidos.  

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Reflexiones sobre Vayishlaj

Optimismo y Risa como Valores Religiosos

    En la Parashá de este Shabat, el nombre de Jacob es cambiado por un ángel que había luchado contra él: "Tu nombre no se llamará más Jacob, sino Israel, porque has luchado con Dios y con los hombres, y has prevalecido”. Mas adelante en la Parashá, Dios Mismo cambia el nombre de Jacob por el de Israel. Esto es una reminiscencia del cambio de nombre del abuelo de Jacob —su nombre Abram fue cambiado a Abraham.

    Estos cambios de nombre sugieren una cualidad esencial de estos patriarcas. El nombre de Abram fue cambiado a Abraham como una indicación de que él sería el padre de una multitud de naciones. Dios halló a Abraham digno de ser el progenitor y la inspiración de muchas personas. El nombre de Jacob fue cambiado para indicar que él ya no debía ser visto más como un usurpador y un parásito (como está implícito en el nombre Jacob), sino como un individuo fuerte y valiente que podría enfrentar los desafíos de la vida y salir victorioso (como está implícito en el nombre Israel).

    ¿Qué pasó con Isaac? Él es el único de nuestros tres patriarcas a quien no le fue cambiado su nombre. Él parece no haber experimentado la turbulencia ni los conflictos que enfrentaron Abram/Abraham y Jacob/Israel. Él pasó toda su vida con un solo nombre, un nombre que hace alusión a la risa (yitzhak, que significa “él se reirá”). Mientras que el nombre Abraham refleja la construcción de una nación e Israel refleja la lucha exitosa con Dios y con el hombre, el nombre de Isaac refleja  —risa.

    Dado que Isaac es uno de los tres pilares patriarcales de nuestro pueblo, entonces la risa debe desempeñar un papel fundamental en nuestras vidas y en nuestra cosmovisión religiosa.

    El Talmud (Taanit 22b) relata una historia en la que Elías el Profeta señaló a dos personas que tenían un lugar en el mundo venidero. ¿Quiénes eran estos individuos excepcionales? ¡Ellos eran comediantes callejeros! Ellos contaban chistes. Cuando se les preguntó por qué dedicaban su tiempo a hacer reír a la gente, ellos respondieron: nosotros tratamos de aliviar los sufrimientos de las personas; les ofrecemos un momento de risa para liberarlas de sus aflicciones; utilizamos el humor para lograr la paz entre aquellos que están discutiendo entre sí.

    El sabio del siglo XVIII, Rabí Eliahu HaCohen de Izmir, se refirió a las virtudes de estos comediantes callejeros. "Quien es feliz todos sus días indica así la grandeza de su confianza en Dios. Es por eso que ellos [los comediantes callejeros] siempre estaban contentos...Esta cualidad [de aceptar la vida con alegría] es suficiente para darle a una persona el mérito de tener un lugar en el mundo venidero; porque grande es la confianza  [en el Señor], incluso si una persona no es perfecta en todas las demás perfecciones morales”.

    Tal vez el nombre de Isaac nunca fue cambiado para recordarnos que no debemos perder jamás nuestra cualidad de optimismo, de fe alegre y firme en Dios, en el poder de la risa para generar buenos sentimientos y armonía. Mientras que los nombres de  Abraham e Israel sugieren serios desafíos, confusión y conflicto, el nombre de Isaac sugiere una confianza tranquila, estable y optimista en Dios, y un enfoque alegre de la vida.

    El pueblo judío necesita inspirarse en las fortalezas de cada uno de nuestros patriarcas. Al igual que Abraham, necesitamos una visión espiritual poderosa que pueda transformar el mundo. Al igual que Jacob, necesitamos la fuerza y el coraje para luchar y derrotar a aquellos que pelean contra nosotros. Al igual que Isaac, debemos ser optimistas. Debemos tener una fe serena y sabia. Tenemos que reír, y compartir nuestras risas con los demás.

 

Cantidad y Calidad 

    Dios les promete a nuestros patriarcas que sus descendientes serán numerosos. Asuntos de cantidad. Para que el mensaje del monoteísmo ético se difunda por toda la humanidad, es vital que existan suficientes personas justas en el mundo y en todas las generaciones. Mientras haya más seguidores de Abraham, Isaac y Jacob, mayor será la oportunidad de que la palabra de Dios cobre fuerza entre el género humano.

    Pero las imágenes que Dios utiliza —estrellas, arena, y polvo— para describir la cantidad, también pueden estar transmitiendo lecciones relacionadas con la calidad.

    Aunque el número de estrellas parece ser inmenso, en realidad cada estrella está sola, separada por años luz de su vecina más cercana. La lección: aun en la multitud, no hay que perder de vista la singularidad de cada individuo. Cada persona necesita espacio en el cual crecer y desarrollarse; cada persona tiene una contribución distintiva para hacer; cada persona brilla con su luz propia en la empresa humana.

    Aunque cada grano de arena es único, es casi imposible separar un grano de los demás. La lección: aun en la unicidad, la persona no debe perder de vista su papel como miembro de la familia y del pueblo de Israel. Para que nuestro mensaje tenga éxito, debemos estar unidos mediante un claro sentido de solidaridad y responsabilidad grupal. Ninguno de nosotros es totalmente independiente de la comunidad de la cual forma parte. Todo Israel es responsable el uno por el otro.

    Aunque el polvo de la tierra parece ser la más ínfima de las cosas, nada podría sobrevivir sin él. Dios creó a Adán del polvo de la tierra —enseñando el origen humilde de la humanidad, pero también el poder creativo único latente dentro del polvo de la tierra. Efectivamente, toda la vegetación de la tierra crece del polvo, y la vida no podría subsistir sin el poder fructificador de la tierra. La lección: el pueblo de Israel debe ser una fuerza vivificante en el mundo, debe proporcionarle sustento y felicidad a toda la humanidad.

    Las bendiciones de Dios a nuestros patriarcas, entonces, se refieren a la omnipresencia de nuestro pueblo a lo largo de la historia. Seremos bendecidos con multitudes que puedan completar la obra de Dios en la tierra. Pero las bendiciones también se refieren a la calidad de nuestras vidas y a nuestra misión: un respeto por la singularidad de cada individuo; un reconocimiento de la responsabilidad hacia la comunidad; un compromiso de ser una fuerza positiva, vivificante para toda la humanidad.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Reflexiones sobre Vayeshev

¿Puede un Escándalo Reestructurar la Filantropía Judía?            

    La lectura de la Torá de este Shabat comienza informándonos que Jacob habitó en la tierra en la que habitaron sus padres. Rashi comenta que Jacob pensó que él finalmente había encontrado un poco de paz y tranquilidad, después de toda una vida de sufrimiento y conflictos. Sin embargo, tan pronto Jacob se estableció, una nueva tragedia le sobrevino. Las disputas entre sus hijos llevaron a la desaparición de su amado hijo José.

    La experiencia de Jacob se repite sin cesar en las vidas de los seres humanos. Nosotros enfrentamos una crisis, la superamos, pensamos que podemos relajarnos, y entonces surge otra crisis. Parece que nunca podemos bajar la guardia.

    Durante los últimos meses, todos nosotros hemos estado enfrentando una enorme crisis financiera. Todos hemos tratado de manejar nuestras pérdidas y frustraciones lo mejor que hemos podido. Y justo cuando pensábamos que las cosas podrían estar normalizándose un poco, nos encontramos ahora en medio de una nueva crisis —el insólito esquema Ponzi, que puede costarles a los inversionistas 50 mil millones de dólares y más. Este esquema masivo fue perpetrado por un hombre que está involucrado hasta el cuello en la filantropía judía en general, y en la filantropía judía ortodoxa en particular. Él traicionó la confianza de su familia y de sus amigos, de sus organizaciones benéficas y de sus inversionistas. El dolor para los inversionistas individuales es inmenso. Las numerosas instituciones que sufrieron pérdidas con este esquema están cerrando, haciendo recortes, o tratando de dilucidar la manera de reorganizar sus finanzas para el futuro.

    Al leer los informes periodísticos sobre las actividades de este criminal, encontramos los nombres de una poderosa red de filántropos judíos que fueron víctimas de esta estafa. Estos inversionistas han tenido grandes pérdidas, y ahora contarán con menos recursos para contribuir a las causas nobles y a las instituciones benéficas. La filantropía judía indudablemente continuará, pero tendrá que hacerlo de una manera diferente y dependiendo de diferentes personas.

    Un Midrash enseña que cuando Moisés estaba recaudando donaciones para la construcción del mishkán en el desierto, los líderes ricos suspendieron sus contribuciones. Ellos pensaban que las masas de israelitas no serían capaces de aportar lo suficiente para construir el santuario. Moisés tendría que recurrir entonces a los dirigentes ricos y pedirles su apoyo. Esto pondría de relieve lo importantes que eran, y que sin ellos nada se podría lograr. Con todo, las cosas resultaron, los israelitas contribuyeron generosamente —incluso más de lo necesario. Cuando los líderes ricos se dieron cuenta de que el mishkán iba a ser construido sin su participación, fueron a toda prisa donde Moisés y le pidieron que aceptara sus contribuciones. Moisés respondió: es demasiado tarde, nosotros ya tenemos lo que necesitamos. Finalmente, él accedió a aceptar sus contribuciones para cubrir algunos gastos secundarios relacionados con el mishkán.

    Una de las lecciones de este Midrash es que los dirigentes ricos deben participar pronta y generosamente, y no tratar de ganarse la gloria o el poder mediante su filantropía. Otra lección es que el público en general puede lograr grandes cosas, incluso sin las dádivas de los “filántropos importantes”.

    Los signos preliminares indican que varios “filántropos judíos importantes” se volverán “menos importantes” debido a este fiasco financiero. La pregunta es: ¿puede el público judío mantener sus instituciones y obras benéficas, aún sin estos líderes ricos? La respuesta, en principio, es sí. Habrá que ver si el público judío acepta el reto.

    La comunidad judía ha sido "echada a perder" en los últimos años, ya que gran parte de la carga filantrópica ha sido asumida por muy pocas personas. Las instituciones y organizaciones benéficas han buscado donaciones de millones de dólares y no les han prestado mucha atención a los donantes más pequeños. Más aún, los donantes más pequeños han llegado a sentir que sus dádivas de todas maneras no importan, puesto que se puede contar con los grandes filántropos para pagar todas las cuentas.  

    Recientemente leí que el contribuyente judío americano promedio aporta un 2-3 por ciento de su ingreso neto para obras de caridad. Me sorprendí al ver esta información, ya que yo creía ingenuamente que los judíos destinaban por lo menos un 10 por ciento de sus ingresos netos a la caridad. Yo pensaba que sin lugar a dudas éramos la comunidad más generosa de los Estados Unidos, basándome en las sumas de dólares recaudadas por las organizaciones benéficas judías. Vine a darme cuenta de que el judío “promedio” no contribuye mucho más que el no judío “promedio”, pero que las cifras de las organizaciones benéficas judías se ven tan bien debido a la generosidad de los grandes donantes que nos encubren al resto de nosotros.

    Esta cobertura está desapareciendo. Eso puede ser, al menos en cierto modo, un hecho positivo para nuestra comunidad. Si nosotros —los contribuyentes judíos “promedio”— queremos tener sinagogas, colegios, yeshivot, hospitales, centros comunitarios, programas para las personas necesitadas, y demás, entonces nosotros mismos tendremos que pagar por estas cosas. Si todos nosotros aportamos un valor más cercano al 10 por ciento, en lugar de aportar un 2-3 por ciento, a nuestras organizaciones benéficas preferidas, nuestra comunidad no tendrá problemas.

    Estos son tiempos económicos difíciles, y la gente no está de muy buen ánimo como para tomar en consideración la sugerencia de hacer contribuciones más grandes. Sin embargo, si creemos en nuestra comunidad y en nuestras instituciones, debemos empezar a pensar en nosotros mismos como filántropos —independientemente de lo mucho o lo poco que podamos aportar. Si millones de “judíos promedio” incrementaran sus donaciones y su participación, eso representaría un avance significativo para la filantropía judía —y para el pueblo judío.

 

 

Reflexiones sobre Janucá

    Hace poco tuve una conversación con una persona recién jubilada, quien me dijo que estaba tratando de encontrar maneras de “matar el tiempo” ahora que ya no trabaja tiempo completo. Yo pensé: este hombre puede tener veinte o treinta años más de vida; ¿debería estar ideando formas de “matar” esta cantidad de tiempo? ¿No debería estar planeando algo más constructivo para el tiempo que Dios le asigne?   

    La vida se nos presenta a todos con una pregunta: ¿Y ahora qué sigue? Esta pregunta no solo aplica para alguien que se ha retirado de su empleo, sino para cada individuo en cada etapa de su vida. Llegamos a una meseta, alcanzamos un objetivo específico —pero, ¿y después?

    En el pasaje Al Hanisim que incluimos en nuestras plegarias de Janucá, nosotros recordamos que el Todopoderoso les ayudó a nuestros antepasados a luchar contra sus opresores y le concedió al pueblo judío una gran victoria.  El pasaje continua: “veajar kaj”—y después, los judíos entraron en el Templo, encendieron la Menorá, y establecieron la festividad de Janucá. La frase clave es "veajar kaj", y después. Esta frase clave nos recuerda que después de haber alcanzado un nivel, tenemos que pasar a otro nivel más alto. La vida no debe ser vivida pasivamente.

    Nosotros no deberíamos estar pensando en “matar el tiempo”. Cada mañana cuando nos despertamos, tenemos que recordarnos a nosotros mismos: ¿Y ahora qué? ¿Qué he planeado como mi próximo paso en la vida?

    La vida es un proceso continuo de renovación, de enfrentar nuevas luchas, de hacer nuevos descubrimientos. Una vida piadosa y reflexiva no solo es una fuente de felicidad para la persona que vive esa vida, sino que también tiene impacto sobre los demás. Nuestros antepasados encendieron las luces en el Templo, y de ese modo sirvieron de inspiración para todas las generaciones futuras. Su comprensión de "veajar kaj" les permitió a las generaciones futuras desempeñar su papel en el escenario de la historia.

    Le preguntaron al rabino Abraham Itzjak Kook, el primer Gran Rabino Ashkenazí de Israel, ¿quién se encuentra en un nivel espiritual más alto —una persona que está en un peldaño alto de la escalera espiritual, o una persona que está en un peldaño bajo? Él respondió: eso depende hacia qué dirección se está moviendo la persona. SI la persona que se encuentra en un peldaño bajo está subiendo y creciendo día a día, esa persona está viva y energizada espiritualmente. SI la persona que está en un peldaño alto está bajando o permanece en ese peldaño, esa persona ha perdido ímpetu espiritual y seguirá hundiéndose o estancándose a menos que pueda redirigirse hacia arriba.  

    A medida que pisamos cada peldaño de la escalera de la vida, tenemos que evaluar si estamos moviéndonos hacia arriba o si nos estamos quedando estancados o moviéndonos hacia abajo. Con cada paso, tenemos que concentrarnos en lo que viene a continuación, en cómo podemos alcanzar el siguiente nivel más alto, en cómo podemos emplear el tiempo que Dios nos conceda en una forma significativa y constructiva. Esto requiere planificación, autodisciplina, y un enfoque en el crecimiento espiritual. Nosotros podemos tener éxito.

 

    Mensajeros y Mensajes

    Un hombre joven —un converso al judaísmo— compartió conmigo algunas de sus frustraciones. Él se había sacrificado enormemente para volverse judío. Se distanció de sus familiares biológicos, muchos de los cuales tenían actitudes fuertemente antijudías. Cambió su estilo de vida para ajustarse a los dictados de la halajá. Tuvo que soportar comentarios insensibles de rabinos y miembros de la comunidad judía.  

    Quizás su frustración más patética era que él amaba a Dios, a la Torá y a las mitzvot, y había sacrificado tanto para llegar a ser judío —y sin embargo ¡un gran número de judíos de nacimiento se preocupaban tan poco por el judaísmo! Él me dijo: "Muchos judíos son mensajeros que han olvidado su mensaje”. El pueblo de Israel recibió un mensaje y una misión en el Monte Sinaí, y debería ser una luz para las naciones. Al vivir conforme a las enseñanzas y los ideales de la Torá, nosotros podemos transmitir las verdades del monoteísmo ético; podemos dar un ejemplo de vida moral, de fuertes valores familiares, de justicia social, de santidad.

    Mensajeros que han olvidado su mensaje — ¡Qué trágico dilema! La mayoría de los judíos viven actualmente en sociedades libres, en las que tienen oportunidad de estudiar Torá, cumplir mitzvot, y participar activamente en la vida de sus comunidades. Nuestro mensaje debe ser más claro que nunca; nuestro compromiso debe ser poderoso y entusiasta.

    Un concepto central conectado con Janucá es pirsumé nisá, difundir el milagro. Nosotros encendemos las luces de Janucá en la sinagoga. Las colocamos cerca a las ventanas de nuestras casas para que los transeúntes las puedan ver. No basta simplemente con relatar la historia de Janucá; tenemos que darla a conocer encendiendo nuestras janukiot, haciendo una demostración pública de nuestro mensaje. Las luces de Janucá son recordatorios visibles: nosotros tenemos un mensaje; nosotros celebramos ese mensaje; nosotros compartimos ese mensaje con otros. Nosotros no olvidamos los sacrificios y el heroísmo de las generaciones anteriores de judíos. Nosotros no damos por sentada la libertad religiosa; nosotros no somos descuidados ni apáticos respecto a nuestro judaísmo.

    La palabra hebrea Janucá significa “dedicación”, refiriéndose a la re-dedicación del Templo en la época de los Macabeos. También sugiere la necesidad de una dedicación constante a nuestras tradiciones, valores, y observancias religiosas. Cuanto más estudiamos, más integramos la Torá y las mitzvot a nuestras vidas —más internalizamos el mensaje del judaísmo. Nos convertimos en mensajeros que recordamos nuestro mensaje, que alumbramos nuestras propias vidas y le traemos iluminación a toda la humanidad.

Resistiendo a la Corrupción Religiosa

    Después de su gloriosa victoria y de la re-dedicación del Templo, los hasmoneos establecieron la festividad de Janucá para ser celebrada por los judíos de todas las generaciones futuras. El festival de las luces es una ocasión para darle gracias a Dios, una celebración del orgullo judío, y una remembranza de la necesidad de libertad religiosa.

    No pasó mucho tiempo, sin embargo, antes de que esta gran victoria espiritual y militar perdiera su esplendor. Los hasmoneos —una familia sacerdotal— se constituyeron ellos mismos como reyes. Una vez que ellos centralizaron tanto poder en sí mismos, pronto se impuso la corrupción. Sus "reyes" se volvieron déspotas implacables; el sumo sacerdocio se convirtió en un premio político para el mejor postor. Aunque el espíritu original de Janucá logró sobrevivir, el estado real de la religión y la espiritualidad judía se vio severamente comprometido bajo el régimen hasmoneo.

    Hay una lección constante en esta historia. Cuando la autoridad está centralizada en unas pocas manos, esto a menudo lleva a la corrupción y al deterioro espiritual. Los pocos que están en el poder se vuelven arrogantes y codiciosos. Creen que pueden hacer lo que ellos quieren y obligar a los demás a obedecer. Llegan a pensar que están por encima de la ley. Esta lección no solo aplica para el mundo de la política, sino también para el mundo de la religión. Es especialmente tóxico cuando el poder político y el poder religioso llegan a entrelazarse. Cómo es de doloroso leer sobre las abominables maniobras políticas de los partidos "religiosos" en Israel. Cómo es de frustrante leer sobre las autoridades “religiosas” —que son rápidas para afirmar su propio poder y que deslegitiman a los demás— que traicionan las ideas y los ideales de la Torá a través de su comportamiento perverso, ilegal, e inmoral. Cuán lamentable es que el “establishment rabínico” ortodoxo en Israel y en la diáspora sea visto por tanta gente como insensible, oscurantista, e incluso hipócrita y deshonesto.

    La lección de Janucá es que la religión y la espiritualidad deben elevarse por encima de la politiquería. La luz de la Torá no se propaga a través del autoritarismo arrogante y prepotente; no se propaga a través de aquellos que usurpan el poder y creen que están por encima de la ley. Como el profeta Zacarías enseñó (y como lo leemos en la haftará de Janucá): "No por la fuerza, no por el poder, sino por Mi Espíritu, dice el Señor de las Huestes”.

    Cuando celebremos Janucá, recordemos que la verdadera religión no se encuentra entre aquellos que buscan la fuerza y el poder; sino en los que buscan sinceramente el Espíritu del Señor. Asegurémonos de que nos encontramos entre estos últimos.

 

 

 

Reflexiones sobre Miketz

¿Qué has Hecho por mí Últimamente?

    Cuando el Faraón llega a la conclusión de que José puede serle útil, nombra al hebreo como segundo en el mando sobre el pueblo de Egipto. Él viste a José con ropa elegante, le da una carroza de lujo, lo casa con una mujer distinguida. Mientras José es capaz de manejar con éxito la hambruna, él goza de los privilegios del poder.

    Una vez superada la crisis, José parece conservar algunos de sus honores ceremoniales; pero nosotros ya no lo vemos funcionando con ningún poder ni autoridad real. La burocracia egipcia parece arreglárselas bastante bien sin su colaboración. José ya no es necesario. Cuando él muere, le rinden honores ceremoniales —pero al poco tiempo su pueblo es reducido a la esclavitud. Su servicio a Egipto en el pasado no fue suficiente para proteger a los hebreos de los capataces egipcios.

    Cuando las personas tienen el poder, los demás se inclinan ante ellas y las adulan y tratan de congraciarse con ellas. Cuando las personas pierden el poder, los aduladores y lisonjeros las abandonan y buscan otras figuras más poderosas con quienes asociarse.

    Cuando yo era un joven rabino, pasé algún tiempo con un feligrés de edad avanzada que siempre parecía tener una expresión amarga en su rostro. Él había sido antes un fabricante de ropa muy rico. Con frecuencia era invitado por las organizaciones judías para ser huésped de honor en sus cenas anuales de recaudación de fondos. Todo el mundo lo quería. Pero entonces su negocio se desplomó. Mientras que otros fabricantes estaban trasladando sus plantas a Asia, él insistió en ser leal a sus empleados en Nueva York. Como resultado, sus competidores podían producir la ropa a un costo mucho más bajo —y lo llevaron a la quiebra. ¡La recompensa por su lealtad fue la bancarrota!

    Él había sido un hombre exitoso, jovial, querido por todos. Ahora que había perdido su fortuna, casi todo el mundo parecía olvidarse de él. Él ya no volvió a recibir invitaciones para estar en los comités organizadores ni para ser huésped de honor. Él me dijo que cuando él perdió su riqueza, también perdió gran parte de la atención y del honor de los cuales disfrutaba cuando había sido rico. El único lugar en el cual él aún gozaba de la misma  estima y amistad era nuestra sinagoga.

    La actitud de “¿qué has hecho por mí últimamente?” es esencialmente destructiva para la dignidad humana. Solo les atribuye valor a quienes —independientemente de sus méritos o deficiencias personales— pueden hacer algo por nosotros. Promueve el enaltecimiento a individuos que pueden o no merecer el honor —pero que poseen la riqueza y la influencia política necesarias para sernos útiles. Lleva a la denigración de individuos —que pueden ser gente buena, agradable y sabia— pero que no tienen los medios para proporcionarnos lo que nosotros queremos.

    Nosotros alcanzamos un nivel más alto de humanitarismo cuando tratamos a los demás sin basarnos en lo que ellos puedan hacer por nosotros, sino por lo que ellos son.

Reflexiones sobre Vaigash

Con la Frente en Alto

    La porción de la Torá de esta semana incluye un breve episodio enigmático. "Y José trajo a su padre Jacob, y lo presentó delante del Faraón. Y Jacob bendijo al Faraón. Y le dijo el Faraón a Jacob: ¿Cuántos son los días de los años de tu vida? Y Jacob le respondió al Faraón: los días de los años de mis peregrinaciones son ciento treinta años; pocos y malos han sido los días de los años de mi vida, y no han alcanzado a los días de los años de la vida de mis padres en los días de sus peregrinaciones. Y Jacob bendijo al Faraón, y salió de la presencia del Faraón".

    ¿Por qué Jacob bendijo al Faraón al comienzo y luego lo hizo por segunda vez al final de este pasaje? ¿Por qué el Faraón preguntó cuántos años tenía Jacob? ¿Por qué dijo Jacob que sus años eran pocos si él tenía 130 años? ¿Por qué se quejó de que sus años eran malos? ¿Por qué mencionó las vidas de sus padres? ¿Por qué el Faraón permaneció en silencio tras los comentarios de Jacob?

    Miremos más detenidamente este pasaje. Cuando José llevó a Jacob donde el Faraón, la Torá usa la frase “vayaamidehu lifnei Paroh", y lo presentó (de pie) delante del Faraón. El comentarista, R. Ovadia Seforno, señala que Jacob no se inclinó ante el Faraón, como era la costumbre de quienes se presentaban ante el monarca. Al permanecer erguido, Jacob indicó que él no estaba subordinado al Faraón. Más aún, Jacob bendijo al Faraón, una indicación de que él era de tal rango que podía conferirle bendiciones al gobernante. El Faraón debió haberse sorprendido por este comportamiento, y por eso le preguntó a Jacob cuántos años tenía. Él no solo quería conocer la edad de Jacob, también quería saber qué había en su vida para que él pudiera comparecer con tanta confianza ante el Faraón. Después de todo, Jacob era solo un pastor de una tierra extranjera, que ni siquiera podía alimentar a su propia familia sin ir a Egipto en busca de ayuda. ¿Cómo se atrevía él a permanecer de pie delante del Faraón? ¿Cómo se atrevía a pensar que el Faraón necesitaba su bendición?

    Jacob respondió: mis años son pocos; no pocos en número, ya que tengo 130 años, sino pocos en logros aparentes. Usted, Faraón, me ve a mí como un anciano indefenso. Mis años son “malos”, es decir, he sufrido mucho. Yo le parezco a usted un fracaso. Pero soy el patriarca del pueblo de Israel. Mis padres fueron profetas que han traído un cambio dramático al mundo. Mucho después de que el imperio egipcio desaparezca, mi pueblo aún seguirá floreciendo. Yo todavía no he logrado lo que mis padres han logrado; pero tengo raíces profundas, y un destino grandioso.

    El Faraón escucha esto y permanece en silencio. Entonces Jacob lo bendice de nuevo, un recordatorio de que Jacob no es un fracaso servil, sino un eslabón en la cadena de una gran nación, el pueblo de Israel.

    Este pasaje, entonces, transmite un mensaje vital para la familia de Jacob. El pueblo de Israel puede parecer pequeño, dependiente, impotente. Grandes imperios pueden perseguirnos. Pero el pueblo de Israel se mantiene erguido, y no se inclina ante ningún ser humano, por más poderoso que éste sea. Nosotros formamos parte de una nación eterna que ha sobrevivido a todos sus enemigos y que de igual manera sobrevivirá a todos los imperios y poderes de nuestro tiempo. Nos hemos enfrentado a la adversidad, y hemos prevalecido. Somos fuertes, valientes, resilientes. Nosotros recordamos a nuestros antepasados, los profetas y maestros de la humanidad. Nos vanagloriamos de su legado y sabemos que tenemos mucho más por hacer para cumplir sus aspiraciones y sus sueños.

    Nosotros les ofrecemos bendiciones a todos —incluso a quienes nos desean el mal. Nosotros oramos para que sus almas se sanen de su odio y violencia; oramos para que sus mentes se liberen de la ignorancia y las supersticiones. El encuentro de Jacob con el Faraón, por lo tanto, es un evento muy significativo, con un poderoso mensaje para nosotros y para el mundo.

 

Resolviendo una Crisis de Identidad

"Y José les dijo a sus hermanos: Yo soy José. ¿Vive aún mi padre?"

--BERESHIT 45:3

    En el reencuentro con sus hermanos, José preguntó si su padre aún estaba vivo. Sin embargo, los hermanos ya le habían dicho a él que Jacob estaba vivo. De hecho, el resto de las palabras de José dejan en claro que él sabía que Jacob estaba vivo. Cual es, entonces, el significado de su pregunta “¿Vive aún mi padre?’” Tenemos que entender el dilema de José.

    Nosotros llegamos a comprender la vida interior de José a través de los nombres que les dio a sus hijos. Él llamó a su hijo primogénito Menashé, "porque Dios me ha hecho olvidar todo mi trabajo y toda la casa de mi padre". José estaba proclamándose a sí mismo como egipcio. Él era un gobernante en Egipto, tenía un nombre egipcio, una esposa egipcia; él quería olvidar la casa de su padre. Sin embargo, él llamó a su segundo hijo Efraín, “porque Dios me ha hecho fructífero en la tierra de mi aflicción”. Él describió a Egipto como la tierra de su aflicción —él aún no se encontraba en paz en Egipto a pesar de sus esfuerzos por ser un egipcio completo. ¿Quién era José? ¿Era un egipcio completamente asimilado, o todavía estaba atado a su hogar ancestral? José tenía una grave crisis de identidad.

    José ocultó esta lucha interior hasta cuando se enfrentó realmente a sus hermanos, quienes habían llegado a Egipto para comprar comida. Ahora José se vio obligado a decidir quién era él. ¿Debía ser un egipcio y rechazar a sus hermanos, o debía ser un israelita e identificarse con ellos? Esta incertidumbre podría explicar el trato cruel a sus hermanos. Él se esforzó para seguir siendo un egipcio, para evitar reconectarse con ellos. Sin embargo, él no logró tener éxito. Al final, rompió en llanto: yo soy José. ¿Vive aún mi padre?

    La pregunta acerca de su padre era retórica, puesto que él ya sabía que Jacob estaba vivo. La pregunta puede ser entendida como si José estuviera hablando consigo mismo: yo pensé que podía asimilarme y convertirme en un completo y verdadero egipcio. Me esforcé mucho para olvidar la casa de mi padre, mi conexión con mi pueblo. Pero ya no puedo seguir manteniendo esta farsa. ¿Vive aún mi padre dentro de mí? ¿Los lazos con mi pueblo siguen uniéndome a ellos? ¿Es esta conexión tan poderosa como para poder arrastrarme de vuelta a mis raíces?

    Cuando José finalmente reconoce que su padre sigue vivo dentro de él y que él no puede romper con su familia y con sus tradiciones, él es capaz de reconciliarse con sus hermanos. José, el prototipo del "judío asimilado", vuelve al redil. Él recupera su verdadera identidad. Yo soy José vuestro hermano. Yo reivindico las ideas y los ideales de la casa de mi padre.

    La historia de José prefigura tantas otras historias de judíos asimilados que han encontrado su camino de vuelta a casa. Ellos habían dejado a sus familias y sus tradiciones, tratando de adoptar una identidad completamente nueva. Pero algo sucede en sus vidas, que provoca un retorno al judaísmo y al pueblo judío. Ellos a menudo están perplejos ante este retorno. Preguntan con asombro: "¿Vive aún mi padre?" Y responden: sí, las enseñanzas y tradiciones judías y la pertenencia al pueblo aún viven dentro de mí. Ya no me seguiré escapando. Finalmente sé quién soy, y he hecho las paces conmigo mismo, con mi familia, y con mi Dios.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Reflexiones sobre Vayehí

Leones y Rezagados

    La porción de la Torá de esta semana incluye las últimas palabras de Jacob a sus hijos. Él describe a su cuarto hijo, Judá, como un león, y afirma que el cetro del reinado nunca se apartará de Judá (ni de sus descendientes). Todos los hermanos (y sus tribus) se volverán hacia Judá por el liderazgo. ¿Qué hizo Judá para merecer este singular papel?

    La respuesta puede estar sugerida en la historia de la amenaza de José de retener a Benjamín en Egipto como su siervo. Los hermanos, creyendo que José era un gobernante de Egipto, se encontraban en un terrible aprieto. Ellos sabían que su padre Jacob quedaría devastado por la pérdida de Benjamín. Sabían que tenían que encontrar una manera de enfrentarse a José y hacerlo cambiar de parecer.

    Rubén era el primogénito. Él tenía una personalidad fuerte, impetuosa. ¿Por qué no se manifestó? Aparentemente, su bravura lo abandonó en este momento de crisis.

    Simeón y Leví eran proclives a la acción violenta. Ellos aniquilaron a los hombres de Shejém. ¿Por qué no desafiaron a José? Aparentemente, su coraje se derritió cuando se enfrentaron a un oponente regio.

    Isajar, de acuerdo a la tradición rabínica, era el gran erudito de la Torá de la familia. Él dedicaba sus días al estudio y a la contemplación espiritual. ¿Por qué este hombre de Dios no se enfrentó a José? Aparentemente, su santidad y su erudición no lo llevaron a ser apto para la acción valiente.

    Zebulón, según la tradición rabínica, era un experto hombre de negocios. Con toda su perspicacia financiera, ¿por qué no trató de llegar a algún tipo de acuerdo con José? Aparentemente, sus habilidades para los negocios le fallaron en este momento desesperado.

    De hecho, todos los hermanos fracasaron en reunir el coraje y la astucia para enfrentarse a José y luchar por su hermano Benjamín, por su padre Jacob, y por el honor de su familia. Todos excepto Judá.

    La vida de Judá antes de esta crisis no había sido una vida de brillantez ni de coraje uniforme. La Torá toma atenta nota de sus diversas fallas. Pero la personalidad de Judá experimenta un desarrollo gradual. Él es capaz de admitir el error. Él es capaz de levantarse en contra de sus hermanos en su plan de asesinar a José. Y en el momento crítico, cuando la vida de Benjamín está en juego, solo Judá compareció para desafiar a José y arriesgar su propia vida en el proceso.

    Judá arguye con elocuencia. Es ecuánime y sabe expresarse bien. Le dice a José que él se va a quedar en Egipto como siervo en lugar de Benjamín, pero que Benjamín debe ser devuelto a su padre. Judá es tan persuasivo y tan sensible a los sentimientos de su padre, que José ya no puede contener las lágrimas. José llora. Él les dice a sus hermanos quién es realmente. Los hermanos se reconcilian. Todo gracias a la valentía de Judá.

    Judá es un león. Él tiene la presencia de ánimo y la fortaleza de carácter de las que carecían todos los demás hermanos. En aquel momento, Judá demostró ser digno del reinado.

    Todos nosotros enfrentamos crisis en la vida. Todos nosotros confrontamos problemas Muchos, al igual que los hermanos de Judá, se sienten incapaces de asumir responsabilidades, de hacer los sacrificios necesarios, de actuar con coraje. Muchos, al igual que los hermanos de Judá, tienen diversos talentos —y sin embargo se dejan silenciar ante un desafío. Tenemos que aprender del ejemplo de Judá. Tenemos que entender que el liderazgo requiere claridad de pensamiento, un compromiso inquebrantable con lo que es correcto, y el coraje de un león para actuar. Si el reinado le fue asignado a Judá, la Torá nos pide a todos nosotros que seamos "un reino de sacerdotes y una nación santa”. Debemos ser leones, no rezagados.

 

Las Buenas Intenciones no Bastan

    Una vez le pregunté a un miembro de nuestra Congregación si él quería asistir a nuestro minián de la mañana durante los días de semana y formar parte de nuestro creciente "equipo del minián". Él respondió: "Me encantaría asistir al minian, pero no estoy en condiciones de hacerlo, ya que debo estar en mi oficina temprano en la mañana. Con la ayuda del Señor, me uniré al minian en el futuro".

    Algunos años después, cuando me enteré de que este señor acababa de retirarse de su trabajo, lo llamé de nuevo, invitándolo a asistir a nuestro minián de la mañana los días de semana. Él me contestó: "Durante todos estos años, yo he tenido que levantarme temprano para ir a mi oficina. Ahora que estoy jubilado, por fin puedo dormir hasta tarde. Así que ahora no puedo asistir al minián de la mañana, pero con la ayuda del Señor, me uniré al minián en el futuro".

    Este caballero pensó que "con la ayuda del Señor" él algún día asistiría al minián. Ese día nunca llegó. El hombre falleció años más tarde, sin haber llegado a asistir a nuestro minián ni siquiera una vez.

    En "El Corazón del Hombre," Erich Fromm escribió que "la mayoría de las personas fracasan en el arte de vivir, no porque sean inherentemente malas o tan faltas de voluntad como para no poder vivir una vida mejor; ellas fracasan porque no se despiertan y no ven que se encuentran ante una encrucijada y que tienen que decidir".

    Todos nosotros podemos tener buenas intenciones; pero también tenemos la extraña habilidad de salir con racionalizaciones para explicar por qué no podemos convertir en realidad estas buenas intenciones. Encontramos excusas que justifican el por qué no podemos asistir al minian, o no podemos contribuir más para obras de beneficencia, o no podemos dedicar más tiempo al aprendizaje de la Torá, o no podemos encontrar más tiempo para pasar con nuestras familias, o no podemos invitar huéspedes a nuestros hogares. Nosotros fracasamos, no porque seamos malos, sino porque no tomamos el control de nuestras vidas, no tenemos la fuerza de voluntad para tomar decisiones y actuar de acuerdo a ellas. Nos dejamos llevar por nuestra rutina, esperando que “con la ayuda del Señor”, vamos a cambiar nuestros patrones para bien en el futuro.

    La parashá de esta semana nos lleva al final del libro de Bereshit. Es costumbre en algunas congregaciones que los feligreses digan en voz alta al concluir Vayehí: "Jazak venitjazak, jizkú veyaametz levavjem kol hamyajalim la-donai". Sé fuerte y fortalezcámonos unos a otros; fortalézcanse y que su corazón tenga coraje, todos ustedes que esperan en el Señor. Esta es una forma de celebrar la finalización de un libro de la Torá, y de alentarnos a continuar en el camino del estudio de la Torá para que también podamos terminar otros libros.

    Yo creo que una frase del texto citado anteriormente se puede interpretar de la siguiente manera: jizkú —fortalézcanse ustedes, sean resueltos; veyaametz levavjem —y Dios les dará coraje a sus corazones. Primero, ustedes mismos tienen que fortalecerse, tomar decisiones, empezar a actuar. Luego, Dios les dará la fortaleza adicional para alcanzar sus objetivos. Nosotros tenemos que tomar la iniciativa; tenemos que demostrar resolución; tenemos que asumir la responsabilidad. Si nosotros mismos nos fortalecemos, podemos confiar en que el Todopoderoso nos dará fuerza adicional.

    Si las personas fracasan en la vida porque no se dan cuenta de que se encuentran ante una encrucijada y deben tomar una decisión, ellas tienen éxito en la vida porque sí se dan cuenta de que deben asumir su responsabilidad y deben actuar— ¡y lo hacen!

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Reflexiones sobre Shemot

La Grandeza de Aarón

    En la dramática escena de la zarza ardiente, Dios designa a Moisés para que libere a los israelitas de su esclavitud en Egipto. Moisés se muestra renuente a aceptar esta responsabilidad y le pide a Dios que escoja a otra persona. Argumenta que él no es lo suficientemente elocuente, reflejando quizás una sensación más general de que él no estaba a la altura de la misión.

    Dios insiste en que Moisés asuma esta responsabilidad. Le dice a Moisés que su hermano Aarón estará a su lado y podrá hablar en representación suya. Dios le informa a Moisés que Aarón saldrá a su encuentro, "vera’aja, vesamaj belibo", y él te verá y se regocijará en su corazón. Estas tres palabras hebreas tienen un tremendo significado, y nos dicen mucho acerca de la grandeza de Aarón y de por qué se convirtió en el amado Sumo Sacerdote del pueblo de Israel.

    Aarón era mayor que Moisés. Aarón había estado viviendo en Egipto durante todos esos años en los que Moisés estaba viviendo en paz como un pastor en Midián. Aarón tuvo que encarar directamente la esclavitud de su pueblo, y obviamente tenía un conocimiento mucho más claro de la situación que Moisés. Se podría haber pensado que Aarón tenía más derecho a haber sido elegido por Dios para ser líder, él era mayor, tenía más experiencia, y estaba más directamente involucrado con el pueblo de Israel. Y sin embargo, ¡Dios escogió a Moisés!

    ¿Cómo nos imaginaríamos la reacción de Aarón al enterarse de que Dios había elegido a su hermano menor, un pastor de Midián, para ser el líder de Israel? Podríamos haber esperado que Aarón estuviera celoso, enojado, ofendido o resentido. Pero Dios le dice a Moisés: ¡Aarón te verá y se regocijará en su corazón! Aarón no solo no estaba molesto, sino que él realmente se regocijó con el éxito de Moisés. Aarón no era egoísta, él estaba contento con su suerte. Él no fue apenas superficialmente cortés con Moisés, sino que “se regocijó en su corazón", en una forma sincera y total. Aarón tenía una capacidad única: la capacidad de amar, de regocijarse plenamente por el éxito de los demás sin sentir ni una pizca de celos ni de mala voluntad.

    No es fácil para la gente regocijarse por el éxito de los demás. La gente piensa: yo debería haber recibido ese honor, yo lo merezco más; yo estoy más calificado. No es fácil para la gente elevarse por encima del egoísmo, de los celos, del resentimiento. Para hacer esto se requiere una tremenda autoconfianza, aplomo espiritual, serenidad —y amor. Se requiere la capacidad de trascender al propio ego, y de celebrar las virtudes y los éxitos de los demás. Aarón poseía estas virtudes.

    El Pirkei Avot describe a Aarón como una persona que amaba la paz y perseguía la paz, que amaba a sus semejantes y los acercaba a la Torá. Él se ganó esta reputación porque realmente era capaz de preocuparse por las necesidades y los sentimientos de los demás, sin insistir en recibir honores y distinciones. Él fue una persona amable —y por eso fue amado.

 

Conservando nuestra Humanidad

"Y él se volvió a este lado y al otro,

 y vio que no había ningún hombre".

—SHEMOT 2:12

 

    Cuando Moisés vio a un capataz egipcio azotando a un esclavo israelita, miró a su alrededor antes de derribar al egipcio. Este pasaje por lo general se interpreta en el sentido de que él quería estar seguro de que no iba a ser visto cuando le dio muerte al egipcio.

    El pasaje se podría entender de una manera diferente. Moisés estaba indignado con todo el sistema de esclavitud. Él vio a un grupo de personas oprimiendo a otro grupo de personas, tratando a los esclavos como objetos y no como a sus semejantes. Al deshumanizar a los israelitas, los egipcios no sintieron ningún remordimiento por azotarlos, por forzarlos a realizar trabajos extenuantes, por condenar a sus hijos a la muerte. Los capataces habían perdido su humanidad. El trato abusivo a los esclavos cobró un precio tanto psicológico como físico; los esclavos llegaron a verse a sí mismos como inferiores a sus amos; ellos perdieron el auto-respeto junto con su libertad.

    Cuando Moisés se vio enfrentado al caso concreto de un egipcio azotando a un esclavo hebreo, él se dio cuenta de que "no había ningún hombre" —el opresor se había convertido en una bestia salvaje, el oprimido se había convertido en un animal de trabajo. El elemento humano había desaparecido; no existía ninguna misericordia, ningún respeto mutuo, ninguna simpatía del uno por el otro. Este reconocimiento era más de lo que Moisés podía soportar. Él mató temerariamente al egipcio —lo cual no solucionó el problema en absoluto. Después él se vio obligado a huir para salvar su propia vida. Permaneció durante varios años en la tranquilidad de Midián, trabajando como un pastor solitario. Él no pudo soportar las injusticias que se estaban cometiendo en Egipto —una tierra en la que “no había ningún hombre”, una tierra en la cual las personas habían sido reducidas al estatus de animales, a objetos en lugar de sujetos.

    La historia de la Torá acerca de la redención de los esclavos israelitas es en última instancia una lección profunda que nos enseña que cada ser humano tiene derecho a ser libre, a ser un ser humano digno, a ser tratado (y a tratar a los demás) como un semejante. La esclavitud es una calamidad tanto para el opresor como para el oprimido. Es una violación a la santidad de la vida humana.

    La deshumanización de los demás no solo conduce al desprecio, o incluso a la esclavitud; conduce a la violencia y al asesinato. La deshumanización es la forma en que los terroristas justifican el asesinato: ellos ven a sus víctimas como seres inferiores, como infieles —no como a sus semejantes creados a la imagen de Dios. La deshumanización da lugar a la discriminación contra aquellos que son percibidos como “el otro” —personas de diferente origen étnico, religión, raza, o creencias.

    Nosotros sabemos que nuestra sociedad se encuentra en problemas cuando los miembros de un grupo se sienten innatamente superiores a las personas de otro grupo, y se empeñan en estereotiparlas y deshumanizarlas. Sabemos que existe una decadencia moral dentro del pueblo judío cuando los judíos de un origen se sienten superiores a los judíos de otro origen, cuando exhiben un comportamiento y un lenguaje discriminatorio, cuando deshumanizan a sus hermanos judíos y a sus semejantes.

    Cuando los seres humanos se tratan unos a otros como objetos, la humanidad sufre. Cuando los seres humanos ven su afinidad con otros seres humanos y se tratan unos a otros con respeto, la humanidad comienza su proceso de redención. Nosotros solo podemos conservar nuestra propia humanidad cuando reconocemos la humanidad de cada uno de nuestros semejantes.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Reflexiones sobre Vaerá

Soñando y Trabajandopor la Redención

"Y Moisés habló delante de Dios diciendo: he aquí, los hijos de Israel

no me escucharon; cómo pues me escuchará el Faraón..."

—SHEMOT 6:12

 

    Moisés les transmitió a los hijos de Israel un tremendo mensaje: Dios estaba dispuesto a ponerle fin a su esclavitud en Egipto; Dios los llevaría a la Tierra Prometida, una tierra donde fluía leche y miel. Después de generaciones de dura servidumbre, los israelitas ahora serían libres.

    Sin duda, este mensaje tan largamente esperado debería haber suscitado regocijo entre los esclavos hebreos. Finalmente, la redención estaba en camino. Sin embargo, la Torá refiere que la aparición en escena de Moisés no generó mucho entusiasmo entre los hijos de Israel. De hecho, después de que Moisés le exigió al Faraón que liberara a los israelitas para que ellos pudieran adorar a Dios, el Faraón emitió órdenes que hicieron que la condición de los esclavos empeorara considerablemente. Los israelitas estaban furiosos con Moisés; en lugar de mejorar su situación, él les estaba causando aún más sufrimiento.

    Moisés debió haberle hablado al pueblo, tratando de hacerles entender que el proceso de la libertad tomaría tiempo y esfuerzo. Él debió haber tratado de inspirarlos con el sueño de la liberación de la servidumbre, de la libertad de vivir en su propia tierra, del pacto de Dios con el pueblo de Israel. Pero los hijos de Israel no fueron receptivos a este mensaje. Ellos difícilmente podían pensar en esas situaciones tan grandiosas y poco prácticas. Ellos eran esclavos que apenas podían recobrar el aliento de su arduo trabajo.  

    Moisés se preguntó: si los mismos esclavos hebreos no escuchan mis palabras, ¿cómo puedo esperar que el Faraón me escuche? ¿Cómo puedo llevar a la libertad a gente que no aspira a ser libre? ¿Cómo puedo enfrentar a los enemigos de Israel, si los mismos israelitas carecen de la voluntad unida para salir de Egipto? ¿Cómo puedo liderar, si nadie está dispuesto a seguirme?

    Cuando Moisés le planteó a Dios sus preocupaciones, Dios les ordenó a Moisés y a Aarón que les hicieran saber a los israelitas y al Faraón que el Faraón debía sacar a los israelitas de Egipto. Dios no le ofreció a Moisés palabras de aliento. Él no le dijo que dedicara más tiempo a enseñarles a los israelitas acerca de la libertad. Él le dijo: haz tu trabajo, independientemente de quién te escuche y quién no.

    Dios le enseñó a Moisés un ingrediente esencial del liderazgo adecuado. Cuando el público enfrenta una situación difícil, un líder tiene que presentar una visión amplia de cómo superar la dificultad. Un líder debe mantenerse enfocado en lo que hay que hacer, y debe ganarse el apoyo y la determinación del público. Pero esto a menudo toma mucho tiempo y energía. El público no se despierta rápidamente de su inercia. La gente siempre tiene excusas para explicar por qué las cosas no pueden cambiar: estamos demasiado ocupados con nuestro trabajo, el establishment es demasiado poderoso, nosotros no queremos empeorar las cosas exigiendo un cambio drástico, que otros tomen el riesgo si ellos quieren — ¡pero no cuenten con nosotros!

    Cuando un líder escucha estos comentarios, él o ella puede desilusionarse. ¿Cómo podemos avanzar si el público no está con nosotros? ¿Cómo podemos lograr un cambio si la gente tiene miedo de cambiar, o si la gente no está dispuesta a hacer sacrificios para cambiar el status quo? La respuesta: ¡Haz tu trabajo! Mantente enfocado en tus ideales y en tus sueños y en tus metas, independientemente de quién te escuche y quién no. Esto es lo que Dios le enseñó a Moisés, y es una lección de liderazgo espiritual para todas las generaciones. El público algún día se despertará ante los desafíos del momento, y se levantará con todo su poder para hacer los cambios necesarios. ¡Haz tu trabajo! ¡Mantente enfocado! ¡Formula el sueño! La redención llegará.

 

Superando la Esclavitud

"Y el Señor habló a Moisés y a Aarón, y les dio instrucciones

para los hijos de Israel, y para el Faraón, rey de Egipto, a fin de sacar

a los hijos de Israel de la tierra de Egipto".

—SHEMOT 6:13

 

    Es comprensible el por qué Dios les ordenó a Moisés y a Aarón que le exigieran al Faraón que dejara salir a los israelitas de Egipto. El Faraón era el gobernante que tenía el poder para liberar a los esclavos hebreos. Pero, ¿qué les ordenó Dios a ellos en relación con los israelitas? Algunos comentaristas explican que a Moisés y a Aarón se les ordenó ser amables y pacientes con los israelitas.

    El versículo, sin embargo, se podría entender de la siguiente manera: Moisés y Aarón tenían que ordenarle al Faraón que dejara salir de Egipto a los esclavos israelitas. Tenían que ordenarles a los israelitas que se sacaran de sí mismos “la tierra de Egipto”. Había llegado el momento, no solo para una redención física de la esclavitud, sino para tener una conciencia emocional y psicológica de libertad. Los esclavos hebreos necesitaban borrar las cicatrices de la servidumbre en Egipto, y convertirse en personas independientes, con respeto por sí mismos.

    La experiencia de haber sido esclavizados en Egipto habría de tener un profundo impacto sobre el carácter futuro del pueblo de Israel. La Torá nos recuerda que debemos ser compasivos con el extranjero —porque extranjeros fuimos en la tierra de Egipto. Nos ordena que tratemos a los demás con bondad y humanidad —porque nosotros habíamos sido tratados con crueldad e inhumanidad cuando fuimos esclavos en Egipto. El Talmud define a los judíos como seres caracterizados por la modestia, la compasión y la benevolencia. Aquel que carece de estas cualidades ¡es sospechoso de no ser realmente judío!

    El profesor Gershon Galil del Departamento de Estudios Bíblicos de la Universidad de Haifa descifró recientemente una inscripción que data del siglo 10 a.C. —el primer fragmento conocido de escritura hebrea. Qué maravilloso es que la inscripción hebrea más antigua captura el espíritu esencial del pueblo judío remontándose a la antigüedad:

    "No lo harás, sino que adorarás al Señor. Haz justicia al esclavo y a la viuda; haz justicia al huérfano y al extranjero. Aboga por el niño, aboga por el pobre y por la viuda. Rehabilita al pobre en manos del rey. Protege al pobre y al esclavo, apoya al extranjero".

    Nosotros fuimos esclavos del Faraón en Egipto, pero de esa experiencia hemos aprendido a ser cada vez más sensibles a los derechos y los sentimientos de los demás, a estar cada vez más atentos en defensa de los pobres y los oprimidos.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Reflexiones sobre Bo

Cambiando el Mundo, Una Persona a la Vez

    Moisés Judah (1735-1822) fue un judío norteamericano relativamente desconocido, un miembro de la Congregación Shearith Israel de Nueva York durante toda su vida. Él había combatido en la Revolución Americana, había prestado sus servicios en varias oficinas de la sinagoga, y en general llevó una vida tranquila. Está enterrado en el histórico Cementerio Chatham Square de Shearith Israel. Él falleció en Yom Kipur. Al anunciar su muerte, el New York Evening Post señaló que Judah fue "un nativo de esta ciudad y uno de sus más antiguos ciudadanos de honor... Él fue muy estimado por su comportamiento correcto”. 

    En 1799, Moisés Judah fue elegido miembro de la Sociedad para la Promoción de la Manumisión de los Esclavos de Nueva York. La Sociedad, fundada en 1785, tenía como objetivo ayudarles a los esclavos a obtener su libertad. Moisés Judah desempeñó un papel decisivo en la liberación de numerosos esclavos.

    Él fue uno de esos seres humanos especiales que se esfuerzan para luchar contra la injusticia. Durante su vida, la mayoría de la gente apoyó la esclavitud, o la toleró, o simplemente miró hacia el otro lado. Para su eterno crédito, Moisés Judah no solo se opuso a la esclavitud en teoría, sino que trabajó activamente para redimir a los esclavos.

    La experiencia americana con la esclavitud nos recuerda que el mal generalmente no desaparece por sí solo. La gente buena tiene que hacer sacrificios, incluso ir a la guerra, con el fin de crear una sociedad moral, justa y recta. Sin todos estos “héroes anónimos”, el mal persistiría.

    La porción de la Torá esta semana prosigue la historia de la redención de los israelitas de su esclavitud en Egipto. Si bien la Torá deja en claro que fue Dios quien efectuó la liberación de los esclavos israelitas, también nos recuerda pequeños —pero significativos— actos de heroísmo personal. Las dos parteras se rehusaron a asesinar a los bebés israelitas, desafiando las órdenes del Faraón; la hija del Faraón le salvó la vida a un niño israelita; Moisés mató a un cruel capataz egipcio. Sin embargo, parece que la mayoría de las personas en esa sociedad apoyaban la injusticia y la crueldad hacia los esclavos o se mostraban apáticas frente a éstas. Nosotros no leemos sobre ninguna sociedad egipcia para la manumisión de los esclavos israelitas, y ni siquiera leemos mucho acerca de una resistencia israelita contra sus opresores. El caso de la libertad de los israelitas es extraordinario porque se produjo a través de la intervención Divina, con muy poca participación humana. Esto representa una excepción a la regla habitual de la historia.

    Vivimos en una época en la que el mundo sigue estando saturado de opresión, crueldad, y violencia. La nación israelita, aunque ya no está esclavizada, se encuentra bajo asedio; el antisemitismo sigue propagándose; el terrorismo es incentivado, tolerado, o justificado por muchos. Los faraones de hoy en día intentan oprimirnos y aplastarnos a nosotros y a otros pueblos en todo el mundo.

    Moisés Judah es un ejemplo para nosotros. Él demostró que cada persona buena puede hacer algo positivo, por humilde que pueda parecer. Cada persona puede adoptar una posición, hacer una declaración, tomar una acción, hacer una contribución. No podemos asumir que el mal va a desaparecer por sí solo. Tiene que ser confrontado por héroes del espíritu en cada generación.

 

Yendo y Viniendo

    Cuando Dios designó por primera vez a Moisés para que regresara a Egipto con el fin de conducir a los israelitas a la libertad, Él utilizó la palabra "Lej" —ve. La palabra "ve" se repite varias veces durante las primeras etapas del trabajo de Moisés. Sin embargo, una vez que las plagas empezaron a afligir a los egipcios, Dios le impartió las órdenes a Moisés con una palabra diferente, "bo" —ven.  La porción de la Torá de esta semana comienza cuando Dios le dice a Moisés "bo el Par'oh", ven donde el Faraón. ¿Cuál es el significado de las palabras "Lej" (ve) y "bo" (ven)?

    La palabra "Lej" es un mandato fuerte. Al decirle a Moisés que vaya a Egipto, Dios le ordenó que superara su inercia. Él tenía que reunir su fortaleza y su energía, y empezar a moverse en una nueva dirección. La palabra "bo" es un mandato más suave. Dios invitó a Moisés a mantener su ímpetu, a venir donde el Faraón y exigirle la liberación de los israelitas.

    Para emprender su misión en primera instancia, Moisés necesitó que se le dijera enérgicamente: ve, hay trabajo por hacer —supera tu inercia. Una vez que Moisés estuvo involucrado en su trabajo, sin embargo, él se dio cuenta de que no lograría su objetivo ni fácil ni rápidamente. Había mucha insatisfacción y dolor, quejas de los israelitas y plagas sobre los egipcios. Habría sido tentador desfallecer, darse por vencido. Por lo tanto, Dios le dio a Moisés palabras de aliento: ven donde el Faraón, no te preocupes, Yo estaré contigo.

    Las palabras "Lej" y "bo" tienen relevancia para la vida de cada uno de nosotros. Nosotros podemos tener grandes ideas e ideales, aspiraciones enormes; pero a menos que escuchemos la palabra interior "Lej" —ve—  simplemente podríamos quedarnos en nuestro propio mundo de ensueño. Lej significa que tenemos que superar la inercia, que tenemos que movilizar nuestros talentos, energías y recursos para alcanzar nuestros objetivos. Pero una vez que hayamos logrado emprender nuestro camino, es muy fácil para nosotros perder el ánimo. Siempre hay obstáculos en el camino, costos por pagar, detractores que endurecen su corazón contra nosotros. Entonces tenemos que recordar la palabra "bo" —ven, mantener el enfoque, mantener el ímpetu, seguir trabajando hacia las metas que nos hemos fijado para nosotros mismos. 

    "Lej" nos desafía a romper con el status quo, a movernos en nuevas direcciones, a emprender grandes desafíos. "Bo" nos recuerda que debemos mantener el rumbo, no descorazonarnos, no rendirnos ante la frustración y los contratiempos.

    Vengan, razonemos juntos, unamos nuestras fuerzas para crear un mejor mundo judío y una mejor humanidad. Vayamos con fortaleza, vengamos hacia nuestras metas con alegría.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Reflexiones sobre Beshalaj

La Música más Profunda

    Durante mi estadía en Jerusalén hace muchos años, conocí a un hombre sabio y humilde que era una especie de místico. En una de nuestras conversaciones, él me dijo: hay tres tipos de música: el primer tipo tiene melodía y palabras. Es la canción común, fácil de entender, fácil de recordar. El segundo tipo tiene melodía, pero no tiene palabras. Es más profunda. Tiene un ritmo definido, pero no se puede expresar con palabras, ya que es demasiado profunda para las palabras. El tercer tipo no tiene ni melodía ni palabras. Es la música más profunda, la música del alma. Es tan profunda y tan silenciosa, que llega a la esencia misma de nuestro ser. Cuando nosotros hemos experimentado este tercer tipo de música, nos hemos acercado a Dios.

    Yo pienso en este mensaje cada año cuando conmemoramos el Shabat Shirá, el Sábado del Cántico, Parashat Beshalaj, el sábado en el cual la porción de la Torá incluye el cántico cantado por Moisés y los hijos de Israel cuando cruzaron el Mar Rojo.

    El Cántico de Moisés está escrito en una forma diferente a la del resto de la Torá. En lugar de estar colocadas una al lado de la otra a través de la columna, las palabras están intercaladas con espacios en blanco. Esto podría ser para resaltar la naturaleza poética de este pasaje. O podría ser también para transmitir un mensaje más profundo.

    Si nosotros solo miramos la tinta, podemos concentrarnos en una canción —con palabras y melodía.

    Si miramos la tinta y los espacios en blanco, podemos concebir un tipo diferente de canción —una canción en la cual la melodía es primordial y las palabras son menos importantes.

    Si solo miramos los espacios en blanco, podemos concentrarnos en el tipo más profundo de canción —una canción en la que el contenido y la emoción son demasiado poderosos y profundos para ser expresados en palabras o en melodía.

    Nosotros realmente podemos cantar el Cántico de Moisés en diferentes niveles de conciencia. En el nivel manifiesto, es una canción de acción de gracias al Todopoderoso. Refleja la alegría simple y pura por una redención milagrosa. En un nivel más profundo, el significado literal de las palabras se desvanece de nuestra atención cuando sintonizamos nuestras almas con el ritmo espiritual de la salvación. En el nivel más profundo, nosotros trascendemos las palabras y la melodía y penetramos en un silencio palpable. Alcanzamos la misteriosa música eterna de un alma que entra en confrontación con el Todopoderoso.

    El rabino Eliezer Papo (1785-1826), un gran sabio de Sarajevo, vio un crescendo espiritual en los versículos que preceden al Cántico de Moisés. "E Israel vio a los egipcios muertos a la orilla del mar”. Los israelitas sintieron un alivio inmediato al ver a sus enemigos muertos. "Israel vio el gran poder que el Señor había mostrado contra Egipto”. Los israelitas alcanzaron un nivel más elevado de discernimiento. Ellos no solo estaban felices porque sus enemigos fueron derrotados, sino que reconocieron que fue el poder de Dios el que les trajo esa salvación a ellos. "Y el pueblo veneró al Señor". Los israelitas, al reconocer la providencia y el poder de Dios, ascendieron al siguiente nivel de espiritualidad: el temor de Dios. "Y ellos creyeron en el Señor...”. Los israelitas alcanzaron el nivel más alto: la fe, la confianza absoluta en Dios. 

    Se podrían ver estas etapas de desarrollo espiritual en consonancia con los tipos de música descritos anteriormente. Shabat Shirá nos recuerda que debemos conocer las palabras, cantar la melodía, y entrar en el reino espiritual de la música que trasciende las palabras y la melodía.   

 

Libertad para Quejarse

    Cuando los israelitas cruzaron el Mar Rojo y vieron la destrucción de su enemigo egipcio, estaban eufóricos. La Torá nos cuenta que ellos veneraron al Señor y tuvieron fe en Él y en Moisés Su siervo. Ellos cantaron una magnífica canción alabando a Dios por haberles concedido una redención milagrosa.

    Después de haber descrito esta imponente elevación espiritual, nosotros esperaríamos que la Torá nos relatara luego cosas maravillosas acerca de los israelitas liberados recientemente. Sin embargo, los pasajes inmediatamente siguientes al Cántico de Moisés están llenos de quejas, una tras otra: los israelitas se quejan de que el agua está amarga, de que quieren comer carne, de que hubieran preferido haber muerto en Egipto a estar en el desierto. Cuando ellos se quejaron de que no había agua para beber, Moisés fue llevado a la desesperación. Él clamó a Dios: “¿Qué debo hacer con este pueblo?; ¡ellos están casi listos para apedrearme!” 

    ¿Qué sucedió con su fe en el Señor y en Moisés Su siervo? ¿Cómo pudo la gente haber caído tan bajo en tan poco tiempo? ¿Por qué estaban quejándose constantemente?

    Yo pienso que debemos entender estos pasajes como una etapa positiva importante en el desarrollo de los hijos de Israel. Cuando ellos eran esclavos en Egipto, ¡no podían quejarse! Y si se quejaban, ellos no albergaban ninguna esperanza de que el Faraón los escuchara. En la servidumbre, los israelitas tenían que comer y beber lo que les dieran, les gustara o no. Si estaban descontentos con el menú, que era demasiado malo para ellos; no había ningún recurso ante las autoridades gubernamentales para mejorar la situación. Por el contrario, el Faraón era un déspota arbitrario que tenía un poder absoluto sobre ellos —él podía ordenar el asesinato de sus hijos, él podía obligarlos a hacer ladrillos, incluso sin proporcionarles los ingredientes necesarios para su fabricación. Él era despiadado e inaccesible.

    Después de que los israelitas cruzaron el Mar Rojo, algo importante sucedió. Por primera vez, ¡ellos sintieron que se podían quejar! Ellos sintieron que tenían derechos. Consideraron que su líder estaba obligado a responderles y a satisfacer sus necesidades. ¡Los esclavos no pueden hacer esto! Moisés aprendió que el liderazgo sobre las personas libres no era una dictadura; él era responsable ante el público. 

    Cuando la Torá describe las constantes quejas de los israelitas y las amargas frustraciones de Moisés, está describiendo una nueva fase en la historia de Israel —las primeras etapas de la libertad. En lugar de ver estos pasajes como una demostración de falta de fe de Israel, deberíamos ver en ellos el sentimiento emergente de auto-respeto e independencia de los antiguos esclavos.

   Una sociedad vibrante y libre se caracteriza por los derechos y responsabilidades, por las quejas y el cumplimiento, por el liderazgo receptivo. Al obtener la libertad, los israelitas se quejaron y le exigieron a su líder que cumpliera sus promesas de campaña. Los antiguos esclavos aprendieron rápidamente a apreciar su libertad, a exigir sus derechos, a hacer valer sus reclamos, y a esperar que su líder respondiera efectivamente. 

    Cuando las personas desarrollan una comprensión más sofisticada de la libertad, van más allá de las quejas y las exigencias. Empiezan a darse cuenta de que ellas mismas deben asumir la responsabilidad para mejorar las cosas. Llegan a ver que los “líderes” y los “electores” tienen responsabilidades mutuas, y que cada persona tiene que hacer lo que le corresponde a él o ella. La verdadera libertad debe involucrar una sensación de empoderamiento, incitando a cada persona a esforzarse para resolver los problemas de él o ella, de su familia, de su comunidad, y de la sociedad como un todo.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Reflexiones sobre Yitró

Escuchando, No Solo Oyendo

    La porción de la Torá de esta semana comienza con las palabras "Vayishmá Yitró" —y Yitró oyó. Al suegro de Moisés le habían llegado noticias acerca de la salvación milagrosa de los israelitas en el Mar Rojo y de su batalla contra Amalek. Le preguntaron a un rebe jasídico: ¿por qué la Torá especifica que Yitró oyó hablar acerca de estas cosas? Todos, no solo Yitró, habían oído hablar de las proezas de los israelitas. Los demás oyeron, pero Yitró escuchó. Yitró fue especial porque él saco conclusiones de las noticias que recibió. Él comprendió que debía reunirse con Moisés y los israelitas, que debía solidarizarse con ellos, que debía ayudarles.

    Nosotros somos bombardeados con noticias, con exigencias, con problemas, con peticiones. Muchas personas oyen estas cosas, pero luego se desconectan. Las personas especiales escuchan. Tratan de entender lo que está en juego y cuál es el papel que ellas pueden desempeñar —y actúan consecuentemente. Aquellas que oyen son las que se mantienen alejadas, las que conforman "la mayoría silenciosa". Las que escuchan son las que entran en acción y cambian el mundo para mejor.

    La parashá incluye los Diez Mandamientos. Cabe destacar que los Diez Mandamientos están dirigidos a una audiencia singular, no a un grupo. Dios le habla a cada individuo. El Midrash comenta que la voz de Dios le llegó a cada persona según su capacidad de comprender. Dios quería que cada persona escuchara Sus palabras y las tomara como algo personal. Él no quería que simplemente lo oyeran.

    Mi esposa Gilda me enseñó hace mucho tiempo: es importante para un rabino ser un buen orador; es aún más importante para un rabino ser un buen oyente. Este es un sabio consejo para todas las personas, no solo para los rabinos. Escuchar es una cualidad que exige que prestemos mucha atención a lo que se está diciendo, que estemos en sintonía con los sentimientos y las necesidades de los demás, que lleguemos a sentir una genuina empatía con ellos. Al escuchar, podemos elegir luego palabras y acciones apropiadas que pueden resultar útiles.

    La capacidad de escuchar de Yitró, no solo de oír, hizo que él se distinguiera de tantos otros de su generación. Así, también, todos nosotros podemos aprender a ser mejores oyentes, colaboradores más comprensivos, y participantes más constructivos en la edificación de mejores familias y comunidades y de la sociedad en general.

 

El Shofar en el Monte Sinaí

    El gran maestro jasídico, Rabí Levi Yitzhak de Berdichev, enseñó: hay quienes oyen el shofar en Rosh Hashaná, y luego siguen oyendo el shofar todos los días del año. Pero hay quienes, en un nivel aun más elevado, oyeron el shofar en la Revelación en el Monte Sinaí, y siguen oyendo ese shofar todos los días de su vida.

    Las personas oyen el shofar en Rosh Hashaná y supuestamente se despiertan de su letargo espiritual. El shofar las hace vibrar, las inspira a reevaluar sus vidas y a mejorarse a sí mismas. La mayoría de las personas, sin embargo, no llevan consigo el sonido del shofar durante un tiempo demasiado largo — ¡algunas ya se han olvidado de él cuando regresan a su casa a almorzar! A las que son más sensibles espiritualmente, el sonido del shofar las sigue inspirando todos los días del año. Cuando sienten que están cayendo en una rutina espiritual, cuando sienten que están perdiendo su rumbo espiritual —ellas oyen el shofar dentro de sus mentes. Eso las desafía a reenergizarse, a volverse a enfocar en sus metas. El shofar interior las mantiene alerta.

    Según la tradición rabínica, las almas de todos los judíos y de todos los que se convertirían al judaísmo estuvieron presentes en la Revelación en el Monte Sinaí. Cuando Dios les dio los Diez Mandamientos a los israelitas, todos nosotros oímos los sonidos del shofar y sentimos los relámpagos y los truenos. El shofar en el Monte Sinaí fue un llamado para que nos convirtiéramos en una nación santa, en un pueblo justo, en una luz para la humanidad. La mayoría de las personas se olvidan del sonido del shofar sinaítico —se involucran en la lucha por la vida día a día y no oyen el eterno shofar que las está llamando. Pero hay personas espiritualmente dotadas que sí oyen ese shofar todos los días de su vida. El shofar les recuerda: Dios está llamando, las enseñanzas de la Torá están llamando: estén alerta, estén vivos espiritualmente.

    Ese shofar interior nos sacude de nuestro letargo. Nos reta a vivir en el contexto de Dios y de la Torá —a ser más profundos religiosamente, a actuar con rectitud y coraje. Oír ese shofar sinaítico todos los días de nuestra vida es un regalo único que impregna la vida de profundidad y significado.

    Rabí Levi Yitzhak de Berdichev nos estaba enseñando que el sonido del shofar debe ser tomado por cada uno de nosotros como algo personal. Debemos sintonizarnos con ese shofar interior, y llevarlo con nosotros todos los días de nuestra vida. Tenemos que elevarnos a ese nivel espiritual en el que nuestra relación con el Todopoderoso es permanente y dinámica. El shofar sinaítico que nosotros oímos cada día nos inspira para hacer lo que es correcto y lo que es bueno ante los ojos de Dios y de la humanidad.

 

 

 

 

 

 

 

 

Reflexiones sobre Mishpatím

La Primera Pregunta Final

    Cuando nosotros finalmente tengamos que llegar ante el tribunal celestial y comparecer en juicio por nuestras vidas, ¿cuál es la primera pregunta que se nos formulará? Según el sabio talmúdico Ravá (Shabat 31a), la pregunta será: "¿Llevaste a cabo tus actividades comerciales con honestidad?" 

    No se nos preguntará acerca de la cantidad de nuestro patrimonio, sino acerca de la calidad de la forma en que lo obtuvimos. ¿Fuimos honestos, dignos de confianza, justos? ¿Nos ganamos una buena reputación por nuestra honestidad, moralidad, y compasión?

    En nuestro mundo competitivo, necesitamos que se nos recuerde acerca de esta pregunta final para así mantener nuestras vidas dentro de un contexto adecuado. Nosotros no fuimos puestos en la tierra para amasar fortunas; fuimos puestos en la tierra para ser buenas personas. Cuando efectuamos transacciones comerciales, todos queremos tener éxito —y eso está bien. Debemos tener éxito, sin embargo, sin perder nuestra rectitud y nuestra moralidad en el proceso. Tener éxito a través de la deshonestidad, la crueldad y la codicia es no tener éxito en absoluto. Tendremos que responder por nosotros mismos ante la corte celestial.

    Una encuesta reciente reveló que los estudiantes que se inclinan más a hacer trampa en la escuela ¡son los que asisten a las escuelas de negocios! Ellos están sujetos a una enorme presión para competir, para ganar a cualquier precio; es mucho lo que está en juego. Las personas cuya meta en la vida es acumular millones o incluso billones de dólares a veces están tan concentradas en la cantidad de sus riquezas que pierden de vista la calidad de sus vidas. Si estas personas adquieren su riqueza engañando, tomando  atajos, explotando a los demás, pagando menos impuestos de los que deberían, etc., la misma riqueza que adquirieron servirá de testimonio contra ellas ante la corte celestial.

    La lectura de la Torá de esta semana, Mishpatím, se ocupa de varias leyes relacionadas con nuestra vida financiera —daños, responsabilidad civil, préstamos y empréstitos, leyes agrícolas. Hay algunos versículos intercalados que extrañamente parecen estar fuera de lugar. "Y al extranjero no lo engañaréis ni lo oprimiréis, porque extranjeros fuisteis en la tierra de Egipto. A ninguna viuda ni huérfano afligiréis”. "Y seréis un pueblo santo”. Yo argumentaría, sin embargo, que estos versículos en realidad no están fuera de lugar. Están entretejidos con las leyes de los negocios mundanos para recalcar que los negocios y la moral no constituyen dominios separados, sino que están interrelacionados. Nuestro interés por nuestros bienes no puede pesar más que nuestro interés por un comportamiento moral, honesto y compasivo.

    El Talmud (Baba Kamá 30a) registra la opinión de Rav Yehuda: quien desea ser piadoso debe cumplir con las enseñanzas de [los tratados que se ocupan de] los daños, es decir, debe llevar a cabo todas sus actividades comerciales de una manera honorable y justa, evitando causarles daño a otras personas y a sus bienes.

    Algunas personas tienen una tendencia a pensar que la piedad se mide por su cuidadosa observancia de las leyes rituales, pero que no es necesario aplicar esta meticulosidad a su conducta en los asuntos financieros. Rav Yehuda nos recuerda que esta bifurcación es errónea. La piedad no se equipara únicamente con la conducta ritual, sino que está igualmente supeditada a una conducta financiera correcta. Ser una persona "religiosa" significa más que guardar el Shabat y el kashrut; significa ser honesta, confiable, amable y justa. Significa ser consciente del hecho de que los negocios y la santidad están entrelazados.

    Ser piadosos significa recordar la primera pregunta que se nos formulará ante la corte celestial, y estar seguros de que podremos responderla sin sentirnos avergonzados.

 

Un Judaísmo Pensante

    La porción de la Torá de esta semana comienza cuando Dios le ordena a Moisés: “Y estas son las ordenanzas que pondrás delante de ellos”. Rashi comenta que Dios le dio instrucciones a Moisés de no enseñarles a los israelitas las leyes de memoria, sino de explicarles las razones de las mismas. Si las personas tenían la oportunidad de estudiar las razones que están detrás de las leyes, era más probable que las internalizaran y las cumplieran.

    Los comentarios de Rashi se refieren a los "mishpatím", aquellas ordenanzas que son evidentes para la razón y el sentido común. Pero ¿qué pasa con los "jukím", las leyes cuyas razones no son fácilmente aparentes? ¿Se esperaba que Moisés ofreciera razones y explicaciones para estas leyes ceremoniales, rituales? ¿O él debía enunciar los preceptos y hacer que los israelitas los obedecieran aunque no entendieran las razones subyacentes de los mismos?

    En su Guía de los Perplejos, el Rambam dedicó una discusión seria a las razones de las mitzvot. El creía que como Dios es infinitamente sabio, todas las mitzvot contienen sabiduría Divina. Los mandamientos de Dios tienen por objeto perfeccionarnos, inculcarnos creencias adecuadas, y mejorar la sociedad. Dios no promulgaría mandamientos de una manera arbitraria, irracional. El Rambam escribe despectivamente acerca de aquellos que ven la Torá en una forma oscurantista: "Hay un grupo de seres humanos que consideran que es algo grave que se deban atribuir causas para cualquier ley; lo que más les complacería a ellos es que el intelecto no encontrara un significado para los mandamientos y las prohibiciones (libro 3, capítulo 31)". Él se refiere a la enfermedad en las almas de estas personas, que prefieren cumplir los preceptos a ciegas en lugar de reconocer que Dios tuvo razones para establecer dichos preceptos. Rambam escribe: "Cada uno de los 613 preceptos existe ya sea con el objeto de comunicar una opinión correcta, o de ponerle fin a una opinión poco saludable, o de comunicar una regla de justicia, o de evitar una injusticia, o de dotar a los seres humanos de una calidad moral noble, o de alertarlos contra una calidad moral perversa”.

    El Rambam rechaza el enfoque oscurantista que enseña la obediencia ciega y el autoritarismo. Él promueve un enfoque filosófico que nos enseña a pensar, a preguntar, a tratar de encontrar respuestas. Ciertamente, nosotros estamos obligados a cumplir las mitzvot, entendamos o no sus razones en última instancia; pero debemos estudiar y esforzarnos y luchar para alcanzar el nivel más profundo de entendimiento posible. Esta es la base de nuestra libertad y nuestra dignidad como seres humanos religiosos.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Reflexiones sobre Trumá

Dando y Tomando

    Una enseñanza cabalística explica que nosotros nos acercamos a Dios a través del poder de dar —amor, caridad, amabilidad. Una persona verdaderamente religiosa se caracteriza por un deseo abrumador de compartir con los demás, de actuar desinteresadamente con pureza de corazón.

    Por otra parte, nos distanciamos de Dios a través del poder de tomar —tratando de acumular tanto como sea posible para nosotros —más bienes materiales, más honor, más satisfacción egoísta. Nosotros no podemos existir sin el poder de tomar, ya que debemos satisfacer nuestras necesidades materiales básicas. Sin embargo, cuando ejercemos este poder excesivamente, nos apartamos cada vez más de Dios.

    Todos conocemos individuos que se caracterizan por el poder de dar. Son seres humanos cariñosos en quienes se puede confiar; son generosos, compasivos, y leales. Cuando nos encontramos con estos individuos, podemos percibir la imagen de Dios en ellos. Ellos realmente desean ayudar, compartir, ser útiles, contribuir. Son humildes, y no piden nada a cambio de su bondad.

    También conocemos individuos que son egoístas e interesados. Ellos pueden actuar amigablemente y sonreír ampliamente, pero nosotros sentimos que su amistad es tan falsa como su sonrisa. Ellos pueden fingir que son leales y dadivosos—pero simplemente están interesados en promoverse a sí mismos. Ellos tratan de atribuirse el mérito por el trabajo realizado por otros. Rara vez están presentes cuando hay trabajo por hacer, pero siempre están ahí cuando hay oportunidades fotográficas. Ellos se congracian con aquellos que tienen el poder, y calculan la forma de tomar lo máximo para ellos mientras dan lo mínimo de sí mismos. Se hacen pasar por generosos y amables, pero solo están aparentando. Su verdadero objetivo es tomar, no dar. Esos individuos pueden engañar a algunas personas en algunas ocasiones, e incluso a la mayoría de las personas la mayor parte del tiempo; pero nunca pueden engañar a Dios.

    La porción de la Torá de esta semana comienza con la orden que Dios le da a Moisés de hacer un llamamiento a los israelitas para que contribuyan en la construcción del santuario (el mishkán). Dios especifica que Él solo desea las contribuciones de aquellos que tienen corazones generosos. Él no quiere las contribuciones de aquellos que son tacaños; ni de los que dan con el fin de promover su propia reputación y honor, ni de quienes dan a regañadientes o de mala gana. Los israelitas debían construir un santuario para el Señor —pero éste tenía que ser construido con “el poder de dar”, con altruismo y generosidad de espíritu. La casa de Dios debía ser construida con las mejores y más idealistas cualidades humanas.

    La aspiración de una persona verdaderamente religiosa debe ser desarrollar el poder de dar; ser auténtica, honesta y amable. Si hemos de hacer nuestras contribuciones al santuario de Dios —y a la sociedad— debemos hacerlas con pureza de corazón, desprendimiento, y humildad.  

En Busca de la Integridad

    Al referirse a las instrucciones para la construcción del mishkán, la Torá indica que las Tablas de la Ley (los Diez Mandamientos) debían ser colocadas en el arca. El arca se convertiría en el elemento central de la vida espiritual del pueblo de Israel, y las Tablas serían un recordatorio permanente de la Revelación en el Monte Sinaí.

    Nosotros sabemos, sin embargo, que en el Sinaí fueron entregados dos pares de Tablas. El primero fue destruido por Moisés cuando él descendió de la montaña y encontró a los israelitas adorando a un becerro de oro. Un segundo par de Tablas le fue dado posteriormente a Moisés, y este par permaneció intacto. El Talmud (Berajot 8b) reporta la tradición de que los dos pares de Tablas —las rotas y las enteras— fueron guardados en el arca. Una lección moral que se extrae es que debemos rendirles honor a los sabios ancianos que han olvidado su Torá en su vejez debido al deterioro mental. Del mismo modo que los honrábamos cuando estaban “enteros”, así debemos honrarlos cuando están “destrozados”. Las Tablas rotas y las Tablas enteras son reverenciadas.

    Tal vez podemos aprender otra lección de la colocación de los dos pares de Tablas en el arca. Cada individuo tiene fortalezas, virtudes, logros. Estos reflejan lo mejor de nosotros, cuando estamos “enteros”. Pero cada individuo tiene también debilidades, imperfecciones morales, fallas. Estas reflejan los "destrozos" dentro de nosotros. ¿Qué debemos hacer con nuestras fallas?

    Un enfoque es ignorar nuestros defectos y concentrarnos únicamente en nuestras fortalezas. Este es el camino del egocentrismo y la arrogancia. Otro enfoque es concentrarnos en nuestros defectos hasta el punto de llenarnos de culpa y odiarnos a nosotros mismos. Este es el camino de la negatividad, que nos hace sentir impotentes e indignos.

    El arca sagrada nos enseña a ser seres humanos “íntegros”: nosotros guardamos ambos pares de Tablas dentro de nuestra arca sagrada —nuestro yo interior. Reconocemos nuestras buenas cualidades, pero no desestimamos nuestras fallas. Llevamos nuestro yo “destrozado” junto con nuestro yo “intacto”. Aprendemos de nuestros errores. Si estamos arrepentidos por las decisiones insensatas, por las oportunidades perdidas, por haberles fallado a los demás cuando ellos nos necesitaban —no podemos permitir que estas fallas nos destruyan; pero tampoco podemos seguir con nuestras vidas como si esto nunca hubiera sucedido. Nosotros vivimos como seres humanos “íntegros” cuando podemos integrar nuestras virtudes y vicios, nuestras fortalezas y debilidades, nuestros éxitos y fracasos.

    Las Tablas “enteras” nos recuerdan lo buenos que podemos ser. Las Tablas “destrozadas” nos recuerdan que algunas veces nos hemos quedado cortos —pero que podemos recobrar nuestro equilibrio y hacer mejor las cosas la próxima vez. El arca en el mishkán contenía los dos pares de Tablas de la Ley, así como nuestro yo interior contiene los dos pares de nuestras propias Tablas personales de nuestra vida. Finalmente, esta estrategia nos enseña humildad y también confianza; nos enseña a ver nuestras fortalezas, pero sin olvidar nuestras debilidades; nos ayuda a esforzarnos para llegar a ser seres humanos íntegros.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Reflexiones sobre Tetzavé

Diferentes Abordajes

“Y ordenarás a los hijos de Israel…y acercarás a ti a

Aarón tu hermano y a sus hijos con él…y hablarás a todos

los sabios de corazón…”

SHEMOT 27:20; 28:1; 28:3

    En los versículos iniciales de la porción de la Torá de esta semana, Dios instruye a Moisés para que se dirija a tres grupos diferentes. Estas instrucciones le son impartidas a través de tres frases diferentes, sugiriendo diferentes abordajes de comunicación.

    Se le dice a Moisés que les “ordene” a los hijos de Israel. Un líder debe ser capaz de demostrar su liderazgo tomando decisiones, dando órdenes, y exigiendo obediencia.

    Al mismo tiempo, un líder también debe saber como “acercar” a quienes trabajan bajo su autoridad. Un abordaje impositivo es necesario en algunas situaciones, pero no hay que convertirse en un autócrata. Moisés debía tratar de acercar a las personas —de conquistarlas con palabras amables y conciliadoras.

    Al relacionarse con los “sabios de corazón”, se le dice a Moisés que les “hable” a ellos, es decir, que los involucre en una forma respetuosa, hablando con ellos de igual a igual. Los sabios de corazón son aquellos que están automotivados, que entienden la naturaleza de la tarea que tienen por delante. Ellos no necesitan que se les den órdenes, ni siquiera que se los persuada; ellos necesitan que se les hable, a fin de aclarar el plan de acción que van a adoptar conjuntamente con el líder

    Diferentes estilos de liderazgo se requieren en diferentes situaciones y para relacionarse con diferentes tipos de individuos. Definitivamente, un líder tiene que entender que es responsabilidad suya obtener cooperación, movilizar a la gente de una manera que sea productiva para la comunidad y que sea enriquecedora para los individuos involucrados. Algunas veces hay que ser contundente y exigir obediencia. Más frecuentemente, hay que comprometer a las personas con amabilidad y acercarlas.

    En la mayoría de los casos —especialmente al tratar con personas educadas, pensantes— el abordaje debe ser de mutuo respeto. Un líder es más efectivo si la gente confía en que él/ella no es un autócrata arbitrario ni un adulador egoísta —sino que por el contrario, es una persona intuitiva y respetuosa que entiende la necesidad de trabajar con la gente de una manera armoniosa y constructiva.

 

 

 

Reflexiones sobre Shabat Zajor

La Meguilá de Esther

    La lectura del Rollo de Esther constituye un elemento central de la festividad de Purím. Nosotros lo leemos tanto en la noche de Purím como en la mañana del día de Purím. Todos conocemos la historia sobre cómo los judíos del antiguo Imperio persa fueron amenazados con la destrucción, y la forma en que fueron salvados a través de los esfuerzos de Mordejai y Esther. Sin embargo, hay una serie de preguntas inquietantes que deben ser analizadas.

  • Mordejai es descrito como un judío fuertemente identificado; sin embargo, él le pide a Esther que oculte su judaísmo cuando vaya al palacio del rey. ¿Por qué?

 

  • ¿Por qué Esther aceptó casarse con un rey no judío?

 

  • ¿Por qué ninguno de los que estaban al servicio del rey se dio cuenta de que Esther era judía?

    Parecería que Mordejai y Esther fueran realmente “malos” ejemplos para el pueblo judío. Nosotros enseñamos a sentir orgullo de nuestra identidad; nos oponemos a la asimilación y a los matrimonios mixtos. Los líderes religiosos adecuados no tolerarían su comportamiento. Podría parecer que Esther fue en efecto una mujer judía asimilada. No había nada en ella que delatara el hecho de que era judía; ella encajaba perfectamente en la sociedad persa. Ni siquiera el rey y su séquito tenían idea de que Esther era judía. Mordejai —aunque era un judío orgullosamente identificado— parece haber decidido que lo mejor para Esther era hacerse pasar por no judía y casarse con el rey no judío.

    Siendo Mordejai y Esther tan asimilados (hasta sus nombres son persas, no hebreos), ¿cómo es que ellos son los héroes de Purím, y el Rollo de Esther forma parte de nuestra Biblia? He aquí una sugerencia: el libro de Esther nos enseña que incluso en las peores circunstancias, cuando los judíos carecen de un liderazgo religioso apropiado, el Todopoderoso encuentra la manera de redimir a nuestro pueblo. Ningún judío —no importa lo asimilado que esté — debe ser relegado; por el contrario, cada judío podría ser el que ayude a su pueblo en los momentos difíciles. El Rollo de Esther está incluido en nuestra Biblia para recordarnos que cada judío puede desempeñar un papel significativo en el desarrollo de nuestra historia y nuestra tradición. No es extraño que Esther haya sido una fuente de inspiración para los criptojudíos de todas las generaciones; ella es un recordatorio histórico de que incluso los judíos que viven en la clandestinidad pueden elevarse a la grandeza en nombre del pueblo judío.

    Cuando celebremos Purím este año, reafirmemos nuestro compromiso con nuestras enseñanzas y nuestras tradiciones. Reafirmemos también nuestro compromiso con todos nuestros compañeros judíos, independientemente de sus niveles de religiosidad e identificación judía. Al enfrentar los numerosos desafíos para Israel y para la judería del mundo, imaginémonos en qué forma puede cada uno de nosotros desempeñar un papel en el despliegue de grandeza y redención del pueblo judío.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Reflexiones sobre Purím

Purím

    La Meguilá de Esther presta especial atención a lo que Mordejai lleva puesto. Al enterarse del mal decreto contra los judíos, "Mordejai rasgó sus vestiduras y se vistió de cilicio y se cubrió con cenizas, y salió en medio de la ciudad, y lloró con un fuerte y amargo llanto”. Mordejai había sido uno de los que frecuentaban regularmente el pórtico del rey —pero el rey no permitía que las personas vestidas de cilicio entraran en los recintos reales. En su angustia, Esther le envió a Mordejai una muda de ropa, pero Mordejai la rechazó.

    El cilicio de Mordejai era un símbolo evidente de tristeza —y también de desafío. Él quería que la gente viera que algo iba muy mal, y que se indignara por el escandaloso decreto del rey contra los judíos. Mordejai estaba ejerciendo una protesta no violenta; sus ropas andrajosas eran una señal de alarma visible para el público en general. Más adelante en la historia, Mordejai es recompensado por haberle salvado la vida al rey. Amán se ve obligado a pasear a Mordejai por las calles, mientras Mordejai está montado en el caballo del rey y viste atuendos que el rey había usado. Esto le debió haber parecido muy raro al público. Mordejai —quien recientemente había estado vistiendo cilicio y era miembro de un pueblo condenado a la destrucción por el rey— ¡está siendo honrado vistiendo los trajes propios del rey! ¡Quizás la situación de los judíos había mejorado!

    ¿En qué estaba pensando Mordejai mientras se le estaba rindiendo ese honor? Tal vez, él pensaba que ahora podría tener mayor acceso al rey; después de haber usado sus vestimentas, quizás él tendría la posibilidad de pedir una audiencia con el rey y tratar de convencerlo de que anulara el mal decreto. O tal vez Mordejai sentía que el hecho de usar la ropa del rey haría que el público en general viera a los judíos con mayor aceptación y respeto, y que de alguna manera las cosas saldrían bien.

    Después de que Esther había intercedido por los judíos exitosamente, Mordejai se convirtió en el Gran Visir. "Y Mordejai salió de la presencia del rey vestido de traje real azul y blanco, y con una gran corona de oro, y con un manto de fino lino y púrpura”. De vestir cilicio, a usar ropa prestada por el rey, Mordejai ahora esta vestido con la ropa lujosa de un alto funcionario del gobierno. Su ropa simboliza su poder en el reino. Les recuerda tanto a los judíos como a los no judíos que un hombre judío ocupa el segundo lugar después del rey.

    A pesar de sus diferentes atuendos, Mordejai es la misma persona por dentro. Él es un "ish yehudí" —un hombre judío profundamente comprometido con su pueblo. La Meguilá concluye con una descripción de Mordejai como "procurando el bien de su pueblo y hablando paz para toda su simiente”. Esta dignidad y fortaleza interior caracterizó a Mordejai tanto en los buenos como en los malos momentos, independientemente de la ropa que usara. Sus vestimentas podían ser diferentes, pero él siempre fue el mismo Mordejai fiel y digno de confianza. Cuando los judíos puedan emular la firmeza de propósito, la serenidad interior, y el compromiso inquebrantable de Mordejai —entonces el pueblo judío será bendecido con "luz y felicidad y júbilo y honor”.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Reflexiones sobre Ki Tisá

Guardando y Observando el Shabat

"Los hijos de Israel guardarán el Sábado para observar el Sábado

 a través de todas sus generaciones como un pacto eterno”.

SHEMOT 31:16;

 

    Este famoso versículo de la parashá de esta semana parece tener una redundancia. Nos informa que los hijos de Israel "guardarán" el Shabat "para observar" el Shabat. ¿Cómo “guardamos” nosotros el Shabat "para observarlo"?

    El gran maestro jasídico, Rabí Levi Yitzhak de Berdichev, explicó el versículo de la siguiente manera: se nos ordena guardar el sábado. Cuando nosotros realmente guardamos el sábado, descubrimos que es una experiencia maravillosa, que satisface el alma. De hecho, es tan gratificante que vamos a querer observar el Sábado la próxima semana, y la semana que le sigue, y a través de las generaciones.

    Algunas personas toman en consideración las numerosas leyes de Shabat y piensan: nosotros no podemos hacer eso, el Shabat es demasiado difícil, requiere demasiados sacrificios. Sin embargo, cuando ellas realmente observan el Shabat, descubren que la experiencia es placentera. Ellas disfrutan las comidas de Shabat, se regocijan en los servicios de la sinagoga, adquieren sabiduría con el estudio de la Torá en Shabat, saborean los momentos que pasan tranquilamente con la familia y los amigos. En efecto, el Shabat es tan extraordinario que quienes lo observan se preguntan cómo sería posible vivir sin él. Aquellos que aman el Shabat esperan con ansiedad el Shabat semana tras semana; sus vidas se centran alrededor de los ritmos del Shabat semanal. Cuando alguien ha guardado verdaderamente el Shabat, él/ella desea observar el Shabat una y otra vez. Esto es lo que la Torá quiere decir: si los hijos de Israel guardan el Shabat, ellos seguirán observando el Shabat en el futuro. La poderosa experiencia del Shabat los inspira a querer observar el Shabat cada semana.

    Esta es una lección importante acerca del judaísmo en general. Nosotros tenemos muchas mitzvot, costumbres y tradiciones. A primera vista, todas estas cosas pueden parecer cargas enormes, abrumadoramente difíciles de observar. Una vez que nosotros observamos las mitzvot, sin embargo, estas se vuelven parte del tejido de nuestras vidas —y descubrimos que son esenciales para nuestro bienestar físico, espiritual y emocional. Son inmensas fuentes de alegría y fortaleza interior. El cumplimiento de una mitzvá nos lleva a querer cumplirla otra vez —y a cumplir de igual manera otras mitzvot.

     El gran autor del siglo XVII, Isaac Cardoso, señaló: a aquellos que no aman la Torá, incluso seis preceptos les parecen tan difíciles como 613; pero a los que aman la Torá, 613 preceptos les parecen tan fáciles como tan solo seis. Una actitud positiva, entusiasta, nos induce a cumplir las mitzvot con gran satisfacción y felicidad. Una actitud negativa, poco entusiasta, nos lleva a pensar en las mitzvot como en algo agobiante y desagradable.

    El regalo más grande que los padres y abuelos judíos les pueden dar a sus descendientes es una actitud y una vivencia de alegría en el cumplimiento del Shabat y de las demás mitzvot. Nosotros no les enseñamos a nuestros hijos y nietos hablándoles, sino compartiendo con ellos el cumplimiento de los preceptos en un espíritu de felicidad y significado. Si nosotros guardamos el Shabat y otros mandamientos, vamos a querer observarlos una y otra vez; nuestras generaciones más jóvenes aprenderán a valorar las mitzvot, y continuarán con nuestras tradiciones a través de las generaciones.

 

El Segundo Par de Tablas de la Ley

    El Me'am Lo'ez, el clásico comentario bíblico ladino (Turquía, siglo XVIII), se basa en fuentes midráshicas para describir los dos juegos de los Diez Mandamientos. La Revelación original en el Monte Sinaí fue un episodio altamente dramático. Moisés subió a la montaña, mientras el pueblo de Israel estaba reunido abajo con gran expectación. La escena estuvo marcada por truenos y relámpagos y por el sonido del shofar. La voz de Dios fue oída por todos.

    Sin embargo, poco después, ¡los israelitas estaban bailando alrededor de un becerro de oro! Cuando Moisés bajó de la montaña y presenció este comportamiento idólatra, él arrojó al suelo las tablas de la ley y las rompió.

    Posteriormente, Moisés ascendió nuevamente a la montaña. Esta vez, no hubo ninguna fanfarria pública, ni luces ni sonidos milagrosos. Dios le dijo a Moisés que él mismo tenía que tallar las piedras en las que serían inscritos los Diez Mandamientos. El segundo par de tablas de la ley —recibido por Moisés solo y a través de su propio trabajo arduo— permaneció intacto.

    Las primeras tablas con los Diez Mandamientos, entregadas con tanto drama, fueron destruidas. Las segundas tablas, entregadas en forma privada y silenciosa, sobrevivieron y se convirtieron en el fundamento espiritual del pueblo de Israel.

    El Me'am Lo'ez subraya la moraleja de esta historia. Las cosas importantes y duraderas en la vida con frecuencia son realizadas por los individuos en privado, a través de sus propios esfuerzos. Las cosas que se hacen con mucha publicidad pueden no ser tan permanentes. Nosotros no debemos juzgar el valor de una persona o de un evento basándonos en su fama y su brillo externo. Más bien, debemos darnos cuenta de que la grandeza y el valor permanente a menudo se encuentran en la oscuridad, en los actos de bondad o discernimiento espiritual aparentemente insignificantes que pasan desapercibidos.

    La popularidad, el poder, y la fama externa no necesariamente se correlacionan con el valor interno. Lo verdaderamente importante es lo que nosotros hacemos con el sudor de nuestra propia frente, calladamente, sin buscar publicidad ni gloria. Lo valioso y duradero en nosotros son aquellas cosas que son auténticas, honestas, y buenas ante los ojos de Dios, y que les trasmiten bondad y amabilidad a nuestros semejantes.

Reflexiones sobre Shabat Hajódesh

La Virtud de la Inclusividad

    Rabí Elazar ben Araj fue uno de los discípulos sobresalientes de Rabí Yojanán ben Zacai, en la generación posterior a la destrucción del Templo de Jerusalén por los romanos en el año 70 d.C. Él fue descrito como un manantial copioso, lleno de conocimientos de Torá y de creatividad intelectual. Él fue tan brillante que el Pirkei Avot sugiere que si todos los eruditos estuvieran en un lado de la balanza y Rabí Elazar ben Araj estuviera en el otro lado, él sólo los superaría a todos ellos en grandeza.

    Con tanto talento, cabría esperar que él se hubiera convertido en la principal figura rabínica de su generación. Sorprendentemente, sin embargo, él parece haberse desvanecido; sus opiniones legales raras veces son citadas en el Talmud. ¿Qué le sucedió a este prometedor sabio? ¿Cómo se hundió en la oscuridad este genio?

    El Talmud (Shabat 147b) relata que Rabí Elazar se apartó de sus condiscípulos, y se fue a vivir en un lugar en el cual las personas se preocupaban excesivamente por sus placeres y comodidades físicas. Él se convirtió en un hedonista. Mientras se mimaba a sí mismo, perdió el interés en el estudio de la Torá. En efecto, su condición espiritual declinó de una manera tan drástica que cuando él visitó a sus colegas en algún momento posterior, su profunda ignorancia de la Torá los impactó a ellos. Rabí Elazar fue llamado a leer el pasaje de la Torá que leemos en Shabat Hajódesh —y él ni siquiera pudo pronunciar correctamente las tres primeras palabras.

    ¿Cómo le respondieron los sabios a su colega hedonista que ya no siguió manteniendo su compromiso con el estudio de la Torá? ¿Lo rechazaron? ¿Lo despreciaron? ¿Lo difamaron? No.

    El Talmud nos dice: cuando los sabios se dieron cuenta hasta qué punto se había hundido Rabí Elazar, ¡ellos oraron por él! Le pidieron a Dios que tuviera misericordia de él. Seguramente debieron haberse decepcionado de Rabí Elazar —pero ellos lo querían, conocían su verdadera grandeza, deseaban tenerlo de nuevo con ellos. El Talmud dice que por causa de las oraciones de los sabios, el conocimiento de la Torá de Rabí Elazar le fue devuelto y él asumió otra vez su papel de erudito de la Torá. Su nombre fue cambiado por el de Rabí Nehorai, insinuando que él iluminaba los ojos de los sabios en Torá y halajá. Rabí Elazar aprendió que uno no puede ser un erudito de la Torá si se aísla de sus condiscípulos; uno no puede ser una persona religiosamente vibrante si se entrega al hedonismo y al materialismo.

    El retorno al redil de Rabí Elazar fue precipitado por las palabras que él leyó mal —las palabras que leemos en Shabat Hajódesh. Estas palabras anuncian que el mes de Nisán representa una nueva época para el pueblo de Israel. Este es el mes de la redención de Egipto; este es el mes para comenzar a vivir como un pueblo libre e independiente. Estas palabras de Shabat Hajódesh nos desafían a reconocer que estamos entrando a una nueva era, y que tenemos que enfrentar las enormes responsabilidades. Cuando Rabí Elazar leyó titubeantemente estas palabras, él debió haber estado impresionado al ver hasta donde se había apartado de los objetivos de Shabat Hajódesh; él debió haber sentido profundamente cómo había fracasado al no estar a la altura de sus propias expectativas y de las de sus colegas. Él se había vendido a sí mismo, por unos cuantos placeres físicos.

    Él pudo haber pensado que su vida estaba arruinada, más allá de la salvación. Pero entonces oyó a sus colegas orando por él —y su espíritu se restableció. Él supo que ellos no lo habían abandonado, y ahora él estaba decidido a no abandonarlos a ellos. Rabí Elazar ben Araj, quien había caído en una vida de contemplaciones y comodidad física, se convirtió ahora en Rabí Nehorai —la luz de su generación en Torá.

    Cuando nosotros observamos el Shabat Hajódesh, traemos a la memoria ese prodigioso período inmediatamente anterior al éxodo de Egipto. Nos sentimos expectantes y emocionados por la llegada de Pesaj —a solo unas pocas semanas. Esta es una época de renovación, una época para hacer una re-evaluación de dónde hemos estado, dónde estamos, y hacia donde vamos. Aunque esta es una época de reflexión personal y de renovación del compromiso con la Torá y la halajá, también es una época para tenderles la mano a quienes se han apartado y se han vuelto espiritualmente complacientes, y para rezar por ellos. Al demostrar interés y amor genuino por los demás —incluso por quienes han dejado extinguir su potencial ideal— los ayudamos a volver a enfocarse en sus vidas; también nos ayudamos a convertirnos nosotros mismos en personas mejores y más consideradas.

    Un tema predominante de esta temporada es la “inclusividad”. Que todos aquellos que tengan hambre —física o espiritualmente— vengan y encuentren sustento. Que todos los que están distantes se acerquen. Esforcémonos para acoger bien a quienes nos buscan, y no tengamos miedo de dar el primer paso para acercarnos a ellos.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Reflexiones sobre Vayakhel - Pekudei

Sabiduría del Corazón

    Al describir las cualidades de los hombres y mujeres que ayudaron en la construcción del mishkán, la Torá se refiere repetidamente a ellos como "jojmat lev", sabios de corazón. Esto puede significar que ellos eran particularmente hábiles, o creativos, o excelentes para seguir instrucciones. Pero la frase implica una cualidad especial que combina la sabiduría y la emoción. Estos artistas eran técnicamente competentes, pero ellos le pusieron además un entusiasmo genuino a su trabajo. Esta combinación de habilidad y piedad condujo a la creación del espacio sagrado del mishkán.

    Ser "sabio de corazón" implica tener la capacidad de realizar tareas rutinarias con un espíritu de frescura y emoción. Significa infundir la acción de sentido, de contenido espiritual. El rabino Joseph B. Soloveitchik escribió en una ocasión que nosotros tenemos que mantener un entusiasmo infantil por la vida, a fin de vivir correctamente; de lo contrario, caemos en la rutina y llegamos a cansarnos y hastiarnos. Él enseñó: 

El gran hombre, cuyo intelecto se ha elevado a un nivel superior a través del estudio de la Torá, dotado de abundantes facultades, bien desarrolladas —profundidad, alcance, agudeza— no debería ser considerado como totalmente adulto. El alma de un niño todavía anida dentro de él... La curiosidad ingenua, el entusiasmo natural, la vehemencia y la inquietud espiritual no lo han abandonado. Si un hombre ha envejecido y ha llegado a ser completamente adulto, si la mañana de la vida se le ha pasado y él se encuentra, en espíritu y en alma, en pleno mediodía, blanqueado del rocío de la infancia...él no puede acercarse a Dios.

    La lectura de la Torá de esta semana comienza con un pasaje relacionado con el Shabat, y luego continúa con una descripción de la construcción del mishkán. Se ha señalado que estos dos temas —Shabat y el mishkán— se refieren a la santificación del tiempo y del espacio. A través de nuestra observancia del Shabat y las festividades, a través del entrelazamiento de nuestra vida espiritual con los ritmos de la naturaleza, nosotros santificamos el tiempo. Nosotros no "matamos el tiempo", ni "perdemos el tiempo", ni vemos el tiempo como una carga. Por el contrario, cada momento es una oportunidad preciosa; cada momento es nuevo y la esperanza está latente. A través de la construcción de lugares sagrados, tales como la sinagoga, nosotros santificamos el espacio. Creamos una estructura terrenal para contemplar al Dios eterno. Nosotros construimos el santuario —Y Dios habita en nosotros. Nuestros rituales religiosos son observancias técnicas que pueden abrirnos las puertas del cielo —si estamos despiertos y sintonizados espiritualmente.

    Si vamos a ser personas "jojmat lev", sabias de corazón, entonces tenemos que renovarnos constantemente, mantener nuestro entusiasmo, poner en juego nuestras emociones con nuestro intelecto. Cuando santificamos el tiempo y el espacio, con ello nos santificamos a nosotros mismos.

Reflexiones sobre Vayikrá

 

Cuando el Silencio no es Oro

    Como rabino activo de la comunidad, he estado presente en muchas cenas y eventos destinados a apoyar causas nobles. Recuerdo haber asistido a comidas en representación de la Universidad Yeshiva, de las Yeshivot Bnei Akiva, del Manhattan Day School, y de otras instituciones —y me impresionaba el hecho de que en cada una de estas cenas me encontraría con un hombre en particular. Él siempre fue muy amable conmigo, y llegaba al buffet a saludarme como si fuéramos viejos amigos. Supuse que era un gran filántropo, un generoso benefactor de todas estas instituciones altruistas que estaban patrocinando las cenas para recaudar fondos. ¡Pero yo ni siquiera sabía su nombre!

    En uno de esos banquetes, vi a este caballero hablando con un amigo mío. Cuando su conversación termino, me acerqué a mi amigo y le pregunté el nombre de la persona con quien estaba hablando. Le comenté que yo admiraba la generosidad de ese hombre y su lealtad a tantas instituciones. Mi amigo respondió: ese señor no es ningún filántropo: él nunca aporta ni un solo centavo para ninguna de estas instituciones. Simplemente lleva el control de cuándo y dónde tienen lugar las cenas benéficas, y luego se aparece en el buffet para obtener una comida gratis. ¡No sólo no contribuye; él come a expensas de las instituciones de beneficencia! Así que en vez de ser un filántropo justo, este hombre era un oportunista.

    Todos podemos estar de acuerdo en que este hombre tenía un carácter miserable. ¿Pero, entraban sus actos en la categoría de pecados? Él consumió alimentos a los que no tenía derecho, lo cual podría interpretarse quizás como un robo. Sin embargo, las organizaciones patrocinadoras no llevaban un registro de todas las personas que comieron del buffet, y por lo tanto no podían haber “presentado cargos” contra él.

    En la lectura de la Torá de esta semana, encontramos un pasaje (Vayikrá 5:1) que cataloga a un individuo como pecador, a pesar de que él no cometió ningún acto pecaminoso evidente. ¿Cuál fue el pecado? Él era un testigo que poseía información vital —pero no la reveló. Ni siquiera se presentó después de que la corte emitió una orden para que todos aquellos que tuvieran pruebas comparecieran ante el tribunal. Esta persona no mintió, ni engaño, ni robó: esta persona simplemente se quedó callada. La Torá nos dice que guardar silencio cuando se tienen evidencias es un pecado —un pecado de omisión, si no de comisión. Se debe expiar el pecado de permanecer en silencio. Es un agravio moral; es una profanación de las enseñanzas de la Torá.

    Aún si una persona no comete ningún pecado manifiesto, él o ella pueden ser culpables de pecado simplemente por permanecer en silencio, por mirar hacia otro lado, por eludir la responsabilidad. Cuando apoyamos a las instituciones altruistas, expresamos nuestro voto a favor de su labor; cuando nos abstenemos de apoyarlas, expresamos nuestro voto de apatía, o negligencia, o la sensación de que preferiríamos dejar que otros asuman la responsabilidad. Cuando alzamos nuestras voces contra la injusticia, el antisemitismo y la propaganda anti-israelí, demostramos nuestra lealtad y compromiso con la justicia; cuando permanecemos en silencio, de facto estamos votando por la injusticia y las fuerzas del odio hacia los judíos e Israel.  

    En la esfera de la moralidad, no existe un buffet libre. O somos defensores de la justicia, o somos cómplices pasivos de la iniquidad. Si creemos en algo, entonces debemos dar un paso hacia adelante y desempeñar nuestro papel positivo para promover la causa. Si limitamos nuestro compromiso, nuestra lealtad, y nuestros recursos, estamos votando contra las mismas causas que pretendemos defender. Quienes se benefician de estas instituciones sin haberles brindado apoyo se parecen mucho a mi “amigo”, quien comía en los buffets sin aportar un centavo. Hay una culpabilidad moral. Cuando se debe levantar la voz en nombre de la justicia y la rectitud, el silencio no es oro.

 

El Pueblo de Israel Vive

    Hace algunos años, mi esposa y yo estuvimos en Roma. Uno de los lugares históricos que visitamos fue el Arco de Tito —un monumento a la conquista romana de Judea en el año 70 E.C. Los romanos destruyeron a Jerusalén, arrasaron el Templo, asesinaron y esclavizaron a muchos miles de judíos —y enviaron a nuestro pueblo a un exilio que se prolongó hasta el surgimiento del Estado de Israel en 1948. En la pared interior del Arco de Tito hay una representación de la victoria romana sobre los judíos, con los romanos llevándose la Menorah que había embellecido el Templo Judío en Jerusalén.

    Esta es una “atracción turística” sombría para los judíos, que recuerda uno de los momentos más horribles de la historia de nuestro pueblo. ¡Cuán doloroso es ver a los enemigos regodeándose con nuestra derrota! ¡Qué desgarrador es ver que nuestra Menorah fue llevada en cautiverio!

    El día que visitamos el Arco de Tito, vimos un pequeño fragmento de grafiti que alguien había logrado escribir en el monumento. Obviamente nosotros no condonamos tales actos de vandalismo, pero confieso que este grafiti en particular nos produjo cierta satisfacción interior. Estaba escrito en letras hebreas, y decía: Am Israel Jai, el pueblo de Israel vive.

    El gran Imperio Romano declinó y cayó, y ya no existe. El pueblo judío está aquí, sano y salvo. El Arco de Tito, en su arrogante júbilo por la destrucción de los judíos, se ha convertido de hecho, en un símbolo de la decadencia del Imperio Romano y la victoria definitiva de los judíos. Tito y su Imperio son cosa del pasado; los judíos estamos aquí: Am Israel Jai.

    La parashá Vayikrá hace un recuento de las ofrendas que eran llevadas al Mishkán cuando los israelitas erraron por el desierto. El Mishkán fue el precursor de los Templos Sagrados de Jerusalén. Estas estructuras sirvieron como centros espirituales para el pueblo de Israel. Simbolizaban el pacto único entre Dios e Israel. El Mishkán y los dos Templos antiguos no existen hoy en día; sin embargo, cuando leemos acerca de los servicios que se celebraban en ellos —sentimos el poder de las palabras: Am Israel Jai. El pueblo de Israel ha encontrado una forma de vivir y prosperar, y de transmitir nuestras enseñanzas a través de las generaciones —aún sin estas estructuras físicas. En lugar de los sacrificios de animales, tenemos las oraciones; en lugar de un Templo central, tenemos sinagogas; en lugar del liderazgo espiritual de los sacerdotes, tenemos a los estudiosos de la Torá. Nosotros no hemos renunciado a nuestro pacto con Dios, ni Dios ha abandonado a Su pueblo Israel. Mientras que todos nuestros antiguos enemigos han desaparecido, nosotros seguimos contando nuestra historia, para vivir y para construir.

    El Talmud relata que Rabí Elazar ben Yosei visitó Roma durante el período posterior a la rebelión de Bar Kojba en el siglo II E.C. Rabí Elazar, además de ser un sabio de la Torá, era muy versado en la cultura romana; él se desempeñó como diplomático del pueblo judío ante el gobierno de Roma. Durante su estadía en Roma, Rabí Elazar vio algunos de los objetos que los romanos habían robado del Templo de Jerusalén. "Yo vi el parojet (la cortina que cubría el Arca en el Templo) en Roma, y tenía sobre él varias gotas de sangre del sacrificio de Yom Kipur". (Yoma 57a)

    ¿Qué estaría pensando Rabí Elazar en ese momento, al estar frente a frente con un vestigio tangible del Templo, cuando vio las gotas de sangre que recordaban las impresionantes ceremonias de Yom Kipur en el Templo? ¿Qué estaría pensando él en ese momento, cuando se desempeñaba como representante del remanente de Israel, que había sido derrotado recientemente por el poderoso Imperio Romano?

    Me imagino que Rabí Elazar pudo haber estado pensando: Od Avinu Jai, Am Israel Jai. El Dios de Israel vive, el pueblo de Israel vive —y al final prevaleceremos para llevar al mundo entero nuestro mensaje de monoteísmo ético, compasión y justicia.

 

 

 

 

 

 

 

 

Reflexiones sobre Shabat HaGadol

 

Enseñanzas de Eliahu

    Cuando el Talmud formula una pregunta para la cual no hay una respuesta satisfactoria evidente, utiliza la palabra "teiku" como una manera de indicar que tendremos que esperar hasta la llegada de Eliahu —los tiempos mesiánicos— para obtener la respuesta correcta. Eliahu resolverá nuestras preguntas y dificultades.

    Surge un interrogante: ¿Por qué le haremos nuestras preguntas a Eliahu? Al fin y al cabo, la era mesiánica incluirá la milagrosa resurrección de los muertos. Eso significa que Moisés también estará entre nosotros. ¿Por qué no le formulamos nuestras preguntas a él, antes que a Eliahu? Moisés es nuestro más grandioso e importante maestro de Torá.

    Rabí Levi Yitzhak de Berdichev explicó: cuando Moisés murió, él ascendió al cielo y ha permanecido allí durante todos estos siglos. Sin embargo, Eliahu subió al cielo, y aun así ha logrado mantenerse en contacto con la humanidad. Eliahu asiste a nuestros sedarím de Pesaj; Eliahu está presente en las ceremonias de circuncisión de nuestros bebés varones; Eliahu acude para ayudar a los pobres y necesitados de todas las generaciones. Mientras que Moisés ha perdido el contacto con la humanidad, Eliahu ha seguido estando involucrado con nosotros. Es por eso que le hacemos nuestras preguntas a él, y no a Moisés. Sólo un sabio que es plenamente consciente de nuestra situación y solidario con la misma puede ofrecernos una orientación religiosa adecuada.

    En la haftará de Shabat HaGadol, el profeta Malaquías nos dice que Dios enviará a Eliahu, el profeta, quien "volverá el corazón de los padres hacia los hijos y el corazón de los hijos hacia sus padres". Eliahu entenderá la naturaleza de la “brecha generacional”—la razón por la cual los padres y los hijos no se están comunicando unos con otros de una manera significativa.

    Cuando nosotros pensamos en la brecha generacional, generalmente nos imaginamos que hace referencia a la rebelión de los hijos contra las tradiciones de sus padres. Los hijos se sienten ajenos a las "viejas costumbres", y quieren abrirse su propio camino. Eliahu ve el problema de una manera diferente. Él va a trabajar primero en volver el corazón de los padres hacia sus hijos. Él sabe que el distanciamiento no comienza con los hijos— ¡sino con los padres! Los mayores no escuchan con suficiente atención a la nueva generación. Los padres pueden estar demasiado atareados con su trabajo, o demasiado ocupados con sus propias obligaciones sociales; ellos no pasan el suficiente tiempo de calidad con sus hijos. Los hijos reciben respuestas cortas e inadecuadas a sus preguntas. Ellos ven que sus padres dicen una cosa, pero hacen otra. Los hijos no se rebelan tanto contra sus padres, sino más bien son alejados por la falta de dedicación de sus progenitores. Por lo tanto, Eliahu trabajará inicialmente con los padres, para que se reconecten con sus hijos. Después, él trabajará con los hijos y retornará sus corazones hacia sus padres.

    Eliahu nos recuerda cuán importante es que la religión se mantenga en contacto con la realidad; que los padres se mantengan en contacto con sus hijos; y que los hijos vuelvan sus corazones hacia las tradiciones de las generaciones anteriores.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Reflexiones sobre Pésaj

 

Símbolos de Pésaj —Símbolos para Nuestras Vidas

    La Hagadá explica el trasfondo histórico de los principales símbolos de Pésaj, pero yo  considero que en ellos también se esconden otras ideas importantes.

Matzá:

    La matzá es un producto básico, sin lujos. Es harina y agua, no tiene levadura. Representa a nuestro yo básico, sin pretensiones, no inflado de vanidad y orgullo. La matzá nos recuerda que no debemos olvidar quiénes somos; que no tenemos que participar, y no debemos hacerlo, en la “carrera de ratas” para aventajar a los demás; que no podemos permitir que nuestra propia felicidad interior dependa de la forma en que somos juzgados por los demás. La matzá es lo que es, sin apologías, sin necesidad de impresionar a otros, sin preocuparse porque otros alimentos son más lujosos o más elegantes.

    Por su absoluta sencillez y honestidad, la matzá simboliza la libertad. Cuando nosotros sabemos realmente quiénes somos, adquirimos un fino sentido de nuestra propia libertad. Podemos ser fuertes por nosotros mismos; podemos elevarnos por encima de la contienda; podemos dejar de participar en los juegos de quién tiene más, quién tiene lo mejor, y quién tiene el control. Cuando somos libres interiormente, tenemos la confianza necesaria para vivir nuestras propias vidas, y no las vidas ficticias que los demás nos quieren imponer.

Pésaj:

    La ofrenda de pésaj de los antiguos Templos de Jerusalén debía ser comida entre grupos de familiares y amigos; el cordero pascual no se podía preparar para una sola persona. Si bien la matzá simboliza la fortaleza interior del individuo, la ofrenda de pésaj nos recuerda que somos parte de una familia, parte de una comunidad más grande. Para crecer como seres humanos significativos, debemos ver más allá de nuestro yo individual. Recordamos nuestros orígenes familiares —a nuestros padres y abuelos, a las generaciones anteriores. Nos vinculamos a aquellas tradiciones y nos vemos a nosotros mismos como parte de un gran despliegue dramático de historia familiar. Reconocemos que nosotros también somos eslabones de esa cadena de tradición familiar, con responsabilidades para con la familia y los amigos —y para con las generaciones que aún no han nacido.

Maror:

    El maror, las hierbas amargas, nos recuerda que el mundo incluye a muchas personas cuyas vidas están llenas sufrimiento, dolor y amargura.  Cuando le agradecemos al Todopoderoso por las bendiciones que Él ha derramado sobre nosotros, no podemos olvidar las lágrimas amargas derramadas por los niños hambrientos, por los padres indefensos, por los ancianos solitarios y frágiles. No podemos olvidar el inconmensurable dolor infligido por las guerras, por el terrorismo, por la crueldad, por la enfermedad, y por la pobreza. 

    Cuando estamos sentados alrededor de la mesa del seder, la matzá nos recuerda nuestra individualidad básica; el hueso asado (que simboliza la ofrenda de pésaj) nos recuerda nuestro vínculo con la familia y los amigos; y el maror nos recuerda que nuestra felicidad y realización también dependen de nuestra preocupación por aquellos que son menos afortunados, por aquellos cuyas vidas están amargadas.

    El maror también nos recuerda que nadie pasa por la vida sin experimentar momentos de tristeza y dolor. En esos momentos, nosotros necesitamos que la familia y los amigos vengan en nuestra ayuda, a reconfortarnos; y cuando otras personas se encuentran afligidas, ellas nos necesitan para que las consolemos y les ayudemos.

    Matzá, pésaj y maror, por lo tanto, contienen mensajes vigentes acerca de cómo podemos llevar una vida mejor, más feliz, y más significativa. Juntos, contribuyen a nuestra libertad interior, a la continuidad de nuestras familias, a nuestro compromiso de hacer de éste un mundo mejor.   

 

Coerción y Libertad —Reflexiones para Pésaj

    Hace algunos años, me desempeñé como conferencista invitado en un viaje a España e Israel, patrocinado por los Amigos Americanos del Technion. El evento de clausura consistió en una cena en el Technion de Haifa, que tuvo lugar más o menos una semana antes de Pésaj. Una de las israelíes que participaron en el programa —supongo que era profesora o administradora del Instituto— notó que yo llevaba puesta una kipá, y se acercó a hablar conmigo.

    Ella me dijo: "Veo que usted es un judío religioso. La próxima semana es Pésaj. ¿Usted sabe lo que yo hago en honor a Pésaj? ¡Voy a una aldea beduina cercana y compro pan pita! ¡Yo no como matzá!”

    Le pregunté cortésmente por qué razón sintió ella la necesidad de compartir esa información conmigo, un total desconocido. ¿Por qué estaría yo interesado en saber lo que ella planeaba comer en Pésaj? Ella respondió: "¡Quise decirle esto a usted, porque usted tiene la culpa de yo coma pan en Pésaj! Yo me crie en Argentina, en un hogar moderadamente religioso, nosotros siempre comíamos matzá y nunca comimos pan en Pésaj. Pero cuando hice aliá a Israel, me desagradó el estamento religioso de aquí —es coercitivo, intrusivo, detestable. El extremismo religioso es tan repulsivo para mi, que decidí que yo no sería religiosa —que incluso comería pan en Pésaj, sólo para dejar en claro que yo rechazo todo lo que representa lo religioso."

    Con toda calma, le recordé que yo no formaba parte del "estamento religioso" de Israel, y que compartía su indignación por el extremismo religioso y la coerción. Pero luego le pregunté: “¿Si a usted le desagradan tanto los extremistas religiosos, por qué permite que ellos controlen su vida? Usted realmente quiere comer matzá y seguir las tradiciones de su juventud en Argentina. La única razón por la que usted come pan es para fastidiar al "estamento religioso”, a la mayoría de cuyos integrantes no podría importarles menos lo que usted coma o deje de comer. ¿Por qué debería dejar que el extremismo de ellos determine lo que usted come en Pésaj? ¿Por qué no come matzá, precisamente como una expresión de su propia libertad de elección?”

    Ella arqueó las cejas, sorprendida, y después se alejó. No sé lo que ella comió en ese Pésaj, o si mis palabras tuvieron algún impacto positivo sobre ella.  

    Pésaj es llamado "zman jeruteinu", el tiempo de nuestra libertad. Nos recuerda nuestra liberación de la esclavitud en Egipto. Pero el concepto de libertad es mucho más amplio que el simple hecho de lograr la redención física de la esclavitud. También incluye la libertad intelectual y emocional —la libertad de tomar decisiones independientes, la libertad de definir nuestras propias metas, la libertad de actuar de manera autónoma. Cuando nuestras acciones están determinadas por otras personas —especialmente por aquellas que no tienen en mente nuestros intereses— no somos totalmente libres. Si nuestras acciones son simplemente "re-acciones", entonces no somos totalmente libres. ¿Por qué debemos renunciar a nuestra libertad por los demás? ¿Por qué debemos actuar contra nuestro mejor juicio, simplemente por rebeldía o despecho? ¿Por qué no podemos tomar nuestras decisiones con libertad e independencia?

    Siempre hay personas que quieren definirnos, limitarnos, gobernarnos en una forma autocrática. Cuando sucumbimos ante ellas, perdemos nuestra propia autonomía. Llegamos a ser libres, únicos y universales, cuando insistimos en definirnos a nosotros mismos y en ser fieles a nosotros mismos.

    El ideal del judaísmo es que nosotros entendamos que la Torá y las mitzvot nos fueron dadas para nuestro beneficio y para nuestra felicidad. Debemos elegir ser religiosos porque nuestra religión es una fuente de verdad, compasión, y realización espiritual —por lo significativa que es para nosotros. La meta es que seamos religiosos —a través de la libre elección, a través del juicio independiente. De hecho, quienes presentan al judaísmo en una forma coercitiva y extremista, están alejando a la gente del judaísmo en su máxima expresión. Ellos nos niegan nuestra libertad.

    Que podamos celebrar este "zman jeruteinu" como una época para la redención física del pueblo judío en todas partes, una época de libertad y seguridad en el Estado de Israel —y una época para promover la auténtica libertad interna de cada individuo.

Reflexiones sobre Sefirat HaOmer

Haciendo que Nuestros Días Cuenten

    Nosotros teníamos una vecina —una viuda de edad avanzada— que era vibrante, inteligente y activa. A medida que fue envejeciendo, ella se volvió cada vez más olvidadiza. Su estado empeoró gradualmente, hasta el punto de necesitar ayuda de tiempo completo en la casa.

    Un día, varios de sus nietos llegaron a visitarla. Llevaron grabadoras y libretas de apuntes. Ellos querían saber más acerca de la historia de su vida. Le hicieron preguntas, pero ella les dio respuestas vagas o confusas. Primero les dijo que había crecido en el Bronx; y después dijo que creció en Brooklyn. Ella no podía recordar nombres, fechas, ni lugares.

    La abuela había vivido bien hasta los noventa años, pero los nietos nunca habían encontrado tiempo para hacerle sus preguntas o para escuchar con atención sus relatos. Ahora, cuando su memoria estaba deteriorada, ya era demasiado tarde. Todas sus historias y aventuras quedaron encerradas en su mente, y permanecieron por siempre inaccesibles para sus nietos. Ellos debieron haberse preguntado ¿Por qué esperamos tanto tiempo para formularle a ella nuestras preguntas?

    Cuando las personas sufren la pérdida de un ser querido, a menudo se preguntan: ¿Por qué no le dediqué más tiempo?, ¿por qué no fui más afectuoso?, ¿por qué no lo escuché más y no le presté más atención? Cuando las personas experimentan una ruptura en sus relaciones, suelen preguntarse: ¿Por qué no le destiné más tiempo y esfuerzo a la relación?, ¿por qué di las cosas por sentadas?, ¿por qué asumí que todo iba a continuar indefinidamente?

    En las relaciones, las pequeñas cosas suelen ser grandes cosas: amabilidad, consideración, dedicar más tiempo y energía, expresar amor y respeto, no subestimar a los demás. Para mantener una buena relación, hay que tener un sentido de urgencia; la relación debe ser renovada cada día. Si dejamos pasar el tiempo, podemos perderlo todo.

    Cuando yo era un muchacho joven, escuché la explicación de un rabino sobre la importancia de la mitzvá de contar el Omer —el período de 49 días, entre el segundo día de Pesaj y Shavuot. Él dijo: "¡Nosotros contamos los días con el fin de aprender que nuestros días cuentan!" Al concentrarnos en cada día, contándolo realmente, llegamos a darnos cuenta de su importancia. Aprendemos entonces, ojalá que así sea, que cada día cuenta —cada día es importante y no puede ser tomado a la ligera. Ninguno de nosotros sabe lo que nos depara el futuro; sólo sabemos lo que podemos hacer aquí y ahora, en el momento presente.

    El período del Omer es una época apropiada para recordar la importancia de cada día. Podemos hacer que cada día cuente, dedicando el tiempo adecuado a nuestros seres queridos, a nuestros amigos y vecinos, y a las actividades que nos fortalecen a nosotros mismos y a nuestra sociedad. No espere a mañana o a la próxima semana o al año que viene. La vida debe ser vivida y renovada cada día. Cuente sus días para hacer que sus días cuenten.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Reflexiones sobre Tzav

 

Enfrentando los Hechos

    Mi esposa y yo fuimos invitados recientemente a asistir a una cena de beneficencia en un hotel muy lujoso de Nueva York. En el momento en que llegamos, inmediatamente supimos que ¡habríamos estado más contentos si nos hubiéramos quedado en casa!

    Nosotros, desde luego, ¡tratamos de ser imparciales! Sin embargo, nos impresionó desfavorablemente ver a la mayoría de las mujeres vestidas (o no tan vestidas) con atuendos extravagantes, con peinados ridículos, con joyas llamativas que colgaban de la manera más notoria posible. Quedamos igualmente impresionados al ver a tantos hombres vestidos con esmóquines ostentosos con tirantes estrafalarios, collares de oro, y con su cabello teñido —a excepción de las patillas grises— y engominado.

    Cuando nosotros observamos a estas personas, vimos la ostentación, la estupidez, el pésimo gusto, y la vanidad.

    Pero después pensé: Cuando estas personas se miraron en el espejo antes de salir para la cena de gala, ¿qué vieron? ¿Cómo se vieron ellas mismas? La respuesta es: probablemente se vieron a sí mismas como atractivas, elegantes, modernas, y quizás veinte o treinta años más jóvenes de lo que eran en realidad.

    ¿Cómo se podría explicar la enorme discrepancia entre la forma en que yo las describí, y la forma en que se habían descrito ellas mismas? La respuesta es: ¡no siempre nos vemos a nosotros mismos de una manera objetiva! Nos vemos y nos juzgamos de la manera más favorable; ni siquiera nos damos cuenta de que nos estamos engañando a nosotros mismos.

    La lectura de la Torá de esta semana se centra en los diferentes sacrificios que debían ser ofrecidos en el mishkán. Las ofrendas por el pecado eran llevadas para expiar las transgresiones intencionales y accidentales, y las ofrendas de paz eran llevadas en acción de gracias. Uno de los principales objetivos del servicio sacrificial era exhortar a las personas a enfrentar los hechos, a ser honestas con ellas mismas y con los demás. Si pecaron, aún sin intención, tenían que ocuparse abiertamente de sus faltas. Si gozaron de bendiciones, tenían que demostrar sus agradecimientos, y no simplemente dar las cosas por sentadas.

    Es parte de la naturaleza humana el perdonarnos a nosotros mismos, y vernos a nosotros mismos en una forma positiva, poco realista. El servicio sacrificial nos recuerda que debemos superar nuestra tendencia al autoengaño, y ser tan honestos como sea posible. En lugar de buscar excusas para justificar el error y la insensatez, debemos presentarnos ante Dios con sinceridad, sin autoengaños. Cuando nos damos cuenta de que debemos ser honestos ante Dios, llegamos a darnos cuenta de que también debemos ser honestos con nuestros semejantes —y sobre todo, ser honestos con nosotros mismos.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Reflexiones sobre Sheminí

 

Mejorando el Mundo, Una Persona a la Vez

 

    Aarón, el Sumo Sacerdote, fue llamado a oficiar en el servicio sacrificial del mishkán. Obviamente, ese fue un momento especial en su liderazgo, y sin duda, él debió haber estado ansioso por cumplir la voluntad de Dios. Sin embargo, la Torá señala que Moisés le dijo a Aarón: acércate al altar y celebra los rituales necesarios (Vayikrá 9:7). Rashi ofrece una explicación de la razón por la cual Aarón necesitó que Moisés le diera ese empujón adicional. “Como Aarón estaba cohibido y temeroso de acercarse, Moisés le dijo: ¿Por qué estás avergonzado? Tú fuiste elegido para esto".

    Una explicación de la indecisión de Aarón es que él era una persona genuinamente humilde, y se sintió indigno del honor y la responsabilidad que le fueron conferidos. Este es un tributo a su carácter noble. Él no buscó la gloria ni los elogios del público; prefirió ser una persona tranquila y reservada, y mantenerse en un segundo plano. Moisés tuvo que recordarle a Aarón: tienes que superar tu renuencia, tú estás capacitado para hacer este trabajo; fuiste elegido para ser el Sumo Sacerdote.

    Mi abuelo Marco Romey solía decirnos: cada persona es puesta en la tierra para cumplir una misión. Cada uno de nosotros ha sido “elegido” para hacer algo con los talentos y las ideas particulares que el Todopoderoso nos ha dado. Las personas fracasan en la vida porque no se dan cuenta de que tienen una misión, o porque no sienten que tienen la capacidad de hacer grandes cosas. Todos necesitamos que nos recuerden (como Moisés le recordó a Aarón): ¡No te sientas inseguro, tú fuiste elegido para cumplir una misión! ¡Tú puedes hacer cosas grandes e importantes! Una persona realmente puede hacer la diferencia.

    Debemos concentrarnos en saber cuál es nuestra “misión” en la vida —como judíos y como seres humanos. ¿Cuáles son nuestras fortalezas y debilidades personales? ¿Dónde podemos tener el impacto más positivo? ¿Cómo podemos organizar nuestras vidas de la manera más apropiada para cumplir nuestra misión? También tenemos que superar los sentimientos de impotencia e ineptitud. No debemos internalizar la noción de que otras personas (no importa lo grandes ni lo instruidas que sean) saben mejor que nosotros cómo podemos llenar plenamente nuestras vidas. El proceso para identificar nuestra "misión" requiere mucha reflexión seria y sincera; y a continuación se requiere tener el coraje de actuar en una forma responsable para hacer que nuestras vidas —y las vidas de otras personas— sean mejores, más felices y más significativas. 

    También debemos recordar que las cosas “grandes” a menudo se logran de una manera discreta y privada, a través de actos de idealismo, generosidad de espíritu, compasión. Una palabra amable, un acto considerado, una afirmación cariñosa —pueden proporcionar una felicidad y una significancia indescriptible a los demás, así como una profunda satisfacción para nosotros mismos.

    Hace algunos años, leí un artículo sobre un grupo de individuos a los cuales se les pidió que hicieran una lista de las diez personas a quienes más admiraban. Aunque algunos de los encuestados citaron a políticos famosos o a filántropos adinerados, prácticamente todos mencionaron a familiares, clérigos, profesores, y/o amigos que les habían ayudado en los momentos difíciles. ¿A quiénes admiramos más? ¿Por qué los admiramos? ¿Cómo podemos emularlos en nuestras propias vidas?

    ¿Puede realmente una persona hacer la diferencia? La sorprendente respuesta es: sí. Si esa persona entiende su misión y tiene el coraje de esforzarse para cumplirla, la respuesta es: sí. Si esa persona reconoce que la grandeza espiritual se puede alcanzar a través del idealismo, la bondad, la compasión y el servicio a los demás, la respuesta es: sí. Si esa persona busca la rectitud y camina humildemente con Dios, la respuesta es: sí.

 

 

Remaches, Kashrut y el Futuro Judío

    El New York Times publicó recientemente un artículo sobre una teoría importante  acerca de la causa del hundimiento del Titánic. Ese gran barco de lujo chocó contra un iceberg, y el agua del océano se precipitó en su interior. La tragedia dio como resultado la pérdida de cerca de 1.500 vidas. La teoría prevalente sostenía que el casco de la embarcación había sido rajado por el témpano de hielo. La nueva teoría ofrece una explicación diferente.

    Cuando los buzos examinaron objetivamente las ruinas del buque en el fondo del mar, no encontraron ninguna grieta enorme en la parte delantera del barco. Por el contrario, ellos descubrieron pequeñas hileras de agujeros angostos que habían permitido que el agua del mar penetrara en el barco. ¿Cuál fue la causa de esas hileras de agujeros? Parece ser que los remaches que fueron utilizados para sujetar la embarcación--fallaron. Se rompieron por la presión, y abrieron las costuras del casco de la nave. Un estudio de los archivos de la constructora naval reveló que la compañía utilizó remaches de acero más resistentes en las partes laterales del barco, pero empleó remaches de hierro más débiles en las secciones delantera y trasera. Esta transigencia en los estándares pudo haber sido una forma de ahorrar dinero; o una forma de ahorrar tiempo, ya que es posible que los remaches de acero no hubieran estado disponibles en cantidades suficientemente grandes, y eso habría ocasionado una demora en la fabricación de la nave.

    Esta decisión de usar remaches de hierro, en lugar de insistir en usar los remaches de acero más resistentes, cobró 1500 vidas. La decisión pudo haber parecido poco importante cuando fue tomada inicialmente; pero cuando esos remaches fallaron y el barco se hundió, el error en la decisión se hizo evidente de una manera muy cruel.

    Los constructores navales no escatimaron en los adornos y lujos del barco. Todas las instalaciones fueron construidas dentro de los más altos estándares de la moda y la opulencia. Pero cuando se trató de la solidez de los cimientos de la nave, los constructores se conformaron con los remaches de hierro, en lugar de los de acero.

    Hay una lección en esto.

    Nosotros cometemos a veces un grave error de juicio al hacer énfasis en los adornos superficiales y ser poco cuidadosos cuando se trata de lo esencial.

    Antes de Pesaj, mi esposa estaba haciendo compras en un supermercado grande de Nueva York, que vende productos kosher y no-kosher. Ella notó que una mujer estaba regañando a gritos al administrador del establecimiento porque ya no quedaban más huesos de cordero en el almacén y ella necesitaba un hueso para su bandeja del Seder. Mi esposa vio, sin embargo, que la mujer que se estaba quejando ¡tenía un carrito de compras lleno de carne no-kosher! Esta clienta conflictiva fue inflexible respecto al cumplimiento de la costumbre de tener un hueso de cordero en su bandeja del Seder; pero no le preocupaba en absoluto el hecho de transgredir las leyes de la Torá relacionadas con el kashrut. Su énfasis estaba obviamente en la forma simbólica de su bandeja del Seder, no en mantener una casa kosher conforme a la tradición de la Torá. Ella estaba satisfecha con los símbolos externos, y no consideraba que era necesario incomodarse con las verdaderas leyes de la tradición de la Torá.

    Ignorar las leyes de kashrut es como ignorar la calidad de los remaches del casco del Titánic. El kashrut es una de las instituciones religiosas básicas que sirven de fundamento para una forma de vida judía. Especialmente en nuestros días, cuando los alimentos kosher se consiguen tan fácilmente, resulta extraño que algunos judíos pasen de largo por la sección de carnes kosher para comprar carne no-kosher. Ellos no parecen entender que una casa kosher desempeña un papel vital para la continuidad de la tradición judía; que comprometer el kashrut es equivalente a utilizar remaches defectuosos —pone en peligro la solidez estructural del hogar judío.

    La gente a veces piensa que puede comprometer el kashrut, o el Shabat, o los preceptos éticos, o la educación judía de sus hijos —y de alguna manera mantener intactas sus familias judías. Pero cada remache de mala calidad colocado en el casco del barco crea un potencial de desastre. No es fácil  para los judíos transmitir la identidad y las enseñanzas judías de generación en generación. Se requiere un tremendo esfuerzo y una enorme preocupación por el control de la calidad. 

    Si queremos construir un barco de primera clase, tenemos que utilizar materiales de primera clase. Si queremos crear familias judías de primera clase, tenemos que mantener estándares de primera clase en cuanto a observancia judía y compromiso judío. 

 

 

Cimientos Espirituales

"...y la congregación se acercó y estuvo de pie delante del Señor.

Y dijo Moisés: esta es la cosa que el Señor os ha ordenado que hagáis,

para que se revele ante vosotros la Gloria del Señor."

--VAYIKRÁ 9:5-6

 

    Moisés instruyó a los sacerdotes y a todo el pueblo de Israel en lo concerniente a los procedimientos para la dedicación del mishkán, el santuario del Señor. Si obedecían los mandamientos, ellos experimentarían la gloria del Señor. Sentirían la presencia de Dios y alcanzarían grandes alturas espirituales. 

    Experimentar “la gloria del Señor" es un fenómeno impactante, que transforma la vida. Una persona no podría seguir viviendo como de costumbre después de semejante experiencia. Por el contrario, se volvería más sensible a los asuntos espirituales, y estaría más sintonizada para vivir una vida recta. El ritual del mishkán no era un fin en sí mismo, sino un medio para elevar las vidas de los israelitas.

    Por extensión, nuestra experiencia en nuestras sinagogas también nos debería acercar a “la gloria del Señor”. A través de nuestras oraciones y meditaciones, podemos alcanzar mayores niveles de conciencia espiritual. Esos momentos profundos pueden y deben transformar nuestras vidas en sentido positivo. No solo nos volveremos más sensibles individualmente como individuos, sino también ayudaremos a crear una comunidad más sensible espiritualmente.

    Una de las grandes figuras intelectuales de Norteamérica en la época de la Colonia fue Jonathan Edwards, un ministro calvinista. Cuando era un joven estudiante de teología, vivió en la ciudad de Nueva York entre 1722 y 1723. Él hizo la siguiente descripción de su vecino judío: "En una ocasión viví durante varios meses cerca a un judío (nuestras casas colindaban una con otra) y diariamente tuve muchas oportunidades de observarlo; me parecía la persona más devota que había visto en mi vida; él dedicaba gran parte de su tiempo a actos de devoción, en su ventana oriental, que daba contra la mía, parecía estar comprometido de la manera más ferviente, no solo durante el día, sino a veces durante noches enteras".

    Este judío anónimo, miembro de la pequeña comunidad judía de Nueva York de aquella época, obviamente era una persona piadosa. Su devoción no solo impregnó de espiritualidad su propia vida, sino que repercutió en otras personas —incluso en un joven estudiante de teología calvinista. Él dio un ejemplo digno de emulación. 

    Yo podría suponer que este judío anónimo desempeñó un papel importante en la posterior decisión de la congregación de Nueva York de construir su propio edificio sinagogal, en lugar de seguir rezando en pisos alquilados. La congregación —Shearith Israel— se remonta a 1654, pero solo en la década de 1720 se sintió lo suficientemente grande y segura como para construir una sinagoga. El séptimo día de Pesaj de 1730, Shearith Israel inauguró su Sinagoga de Mill Street, el primer edificio sinagogal erigido en Norteamérica. Todos los judíos de Nueva York participaron en el esfuerzo para construir la sinagoga —pero yo creo que nuestro judío anónimo, y otras personas como él, ayudaron a inspirar a la comunidad para que emprendiera este proyecto sagrado. Ellos fueron inspirados por "la gloria del Señor", y esto los condujo a inspirar a otras personas para que alcanzaran mayores alturas espirituales.

    Nuestras sinagogas y nuestros hogares son símbolos del antiguo mishkán. Son lugares en los cuales podemos elevarnos espiritualmente —y donde podemos convertirnos en el tipo de personas que pueden inspirar grandes cosas en los demás.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Reflexiones sobre Tazría

 

El Poder de las Palabras

    Las porciones de la Torá de esta semana y de la próxima, se ocupan de una misteriosa enfermedad/impureza llamada tsara’at, usualmente traducida como lepra. La tradición rabínica vincula a esta enfermedad con el pecado de lashón hará —la maledicencia, el chisme. Miriam, la hermana de Moisés se vio afectada por los síntomas de esta enfermedad después de haber hablado de Moisés en forma inapropiada.

    El Talmud (Arajin 15b) compara el pecado de la maledicencia con la idolatría, el adulterio, y el asesinato. Todos sabemos que el chisme es malo, que las palabras ofensivas son dañinas, que las palabras imprudentes pueden causar mucho dolor. Todos sabemos que difamar a los demás es un signo de debilidad moral, en el que el difamador (o la difamadora) quiere construir su propio ego frágil destruyendo a otras personas.

    Aun así, casi todos incurrimos en chismes y causamos dolor al utilizar palabras hirientes.

    En los últimos meses, los medios de comunicación judíos han publicado artículos acerca de “eruditos de la Torá" que han utilizado palabras terribles. A un "sabio" se le atribuye haber dicho que los soldados israelíes murieron en la guerra del Líbano por causa de sus pecados. A otro se le atribuye haber dicho que el Holocausto fue un castigo para el pueblo judío, causado por el surgimiento del movimiento reformista. Otro, fue lo suficientemente imprudente como para afirmar ante un grupo de estudiantes de una yeshivá de Israel que el Primer Ministro debería pagar con su vida si decidía dividir a Jerusalén. En el caso de los dos primeros rabinos, ambos se mantuvieron firmes en sus declaraciones, aun cuando fueron criticados. En el último caso, el rabino se disculpó profusamente por sus palabras precipitadas y afirmó que sólo las había dicho en broma.

    Las anteriores declaraciones —y muchos pronunciamientos igualmente infames y dañinos— son profundamente ofensivos para la gente pensante, y ciertamente no representan lo mejor de las enseñanzas judías. Todas las personas razonables deberían concluir que tales afirmaciones son arrogantes y erróneas. Al mismo tiempo, como estas declaraciones fueron hechas por “luminarias de la Torá", algunos individuos religiosos se rehúsan a criticarlas.

    Varias personas (en cartas al editor y en conversaciones privadas) han manifestado que es inadecuado criticar a los "gedolei hador", los "grandes rabinos de la generación". Como estos rabinos son tan grandes, ellos no deben ser objeto de críticas ni de ostracismo público.

    Yo tengo un problema con esta línea de argumentación. Yo sugeriría que mientras más grande es el (la) erudito(a) de la Torá, más cuidadoso(a) debe ser con sus palabras. Ellos son los primeros que deben darse cuenta de que sus declaraciones ejercen una gran influencia en sus seguidores, y que cualquier cosa que ellos digan, afecta la imagen del judaísmo de la Torá. Antes de proferir declaraciones, así sea en broma, ellos deben pensar muy cuidadosamente: ¿Traerán estas palabras consuelo y curación, o causarán pena y dolor? ¿Le traerán estas palabras honor a la Torá, o le causarán vergüenza?

    Todos cometemos errores el transcurso de nuestra vida. Ninguno de nosotros puede decir las cosas correctas a todo momento, sin equivocarse nunca. Cuando cometemos errores, nos corresponde a nosotros autocorregirnos. Si nosotros no lo hacemos, o si ni siquiera nos damos cuenta de que hemos causado un dolor innecesario con nuestras palabras, es conveniente que alguien nos informe de manera cordial sobre nuestro error para que podamos arrepentirnos y hacer las cosas mejor la próxima vez.

    Nadie —ni siquiera los grandes "sabios" y las "luminarias de la Torá"— está exento de este proceso de autocorrección, y de ser corregido por otras personas. La corrección es más efectiva cuando se hace de manera suave, sin causar vergüenza o escándalo. Aquellos que han pronunciado palabras arrogantes, mezquinas, o hirientes, deben disculparse y emitir nuevas declaraciones, dejando en claro que se habían expresado mal. Una vez que ellos se han arrepentido, el asunto debe ser dejado de lado, sin más habladurías ni controversias.

    Hace unos años, participé en una reunión en la casa del Presidente de Israel, como parte de una delegación de la Conferencia de Presidentes de las Principales Organizaciones Judías Americanas. El Presidente Herzog señaló que él estaba preocupado por las características malintencionadas que había detectado en los medios noticiosos; pero prosiguió atacando de una manera especialmente mordaz a los medios de comunicación “religiosos”, en los cuales la mentira, la calumnia y la difamación eran las normas. Lo que él describió entonces, a comienzos de la década de 1990, todavía parece ser apropiado para describir algunas publicaciones “religiosas”. Aunque todos tenemos que ser cuidadosos y veraces con nuestras palabras, quienes dicen ser religiosos deben ser aún más escrupulosos en el cumplimiento de esta área del comportamiento moral.

    Las palabras falsas y mezquinas no solamente son destructivas y dolorosas para las víctimas, sino que también son destructivas y dolorosas para la fibra moral de la persona que las pronuncia. Esas palabras desprestigian a la Torá y a la religión.

    Si queremos construir una comunidad religiosa judía intelectualmente vibrante, compasiva e incluyente, tenemos que dirigir nuestras vidas en un espíritu de humildad y de respeto por los sentimientos de los demás, y prestar una atención muy cuidadosa a la palabras que pronunciamos. Hablar mal es destructivo para el crecimiento espiritual y para la vida religiosa de la comunidad.

    Debemos preguntarnos a nosotros mismos: ¿Cuándo y dónde nos hemos involucrado en lashón hará? ¿Cuándo nos hemos sentido personalmente lastimados por las palabras de otros, y cómo respondimos? ¿Cómo podemos encontrar la manera adecuada para corregir a aquellos que han hablado de manera ofensiva, imprudente, o arrogante?  ¿Reaccionamos  a las palabras mezquinas respondiendo con nuestras propias palabras mezquinas? ¿Por qué la tradición rabínica considera que hablar lashón hará es un pecado tan grave? ¿Cómo podemos hacer para que nosotros mismos, nuestras familias, y nuestras comunidades seamos más capaces de evitar este terrible pecado? La verdad es: todos podemos hacerlo mejor. La esperanza es: a todos nos va a ir mejor.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Reflexiones sobre Metzorá

Fe con Razón, no Fe Ciega

    La porción de la Torá de esta semana, Metzorá, comienza con un versículo que se repite muchas veces en la Torá: "Y Dios habló a Moisés, diciendo". El versículo podía haber dicho simplemente: Y Dios habló a Moisés. ¿Por qué agrega la palabra “diciendo” (leemor)?

    Rabí Hayyim Hirschensohn, una importante figura rabínica de principios del siglo XX, ofreció una interpretación fascinante. La Torá agregó la palabra "diciendo" para indicar que Dios no quiso que las palabras de la Torá fueran presentadas en una forma absolutamente fija, sino que más bien fueran objeto de discusión y explicación. La palabra "leemor" es, en cierto sentido, una invitación para que nosotros participemos en el análisis del texto. De hecho, el Talmud señala que Moisés le había pedido a Dios una halajá bien definida, pero Dios le respondió diciendo que la halajá debía ser establecida por la opinión de la mayoría de los sabios del Tribunal Supremo, y que hay 49 maneras de declarar que algo es puro y 49 maneras de declarar que la misma cosa es impura (Talmud de Jerusalén, Sanhedrín 4:2, 22A). En lugar de exigir una obediencia ciega, Dios exigió que los sabios —y todos los estudiosos de la Torá— utilicen sus facultades racionales para tratar de determinar la verdad. (Para obtener más información acerca del Rabino Hirschensohn, ver el artículo del Dr. David Zohar en la sección Responsa del sitio web www.jewishideas.org).

    Un gran defensor de la fe basada en la razón fue Moisés Maimónides. En su Guía de los Perplejos, él ofreció explicaciones de los mandamientos de la Torá, basadas en la premisa de que Dios tuvo una razón para darnos estos mandamientos. Las mitzvot no son órdenes arbitrarias que nos obligan a su cumplimiento, sino expresiones de la sabiduría Divina. Nuestra tarea consiste en utilizar nuestras facultades intelectuales para tratar de comprender las mitzvot de la mejor manera posible. Maimónides escribió: "Hay un grupo de seres humanos que consideran que es lamentable que se deban establecer las causas para cualquier ley; lo que más les complacería a ellos sería que el intelecto no encontrara un significado para los mandamientos y las prohibiciones" (Guía 3:31). Él estaba disgustado con aquellos que pensaban que las enseñanzas de la Torá debían ser aceptadas de una manera ciega e irreflexiva. Esta tendencia de la mente conduce inexorablemente a una visión superficial de la religión, incluso a la superstición. Una mente que está entrenada para aceptar la información sin analizarla ni cuestionarla, es una mente que puede ser controlada por demagogos y chamanes.

    El auge del autoritarismo y el absolutismo en la religión es un desarrollo muy negativo.

    Hace algunos años, mi hija Ronda estaba estudiando en una yeshivá para niñas en Israel. Una de sus profesoras formuló una declaración, y Ronda le pidió una explicación. La profesora respondió: esto es lo que nos enseñaron nuestros sabios. Ronda preguntó: ¿pero cuál fue el razonamiento de ellos? La profesora contestó: si nuestros sabios dijeron algo, eso debe ser aceptado como verdadero. Nosotros no tenemos que preocuparnos por las explicaciones. Esta respuesta exasperó a Ronda, y le ayudó a tomar la decisión de abandonar esa institución. Una profesora que exige obediencia ciega no es la clase de profesora que ella deseaba —ni la que nadie desearía. Los alumnos tienen el derecho y la responsabilidad de preguntar las razones de las cosas; y los profesores tienen la obligación de ayudarles a sus alumnos a desarrollar sus intelectos, y de no censurar las preguntas y la libre indagación.

    Recientemente, un miembro de mi congregación me llamó después de haber asistido al funeral de su padre en Israel. La sociedad funeraria (Jevrá Kadishá) de allá le dijo que él debía pagar una suma de dinero para que ellos recitaran todos los días el Kadish en memoria de su padre. El representante de la sociedad funeraria le dijo a mi feligrés que si él mandaba decir el Kadish todos los días, su padre llegaría al cielo. Sin el Kadish diario, el alma de su padre corría peligro.

    Ciertamente es meritorio que un hijo recite el Kadish en memoria de un padre fallecido. Y ciertamente es meritorio dar caridad en memoria de un padre. Sin embargo, el representante de la sociedad funeraria estaba diciendo más que eso: ¡él estaba diciendo que la recitación del Kadish es una condición sine qua non para entrar al cielo! Si le hubieran preguntado cómo sabía que eso era cierto, él no hubiera sido capaz de dar ninguna explicación racional. Él hubiera dicho: eso es lo que nuestros santos maestros nos han enseñado, y es lo que nosotros aceptamos como verdadero.

    El Kadish sólo se convirtió en una "oración de duelo" en la Edad Media. Antes de eso, no se recitaba diariamente el Kadish por todos los hombres y mujeres piadosos que fallecían. ¿Eso quiere decir que ellos no "entraron al cielo"? Aún después de que el Kadish se convirtió en una “oración de duelo”, ¿Realmente la entrada al cielo depende de manera absoluta de que se recite todos los días el Kadish por el alma de una persona? ¿Cómo se puede saber eso con alguna certeza? ¿Qué clase de Dios no permitiría que una persona justa entre al cielo solamente porque alguien no dijo Kadish por su alma?

    Aquí el problema no está en la importancia y el valor de decir el Kadish: el problema reside en la posición teológica que se ofrece sin ninguna explicación y sin argumentos o pruebas razonables. Aunque la sociedad funeraria seguramente piensa que está adoptando una creencia y una práctica correctas, lo está haciendo de una manera similar a la magia y la superstición.  

    El judaísmo es un repositorio de grandes tesoros espirituales e intelectuales. Debemos utilizar nuestra inteligencia y nuestra curiosidad intelectual para encontrar un mayor significado en las ideas y las tradiciones judías. La Torá nos invita a pensar y comprender las cosas de la mejor manera posible; no nos exige una obediencia ciega, irreflexiva. Y Dios habló a Moisés "diciendo" —"diciendo" es una invitación para que cada uno de nosotros se una a la conversación, para que compartamos nuestras opiniones y busquemos la verdad.

 

 

Piense Cuidadosamente, Hable Después

    El Talmud (Guitín 67A) describe una conversación entre Rabí Yehudá Hanasí (el gran compilador de la Mishná) y su hijo Rabí Shimón. Los rabinos habían establecido una jerarquía de autoridades; en caso de que se presentaran discrepancias, las opiniones de ciertos sabios eran consideradas más contundentes que las opiniones de sus colegas. El sabio que generalmente prevaleció fue Rabí Yosei. Rabí Shimón le preguntó a su padre: ¿por qué nos regimos según Rabí Yosei, si sabemos que algunos de sus colegas fueron más incisivos?

    Rabí Yehudá Hanasí respondió: tranquilo, hijo mío, tranquilo. Tú no viste a Rabí Yosei. Si lo hubieras visto, sabrías que cuando él hablaba, lo hacía de una manera convincente.

    El Rabino Benjamín Lau, en el volumen 3 (p. 105) de su maravillosa serie sobre los "Jajamím", describe en detalle la calidad especial de Rabí Yosei. Durante toda su vida, Rabí Yosei demostró su sabiduría para escuchar argumentos opuestos y evaluarlos. Él vio los diferentes aspectos de cada pregunta y trató de encontrar maneras de armonizar las opiniones divergentes. Él no tenía miedo de permanecer en silencio o de decir que no sabía la respuesta. Como él pensaba tan cuidadosamente antes de emitir sus fallos, sus colegas aprendieron a respetar su opinión por encima de todas las demás. Su liderazgo no surgió porque él hubiera impuesto sus puntos de vista sobre los demás, ni por haber sido el erudito más brillante e instruido; su liderazgo emergió de su capacidad para juzgar en forma tranquila, justa y razonable. Su humildad y su calmada ecuanimidad prevalecieron sobre los puntos de vista más llamativos y ruidosos de los otros.

    En la porción de la Torá, Metzorá, se nos dice que si una persona descubre cierta plaga en una pared de su casa, debe ir donde el cohen y notificarle: "parece que hay una plaga en mi casa". Rashi comenta: aún si el propietario de la casa es un gran erudito y sabe a ciencia cierta que esa plaga es del tipo impuro (metzorá), él a pesar de todo debe exponerle el asunto al cohen: "parece que hay una plaga". Él no debe emitir el dictamen por su propia cuenta, sino que debe consultarle al cohen —y el cohen decidirá.

    Aunque el caso relacionado con la metzorá es bastante específico, la lección más grande es que una persona no debe tomar decisiones inmediatas por su propia cuenta, sino que debe dar sus opiniones tentativamente —sin tener miedo de consultar a otras personas. Hay que pensar bien las cosas, sopesar las opiniones de los asociados respetados, y tomar las decisiones de manera equilibrada y bien razonada.

 

 

 

 

 

Reflexiones sobre Yom Haatzmaut

 

Israel: una Nación Diminuta, un Destino Grandioso

Al prepararnos para celebrar Yom Haatzmaut, nos regocijamos con los maravillosos éxitos del Estado de Israel. Nuestra alegría, sin embargo, se ve opacada por las pérfidas calumnias y amenazas dirigidas continuamente contra Israel y el Pueblo Judío desde tantos sectores diferentes. Es de vital importancia que permanezcamos enfocados en el extraordinario renacimiento de los judíos, el cual se manifiesta en el restablecimiento de un Estado Judío soberano, después de tantos siglos de exilio. Agradecemos al Todopoderoso por habernos concedido el privilegio de vivir en esta época especial de la historia judía.

 

    Este artículo mío fue extraído de A Dream of Zion: American Jews Reflect on Why Israel Matters to Them (Un sueño de Sión: los judíos americanos reflexionan sobre por qué Israel es Importante para ellos), editado por el Rabino Jeffrey Salkin, 2007. Permiso otorgado por Jewish Lights Publishing, Woodstock, VT. www.jewishlights.com.

 

    Una nación diminuta, a menudo incomprendida y calumniada, cambió el curso de la historia para bien. Esta nación diminuta produjo la Biblia y sus profetas; sabios y místicos; poetas y soñadores. Esta nación diminuta, generación tras generación, ha sido en muchos aspectos la conciencia de la humanidad, la prueba de fuego para la civilización humana.

    Esta nación diminuta vivió en un territorio pequeño en la antigüedad. Su Rey David estableció a Jerusalén como su capital, mil años antes de los albores del cristianismo y más de 1600 años antes de Mahoma. A esta nación raras veces se le permitió vivir en paz: otras naciones la amenazaron, la atacaron, le hicieron la guerra. Ella vio a su capital arrasada por enemigos despiadados, a sus Templos destruidos por los babilonios y los romanos, a sus ciudadanos asolados y exiliados.

    Esta nación diminuta, esparcida por todo el mundo, enfrentó persecuciones y humillaciones. Sus hombres, mujeres y niños fueron confinados a ghettos, privados de los derechos humanos elementales, sometidos a pogromos y saqueos. Millones de ellos fueron asesinados durante el Holocausto.

    Exiliada de su territorio durante cerca de 2000 años, esta nación diminuta siempre soñó con retornar a su tierra ancestral y restablecer su soberanía. Todos los días rezó por su regreso. Muchos de sus miembros hicieron peregrinaciones, y algunos se quedaron viviendo en el territorio a través de las generaciones, en condiciones de pobreza y opresión.

    A pesar de las persecuciones que sufrió y a pesar de la insensibilidad de tantas naciones del mundo, esta nación diminuta mantuvo su fe en un solo Dios y en la misión que Él le asignó, de transmitir las sublimes enseñanzas de la Torá a la humanidad. A pesar de todos sus sufrimientos, esta nación diminuta mantuvo su fe en la humanidad: se esforzó por hacer de este mundo un lugar mejor para los seres humanos, con un optimismo eterno que es verdaderamente una maravilla.

    Esta nación diminuta, nacida hace 3500 años, se abrió paso a través de la historia y se negó a ser destruida o silenciada. Esta nación diminuta, dispersa por todos los países del mundo, encontró la voluntad y el coraje para regresar a su patria histórica después de casi 2000 años de exilio. Ha tenido que luchar en guerras, soportar el terrorismo, superar boicots económicos, resistir el aislamiento político, y combatir la propaganda del odio.

    Sin embargo, esta nación diminuta y antigua, contra todo pronóstico razonable, ha restablecido su soberanía en su patria histórica; ha creado una sociedad vibrante, dinámica e idealista, dedicada a los ideales de libertad y democracia. Con su memoria que abarca milenios, ha creado un estado moderno y progresista.

    Mi esposa Gilda y yo visitamos por primera vez esta tierra histórica en el verano de 1968, un año después de nuestro matrimonio. Cuando vislumbramos la línea costera desde la ventana del avión, los dos nos encontramos con lágrimas en los ojos. Nosotros no nacimos en esa tierra; nunca antes habíamos estado allá, y sin embargo, estábamos regresando —nosotros y todas las generaciones de nuestras familias estaban regresando a través de nosotros. “Cuando el Señor haga tornar del cautiverio a Sión, seremos como los que sueñan” (Salmo 126:1).

    Esta nación diminuta es Israel. Este territorio pequeño es Israel. Esta nación de soñadores y visionarios, constructores y agricultores, sabios y científicos, guerreros y hacedores de paz —esta nación es Israel. Esta nación diminuta es una gran nación. Esta tierra pequeña es una tierra santa. “El más pequeño llegará a ser un millar, y el más insignificante será una nación poderosa” (Isaías 60:22).

    Israel es un bastión de esperanza en un mundo lleno de desesperación. Es un manantial de dignidad humana en un mundo lleno de conflictos y odio descarado.

    Apoyar a Israel es apoyar la redención del pueblo de Israel y de la humanidad. Estar con Israel es reconocer la gran maravilla de la supervivencia y las contribuciones del pueblo de Israel. Es afirmar la preciosidad de la vida por encima de una cultura de muerte; de la justicia sobre la hipocresía; del idealismo sobre la desesperación. Esta nación diminuta en su pequeño territorio es un testamento de la grandeza del espíritu humano. Es un testimonio de la Providencia de Dios.

    Es un privilegio, más allá de las palabras, soñar con Israel y compartir su destino.

    “Por amor a Sión no guardaré silencio, y por amor a Jerusalén no descansaré, hasta que su justicia salga como resplandor y su salvación como una antorcha encendida” (Isaías 62:1).

Reflexiones sobre Ajaréi Mot 

 

La Humanidad y los Seres Humanos Individuales

    Un refrán popular dice "Yo amo a la humanidad, es a la gente a la que no soporto”. A veces parece más fácil amar un concepto abstracto como la humanidad, o el pueblo judío, o la comunidad —que amar a individuos reales. Después de todo, los seres humanos individuales no siempre somos agradables o simpáticos, corteses o considerados. Los individuos podemos ser rudos, desagradables, violentos, e inmorales. Nosotros podemos amar más fácilmente el concepto abstracto de humanidad, que tener que ocuparnos de las características negativas de determinados individuos.

    El Dr. Robert Winters, quien enseñó en la Universidad de Princeton en los años sesenta, ofreció una perspectiva diferente. "Cuando observo a la raza humana en todo el mundo, pienso que hay cero razones para que la humanidad sobreviva. Somos destructivos, insensibles, irreflexivos, codiciosos, hambrientos de poder. Pero cuando veo a algunos individuos, me parece que existen todas las razones para que la humanidad sobreviva”.  La humanidad como un todo puede estar corrompida, pero las personas excepcionalmente buenas y cariñosas hacen que las cosas valgan la pena. La vida no adquiere significado cuando enfocamos la atención en la “humanidad”, sino cuando apreciamos a ciertos individuos sobresalientes.

    Nuestra tarea no solo consiste en fomentar un compromiso saludable con la humanidad; sino también en apreciar el valor único de las personas individuales. ¿Cómo podemos alcanzar esta perspectiva equilibrada?

    Podemos extraer una idea a partir de la discusión de la Torá sobre el mishkán y los sacrificios que tenían lugar en su interior. El mishkán tenía dos puntos focales importantes: el arca y el altar. El arca contenía las tablas de la ley. El arca le recordaba al público la experiencia en el Monte Sinaí, que involucró a todo el pueblo de Israel, y repercutió en toda la humanidad. Cuando pensamos en la Revelación, nosotros no pensamos en rostros y nombres individuales, sino en la colectividad —en el ideal de la identidad de Israel como pueblo, en el ideal de una humanidad que reconoce a un solo Dios.

    El otro punto focal del mishkán era el altar sobre el cual se ofrecían los sacrificios. El altar era el lugar donde los individuos llevaban sus ofrendas por el pecado, sus ofrendas de acción de gracias, y otras. El altar simboliza las oraciones, las emociones, y los sacrificios de los individuos —cada uno de ellos presentándose como un ser humano único, tratando de llegar a Dios. El arca nos recuerda que debemos pensar en el pueblo de Israel y en la humanidad; el altar nos recuerda que debemos concentrarnos en las cualidades distintivas y en los sentimientos del individuo.

    En la porción de la Torá de esta semana, se le pide a Aarón que lleve una ofrenda de expiación por sí mismo, por su familia, y por toda la comunidad de Israel. Esto aporta una pauta importante.

    Primero que todo, tenemos que comenzar por purificarnos a nosotros mismos. A continuación, podemos llegar a incluir a nuestra familia. Por último, incluimos a todo el pueblo de Israel. Un Midrash nos enseña que las ofrendas no solo eran presentadas por el pueblo de Israel, sino en nombre de las 70 naciones del mundo.

    Una cosmovisión religiosa apropiada se adquiere cuando logramos balancear nuestro amor a la comunidad, a Israel y a la humanidad —con nuestro amor y preocupación por nuestros semejantes a nivel individual. Todo este proceso depende de que nos purifiquemos primero a nosotros mismos, y procuremos ser las mejores personas que podamos. Si nuestra propia vida espiritual está en orden, seremos capaces de amar a Israel y a la humanidad —y de amar a las personas individuales que conforman a Israel y a la humanidad.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Reflexiones sobre Kedoshím

La Religión en su Máxima Expresión

    La lectura de la Torá de esta semana nos ordena: No os volváis hacia los ídolos (Vayikrá 19:4). El Rabino Yitzhak Shemuel Reggio, un comentarista de la Torá italiano del siglo XIX, señala que este mandamiento se refiere no solo a los ídolos físicos, sino también a las falsas ideas y creencias. La verdadera religión exige un compromiso con la verdad. Nos pide que estudiemos, que pensemos, y que aprovechemos al máximo nuestras facultades racionales. La superstición es una forma de idolatría.

    La lectura de la Torá también nos ordena: Amarás a tu prójimo como a ti mismo (19:18). El Rabino Reggio comenta que no es posible amar a otra persona tanto como nos amamos a nosotros mismos. Él traduce el versículo de la siguiente manera: Amarás a tu prójimo que es como tú, es decir, deberás recordar que todos los seres humanos fuimos creados a imagen de Dios, todos tenemos derecho al respeto y a la dignidad, todos compartimos una humanidad común. Si reconoces que el "otro" es realmente "como tu mismo", serás capaz de amarlo(a), de respetarlo(a), y de sentir empatía por él o por ella.

    Estos dos comentarios del Rabino Reggio son la raíz de una adecuada comprensión del judaísmo. Por una parte, el judaísmo exige un deseo inquebrantable de descubrir la verdad y defenderla. El judaísmo repudia el enfoque supersticioso que ve a la religión como un conjunto de fórmulas mágicas que pretenden controlar a Dios, o como un medio para conjurar los malos espíritus sobrenaturales. Dios debe ser servido a través de la Verdad, que es la marca propia de Dios. La adopción de creencias o prácticas supersticiosas —aunque parezcan ser "religiosas"— es una forma de idolatría. El Rambam, en su famoso Código de Ley Judía, Mishné Torá (Leyes de la Mezuzá, 5:4), ofrece un ejemplo de la religiosidad mal encaminada. Él condena la práctica de aquellos que escriben nombres de ángeles o de hombres piadosos dentro de sus mezuzot, y de quienes piensan que las mezuzot colocadas en los dinteles de sus puertas son objetos mágicos diseñados para mantener alejados a los malos espíritus. ¡El Rambam afirma que esas personas no tendrán parte en el mundo venidero! "Esos tontos no solo no cumplen con el mandamiento, sino que tratan a un precepto importante...como si fuera un amuleto para su propio beneficio, ya que tontamente suponen que la mezuzá es algo ventajoso para los placeres vanos de este mundo”.

    El judaísmo no solo exige un fuerte compromiso con la verdad, sino también un profundo sentido de responsabilidad hacia los seres humanos. La comprensión universalista de la “regla de oro” del Rabino Reggio nos enseña que todos los seres humanos —cualquiera que sea su raza, religión, o nacionalidad— tienen derecho a ser tratados "como a nosotros mismos". Ellos, también, fueron creados por Dios. Ellos, también, poseen las cualidades humanas con las cuales nosotros fuimos dotados. Si podemos verlos a “ellos” como seres iguales a "nosotros", estaremos más inclinados a desarrollar un sentido de afinidad y responsabilidad con toda la humanidad.

    La Torá nos exhorta a vivir de acuerdo a los ideales expresados en el pasaje introductorio de la porción de la Torá de esta semana: Seréis santos, porque Yo, el Señor vuestro Dios, soy Santo.

 

Una Propuesta de Modestia

  (Parte de esta columna fue extraída de mi libro, "Losing the Rat Race, Winning at Life" [Perdiendo la Carrera de Ratas, Ganando en la Vida], Urim Publications, Jerusalén, 2005).

    Las personas pueden tratarse a sí mismas como objetos, aunque en lo profundo de sus corazones quisieran ser tratadas como sujetos. Las manifestaciones de esta tendencia son generalizadas. Las personas que se visten de una manera sexualmente provocativa están presentándose a sí mismas como objetos. Lo que ellas están comunicando es: ¡Fíjense en mí, yo imploro su atención! ¡Por favor, no me ignoren! Detrás de esta súplica no vocalizada está el sentimiento de que la persona no va a ser notada a menos que él o ella estén dispuestos a convertirse en un objeto de atención, o a menos que él o ella se ajusten a las modas predominantes, incluso si esas modas violan el propio sentido de la decencia y el decoro.

    Todos los seres humanos tenemos sentimientos de inseguridad. Necesitamos ser necesitados, apreciados, y amados. Las personas pueden llegar a pensar que una relación Yo-Eso les va a proporcionar más éxito inmediato que una relación Yo-Tu. Ellas pueden verse a sí mismas como populares, poderosas, originales, atractivas, o audaces. Pero por debajo del barniz del “éxito” está la capa de inseguridad esencial, soledad, y auto-insatisfacción. El exhibicionismo puede captar la atención de los demás, pero no logra cosechar su respeto y su amor.

    Es una cuestión de simple cortesía y de sentido común el vestirse de una manera respetuosa y apropiada. Es necesario tener auto-respeto —y respeto por los demás— para vestirse como un ser humano digno, que no quiere ser objeto de atención. El Dr. Norman Lamm escribió: "La falta de dignidad interior conduce al exhibicionismo, lo opuesto a la modestia, mientras que un sentido de dignidad interior, normalmente llevará a la práctica de la modestia".

    La modestia es un valor muy elevado en el judaísmo. De hecho, es un aspecto vital del concepto de santidad, kedushá, acerca del cual leemos en la lectura de la Torá de esta semana. Un objetivo esencial de modestia y santidad es valorarnos a nosotros mismos y a los demás como seres humanos, no como objetos.

    La modestia es importante en todos los contextos de la vida, y lo es indiscutiblemente en la sinagoga. La gente va a la sinagoga a rezar, a comparecer ante Dios. Qué extraño es, entonces, que nos encontremos en una sinagoga con personas vestidas de una manera inmodesta —mujeres que usan blusas o vestidos escotados, minifaldas, prendas ajustadas; hombres que llevan sus camisas abiertas o usan vestimentas que no son apropiadas para una ocasión seria. La ropa que usa una persona refleja su vida interior. La ley judía prescribe que vayamos a la sinagoga vestidos de la mejor manera posible, como si fuéramos a comparecer ante un rey. Esto es un señal de respeto a Dios, a la sinagoga, y a los feligreses. Más que eso, es una señal de auto-respeto y dignidad interior.

    En un mundo cada vez más deshumanizado, es aún más importante que nosotros insistamos en nuestra humanidad. No queremos ser vistos ni tratados como objetos. La modestia —en el vestir, en el hablar, y en la manera de actuar— es un ingrediente vital para el mantenimiento de nuestra humanidad.

    Los seres humanos fuimos puestos en la tierra para adquirir tesoros trascendentales — sabiduría, amor, discernimiento espiritual, coraje moral. Si podemos mantenernos enfocados en estos objetivos, entonces “ganamos” en la vida. Pero si llegamos a atribuirle un mayor valor a las adquisiciones mundanas —a las ganancias y a las relaciones artificiales—a la sazón descubriremos que hemos acumulado cosas que en última instancia tienen poco valor.

    Ganar en la vida significa permanecer enfocados en lo que realmente es importante, sin distraernos con la ostentación externa; y no permitir que nosotros mismos nos convirtamos en objetos ante nuestros ojos y los de los demás. Ganar no es un evento único, sino una forma permanente de vida.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Reflexiones sobre Emor

 

Santidad y Honestidad

"Y no profanareis Mi santo nombre, y Yo seré santificado entre los hijos de Israel; Yo soy el Señor que os santifico, que os saqué de la tierra de Egipto para ser vuestro Dios; Yo soy el Señor"

                                    —Vayikrá 22:32-33

 

    Se nos ordena santificar el nombre de Dios viviendo vidas justas y piadosas. Se nos ordena no profanar el nombre de Dios a través de un comportamiento inapropiado. La Torá agrega las palabras: “Yo soy el Señor”. Esta frase nos recuerda que nosotros somos responsables ante Dios. Podemos tratar de engañar a los demás; incluso podemos tratar de engañarnos a nosotros mismos; pero no podemos engañar a Dios. Las personas encuentran maneras de racionalizar su comportamiento, y de justificarse a sí mismas aun cuando su conducta no sea adecuada. La Torá nos dice: debemos ser muy cuidadosos al evaluar nuestras motivaciones y el impacto de nuestras palabras y acciones. “Yo soy el Señor”, quien no puede ser engañado.

    Se dice del Arí HaKadosh, Rabí Itzjak Luria, que él no recitaba sus oraciones de la tarde sin antes haberles pagado a los trabajadores a quienes les debía dinero. Su razonamiento era: ¿cómo puedo comparecer ante Dios en oración si no me comporto honradamente pagándoles a los trabajadores a tiempo? El gran sabio del siglo XIX, Rabí Israel Salanter, quien era conocido por ser altamente sensible a los sentimientos de los demás, enseñaba que una persona no podía presentarse honestamente delante de Dios si él o ella se descuidaba en mostrar respeto y aprecio hacia sus semejantes.

    Alcanzar la santidad es una aspiración elevada; nosotros damos pasos hacia la santidad cuando actuamos con integridad y con sensibilidad hacia las necesidades y sentimientos de los demás.  

    Se cuenta una historia de Harmon Hendricks, una de las principales figuras de la comunidad judía de Nueva York de comienzos del siglo XIX. Él era un donante importante de la Congregación Shearith Israel que era la única congregación judía de Nueva York entre 1654 y 1825. En aquellos días, las donaciones y las cuotas de la sinagoga (por lo general pagadas en efectivo) eran cobradas por el Shamash de la congregación. Una vez, el Shamash llegó a la casa de Harmon Hendricks para cobrar el pago, pero Hendricks no tenía a la mano suficiente dinero en efectivo, y le hicieron falta dos centavos para el pago. El Shamash le dijo que él no tenía que preocuparse por los dos centavos.

    Harmon Hendricks se quedó aterrado. Le dijo al Shamash: este no es su dinero y usted no tiene ningún derecho de perdonar la deuda; le pertenece a la sinagoga, la deuda es cien por ciento sagrada y debe ser pagada en su totalidad. Si usted me perdona a mí dos centavos, a la próxima persona le va a perdonar dos dólares, y a la siguiente, doscientos dólares. Cuando nosotros percibimos la santidad de nuestras obligaciones, deseamos hacer lo correcto y no tomar atajos. Yo debo dos centavos, y voy a pagar los dos centavos. 

    Harmon Hendricks comprendía la santidad de pagar las obligaciones, de apoyar a la sinagoga y a la comunidad. Él habría estado enojado con aquellos que no pagaban sus deudas a tiempo, y que no hacían los pagos de una manera puntual y generosa para apoyar a las instituciones religiosas de la comunidad judía. ¿Cómo podrían comparecer ante Dios en oración esas personas, si eran deficientes en el cumplimiento de sus obligaciones para con sus semejantes y sus comunidades?

 

Las Metas y Nuestras Almas

    Alguien me regaló un reloj. Yo le instalé una pila y lo coloqué en un estante en mi oficina. El reloj hace tic-tac y el segundero hace círculos completos cada 60 segundos. ¡El problema es que las manecillas que indican los minutos y las horas no se mueven! Siempre es la misma hora.

    Yo conservo ese reloj, porque parece como si estuviera ofreciendo una parodia de la vida. Aparentemente se encuentra en continuo movimiento, pero solo está dando vueltas. Nunca avanza. A veces la vida puede ser así: nuestros corazones palpitan, nuestras piernas caminan pero parecemos estar estancados espiritualmente en el mismo sitio. Nos encontramos a nosotros mismos corriendo en círculos, sin avanzar.

    El judaísmo busca mantenernos alerta espiritualmente. Sus numerosas mitzvot tienen por objeto estimular el desarrollo espiritual. Nuestras oraciones y bendiciones diarias y nuestra observancia semanal del Shabat pretenden energizarnos, ayudarnos a mantenernos frescos y vivos y a seguir creciendo. La Parashá Emor incluye las leyes relativas a los días sagrados. La Torá se refiere a ellos como "mikrae-kodesh", días de convocación santa. Si hemos caído en una rutina diaria o semanal, esos días sagrados nos congregan y nos proporcionan una nueva dosis de santidad. Son días especiales, que generan sentimientos de anticipación y renovación.

    El judaísmo nos brinda todas las oportunidades para evitar que nos volvamos como relojes que no avanzan. La Torá nos estimula, nos hace recordar, y nos inspira a seguir creciendo espiritualmente, y a mantener un vivo sentido de admiración y entusiasmo por la vida.

    Las personas tienden a dar vueltas sobre lo mismo cuando no saben hacia donde van. Si una persona vive la vida al azar, sin trazarse metas, nunca sabrá realmente si él o ella han avanzado. Es conveniente, tanto espiritual como emocionalmente, tener metas y trabajar por ellas de una manera enfocada. Una vez que esas metas han sido cumplidas, tenemos que perseguir nuevos objetivos. La vida es un proceso continuo en el cual debemos seguir adelante.

    Por ejemplo, podríamos tomar la decisión de concentrarnos más profundamente en una bendición o plegaria; cuando lo hayamos logrado, podemos elegir otra bendición o plegaria para nuestra meditación. Podríamos dedicar algún tiempo a hacer obras de caridad y actos de bondad; podemos calcular cuánto tiempo donamos, y si nos trazamos nuestras propias metas, podemos aumentar la cantidad y la calidad de nuestro trabajo. Otra posibilidad sería dedicar una cantidad específica de tiempo al estudio de la Torá, a la lectura de libros de valor religioso judío, a la investigación de un tema del judaísmo sobre el cual deseamos saber más. Podemos evaluar nuestro progreso. Nosotros sabemos que cuando alcanzamos una meta, tenemos que decidir cuál va a ser nuestro próximo objetivo. Si seguimos esta pauta durante muchos años, podremos ver realmente hasta qué punto hemos avanzado…y cuánto más tenemos que avanzar.

    Yo de verdad estoy muy contento de tener mi nuevo reloj en mi oficina. No me señala la hora correcta, pero me recuerda cuán importante es el tiempo, y cómo es de vital que utilicemos nuestro tiempo de una manera significativa, enfocada. Después de todo, nadie quiere llegar a ser como un reloj que corre en círculos, sin avanzar.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Reflexiones sobre Behar-Bejukotai

Libertad y Felicidad:

"Y proclamaréis libertad en la tierra para todos sus habitantes".

            VAYIKRÁ 25:10

 

"Y Yo rompí las coyundas de vuestro yugo, y os hice caminar erguidos".

VAYIKRÁ 26:13

 

    La lectura de la Torá este Shabat (Behar-Bejukotai) nos recuerda la importancia de la libertad humana. Libertad no es libertinaje; por el contrario, implica una filosofía de vida adecuada y un régimen de vida correcto. No podemos ser verdaderamente libres si estamos esclavizados a nuestras necesidades y deseos materiales. Las mitzvot no son obligaciones agobiantes, sino llaves para una auténtica libertad nos ayudan a trascender lo mundano, manteniendo nuestras vidas en el contexto de una relación con Dios, el Autor de la libertad humana.

    La libertad engendra un sentimiento de auto-respeto y felicidad con la vida. También nos impulsa a ayudar a otras personas que no gozan de todos los beneficios de la libertad. La mentalidad natural de un judío religioso debe ser optimista y alegre, con el deseo de difundir optimismo y felicidad dentro de la sociedad.

    Maimónides, en su Guía de los Perplejos (III: 43), hace un comentario importante acerca de la religión y la felicidad: "Las festividades son todas para regocijo y reuniones placenteras, que en la mayoría de los casos son indispensables para el hombre; también son útiles para el establecimiento de la amistad, que debe existir entre las personas que viven en sociedades políticas". Las ocasiones alegres son indispensables. Las reuniones placenteras son vitales para el bienestar del espíritu humano. El regocijo de las festividades crea un espíritu que debemos llevar dentro cada día de nuestras vidas. Son muy afortunados los niños que crecen en hogares en los cuales cada Shabat y cada festividad se caracterizan por una celebración, en los que la felicidad es el estado de ánimo dominante. Esos niños tienden a mantener sus tradiciones religiosas cuando crecen, porque esas tradiciones están muy entrelazadas con experiencias felices y recuerdos felices.

    Experimentar la vida religiosa no sólo genera felicidad y satisfacción personal. También nos sensibiliza para ayudar a los demás, para desarrollar amistades significativas, para trabajar por el mejoramiento de nuestras comunidades. Un individuo religioso feliz y libre ayuda a crear una comunidad religiosa feliz y libre.

    Con el surgimiento y la propagación del extremismo religioso, es aún más importante tener en cuenta los auténticos valores religiosos de la libertad personal, la felicidad, y la responsabilidad social. El judaísmo es presentado a veces en términos oscuros y restrictivos. Es como si para ser religioso hubiera que vivir en un estrecho marco intelectual, social y espiritual. La verdad es que el judaísmo es mucho más grandioso que esto: valora nuestra individualidad y nuestra libertad; amplía nuestra visión del mundo, engendra la verdadera felicidad y autorrealización.

    El Pirkei Avot enseña que una persona no puede ser verdaderamente libre a menos que él o ella participen en un estudio serio de Torá. Interesantemente —quizás incluso irónicamente— mientras más alegremente nos aferremos a la Torá y a las mitzvot, mayor será nuestro nivel de libertad humana.  

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Reflexiones sobre Behar

 

¡No Alguien Más! ¡Nosotros!

    La porción de la Torá de esta semana habla sobre las leyes del año sabático, cuando los agricultores deben dejar sus tierras en barbecho. Este "descanso" para la tierra es una demostración de que la tierra le pertenece al Todopoderoso, no a nosotros, y de que nosotros dependemos del Todopoderoso para nuestro sustento. En relación con las leyes del año sabático agrícola, la Torá establece:

Y si dijereis, “¿Qué vamos a comer durante el séptimo año, en vista de que no habremos de sembrar, ni habremos de recoger lo que la tierra produzca para nosotros?” Entonces yo mandaré mi bendición sobre vosotros en el sexto año, y la tierra producirá una cosecha suficiente para los tres años [el sexto, el séptimo y el octavo año]" (Vayikrá 25:20-21).

    El Meam Loez, el comentario clásico judeo-español de la Torá, pregunta por qué la Torá presentó esta información en términos de pregunta y respuesta. Simplemente podría haber afirmado: guarden las leyes del año sabático, y Dios les proporcionará abundantes cosechas en el sexto año, a fin de que tengan suficiente comida para sobrevivir en los próximos años. ¿Por qué la Torá incluye la pregunta —“Qué vamos a comer durante el séptimo año?”

    El Meam Loez sugiere que la pregunta — ¿Qué vamos a comer?— es un reflejo de nuestra ansiedad y preocupación. Una lección moral del año sabático es que nosotros debemos preocuparnos por nuestro sustento. Incluso si normalmente tenemos lo suficiente para comer, por lo menos una vez en siete años nos ponemos extremadamente nerviosos ante la posibilidad de no tener suficiente comida. Nos vemos forzados a preguntar: si no podemos plantar nuestras cosechas, ¿cómo vamos a alimentarnos nosotros mismos y nuestras familias? Esa misma pregunta nos conduce a la comprensión existencial de lo que es la pobreza.

    A pesar de que nosotros podríamos formular la pregunta solo una vez en un ciclo sabático, las personas pobres tienen que hacer esa pregunta todos los días de sus vidas. Cada día, ellos se preguntan cómo van a conseguir los alimentos para ellos mismos y para sus familias. Al hacer que nos formulemos esa pregunta y sintamos el temor al hambre inminente, la Torá nos enseña a empatizar con el constante sufrimiento de los pobres. Si nosotros mismos sentimos ese temor, podremos entender mejor la situación de aquellos que carecen de su comida diaria, y seremos más compasivos para proporcionársela.

    Es una tendencia humana normal el asumir que los problemas le pertenecen a "alguien más", y que "alguien más" los resolverá o se ocupará de ellos de alguna manera. La Torá nos desafía a internalizar los problemas de los demás, y a asumir la responsabilidad personal de ayudar a que las cosas mejoren. Si hay personas pobres y oprimidas, nosotros no debemos dejárselas a "alguien más", sino que por el contrario, tenemos que sentir su dolor nosotros mismos y ver cómo podemos ayudarles. Solamente podemos solidarizarnos con ellas si sentimos en carne propia sus sufrimientos y ansiedades.

    Esto no solo es cierto cuando se trata de ser solidarios con los pobres, los oprimidos, y los enfermos. Es cierto respecto a la responsabilidad social en general. Las personas quieren que existan sinagogas y escuelas, hospitales y centros de investigación médica, organismos de justicia social, y demás —pero les gusta pensar que estas instituciones serán sostenidas por “alguien más”. No asumen una responsabilidad personal hacia estas instituciones y causas.

   Si nosotros queremos que las instituciones y las causas nobles sean apoyadas para beneficio de la sociedad —entonces tenemos que mirarnos en el espejo y darnos cuenta de que somos nosotros los que tenemos que dar un paso adelante. Debemos sentir una responsabilidad y un desafío personal.

    Si queremos tener un mundo mejor, eso se logrará a través de nuestra propia asunción de un compromiso personal, de nuestro propio idealismo, y de nuestra propia determinación.

    Nosotros no podemos y no debemos asumir que "alguien más" se encargará de todo por nosotros. La respuesta no es "alguien más". La respuesta es: nosotros.

 

 

Superstición no es Religión

"Y no os engañareis el uno al otro;

y temeréis a tu Dios, porque Yo soy el Señor vuestro Dios"

—VAYIKRÁ 25:17

 

    Recientemente leí una noticia desalentadora. 

    La oficina del Fiscal del Distrito de Brooklyn está investigando las acusaciones contra un rabino cabalista popular en Israel, quien ha estafado a algunos judíos norteamericanos por un monto de varios miles de dólares. Este rabino también está acusado de haber estafado a muchos israelíes. Los cargos están relacionados con su promesa de usar la Cabalá, bendiciones y amuletos para curar a los enfermos terminales o para hacer fértiles a las mujeres estériles.

    Una de las víctimas del rabino afirma haber entregado 100.000 dólares a cambio de una garantía de que su hija estéril lograría concebir un hijo. Eso nunca sucedió. Ahora este hombre está buscando una compensación legal por haber sido engañado por el rabino cabalista. Otras víctimas se están presentando para denunciar la falsedad y el robo descarado de este rabino.

    Esta historia refleja un grave defecto en la forma en que la religión está siendo enseñada y observada en algunos segmentos de la comunidad judía. Se les hace creer a las personas que pueden manipular a Dios con el solo hecho de encontrar un rabino milagroso que conoce la fórmula mágica adecuada, que puede escribir un amuleto, que puede bendecir algún cordón rojo. La religión es degradada al nivel de la superstición y el chamanismo.

    El "rabino cabalista" acusado y otros como él se aprovechan de la credulidad y del miedo de la gente. Ellos hacen un negocio explotando a los individuos desesperados. En el proceso, se enriquecen ellos mismos y empobrecen al judaísmo. En lugar de enseñarles a los judíos a rezarle directamente a Dios, ellos promueven su propia imagen como hacedores de prodigios, quienes son los únicos que tienen poderes mágicos para engendrar los milagros de Dios.

    Cuando la Torá nos ordena no engañar el uno al otro, agrega la frase "y temeréis a tu Dios, porque Yo soy el Señor vuestro Dios". Es bastante fácil para nosotros justificar nuestra falsedad hacia los demás —somos expertos en inventar excusas para nosotros mismos. Por eso la Torá nos recuerda: podemos ser capaces de engañar a otras personas, podemos incluso ser capaces de engañarnos a nosotros mismos y malinterpretar nuestros propios motivos: pero no podemos engañar a Dios.

    Cuando los "rabinos cabalistas" u otros promueven un judaísmo que es similar a la superstición, están perpetrando una gran estafa contra aquellos que los siguen. Es un gran agravio contra los elevados valores y enseñanzas de la Torá. La corrupción y el fraude disfrazados de religión son aún más atroces por su profanación del nombre de Dios. Superstición no es religión.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Reflexiones sobre Bejukotai

No Coman el Pan de la Vergüenza

    En la porción de la Torá de esta semana, Dios les recuerda a los israelitas que Él los sacó de Egipto. "Y rompí las coyundas de vuestro yugo, y os hice andar con la cabeza erguida (komemiut)” (Vayikrá 26:13). En su comentario, Hizkuni, señala que así como un buey levanta su cabeza cuando se le quita el yugo, de igual manera se levantaron las cabezas de los israelitas cuando ellos fueron liberados de la servidumbre en Egipto. Rashi comenta que "komemiut" quiere decir que los israelitas ahora podían caminar erguidos, en lugar de estar encorvados como esclavos.

    En el pensamiento cabalístico, se enseña que cuando las personas reciben algo que no se han ganado son culpables de comer "el pan de la vergüenza". Por lo tanto, para que los israelitas pudieran caminar erguidos y no se avergonzaran por el regalo de su libertad recién concedida, tenían que “ganarse” su libertad sirviendo a Dios a través del cumplimiento de Sus mandamientos. Al vivir de acuerdo a los preceptos de la Torá, ellos “ganarían” el derecho a ser un pueblo libre y erguido.  

    Esta lección se puede aplicar a muchos aspectos de la vida. Si lo que recibimos está fuera de proporción con respecto a lo que damos, somos culpables de comer "el pan de la vergüenza". No vivimos con la cualidad de estar erguidos y libres.

    Nosotros no debemos abusar de la bondad de nuestros amigos y conocidos, sino más bien, debemos retribuirles sus atenciones con gusto y generosidad. No debemos esperar que las sinagogas, los colegios, y otras instituciones nos presten sus servicios cuando los necesitemos, sino que debemos ser sus miembros y benefactores a fin de cargar nuestro propio peso en la medida de nuestras posibilidades. No debemos esperar que otras personas nos proporcionen lo necesario, sin tener nosotros la buena voluntad para cubrir también sus necesidades.

    A veces las personas creen que salen ganando si toman algo sin dar nada a cambio. En realidad, esas personas se están humillando a sí mismas porque están comiendo "el pan de la vergüenza". Tomar algo —sin devolverlo en la medida de lo posible— es degradante y humillante. Ese es el comportamiento de las personas que carecen de orgullo y auto-respeto.

    Dios quiso que los israelitas caminaran erguidos —komemiut. A fin de impartirles dignidad, Él les dio las leyes y tradiciones de la Torá —les proporcionó una forma de “corresponderle” a  Dios, de ganarse su pan. Ellos podrían crear una comunidad justa, ellos podrían llegar a ser una luz para las naciones.

    Nuestras vidas no deben ser vistas como una competencia en la que tomamos todo lo que podemos y damos lo mínimo posible para salirnos con la nuestra. Por el contrario, la vida es una aventura de interrelaciones humanas, en la que todos ganamos cuando todos hacemos nuestra parte. Para caminar con libertad y dignidad, tenemos que evitar comer "el pan de la vergüenza".

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Reflexiones sobre Bamidbar

 

Liderazgo: del Desierto a la Tierra Prometida

    Moisés tuvo un trabajo difícil. No solo debió confrontar al Faraón y a los egipcios, también tuvo que convencer a los mismos israelitas del valor de la libertad. Esta última responsabilidad lo mantuvo ocupado en Egipto —y durante los cuarenta años de travesía por el desierto.

    Los israelitas no reconocieron inmediatamente la importancia de su libertad ni el significado de su salida hacia la Tierra Prometida para establecerse como una nación justa. Los espías desalentaron al pueblo al presentar un informe pesimista sobre las posibilidades de derrotar a los habitantes de Canaán. Los israelitas parecían encontrar siempre algo de qué quejarse. Koraj y sus seguidores fomentaron una rebelión contra Moisés. ¿Cómo pudo Moisés mantenerse tan fiel y tan firme en su liderazgo durante un período tan prolongado?

    El Presidente Harry S. Truman señaló en una ocasión: "Yo me pregunto ¿hasta dónde habría llegado Moisés si hubiera hecho una encuesta en Egipto? .... No es eso [las encuestas] lo que cuenta. Es lo correcto y lo incorrecto, y el liderazgo —hombres con fortaleza, honestidad, y una creencia en el derecho que marca un hito en la historia del mundo".

    El Todopoderoso le encomendó a Moisés una misión, y Moisés fue lo suficientemente sabio como para mantenerse enfocado en esa misión. Él no hizo encuestas de opinión pública. Él no pronunció discursos de campaña. Él no compitió en un concurso de popularidad. Él no contrató agentes de relaciones públicas para que lo “comercializaran” con consignas electorales y estribillos adecuados. Moisés no actuó como si estuviera postulándose para ser el presidente de su clase en la secundaria. Por el contrario, él fue ese líder excepcional y visionario que comprendió las verdades profundas, y que creyó que su tarea era lograr que el público comprendiera y adoptara esas verdades por sí mismo.

    Un genio del marketing dijo una vez: usted puede engañar a algunos individuos todo el tiempo — ¡es a ellos a quienes estamos buscando!

    Moisés no creía en ese tipo de marketing. Él es un modelo de liderazgo que no está sujeto a la corrupción ni a los sobornos; que no intenta complacer a este o a aquel grupo de interés, que se ve a sí mismo educando y elevando al público, en lugar de descender al mínimo común denominador.

    En el trayecto desde Egipto hacia la Tierra Prometida, el modelo de liderazgo de Moisés es una inspiración y un desafío. Nos recuerda lo que puede ser el liderazgo hoy en día.

    El público en general puede desempeñar un papel en la promoción de un liderazgo adecuado. Puede ser más exigente y demandante. Puede construir sus propios ideales y visiones, uniéndose al líder en la tarea de mejorar nuestra sociedad y nuestro mundo.

    Es muy significativo que Moisés es conocido en nuestra tradición como Moshé Rabenu, Moisés nuestro Maestro (y no como Moisés nuestro Líder, o Moisés nuestro General). Él no solo tuvo una visión inspirada de los israelitas, sino que fue su maestro —y procuró compartir con ellos su visión y sus ideales.

 

Pensando en Agradecer

    Los israelitas erraron por el desierto cuarenta años. Durante ese período, la vieja generación que había sido esclavizada en Egipto murió, y creció una nueva generación. El desierto fue el campo de entrenamiento para el desarrollo de una nación israelita confiada y libre.

    Sin embargo, parece que las malas noticias son de interés informativo, y las buenas noticias no son tan memorables. Cuando pensamos en el relato de la Torá sobre la experiencia en el desierto, recordamos las incesantes quejas de los israelitas por la comida y el agua; sus murmuraciones contra Moisés; la rebelión de Koraj y su grupo. A pesar del hecho de que Dios cubrió sus necesidades de una manera milagrosa, la Torá parece resaltar la ingratitud y las protestas del pueblo.

    Sí, es cierto que se presentaron algunas quejas, y algunos rebeldes, y algunos individuos descontentos. Pero en conjunto, ¡los israelitas fueron increíblemente buenos! Durante un lapso de 40 años difíciles en el limbo, en realidad se presentaron muy pocos incidentes de quejas y rebelión. Parecería que la mayoría de los israelitas estaban agradecidos y satisfechos la mayor parte del tiempo. Aunque la Torá no se concentra en la inmensa "mayoría silenciosa", ellos indudablemente estuvieron allí —y fueron el pilar de la nación.

    El largo período en el desierto les enseñó a los israelitas a demostrarle gratitud a Dios por sus numerosas bondades para con ellos. Como individuos y como nación, ellos no podían sentirse realizados sin desarrollar un profundo sentimiento de agradecimiento —no solo hacia Dios, sino también hacia Moisés; no solo hacia los líderes, sino también hacia sus compañeros israelitas. El espíritu de gratitud conforma el espíritu de una nación; impregna a las personas de humildad, de consideración, de aprecio genuino por las maravillas de la vida. Quizás las lecciones del desierto fueron resumidas mejor en el pasaje Dayenu de nuestra Hagadá de Pesaj.

    Recientemente, a los alumnos de una clase de segundo grado de una escuela diurna judía —que incluía un niño de nuestra Congregación— el profesor les asignó una tarea: escriban una oración corta que quisieran decirle a Dios. La mayoría de los niños le pidieron a Dios cosas que a ellos les gustaría recibir. Nuestro joven congregante, sin embargo, escribió su oración en tres palabras: Todá, Todá, Todá. Para un alumno de segundo grado, tener este sentimiento de gratitud y aprecio es admirable —y es una lección no solo para sus compañeros de clase, sino también para los adultos. Debemos concentrarnos menos en pedir las cosas que quisiéramos tener, y enfocarnos más en decir gracias por lo que tenemos.

    Un ingrediente básico para vivir una vida decorosa, feliz y significativa, es tener la capacidad de decir sinceramente y con regularidad: Todá, Todá, Todá.

 

Haciendo un Censo

    La porción de la Torá de esta semana se centra en el censo de los israelitas, que tuvo lugar al comienzo de su segundo año en el desierto. El censo fue importante por varias razones. Reveló cuántos hombres se encontraban en edad de servir en el ejército. Ayudó a determinar la forma de organizar las diferentes tribus de acuerdo a su número y a sus necesidades. Le proporcionó un estímulo psicológico a toda la nación cuando el pueblo se dio cuenta de su fuerza numérica. Subrayó la necesidad de que cada generación haga un censo y reflexione acerca de sus fortalezas y debilidades.

    Un censo es importante, no solo para proporcionar información actualizada, sino también para suministrar datos que pueden ser extrapolados hacia el futuro. Podemos proyectar la distribución de la población por edades, lo cual nos ayuda para la planificación de escuelas, servicios sociales, instituciones de asistencia sanitaria, programas para los adultos mayores, etc.

    En el año 2000, se realizó un importante estudio de población de la comunidad judía americana. Se recopiló información relacionada con la afiliación religiosa, los patrones de matrimonio/matrimonio interreligioso, el número de hijos por familia, el nivel de observancia religiosa, y demás. Basándose en los datos, algunos sociólogos proyectaron la forma en que se vería la comunidad judía si las tendencias actuales persistieran. Éstas son algunas de las conclusiones.

    Por cada 100 judíos que hoy en día se identifican a sí mismos como seculares, quedarán 7 judíos dentro de cuatro generaciones. Las cifras se reducen debido a la asimilación, los matrimonios interreligiosos, el menor número de hijos por familia, y otros factores. Por cada 100 judíos que se identifican como reformistas, quedarán 10 judíos cuatro generaciones a partir de ahora. Por cada 100 judíos conservadores, habrá 29 judíos en la cuarta generación.

    Por cada 100 judíos ortodoxos centristas, habrá 434 judíos en la cuarta generación. Por cada 100 judíos ortodoxos jasídicos/de yeshivá, habrá 3.401 judíos.

    Existe una fuerte correlación entre el crecimiento de la población judía y la observancia religiosa. Los ortodoxos tienen mayor tendencia a educar a sus hijos en escuelas diurnas judías; se inclinan más a vivir en “barrios judíos”, tienen más probabilidades de contraer matrimonio con otros judíos, y suelen tener familias más numerosas.

    El panorama que emerge no es particularmente atractivo. Cuatro generaciones a partir de ahora, la comunidad judía americana será mucho más pequeña, mucho más sectaria, mucho menos involucrada en la sociedad general, mucho menos diversa.

    Este tipo de información es importante porque puede servirnos para que tomemos conciencia de las características negativas de las tendencias demográficas actuales. Nosotros podemos trabajar para cambiar los patrones negativos. Los datos son descriptivos, no prescriptivos. La judería americana tiene que despertar. Todavía somos fuertes y vibrantes, y tenemos la inteligencia y los recursos para cambiar las cosas.

    Hay avances positivos. Más niños judíos están asistiendo a las escuelas diurnas judías. Aunque la gran mayoría de estos establecimientos funcionan bajo los auspicios ortodoxos, muchas escuelas han sido abiertas por movimientos no ortodoxos y por grupos no denominacionales. Miles de jóvenes judíos han ido a Israel con el programa Birthright, y han sido re-energizados en su identidad y en sus compromisos judíos. La vida judía está floreciendo en varias comunidades, y ha habido un resurgimiento de la participación en sinagogas, federaciones, y javurot.

    Aun así, las tendencias generales son problemáticas y plantean serios interrogantes acerca del futuro de la judería americana. No seremos capaces de revertir la situación, a menos que cada uno de nosotros se vuelva parte de la solución, en lugar de ser parte del problema. Cada vez que asistimos a la sinagoga, o a una clase de Torá, o a una reunión de comité, estamos votando a favor de una comunidad judía más fuerte. Cada niño que nace en una familia judía representa un voto por nuestro futuro. Cada niño que inscribimos en una escuela diurna judía es un voto por nuestro futuro. Cada vez que nos ponemos de pie orgullosamente como judíos, depositamos un voto por nuestro futuro.

    En la búsqueda de una comunidad judía americana floreciente, debemos asumir compromisos firmes y trabajar duro. ¿Aceptará la judería americana el desafío?

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Reflexiones sobre Shavuot

    En Shavuot, conmemoramos la imponente Revelación en el Monte Sinaí, cuando el Todopoderoso le entregó los Diez Mandamientos al pueblo de Israel. Todos los hombres, mujeres y niños israelitas experimentaron ese momento solemne, que selló un pacto eterno entre Dios y la nación israelita.

    Imaginémonos que Dios nos invitara a una segunda Revelación en el Monte Sinaí, pidiendo que asistan todos los judíos del mundo.

  • Los haredím dirían: nosotros no podemos estar en el mismo dominio con los judíos no religiosos o menos religiosos. Nosotros somos puros, no vamos a tener contacto con los de menor pureza.

 

  • Los secularistas dirían: nosotros no podemos asistir porque no queremos estar sujetos a ningún mandamiento. Somos ciudadanos del mundo y no queremos asumir las responsabilidades específicas de ser judíos.

 

  • Los no ortodoxos dirían: nosotros no podemos asistir, a no ser que el evento sea igualitario; y que no haya ninguna expectativa de que aceptemos cualquier mandamiento. Estamos abiertos a las sugerencias, pero no a los mandamientos.

 

  • La ortodoxia moderna insistiría en que la revelación también incluya palabras Divinas relacionadas con la ciencia, la filosofía, y el mundo moderno.

 

  • Los jasidím exigirían que los ubiquen cerca de sus propios rebes, y no en otro sitio.

 

  • Los sefarditas, los askenazíes, los yemenitas, y otros grupos étnicos insistirían en que les presenten los Mandamientos con su propia pronunciación del hebreo.

 

  • Los judíos no afiliados aparecerían por curiosidad; el Kabbalah Center instalaría en los alrededores puestos para la venta de libros y cordones rojos.

 

  • Los judíos alejados y los ignorantes se quejarían: este evento es aburrido, necesitamos una banda de rock o algún otro entretenimiento que lo haga atractivo.

    La segunda Revelación hipotética podría no ser un acontecimiento tan alegre y placentero, después de todo. Y sin embargo, debería ser una tremenda experiencia unificadora para el pueblo judío.

    El Talmud (Eruvín 21b) enseña que el rey Salomón instituyó dos prácticas, y ambas fueron aprobadas por una voz celestial. Una práctica es el lavado de las manos antes de las comidas; la otra es el establecimiento de eruvín (cercos de demarcación). El lavado de las manos está relacionado con la purificación personal. Después de lavarnos, permanecemos en silencio hasta que recitamos la bendición del pan. Durante ese período de tiempo, nos encontramos en un dominio exclusivamente privado, en el que solo estamos involucrados nosotros y el Todopoderoso. Las relaciones interpersonales quedan excluidas. El eruv, sin embargo, proporciona un método que permite incluir a los demás en nuestro dominio. Es una forma simbólica de convertir un espacio público en un área privada, al considerarnos todos nosotros como una sola familia extendida y una comunidad.

    Para ser nosotros un pueblo judío integro y unido, debemos basarnos en estas dos sabias prácticas establecidas por el rey Salomón. Tenemos que concentrarnos en la pureza personal, en fomentar una relación directa y fuerte con Dios. Necesitamos la humildad para aceptar los mandamientos de Dios, y para deleitarnos en ellos. Al mismo tiempo, necesitamos la filosofía del “eruv” que intenta incluir todo lo que sea posible dentro de nuestro dominio. Es una filosofía de inclusión, no de exclusión; es una forma de extender las fronteras y demostrar que nos preocupamos por nuestros vecinos incluso por aquellos con quienes podemos estar en desacuerdo.

    Shavuot es la festividad en la cual recordamos la Revelación en el Monte Sinaí. También es un buen momento para planificar un segundo encuentro hipotético de los israelitas en el Sinaí y para pensar cuidadosamente de qué manera podemos visualizar tal evento como una oportunidad para reunirnos todos nosotros.

    Para que el pueblo judío encuentre su equilibrio espiritual, tenemos que trabajar en el desarrollo personal y en la pureza espiritual; y también en estrategias que sean lo suficientemente ambiciosas como para permitir que todos nosotros permanezcamos juntos en la presencia de Dios.  

 

Israel como Conciencia de la Humanidad

    Es increíble cuánta calumnia está dirigida contra el pueblo judío. Las mentiras más infames son difundidas contra nosotros; las más viles acusaciones son lanzadas contra Israel. Independientemente de lo que hagamos o de cuán buenos seamos en realidad, parece que estamos destinados a ser vilipendiados. Los terroristas apuntan sus misiles y bombas contra los israelíes y judíos inocentes —y los líderes del mundo no hacen ningún comentario. Sin embargo, cuando Israel contraataca a sus enemigos, inmediatamente es acusada de "crímenes de guerra", y en todo el mundo se convocan manifestaciones para condenar a Israel. Otras naciones pueden participar en todo tipo de comportamientos inmorales, ilegales y despiadados; pueden perseguir a las minorías, restringir las libertades, asesinar a sus enemigos —y a nadie parece importarle. Pero si Israel comete incluso un solo desliz, real o imaginario, es condenada por la ONU y en los medios de comunicación. ¿A qué se debe esto?

    Un Midrash relata que Dios les ofreció la Torá a las diferentes naciones del mundo, antes de ofrecérsela a Israel. Pero cuando las naciones se enteraron de que la Torá prohibía el asesinato, el adulterio, y el robo, la rechazaron. No quisieron someterse a la elevada moralidad que la Torá ordenó. Cuando Dios le ofreció la Torá a Israel, los israelitas la aceptaron: la cumpliremos; escucharemos sus enseñanzas.

    Este Midrash, considero yo, nos está enseñando cuál es la raíz del antisemitismo. Los israelitas, al aceptar la Torá, se convirtieron en la conciencia de la humanidad. Nosotros representábamos (y seguimos representando) a los mandamientos de Dios para el mundo —mandamientos de justicia, misericordia, bondad, y rectitud. Nos guste o no, nosotros somos la conciencia de la humanidad, un recordatorio constante de que en última instancia, todos los seres humanos debemos rendirle cuentas a Dios, de que el mal no quedará impune, de que la inmoralidad constituye una afrenta contra el género humano y contra Dios.

    La humanidad no quiere una conciencia moral. No le gusta que le recuerden sus responsabilidades ni sus defectos. No quiere aceptar las prohibiciones de asesinato, adulterio, robo, y muchas más.

    Pero el pueblo judío es la conciencia de la humanidad. Y la humanidad está resentida con nosotros por esa razón. Ni siquiera importa lo que hagamos o dejemos de hacer; si vivimos de acuerdo a la Torá, o si no cumplimos sus preceptos. En lo que al mundo respecta, nosotros somos los representantes de Dios en la Tierra —y  ellos no quieren escuchar los mandamientos de Dios y se desquitan con nosotros. Ellos luchan incesantemente por encontrar fallas en nosotros, y por exagerar nuestros pecados: ellos hacen esto como si estuvieran diciendo: ustedes no son mejores que nosotros; de hecho, ustedes son peores que nosotros; no necesitamos escucharlos a ustedes; no queremos que ustedes sean nuestra conciencia; no queremos que nos hagan recordar la justicia y la rectitud de Dios.

    El odio hacia los judíos es en realidad una transferencia: en el fondo, es el odio de los antisemitas hacia ellos mismos y hacia su propia iniquidad. Todo lo que ellos dicen acerca de nosotros es una proyección de su propia autoimagen. Mientras haya antisemitismo en el mundo, la humanidad no podrá ser redimida. No podrá enfrentar su propia depravación moral y no podrá arrepentirse. Mientras los judeófobos dediquen su energía a acabar con la conciencia moral de la humanidad, la humanidad permanecerá en un modo de autodestrucción.

    Nuestros rabinos notaron hace mucho tiempo que hay una similitud entre el sonido de la palabra Sinaí (que representa a la Torá y al código moral entregado en el Monte Sinaí) y el de la palabra "sinah", odio. Todo ser humano tiene que elegir a cuál de los bandos se va a unir. Cuando celebramos Shavuot, el aniversario de nuestro recibimiento de la Torá en el Sinaí, debemos recordarnos a nosotros mismos y al mundo entero que la palabra de Dios gobernará, que la justicia y la rectitud prevalecerán, que el mal será castigado y aplastado. Los que están a favor del Sinaí, finalmente serán bendecidos. Ellos son los cimientos de la civilización. Aquellos que están con "sinah", el odio, no solo son los enemigos de Dios y de la humanidad; ellos son sus propios peores enemigos. Ellos mismos se condenan a una vida de fealdad y crueldad, a pesar de que una vida de bendición y felicidad está tan fácilmente disponible para ellos.

    Cuando las naciones del mundo se unan a los israelitas para escuchar la voz de Dios en el Sinaí, la humanidad entrará en una nueva y gloriosa etapa. Shavuot se aproxima. Aproximémonos nosotros y toda la humanidad al Sinaí.  

Superficialidad o Compromiso Real

    Mi esposa y yo cenamos recientemente en un restaurante kasher elegante de Nueva York. En una mesa cercana, un padre y su hija (de 12 o 13 años aproximadamente) estaban sentados juntos. Qué lindo, pensé, que este padre quiso pasar tiempo de calidad con su hija, y la invitó a una cena especial. Sin embargo, el padre recibió en seguida una llamada en su celular, y estuvo hablando por teléfono durante todo el tiempo que estuvimos en el restaurante. El "tiempo de calidad" con su hija no fue de una calidad muy alta. Ella comía sin ganas, con la mirada fija en el espacio, mientras su padre hablaba interminablemente por su teléfono celular.

    ¿Cómo interpretaron estas dos personas su noche en el restaurante? Es muy probable que el padre haya pensado que él era un buen papá —él estaría orgulloso de contarle a sus amigos que llevó a su hija a un buen restaurante, que gastó una gran suma de dinero en pedir para ella una comida estupenda. Ella bien pudo haber pensado que su noche fue un rotundo fracaso, que su padre habló por teléfono en lugar de hablarle a ella, que él estaba irremediablemente fuera de su alcance.

    Esta escena me llevó a pensar en la creciente superficialidad en las relaciones interpersonales. Las personas están hablando constantemente por teléfonos celulares o enviando mensajes de texto —e ignoran a la gente que está más cerca de ellas. Nuestra sociedad está hablando más, pero las personas se están comunicando menos. Esta superficialidad también es evidente en nuestra relación con Dios. Estuvo circulando por internet una foto de un hombre que se encontraba rezando en el Kotel — ¡con un teléfono celular sujeto a su oído derecho! A primera vista, parece una escena de piedad; pero si se examina más detenidamente, es una escena de superficialidad religiosa. El cuerpo está allí, pero la mente se encuentra en otro lugar. Lo mismo puede suceder cuando estamos recitando nuestras oraciones —pronunciamos las palabras, pero nuestros pensamientos están en otra parte. Eso mismo puede ocurrir cuando cumplimos las mitzvot de una manera mecánica, sin sentir la profunda reverencia que indiscutiblemente debe acompañar a nuestros actos religiosos.

    En Shavuot, se acostumbra leer el libro de Ruth. Una escena de la historia describe a Noemí, con sus dos nueras. Noemí está retornando a la tierra de Israel, y les aconseja a Ruth y a Orfa que regresen con sus familias y permanezcan con su propia gente en Moab. Orfa besa a Noemí, y regresa con su familia; pero Ruth se queda con Noemí. Orfa fue cortés y formal; pero Ruth "se aferró" a Noemí. Ruth quiso compartir el destino de Noemí, formar parte del pueblo israelita, adorar al Dios de Israel. Según la tradición rabínica, Goliat fue descendiente de Orfa. David descendió de Ruth. El mensaje: el modelo de cortesía superficial de Orfa conduce a Goliat; el modelo de compromiso total de Ruth conduce al rey David y al Mesías.

    En Shavuot, celebramos el aniversario de la Revelación en el Monte Sinaí. La Torá es un árbol de vida para los que se aferran firmemente a ella. Lo que se necesita en nuestra relación con la Torá no es un respeto superficial, sino un auténtico amor y compromiso. ¿Nosotros besamos la Torá respetuosamente, o nos aferramos a ella?

    En una sociedad en la cual la superficialidad en las relaciones es cada vez más prevalente, todos debemos trabajar en la profundización de nuestros compromisos —con nuestros familiares, con nuestros amigos y relacionados, con nuestra Torá, y con nuestro Dios.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Reflexiones sobre Nasó

 

Cuidando de los Prosélitos —y el Buen Nombre de Dios

 

 "Cuando un hombre o una mujer cometiere cualquier pecado,

prevaricando contra el Señor..."

BAMIDBAR 5:6

 

    Este pasaje ha sido interpretado en el sentido de que un pecado cometido por un ser humano contra otro ser humano también es considerado un pecado contra Dios. Las leyes que rigen las relaciones interpersonales son elementos esenciales de nuestra tradición religiosa. Dichas leyes no son menos importantes —y de hecho pueden ser más importantes— que las leyes que rigen nuestra relación ritual con el Todopoderoso. No es posible ser "religioso" si no se es honesto, amable, compasivo y considerado con los demás seres humanos. Está de moda hoy en día referirse a un judío "religioso" como "shomer Shabat". Aunque el hecho de ser observante del sábado es una virtud maravillosa, por sí mismo no testifica la religiosidad de una persona. Si una persona observa el Shabat, pero es deshonesta e irrespetuosa y cruel —esa persona indudablemente no es un ejemplo del judaísmo.

    El comentarista bíblico judío italiano medieval, Rabí Obadia Seforno, cita un pasaje midráshico que relaciona este versículo específicamente con el pecado de oprimir a un prosélito. El que traiciona la confianza de un converso al judaísmo está cometiendo un pecado no solo contra el converso, sino contra Dios. El rabino Seforno escribe que aquel que le roba a un prosélito, profana el nombre de Dios. El prosélito, quien eligió ser judío y vivir “bajo las alas de la Presencia Divina", se desilusionará al ser maltratado por aquellos que dicen seguir los caminos de la Torá. El opresor del prosélito le causa dolor a la víctima —pero también desacredita el buen nombre de Dios como Autor de una Torá justa y compasiva.

    Una característica básica de un judío religioso debe ser una actitud afectuosa, compasiva y respetuosa hacia aquellos no-judíos que han elegido volverse judíos, que han sacrificado tanto para unirse a nuestro pueblo, que han aceptado sobre ellos mismos las obligaciones de nuestra Torá. Cuán profundamente triste es leer acerca de tribunales rabínicos que hostigan a los aspirantes a prosélitos, que los tratan con irrespeto, que retrasan innecesariamente los procesos de conversión, que crean cada vez más restricciones para obstaculizar el camino de los prosélitos. Cuán profundamente antirreligiosos son aquellos “rabinos” que invalidan —o ponen en tela de juicio— las conversiones de quienes fueron convertidos bajo los auspicios de rabinos ortodoxos halájicos responsables. Los pecados contra los aspirantes a prosélitos y contra los prosélitos son incalculables —pero esos pecados también son pecados contra Dios. Profanan el nombre de Dios, y menoscaban las amorosas enseñanzas de la Torá de Dios.

    En una edición reciente de Conversations, la revista del Institute for Jewish Ideas and Ideals (Instituto de Ideas e Ideales Judíos) hemos incluido un artículo escrito (de manera anónima) por una mujer ortodoxa, quien se convirtió hace mucho tiempo. Ella describe en forma conmovedora algunos de los sufrimientos y humillaciones que ha tenido que enfrentar a través de los años. La historia que ella cuenta podría ser repetida, con variaciones en los detalles, por muchos otros conversos al judaísmo ortodoxo. La triste verdad es que las cosas están empeorando para los conversos, en lugar de mejorar. La triste verdad es que el establecimiento rabínico ortodoxo es parte del problema, en lugar de ser parte de la solución. La triste verdad es que muchos miembros de nuestra comunidad no se preocupan realmente por este problema, o no son lo suficientemente sensibles a los sentimientos de los conversos y de los futuros conversos.

    Es tiempo —ya llegó el momento— de que nuestra comunidad asuma la responsabilidad de desarrollar actitudes y políticas que sean halájicamente apropiadas, compasivas, e incluyentes. Es tiempo —ya llegó el momento— de que el establecimiento rabínico ortodoxo (comenzando por los rabinos de nuestras propias congregaciones) tome la iniciativa en este proceso.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Reflexiones sobre Behaaloteja

 

Educando a los Hijos y a los Alumnos

    En la descripción de la obligación de Aarón de encender la Menorah, la Torá emplea la palabra "behaaloteja", que quiere decir "cuando eleves las luces". Rashi comenta que esta palabra sugiere que Aarón debía encender las luces hasta que ellas pudieran elevarse por su propia cuenta.

    Los rabinos han aplicado este mensaje a las relaciones padre-hijo y a las relaciones profesor-alumno. El objetivo del padre y del profesor es encender la llama del entusiasmo y el interés en sus hijos y en sus alumnos. Esto solo se logra cuando los hijos y los alumnos son capaces de “elevarse por su propia cuenta”, es decir, cuando tienen el empuje y la fuerza interior para llegar a ser individuos independientes. Los padres deben guiar a sus hijos en los caminos de la tradición de la Torá, a fin de que los hijos se conviertan en judíos observantes y conocedores, que preserven la tradición por su propia cuenta. Los profesores deben instruir a sus alumnos de tal manera que ellos quieran estudiar más y aprendan a investigar en forma independiente.

    La clave para tener éxito en la tarea de educar a los hijos y a los alumnos es involucrarse sinceramente en el proceso. Los padres que aman la tradición les pueden transmitir mejor ese amor a sus hijos. Si ellos rara vez asisten a la sinagoga o lo hacen a regañadientes, los hijos aprenden esta actitud con suficiente rapidez. Si los padres no observan y estudian la Torá ellos mismos, no se puede esperar que los hijos de repente sean capaces de “elevarse por su propia cuenta". De igual manera, si los profesores no están genuinamente interesados en sus clases y no les importa en realidad qué tan bien aprenden los alumnos, entonces es mucho menos probable que los alumnos avancen adecuadamente en sus estudios.

    A veces la gente habla con respeto acerca de antepasados y/o profesores piadosos que eran versados en Torá. Aunque puede ser meritorio tener antepasados respetables, es aún más importante tener descendientes y alumnos respetables. Elevar las luces de las futuras generaciones requiere un tremendo esfuerzo, sacrificio, devoción y amor. Exige que los padres, abuelos y profesores, den todos ellos un ejemplo adecuado.

 

Elevándonos a Nosotros Mismos

    Cuando a Aarón el sumo sacerdote se le ordena encender la Menorah, la Torá emplea la palabra “behaaloteja” —cuando enciendas. El significado literal de la palabra es: “cuando eleves (las luces)”. Un significado homilético podría ser: cuando enciendas la Menorah, tú mismo te elevarás, te sentirás mejor contigo mismo —más fuerte y más feliz. Se le está diciendo a Aarón que al encender las luces de la Menorah, él no solo le trae luz al santuario e inspiración al público —él realmente se mejora a sí mismo.

    Este es un mensaje importante para el cumplimiento de todas las mitzvot. Cuando nosotros hacemos lo correcto, no solo servimos a Dios como es debido —elevamos nuestro propio espíritu y nuestra autoestima. Cuando realizamos actos de amabilidad y bondad, nosotros mismos nos convertimos en mejores personas. Este principio es aplicable a las donaciones de caridad. La ley judía enseña que incluso una persona que depende de la caridad, también debe dar caridad, por pequeña que ésta sea. El acto mismo de dar caridad demuestra un compromiso con los demás, y también le ofrece una autovalidación al donante. Significa: yo le puedo ayudar a alguien, no soy simplemente una victima, puedo desempeñar un papel en el mejoramiento del mundo. 

    El New York Times informó (Junio 10, 2009) que durante el último año, las donaciones benéficas en los Estados Unidos han caído a su nivel más bajo en cinco décadas. Todas las instituciones sin ánimo de lucro han sentido el severo descenso de la actividad filantrópica. La gente está dando mucho menos que en el pasado, debido a la grave recesión económica. Algunas personas contribuyen menos porque se encuentran desempleadas, están endeudadas, o temen que muy pronto pueden perder sus empleos. Algunas personas contribuyen menos porque están ganando menos y sus gastos siguen aumentando. También hay personas a quienes les va muy bien económicamente, pero de todos modos están dando menos. Ahora tienen una buena excusa para no dar: la recesión económica. A pesar de que están en buena situación, culpan a la economía del hecho de estar dando menos caridad. Pueden sacar a relucir la disminución en el tamaño de su portafolio de acciones como una indicación de que ellas también están sufriendo —incluso si su portafolio de acciones sigue manteniendo sumas sustanciales.

    Durante un período de recesión económica, es aún más importante que sigamos haciendo nuestras donaciones de caridad. Esto es vital para el bienestar de las instituciones que dependen de nosotros y para los numerosos individuos que confían en nuestra generosidad. Cuando hacemos nuestros aportes, no solo ayudamos a los individuos necesitados y a las instituciones de beneficencia; nos validamos a nosotros mismos. Demostramos que somos miembros activos de nuestra sociedad y no víctimas pasivas; nos sentimos mejor, más fuertes, y más felices. Claro está, vamos a dar de acuerdo a nuestras posibilidades, pero no debemos dar menos de lo que esté a nuestro alcance.

    Todos nosotros podemos fortalecer las instituciones y causas que apreciamos, en la medida en que podamos permitírnoslo. Cuando lo hacemos, ayudamos a hacer del mundo un lugar mejor —y ayudamos a elevar nuestro propio espíritu y nuestra autoestima. Giremos nuestros cheques, hagamos nuestras contribuciones en línea. Ayudemos a elevar las luces del idealismo y los valores de la Torá. Aunque ésta es una época de recesión económica, puede ser una época de reactivación espiritual.

 

Ojalá Todo el Pueblo del Señor fuera de Profetas

    La porción de la Torá de esta semana incluye un extraño episodio. En respuesta a la petición de Moisés de que otras personas compartieran el liderazgo con él, Dios posó el espíritu de profecía sobre 70 ancianos. Dos hombres, sin embargo, siguieron profetizando después de que los otros habían dejado de hacerlo. “Pero dos hombres se habían quedado en el campamento, el nombre de uno era Eldad, y el nombre del otro Medad; y el espíritu se posó sobre ellos...y ellos profetizaron en el campamento".  Cuando Josué se enteró de la situación irregular, exhortó a Moisés a que arrestara a Eldad y a Medad; él los quiso silenciar. Moisés le respondió: "¿Estás celoso por mi causa? Ojalá que todo el pueblo del Señor fuera de profetas, que el Señor pusiera Su espíritu sobre ellos".

    Nosotros no sabemos nada más acerca de Eldad y Medad. No sabemos por qué ellos profetizaron durante más tiempo que los demás. No sabemos por qué se disgustó Josué. No sabemos cómo la respuesta de Moisés a Josué resolvió la crisis.

    Yo ofrezco una interpretación —admito que es de carácter homilético— basada en los nombres de Eldad y Medad. En el Cantar de los Cantares, Dios es llamado simbólicamente "Dodí", mi amado. Yo sugiero que el "dad" en ambos nombres hace referencia a Dios. Eldad significa “hacia Dios”; Medad significa “lejos de Dios”.

    La profecía es una experiencia sobrecogedora. Supone entrar en contacto directo con lo Infinito y Eterno. Por lo general, aquellos que han sido dotados de una experiencia profética se fortalecen espiritualmente; ellos regresan a la "normalidad" con un alto sentido de sabiduría y responsabilidad. Pero no todo el mundo responde de la misma manera a la profecía. Eldad y Medad representan dos extremos opuestos. 

    Eldad fue atraído hacia Dios con una intensidad arrolladora. Una vez tocado por la profecía, él no pudo volver a la "normalidad" sino que quiso aferrarse cada vez más estrechamente a Dios. Eldad era ese tipo de personalidad mística que quería vivir totalmente en el reino del Señor, sin preocuparse por las realidades mundanas de esta vida terrenal. Toda su dirección iba “hacia Dios” Eldad.

    Medad se vio afectado por la profecía de una manera diametralmente opuesta. El hecho de entrar en contacto directo con Dios hizo que se aterrorizara y se confundiera. La sobrecarga espiritual era demasiado grande para que él la pudiera absorber. Su respuesta a la profecía fue un enorme deseo de huir de Dios. Él permaneció en el campamento más tiempo que los demás —porque estaba inmerso en un doloroso conflicto espiritual. Él quería estar cerca de Dios, pero estaba asustado más allá de las palabras. Su dirección espiritual era “lejos de Dios” —Medad.

    Josué estaba preocupado por la profecía prolongada de Eldad y Medad. Él creía que estos dos hombres estaban creando mensajes ambiguos, y podrían confundir al pueblo de Israel. Los israelitas tenían un líder espiritual —Moisés. Se esperaba que él transmitiera un mensaje claro, único, y se esperaba que la gente obedeciera. Eldad y Medad eran personajes impredecibles. Eldad podría llevar a la gente a un misticismo extremo; Medad podría llevar a un extremo rechazo de la experiencia religiosa. Josué sintió que Eldad y Medad eran una amenaza para el buen funcionamiento de la sociedad y para el liderazgo religioso unívoco de Moisés.

    Moisés respondió: no te preocupes, Josué, y no estés celoso por mi causa. Yo deseo que todos los israelitas puedan ser profetas y experimenten de primera mano a Dios. Sí, es verdad que algunos pueden sentirse abrumados y pueden llegar a tener visiones extremas —pero es un riesgo que vale la pena correr. La sociedad religiosa no se mejora silenciando o encarcelando a individuos como Eldad y Medad; sino por el contrario, permitiendo que todo el mundo profetice, que cada uno(a) intente hacer lo mejor que él o ella pueda para acercarse a Dios. Hay espacio en nuestro universo espiritual para diversas reacciones a la profecía. Nosotros no deberíamos condenar ni reprimir a los “excéntricos” —deberíamos tratar de comprenderlos mejor, y quizás incluso de aprender algo de ellos.

    Vivimos en una era en la que no existe la profecía “oficial”. No obstante, todavía tenemos nuestra cuota de Eldades, Medades, y Josués. Tenemos a aquellos —como Eldad— que se aíslan en ghettos espirituales estrechos y evaden su responsabilidad hacia los asuntos terrenales. Tenemos a aquellos —como Medad— que huyen de la presencia de Dios porque no quieren tener esta confrontación con el Eterno. Ellos se concentran en las preocupaciones mundanas, y tienen una aversión a acercarse a Dios. Tenemos a aquellos —como Josué— que piensan que la vida religiosa requiere opiniones uniformes bajo el liderazgo de una persona o de un círculo de liderazgo. Esas personas tienen miedo de las “balas perdidas”, de las personas que no pueden ser controladas o que piensan en forma no convencional.  

    Lo que nosotros necesitamos, sin embargo, son más personas que quieran aprender de la sabiduría de Moisés. La religión no se fortalece concentrando todo el poder en una sola autoridad. La religión no se fortalece exigiendo una conformidad total en el pensamiento y en la acción. La religión no se fortalece silenciando a aquellos que tienen opiniones y puntos de vista diferentes Necesitamos la autoconfianza y la humildad para poder entender que la religión es mejor observada cuando persigue la vitalidad intelectual, la compasión y la integración.

    Ojalá que todo el pueblo del Señor fuera de profetas, que el Señor pusiera Su espíritu sobre ellos.

 

 

 

 

 

Reflexiones sobre Shelaj Lejá

Pensando por Uno Mismo

    La lectura de la Torá de esta semana incluye la historia de los doce espías israelitas que exploraron Canaán con anterioridad a la entrada de Israel a la Tierra Prometida. La Torá deja en claro que esos espías eran los principales líderes de las doce tribus. Este selecto grupo de élite debía presentar un informe de lo que encontró en su misión de espionaje.

    Todos los espías vieron las mismas cosas. La tierra producía abundantes cosechas; la tierra estaba habitada por gente poderosa. El informe mayoritario de diez de los espías se centró en la fuerza de los enemigos —ellos eran gigantes, nosotros éramos como saltamontes ante sus ojos; esto implicaba que el pueblo de Israel sería incapaz de conquistarlos. Dos espías —Caleb y Josué— les aseguraron a los israelitas que la tierra era maravillosa y que ellos iban a ser capaces de derrotar a sus habitantes.

    El pueblo debería haber entendido que si Dios tuvo el poder de sacarlo de Egipto —el reino más poderoso— entonces ciertamente Él tendría el poder de llevarlo a la victoria frente a las tribus cananeas. Sin embargo, después de escuchar el informe negativo de diez de los principales líderes de Israel, la gente se decepcionó, se lamentó y lloró, se sintió abandonada en el desierto.

    ¿Cuáles fueron las dinámicas internas que llevaron a los diez espías a dar un informe malo, mientras que dos de ellos presentaron un informe positivo? ¿Por qué el espíritu de los israelitas colapsó totalmente al escuchar el informe negativo? ¿Por qué ellos no les prestaron atención a Josué y a Caleb?

    Los psicólogos hablan de un fenómeno conocido como “cascada informativa”. Si un grupo de personas discute un problema y trata de llegar a una solución, los miembros del grupo a menudo se dejan influenciar en forma indebida por los que hablan primero. Si los primeros dos o tres ponentes exponen un punto de vista —incluso un punto de vista equivocado— los siguientes ponentes se inclinan más a dudar de sí mismos, y a estar de acuerdo con aquellos que hablaron primero. Esto es especialmente cierto cuando los que hablan primero son individuos respetados. Mucha gente evita confrontar o contradecir a los “líderes”, a los individuos respetados. Esto da origen a una “cascada informativa” en la que cada uno de los ponentes subsiguientes tiende a estar de acuerdo con los primeros ponentes, y en la cual la discrepancia se vuelve cada vez más difícil.

    Cabe imaginar que cuando los doce espías compararon sus anotaciones antes de regresar al campamento israelita, los primeros oradores mencionaron lo poderosos que parecían los enemigos. Una vez que se estableció una dinámica negativa, los demás habrían intervenido: sí, ellos son enormes; ellos son poderosos; nosotros no somos nada comparados con ellos; vamos a ser aniquilados por ellos; no tenemos ninguna posibilidad. Incluso cuando Caleb y Josué levantaron sus voces de inconformidad, ya era demasiado tarde. El pánico había cundido. La cascada se había producido.

    Cuando los espías regresaron al campamento israelita, la mayoría habló primero —y con ello amedrentó a las masas de la nación. La cascada ya había comenzado antes de que Caleb y Josué tuvieran oportunidad de hablar. Las cosas pudieron haber sido muy diferentes si Caleb y Josué hubieran presentado su informe primero, sentando las bases para futuras discusiones y tomas de decisiones.

    La historia de los espías nos recuerda lo equivocados que pueden estar incluso los paneles de expertos de élite, en qué forma los líderes pueden ser culpables de llevar a su gente por el camino equivocado, debido a sus propios miedos internos o a su cobardía. También nos enseña lo importante que es que cada individuo piense por sí mismo y no se vuelva parte de una “cascada informativa”. Se necesita tener la fuerza interior para desafiar y criticar las opiniones, incluso aquellas que son expuestas por los líderes y las autoridades respetadas.

    La historia también nos puede enseñar la importancia de expresar nuestras opiniones oportunamente y con valentía, tratando de marcar una pauta positiva para futuras discusiones. Si pronunciamos palabras alentadoras e inteligentes, es más probable que otras personas que hablen más tarde hagan eco de ese espíritu de optimismo y claridad de pensamiento.

 

Una Prueba de Liderazgo

    Cuando diez de los espías israelitas informaron que la Tierra Prometida estaba habitada por gigantes invencibles y ciudades fortificadas, el pueblo de Israel inmediatamente se dio por vencido. El pánico se apoderó de la comunidad. Ellos lloraron toda la noche. Se quejaron y afirmaron que hubieran preferido haber muerto en Egipto. Incluso pensaron en nombrar un nuevo líder que los llevara de vuelta a la servidumbre en Egipto. Para ellos, eso parecía ser preferible a entrar a Canaán solamente para ser asesinados por las poderosas naciones cananeas.

    La Torá registra las reacciones de dos grupos de líderes ante el descontento de los israelitas. "Entonces Moisés y Aarón cayeron sobre sus rostros delante de toda la asamblea de la congregación de los hijos de Israel". Algunos comentaristas deducen que esto significa que Moisés y Aarón se postraron en oración. Sin embargo, el texto se podría explicar mejor: Moisés y Aarón quedaron simplemente consternados con la insatisfacción de la gente. Ellos no pudieron encontrar palabras con las cuales dirigirse al pueblo; ellos cayeron en la desesperación. La situación se había deteriorado tan gravemente —todo parecía perdido. La respuesta de Moisés y Aarón fue — ¡caer sobre sus rostros!

    La Torá refiere a continuación la reacción de Josué y Caleb. Ellos rasgaron sus vestiduras en señal de duelo, demostrando su rechazo emocional al estado de pánico de los israelitas. A continuación le hablaron al pueblo con palabras contundentes: la Tierra Prometida es extremadamente buena. Dios tiene el poder de darnos la tierra. No se rebelen contra Dios. "No temáis a la gente de la tierra, porque ellos son pan para nosotros; su defensa se ha apartado de ellos, y el Señor está con nosotros; no les temáis". El pueblo estaba dispuesto a lapidar a Josué y a Caleb; no quería escuchar esas palabras de ellos. Pero Josué y Caleb se habían arriesgado a comparecer ante la multitud enfurecida, poniendo en peligro sus vidas para tratar de conducir al pueblo en una dirección constructiva.

    ¿Cómo evalúa la Torá las reacciones de estos dos pares de líderes —Moisés y Aarón por un lado, y Josué y Caleb por el otro?

    Hacia el final de su vida, Moisés hace un recuento del episodio de los espías y la rebelión de la nación israelita en ese momento. Dios condenó al pueblo a permanecer en el desierto durante 40 años, hasta que todos los hombres de esa generación (de 20 años en adelante) murieron. Los quejumbrosos incrédulos no entrarían a la tierra —este evento tendría que ser pospuesto hasta que surgiera una nueva generación. Moisés señala: "También conmigo se enojó el Señor por vuestra causa, diciendo, tú  tampoco entrarás allí [a la Tierra Prometida]" (Devarím 1:37).

    El mismo Moisés creyó que a él no se le permitió entrar a la Tierra Prometida debido al pánico y a la falta de fe del pueblo. Esta, por lo tanto, es la clave para entender por qué Dios les impidió a Moisés y a Aarón conducir al pueblo a su nueva tierra. Ante una crisis masiva, ¡Moisés y Aarón cayeron sobre sus rostros! Ellos ya no tenían la capacidad de dirigir; no pudieron encontrar las palabras o las acciones adecuadas para enfrentar el extraordinario desafío del momento. Como el pueblo había perdido el control, y en vista de que Moisés y Aarón no supieron manejar el descontento —Dios determinó que Moisés y Aarón ya no eran los líderes indicados para Israel, y no serían ellos quienes llevarían al pueblo a la Tierra Prometida.

    Josué y Caleb, por el contrario, rasgaron sus vestiduras en señal de luto y posteriormente se pararon frente a la muchedumbre enfurecida —ofreciendo palabras de aliento, fidelidad, y confianza. Ellos arriesgaron sus vidas con la esperanza de detener el pánico, y de redirigir al pueblo hacia una mejor visión del futuro. Ante los ojos de Dios, Josué y Caleb habían demostrado que eran dignos de convertirse en los nuevos líderes de Israel y de llevar a la siguiente generación a la Tierra Prometida. Mientras que Moisés y Aarón estaban cayendo sobre sus rostros, Josué y Caleb estaban con la frente en alto ante la nación y ofreciendo palabras convincentes de aliento y de fe.

    Todos nosotros enfrentamos momentos de grandes crisis durante el transcurso de la vida. Estas pueden ser crisis de carácter público o privado. La tendencia de muchos es llegar a exasperarse, a “caer sobre sus rostros”, a confundirse y abrumarse. Pero tenemos que recordarnos a nosotros mismos que no debemos derrumbarnos bajo la presión. En los momentos de tensión y coacción, tenemos que encontrar las palabras y las acciones apropiadas que nos dirijan a nosotros y a los demás hacia un mejor futuro. Si podemos mantener nuestra visión idealista claramente enfocada, lograremos superar los contratiempos y las pérdidas de confianza temporales. Si vamos a entrar a “las Tierras Prometidas” del futuro, necesitaremos toda la fe, la fuerza y la confianza que podamos reunir.

Reflexiones sobre Koraj

Rebelión No, Disentimiento Sí

    Koraj fomentó una rebelión contra Moisés y Aarón y es caracterizado en la historia judía como un gran villano y agitador. El Pirkei Avot refiere que la rebelión de Koraj había sido acaudillada "sheló leShem Shamayim", no en aras del Cielo. Al igual que muchos demagogos, Koraj hizo un llamamiento a las masas e intentó volverlas en contra del liderazgo existente. Koraj argumentó: ¡Toda la congregación es santa! ¿Por qué el poder reside únicamente en Moisés y en Aarón?

    La razón por la cual la Torá y la subsiguiente tradición judía vilipendian a Koraj es que su objetivo no era mejorar la situación de los israelitas ni servir a Dios de una mejor manera; por el contrario, Koraj estaba interesado en obtener el poder para sí mismo y para sus seguidores. Fue una jugada personal y egoísta de Koraj para derrocar a Moisés —y tomar el mando de la nación. Él no ofreció ningún plan concreto ni demostró por qué él hubiera sido un líder superior; simplemente apeló a las frustraciones de las masas y dirigió una “campaña negativa” contra Moisés.

    Koraj, por lo tanto, es denigrado justificadamente en la tradición judía por haber causado conflictos no en aras del Cielo, sino en aras de avanzar él mismo.

    Desafortunadamente, en algunos círculos se ha puesto de moda estigmatizar como un Koraj a cualquier persona con ideas nuevas y opiniones contrarias al orden establecido. Un ejemplo egregio de esta tendencia es lo que sucedió no hace mucho tiempo cuando un respetado rabino ortodoxo comparó a un colega rabínico con Koraj, porque ese rabino se atrevió a criticar el autoritarismo que ha sido asumido dentro de la comunidad ortodoxa. Al comparar al rabino con Koraj, la intención era desacreditar a ese rabino como un demagogo mezquino, egoísta y hambriento de poder.

    Al llamar a un rabino honesto y bueno "Koraj", el rabino respetado no solo pecó contra ese rabino, sino que participó activamente en el autoritarismo que pretende acallar toda oposición, que quiere aplastar cualquier idea nueva, que quiere proteger a toda costa a la clase dirigente. ¿Cómo se puede cambiar un sistema autoritario, burocrático y corrupto sin que la gente esté dispuesta a dar un paso adelante y  a ofrecer críticas válidas? ¿Por qué los “soplones” deben ser considerados como Koraj, cuando ellos están arriesgando su propia seguridad y tranquilidad al oponerse a los intereses creados? Los críticos no están buscando usurpar el poder para ellos mismos, y no están interesados en las ganancias egoístas. Más bien, ellos están tratando de cambiar un sistema que se ha vuelto farisaico, imperioso y perverso.

    Critiquemos a Koraj y a los que son como Koraj. Pero no hagamos mal uso del nombre de Koraj aplicándolo a las personas buenas, honestas y justas que están tratando de mejorar nuestro pueblo y nuestro servicio a Dios.

 

Justicia Divina, Responsabilidad Humana

    El Talmud postula un principio importante: el tribunal Celestial nos trata a nosotros exactamente con los mismos estándares que nosotros utilizamos para tratar a los demás (Sotah 8b). Si somos bondadosos y compasivos, podemos esperar ser juzgados por Dios con bondad y compasión. Si somos crueles e injustamente críticos con los demás, podemos esperar que el tribunal Celestial proceda con nosotros con los mismos atributos que les hemos demostrado a los demás.

    "Midá kenegued Midá" —ser juzgados medida por medida— se puede aplicar a la porción de la Torá de esta semana. Koraj y un grupo de rebeldes buscaron socavar el liderazgo de Moisés, y llegar a la cúspide de la jerarquía del poder en Israel. Como castigo por su arrogancia y demagogia, los rebeldes fueron tragados milagrosamente por la tierra. En lugar de estar en la cúspide del pueblo, descendieron hasta las máximas profundidades por debajo del pueblo.

    La lección es: en última instancia nosotros somos responsables de nuestro propio juicio por parte de Dios. Los estándares que nosotros utilizamos para juzgar a los demás son los mismos estándares que serán utilizados por el tribunal Celestial para juzgarnos a nosotros.

    Algunas veces, las personas piensan que pueden avanzar política o económicamente si se involucran en conductas inmorales. Podría parecer que "prosperan" en este mundo. Pero, de hecho, ellas mismas se están condenando a comparecer ante Dios con sangre y ganancias mal habidas en sus manos. No entienden que su inmoralidad regresará para atormentarlas.

    Durante la semana pasada, hemos visto y escuchado sobre el abuso, la malicia y la violencia perpetrados contra el Estado de Israel y contra el Pueblo Judío. Varios “líderes” mundiales y figuras de los medios de comunicación han difamado a Israel de las maneras más burdas y maliciosas. Otros “líderes” mundiales y figuras mediáticas han permanecido en silencio o se han mostrado poco entusiastas en su apoyo al derecho de Israel a defenderse contra el terrorismo. Los demagogos han fomentado el odio anti-israelí y antisemita; las Naciones Unidas han desempeñado su papel tradicional como el principal organismo mundial para la promoción del antisemitismo; delegados de las naciones asiáticas han votado para condenar a Israel. Son pocos, si los hay, los que por lo menos piden escuchar el lado israelí de la historia. Ellos no están interesados en oír los argumentos de Israel: están interesados en perjudicar al Estado Judío por todos los medios. Las fuerzas activas y las voces anti-Israel y antisemitas son una maldición para el mundo y una maldición para ellas mismas. Quienes se quedan callados son cómplices del delito.

    Nosotros no podemos esperar milagros en estos días, como el que ocurrió con los rebeldes contra Moisés. Es poco probable que la tierra se abra y se trague a los villanos de nuestra generación.

    Podemos recordarle al mundo, sin embargo, que hay un Dios, que hay una justicia final, que el mal no prevalecerá y no podrá hacerlo. Podemos recordarle al mundo que aquellos que demuestran injusticia, crueldad, y depravación moral en sus ataques contra Israel —serán juzgados por el tribunal Celestial exactamente con esos mismos estándares. Las personas que están infectadas de odio y traición viven vidas horribles y distorsionadas. Ellas destruyen la “imagen de Dios” en su interior, y le causan sufrimiento a toda la humanidad.  Y esas personas en última instancia comparecerán en juicio delante de Dios, y serán juzgadas como ellas han juzgado a los demás

    Aunque nosotros creemos plenamente el la justicia final de la corte Celestial, esto no resuelve nuestros problemas aquí en la tierra. Aun si todas las personas malvadas se enfrentaran a un destino terrible cuando comparezcan ante el tribunal Divino, mientras tanto nos están haciendo mucho daño a nosotros aquí y ahora.

    ¿Cuál es nuestra respuesta a esta ola de odio, hipocresía, y violencia contra Israel y el Pueblo Judío? He aquí algunas sugerencias.

    En primer lugar, tenemos que rezar, recurrir al Todopoderoso para que nos dé fortaleza y nos guíe, aprovechar nuestros recursos espirituales. Tenemos que reunirnos como comunidad en nuestras sinagogas.

    También debemos estar alerta ante los peligros, ser voceros elocuentes de la Casa de Israel, hacerles saber a nuestros funcionarios elegidos que queremos un apoyo claro y rotundo a Israel, y una condena clara y contundente a aquellos que amenazan la existencia misma de Israel.  

    Tenemos que hacerle saber a Israel que realmente nos importa, y que nuestro destino está inextricablemente ligado al destino de Israel. Tenemos que viajar a Israel, invertir en las empresas israelíes, comprar bonos de Israel, hacer aportes para la UJA, ayudar a las instituciones educativas de Israel, y a las agencias de servicios humanos de Israel. Tenemos que comprar productos israelíes. Tenemos que apoyar a aquellos organismos que luchan a favor de Israel y en defensa del Pueblo Judío.

    El mundo está lleno de muchas voces odiosas y crueles. Está lleno de mucha gente que prefiere permanecer "neutral". Que el Todopoderoso trate a estas personas de acuerdo a los estándares con los que ellas mismas actúan.

    Debemos hacer todo lo posible para exigir justicia y rectitud, para promover el amor y la armonía entre la humanidad, para luchar contra las fuerzas del mal que amenazan con socavar la civilización humana.

    Debemos recordarnos a nosotros mismos que el tribunal Celestial nos tratará con los mismos estándares con los que nosotros tratamos a los demás. Que esos estándares sean estándares de honestidad y bondad, de imparcialidad y compasión, de integridad y fortaleza de carácter. Que Dios que hace la paz en las esferas celestiales nos traiga la paz a nosotros, a todo Israel, y a toda la gente buena de cualquier lugar.

Reflexiones sobre Jukat

Capacidades de Liderazgo

    La porción de la Torá relata el episodio en el cual los israelitas se quejan amargamente de que necesitan agua. Ellos le preguntan a Moisés por qué los sacó de Egipto solamente para dejarlos morir de sed en el desierto ¿Qué clase de líder era él, si eso fue todo lo que pudo hacer por ellos?

    Dios le dijo a Moisés: "toma el bastón y reúne a la comunidad, tú y tu hermano Aarón, y háblale a la roca ante sus ojos para que brote de ella agua”. Moisés reunió al pueblo, los llamó rebeldes, y a continuación golpeó la roca dos veces —en lugar de hablarle, como Dios le había ordenado. El agua brotó y la sed de los israelitas fue saciada. Sin embargo, como Moisés golpeó la roca en lugar de hablarle, Dios les dijo a Moisés y a Aarón que no les iba a permitir entrar a la Tierra Prometida. Ellos efectivamente se convirtieron en líderes “patos cojos”.  

    Muchos comentaristas se preguntan por qué Moisés y Aarón fueron castigados en una forma tan severa por una transgresión aparentemente leve. Al fin y al cabo, la primera vez ocurrió un evento similar, Moisés había golpeado la roca y el agua brotó —y esto constituyó un gran milagro y fue considerado digno de elogio. El rabino Hayyim Angel ofreció una explicación interesante. La primera vez que Moisés golpeó la roca fue al comienzo del período de 40 años entre el éxodo y la entrada a la Tierra Prometida. El pueblo todavía estaba sumido en una mentalidad de esclavo. Golpear la roca simbolizaba un liderazgo firme; Moisés necesitaba una disciplina estricta para mantener al pueblo en orden. Pero la segunda vez que Moisés golpeó la roca, tuvo lugar 40 años más tarde. Una nueva generación había surgido. Los veteranos que habían sido esclavos en Egipto habían muerto. Dios le dijo a Moisés que le hablara a la roca, indicando que ya era necesario un nuevo estilo de liderazgo para esta nueva generación. La oratoria y la explicación serían más eficaces que las tácticas disciplinarias forzosas. Sin embargo, Moisés no captó plenamente este mensaje, y recurrió a su estilo de liderazgo tradicional —él golpeó la roca en ese momento, como lo había hecho hacía 40 años.

    Por esa razón, Dios se dio cuenta de que Moisés y Aarón —quienes habían sido líderes brillantes para su generación— ya no eran capaces de liderar a la nueva generación. Ellos todavía estaban aplicando sus viejas suposiciones y tácticas, a pesar de que se necesitaban nuevas suposiciones y nuevas estrategias. Moisés y Aarón no estaban siendo “castigados” por un pecado, sino que estaban siendo reemplazados porque ya se necesitaba un liderazgo diferente para las nuevas generaciones.

    Una indicación del cambio que había tenido lugar dentro de la comunidad israelita se evidencia en la canción que ellos cantaron junto al pozo (Bamidbar 21:17-18): "Entonces cantó Israel este cántico..." Cuando los israelitas habían cruzado el Mar Rojo 40 años antes, ellos habían cantado una canción: "Entonces cantó Moisés y los hijos de Israel..." En esa canción anterior, Moisés había dirigido al pueblo y el pueblo respondió a sus palabras. Pero ahora, 40 años más tarde, “entonces canto Israel este cántico”, el pueblo ya era capaz de cantar su propia canción, sin que Moisés lo dirigiera. Ellos se habían vuelto espiritualmente maduros e independientes. Este es un testimonio singular del éxito de Moisés —de que él levantó una generación que fue capaz de entonar alabanzas a Dios por su propia cuenta. Sin embargo, Moisés mismo parece no haber reconocido el éxito que tuvo.

    Los líderes —y los padres— deben saber cómo dirigir y educar a sus comunidades y a sus hijos en los caminos que sean apropiados para las circunstancias particulares. Ellos tienen que reevaluar constantemente sus métodos de comunicación, y tienen que estar seguros de que son lo suficientemente flexibles como para adaptarse a situaciones nuevas. La meta es crear comunidades e hijos que puedan crecer, asumir responsabilidades cada vez mayores, y finalmente valerse por sí mismos.

 

Verdad, Compasión —y la Reivindicación de la Humanidad

"Y el Señor habló a Moisés y a Aarón, diciendo:

 este es el estatuto de la ley que el Señor ha ordenado..."

BAMIDBAR 19:1-2

 

    Un Midrash cuenta que cuando el Todopoderoso estaba a punto de crear a Adán, se abrió un debate entre los ángeles. Algunos le aconsejaron a Dios que no creara a los seres humanos; otros lo exhortaron a crear a la humanidad. Jésed (la compasión) dijo: que los seres humanos sean creados porque ellos harán actos de bondad. Emet (la verdad) dijo: que no sean creados porque ellos estarán llenos de mentiras. Tzédek (la justicia) dijo: creadlos porque ellos harán actos de justicia. Shalom (la paz) dijo: no los creéis porque ellos estarán llenos de conflictos.

    A continuación Dios arrojó a Emet a la tierra. Los ángeles objetaron: ¿Por qué tratasteis a Emet de manera irrespetuosa, si la Verdad es Vuestro sello distintivo? Dios respondió: la verdad florecerá desde la tierra. 

    Y entonces fue creado Adán.

    En el momento mismo de la creación de la humanidad, nos enseña este Midrash, estaba claro que los seres humanos serían una bendición mixta. Ellos formarían una sociedad llena de mentiras y conflictos —pero también llena de paz y compasión. Al sopesar los pros y los contras, Dios optó por crear a la humanidad. Dios sembró la Verdad en el suelo de la Tierra, con la confianza en que algún día la Verdad florecerá, y la humanidad será redimida.

    En la tradición rabínica, Moisés es identificado con la Verdad y Aarón es identificado con la Compasión. Dios decidió entregar los mandamientos a través de ellos dos. Si bien Moisés solía ser fuerte y exigente, Aarón solía ser resiliente y amable. Moisés y Aarón representan dos cualidades esenciales —la Verdad y la Compasión— que juntas pueden inclinar a la humanidad en la dirección correcta.  

    El pueblo judío, durante estos últimos miles de años, se ha esforzado por vivir de acuerdo a las leyes y los ideales enseñados por Moisés y Aarón. Nos hemos comprometido de una manera impresionante a encontrar un equilibrio adecuado entre la Verdad y la Compasión; hemos procurado la redención del género humano mediante la búsqueda de la Verdad absoluta, y el rechazo a las falsedades e idolatrías que llenan la imaginación humana. Hemos subrayado la centralidad de la misericordia y la caridad.

    Desde hace mucho tiempo ha existido una disonancia entre nuestro mundo interior de Verdad y Compasión —y el mundo externo en el que vivimos, un mundo en el cual abundan las mentiras y la violencia. A través de los tiempos, los judíos hemos sido sometidos a una persecución tras otra; mentiras de toda clase han sido acomodadas contra nosotros; hemos sido difamados y asesinados generación tras generación. Nosotros miramos a nuestro alrededor en el mundo actual, y vemos que a las naciones represivas les dan asientos de honor en las Naciones Unidas — ¡e Israel es condenado en forma rutinaria! Vemos a los regímenes terroristas amenazando a Israel, disparando misiles contra Israel —y el mundo reprocha constantemente a Israel. Vemos que las mentiras antisemitas son pasadas por alto; vemos que el terrorismo contra los judíos es idealizado; vemos un mundo lleno de “gente buena” que se mantiene al margen y no hace nada ni dice nada en defensa del pueblo judío.

    Y sin embargo, nosotros perseveramos en nuestro mundo espiritual interior. Recitamos nuestras oraciones cada día. Mantenemos la fe en Dios, y en la redención final de la humanidad. Nuestra fe en Dios es admirable; pero nuestra fe en la humanidad es aún más admirable. Después de todo lo que hemos experimentado, ¿realmente podemos creer que la gente va a cambiar para bien, que su odio, sus mentiras y su violencia llegarán a su fin?

    La figura de Moisés nos recuerda que nosotros no podemos transigir en nuestra búsqueda de la verdad. No podemos dejar de lado la exigencia de una justicia genuina. La figura de Aarón nos recuerda que no debemos olvidarnos del miedo y la fragilidad humana, que no podemos perder de vista a la compasión y la paz. La vida judía —y la vida humana en general— debe ser un proceso dinámico de pensamiento y crecimiento y de compromiso valiente con aquellos valores que redundan en la gloria de la humanidad. Cuando vemos comportamientos desagradables y escuchamos malas palabras a nuestro alrededor, nos damos cuenta de lo lejos que está todavía la humanidad de cumplir las expectativas que Dios tiene de nosotros.

    Dios arrojó a Emet a la tierra, indicando que ciertamente llegará el día en que la Verdad florecerá, cuando los individuos y las naciones admitan sus mentiras, injusticias y crueldades. En ese día, no solo van a ser redimidos los judíos, sino también lo serán todas las naciones del mundo. La Verdad llegará a ser tan clara, que todos los seres humanos limpiarán sus almas y reconocerán la mano de Dios en la historia.

    Cuando nos esforzamos por internalizar las enseñanzas y las características de Moisés y de Aarón, le traemos más Verdad y Compasión al mundo. En nuestro diario vivir, esos pequeños pasos pueden parecer triviales frente a los numerosos problemas confrontados por nosotros y por la humanidad. Sin embargo, en la lucha cósmica por el alma del género humano, nosotros aproximamos al mundo un poco más al día en que la Verdad florecerá desde la tierra. Ojalá que este día llegue lo más pronto posible.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Reflexiones sobre Balak

 

¿Realmente Pueden Causar Daño las Maldiciones?

    Balak, rey de Moab, contrató a Bilám para que maldijera al pueblo de Israel, Balak tenía miedo de los israelitas que avanzaban, y creía que Bilám tenía el poder de maldecir a los enemigos y de ese modo destruirlos. La porción de la Torá describe varios intentos de Bilám para maldecir a Israel —pero cada vez, Dios puso palabras de bendición en su boca. Él simplemente no fue capaz de maldecir a Israel.

    Los israelitas habrían desconocido totalmente las maquinaciones de Balak y Bilám. Pero aunque hubieran tenido conocimiento de ellas, e incluso si Bilám hubiera proferido una maldición — ¿cuál hubiera sido la diferencia? Por supuesto que nosotros no creemos en la efectividad de las maldiciones. Ciertamente creemos que la voluntad de Dios prevalece y que ninguna palabra maléfica hubiera podido cambiar la voluntad de Dios de llevar a los israelitas a la Tierra de Israel.

    Quizás esta historia tiene un significado más profundo. A pesar de que una maldición no tiene ningún poder objetivo, sí puede causar un daño significativo si el que fue maldecido se la toma a pecho. Si la víctima cree que la maldición es eficaz, entonces la maldición sí puede hacer que la víctima se comporte de una manera que conduzca a una profecía autocumplida.

    Nosotros podemos entender este fenómeno si lo aplicamos a los contextos mundanos. Un padre le dice a su hija que ella es estúpida o lerda. La niña, en efecto, puede ser muy inteligente, pero el hecho de escuchar que un padre la tilda de estúpida, puede hacer que ella internalice esta imagen de sí misma. La niña puede perder la confianza y el auto-respeto. Otro ejemplo: un profesor le dice a un alumno que él es malo para las matemáticas o que no tiene cabeza para el Talmud. El niño en realidad podría tener aptitud para esas materias si se las enseñaran bien. Sin embargo, el niño, al escuchar la evaluación del profesor, puede darse por vencido en esas asignaturas, puede creer que nunca las va a asimilar como es debido. Otro ejemplo: un entrenador o un padre le dice a una niña que ella no es buena para un deporte específico, o que es una atleta deficiente. La niña podría haber mejorado en el deporte o podría haber desarrollado destrezas atléticas —pero ahora que el entrenador o el padre la han “maldecido”, para ella ya no tiene sentido seguir intentándolo.

    Las palabras negativas, en efecto, pueden producir resultados negativos. Incluso si la “maldición” no tiene ningún poder independiente, puede minar la confianza, la autoestima, y la voluntad de intento de la víctima. Quizás la historia de Bilám nos está enseñando a todos nosotros lo cuidadosos que debemos ser con nuestras palabras, la meticulosidad con que debemos evitar el uso de “maldiciones” negativas para estereotipar a los demás y hacer que se retrasen en su desarrollo.

Único, Menospreciado y Lleno de Esperanzas

 “He aquí que es un pueblo que habitará solo,

y no será contado entre las naciones”.

BAMIDBAR 23:9

 

    Bilám es contratado para maldecir a Israel —pero en lugar de hacerlo, él derrama bendiciones sobre los israelitas. Entre sus declaraciones está la frase arriba citada, que ha sido interpretada generalmente en el sentido de que Israel está predestinado a estar solo, aislado de las demás naciones. Sin embargo, si esto es lo que el versículo quiere decir —no parece ser tanto una bendición. Por el contrario, parece condenar a Israel a un estatus de forastero permanente. Incita a Israel a la autocompasión y a una justa indignación; se convierte en una profecía autocumplida que puede conducir a una profunda alienación y malestar.

    Algunos han sugerido que el “estatus de forastero” es realmente una bendición. El forastero constantemente exhorta al mundo a alcanzar mayores logros; el forastero tiene una existencia más espiritual y más profunda que los “aburridos que están adentro”.

    El rabino J. H. Hertz cita una interpretación hecha por Marcus Jastrow, que traduce el versículo de la siguiente manera: Israel es un pueblo que habita solo; que no conspira contra las naciones. Israel se ocupa de sus propios asuntos, y no le hace daño a nadie; por lo tanto, las naciones deben dejar a Israel solo.

    Yo quisiera ofrecer otra interpretación de esta bendición, pero antes voy a presentar algunos datos. Los judíos constituyen aproximadamente un cuarto del uno por ciento de la población mundial. Nosotros somos —y parece que siempre hemos sido—un grupo de personas numéricamente pequeño. Sin embargo, la más diminuta de las naciones le ha dado al mundo la Biblia y ha forjado profundamente el curso de la civilización humana. Nuestros profetas y salmistas han inspirado a billones de personas durante miles de años.

    Entre los años 1901 y 2005, el 22 por ciento de todos los ganadores del Premio Nobel han sido de origen judío. El 37 por ciento de los ganadores norteamericanos del Premio Nobel han sido judíos. Los judíos representan el 37 por ciento de los receptores de la Medalla Nacional de Ciencias de los Estados Unidos y el 25 por ciento de los que reciben el Premio Kyoto por sus contribuciones a la ciencia, la tecnología, y las artes.

    El Estado de Israel, con menos de 1/1000 de la población mundial, produce más documentos científicos per cápita que cualquier otra nación en el mundo y posee uno de los índices más altos de patentes registradas per cápita. La economía de Israel es más grande que la de todos sus vecinos inmediatos juntos. Israel tiene en promedio los más altos estándares de vida del Medio Oriente. En relación con su población, Israel es la nación con mayor absorción de inmigrantes sobre la Tierra. Israel cuenta con más museos per cápita que cualquier otro país. La palma datilera promedio en el Medio Oriente produce alrededor de 38 libras de dátiles por año; las palmas de dátiles israelíes están produciendo en la actualidad 400 libras de dátiles por año. Los avances de Israel en agricultura, tecnología, industria, equipos militares, y medicina son absolutamente prodigiosos y están fuera de toda proporción con lo que podría esperarse de un país tan pequeño que se encuentra asediado constantemente por sus enemigos.

    Se podría pensar que el mundo está enormemente agradecido con el pueblo judío, y que hace lo posible para incentivar y ayudar al Estado Judío. Teniendo en cuenta lo mucho que los judíos hemos aportado —y seguimos aportando— para el avance de la civilización humana, uno pensaría que los judíos somos el grupo más popular y apreciado en el mundo.

    Asombrosamente, ¡esto no es así! Las naciones del mundo de buena gana se benefician de las contribuciones judías, pero no necesariamente muestran afecto o comprensión hacia los judíos y el Estado Judío. Quizás esto proviene de la envidia, del fanatismo religioso, de los antiguos estereotipos antisemitas. Tal vez esto se deriva de la necesidad psicológica de transferir la culpa a los demás, en lugar de aceptar la propia responsabilidad. Es mucho más fácil utilizar a los judíos (o a cualquier otra minoría) como chivos expiatorios de todos los problemas de la sociedad y del mundo.

    Y ahora volvamos a la bendición que Bilám le dio al pueblo de Israel. Yo traduciría la frase de la siguiente manera: Israel es un pueblo que habita en unicidad, y no es apreciado por las naciones.

    Israel es increíblemente único. Esto ha demostrado ser un hecho histórico, y no simplemente un alarde de oratoria vacía. El pueblo de Israel, a pesar de su número reducido, ha contribuido enormemente en todos los aspectos al avance de la civilización humana —fuera de toda proporción con respecto a cualquier cosa que podría haberse esperado. Israel vive como un pueblo extraordinariamente único.

    Sin embargo, Israel no es apreciado por las naciones. Esto también ha demostrado ser un hecho histórico. Por una variedad de razones, la humanidad no ha apreciado en su justa medida todo lo que el pueblo de Israel le ha dado—y le sigue dando— al mundo.

    Es una bendición ser único y contribuir de una manera única a la humanidad. ¿Pero es una bendición ser menospreciado —e incluso maltratado?

    Ser menospreciado es un corolario natural de ser único. Muchas veces el precio que se paga por tener éxito es el hecho de exponerse a los celos y al odio de quienes están frustrados con ellos mismos. Mientras más alto sube una persona, es mayor el resentimiento que puede ser dirigido hacia él o ella.

    Bilám bendice a Israel: serás un pueblo único y prodigioso; tu propio éxito provocará el resentimiento y la frustración de las naciones. No esperes ser apreciado. Haz lo mejor que puedas. Haz tus contribuciones a la civilización humana sin esperar un agradecimiento. Esa es tu misión, y esa es tu bendición. Israel está destinado a la grandeza, no a la mediocridad.

    El ideal no se alcanza hundiendo a Israel, sino elevando al resto de la humanidad. Israel debe marcar la pauta de la excelencia humana. A pesar de nuestras muchas imperfecciones y deficiencias, somos únicos en nuestras numerosas contribuciones a la humanidad. Nuestro ideal mesiánico es que todos los seres humanos luchemos por la grandeza, por el crecimiento espiritual, por la compasión y la paz mundial.  Israel es único, menospreciado —y lleno de esperanzas.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Reflexiones sobre Pinjas

Diferentes Líderes para Diferentes Épocas

    En la lectura de la Torá de esta semana, Dios le dice a Moisés que suba a la montaña y contemple la Tierra Prometida. Aunque a Moisés se le concede esta visión, se le dice que no se le permitirá entrar a la tierra.

    Moisés responde: "Dios, Señor de los espíritus de toda carne, designa a alguien para que lidere al pueblo”. Moisés no quiere que los israelitas sean como un rebaño sin pastor. Al referirse a Dios, Moisés usó una descripción poco común, Elohei harujot lejol basar, Señor de los espíritus de toda carne. ¿Qué significa exactamente esta frase?

    Algunos comentaristas explican que Moisés estaba indicando lo complejo que era liderar al pueblo de Israel. Ellos conformaban un grupo numeroso, con muchas ideas y muchas predilecciones. Dios, quien es el Señor de los espíritus de toda carne, entiende la singularidad de cada israelita —conoce cada uno de sus espíritus. Por lo tanto, Dios tiene la capacidad de conocer a la persona indicada para asumir el liderazgo de la nación. Otros comentaristas sugieren que como Dios es el Señor de los espíritus de toda carne, Él sabrá cuál es el espíritu del individuo que es idóneo para la tarea de liderazgo en esta coyuntura de la historia israelita.

    Me gustaría sugerir otra explicación. Moisés mismo era un personaje complejo, compuesto por “espíritus” internos conflictivos. Él es descrito como el más humilde de los hombres; sin embargo, el Midrash señala que Moisés tenía fuertes tendencias negativas y tuvo que trabajar muy duro para mantenerlas bajo control. La Torá describe la admirable paciencia de Moisés para con su pueblo; al mismo tiempo, también registra su enojo y su amargura hacia ellos cuando no estuvieron a la altura de sus expectativas. Moisés, debido a sus conflictos y “espíritus” internos, fue el líder ideal para los israelitas cuando salieron de Egipto y se encaminaron hacia la Tierra Prometida. Esa generación de israelitas también estaba llena de agitación interna. Ellos habían sido criados como esclavos y tuvieron que adaptarse a los desafíos de la libertad. Ellos sufrieron a causa de sus errores de juicio. Pero incluso la nueva generación estaba llena de dudas internas, frustraciones, y rebeldía. Como el mismo Moisés tenía conflictos internos, él fue capaz de comprender y aun de compenetrarse con los conflictos internos de su pueblo. Por eso Moisés le pidió a Dios, quien es el único que comprende los conflictos internos de todos los seres humanos, que nombrara un nuevo líder para llevar a los israelitas a Canaán.

    En respuesta a Moisés, Dios le pidió que le transfiriera su liderazgo a Josué, "un hombre en quien está el espíritu" (ish asher ruaj bo). Moisés había descrito a Dios como "Señor de los espíritus" (espíritus en plural); Dios describió a Josué como un individuo en quien está el espíritu (espíritu en singular). Mientras que Moisés —el hombre de los espíritus y los conflictos internos— fue el líder apropiado para la generación del desierto, Dios indicó que ahora que los israelitas se preparaban para entrar a la Tierra Prometida, se requería un nuevo tipo de liderazgo. La nación necesitaba un líder que no estuviera plagado de conflictos internos, sino que tuviera un solo “espíritu” claro. Su responsabilidad era unificar al pueblo, prepararlo para librar la guerra contra las naciones cananeas, organizar la división de la tierra entre las tribus israelitas. Josué era un general que sabía lo que tenía que hacer, y que poseía la personalidad inquebrantable para cumplir con sus deberes. De hecho, Josué fue uno de los líderes más exitosos del período bíblico.

    Diferentes líderes reflejan diferentes personalidades. Algunos son complejos y conflictivos, otros son resueltos y claros en su estrategia. Cada generación y cada comunidad necesitan el liderazgo que es adecuado para su propio tiempo y lugar.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Reflexiones sobre Matot

Manteniendo la Moral de la Comunidad

    Cuando los israelitas se disponían a entrar a Canaán, las tribus de Rubén y Gad se acercaron a Moisés con una petición. Ellas manifestaron que tenían muchos rebaños, y que preferían no cruzar el Jordán. Querían establecerse en este lado del Jordán, y renunciar al territorio en la tierra de Canaán.

    Desde luego, su solicitud implicaba que ellas se estaban “secesionando” de la nación israelita, en el sentido de que no compartirían la Tierra Prometida, y no tendrían que enfrentar las futuras guerras junto con el resto de los israelitas. Moisés estaba indignado. “¿Irán vuestros hermanos a la guerra mientras vosotros os quedáis aquí?” Las tribus de Rubén y Gad le aseguraron a Moisés que sus hombres irían junto con el resto de la nación y lucharían en las batallas, y posteriormente regresarían al territorio al otro lado del Jordán. Con esta garantía, Moisés les concedió su petición.

    ¿Por qué estaba Moisés tan molesto con ellas en primera instancia? 1) Las tribus de Rubén y Gad parecían estar interesadas primordialmente en su propia comodidad y bienestar material; pusieron sus intereses por encima de las necesidades de toda la nación. 2) Al sugerir que se quedarían en el otro lado del Jordán, estas tribus no solo estaban eludiendo sus responsabilidades nacionales, sino que estaban lacerando la moral del pueblo. Las demás tribus se sentirían debilitadas y traicionadas si Rubén y Gad no se les unían en la conquista de Canaán. 3) Una vez que la moral del pueblo está baja, es mucho más difícil llevarlo a la victoria.

    La pregunta que Moisés les hizo a Rubén y a Gad es una pregunta que nos deben hacer a nosotros en cada generación. "¿Irán vuestros hermanos a la guerra mientras vosotros os quedáis aquí?”. El pueblo judío en Israel y en toda la diáspora enfrenta numerosos desafíos. Necesitamos toda nuestra fuerza y energía para resistir a los enemigos, antisemitas y antisionistas. Necesitamos una enorme voluntad y fortaleza para mantener nuestro sistema educativo judío, nuestra forma de vida religiosa y cultural, nuestra hermosa vida familiar.

    Para enfrentar estos desafíos, necesitamos una participación del 100 por ciento. Cuando los judíos dicen: que otros asuman estas responsabilidades, que otros paguen las cuentas, que otros hagan los sacrificios —ellos menoscaban la fuerza y la moral de todo el pueblo de Israel. Cuando los judíos dicen: déjenme ocuparme de mis propias necesidades, sin tener que preocuparme por las responsabilidades para con todo el pueblo —ellos siguen el mal ejemplo de Rubén y Gad. Así como Moisés les contestó a aquellas tribus, nosotros tenemos que respondernos a nosotros mismos y a los demás: ¿Irán tus hermanos y hermanas a la guerra, librarán las batallas, harán los sacrificios, construirán la nación mientras tú te quedas con los brazos cruzados?

    Cada uno de nosotros tiene el privilegio y el honor de hacer lo que le corresponde para promover la causa.

Reflexiones sobre Shabat Jazón

 

Justicia, no Justicia Propia

"Lavaos, purificaos, alejad la iniquidad de vuestras acciones de

delante de mis ojos. Dejad de hacer el mal; aprended a hacer el bien;

buscad la justicia, socorred al oprimido, haced justicia al huérfano,

defended a la viuda. Venid ahora y razonemos juntos, dice el Señor: aunque

vuestros pecados sean como escarlata, se volverán blancos como la nieve;

aunque sean rojos como el carmesí, serán como lana”.

ISAÍAS, 1:16-18

 

    Este Shabat es conocido como "Shabat Jazón". La haftará (que comienza con la palabra Jazón) es tomada del primer capítulo de Isaías, y sirve de preludio para el ayuno del nueve de Av. El profeta Isaías reprende al pueblo de Israel, y desdeña su falsa religiosidad y su rebeldía ante la palabra de Dios. Su pecaminosidad será castigada. (De hecho, Isaías advirtió sobre la caída de la mancomunidad judía y la destrucción de Jerusalén y del Sagrado Templo). Pero Isaías también ofrece esperanza. Si el pueblo se arrepiente, Dios lo perdonará. 

    Cuando Isaías le pide al pueblo que retorne a Dios, él insiste en la necesidad de justicia y compasión. Él no hace hincapié en los mandamientos rituales, aunque indudablemente estos son importantes. Si los judíos se dedicaran a crear una sociedad honesta, justa y recta —esa sería la llave para su salvación. La bondad de una nación se mide en términos de su preocupación por las viudas y los huérfanos, los pobres y los oprimidos.

    Mi esposa y yo regresamos recientemente de una estadía en Jerusalén. Fue maravilloso y espiritualmente edificante habitar—aunque solo haya sido temporalmente —en la más santa de las ciudades santas. Pero la visita se vio empañada por una serie de manifestaciones —que incluían violencia— promovidas por judíos ortodoxos extremistas para protestar por la apertura de un estacionamiento público en Jerusalén durante Shabat. Nuevas manifestaciones estallaron cuando una mujer haredí fue arrestada por dejar que su pequeño hijo estuviera a punto de morir de hambre. Los haredím no expresaron su indignación en defensa del niño victimizado, sino que por el contrario, demostraron su enojo contra la policía por haber arrestado a la madre abusadora. Ellos consideraban que la policía y el Estado secular de Israel no debían interferir en sus asuntos comunales.

    En nombre de la religión, individuos fanáticos arrojaron piedras contra la policía, prendieron fuego en las calles, y emitieron duras declaraciones contra el Estado de Israel. Sus líderes los incitaron a este comportamiento —y fueron pocas las voces de los líderes de la comunidad haredí que se alzaron para criticar los disturbios.

    Al aproximarnos al solemne día del ayuno de Tisha B'Av, es fundamental que todos los judíos —de todas las tendencias religiosas— releamos las palabras del capítulo uno de Isaías. Tenemos que internalizar el mensaje: Dios quiere que vivamos vidas éticas, justas y compasivas. La religión que carece de estos ingredientes es falsa. Jerusalén fue destruida en los tiempos antiguos debido a las divisiones internas y la acrimonia dentro del pueblo judío. La Jerusalén de nuestros días será tan fuerte  —o tan débil— como nuestra fibra religiosa lo permita. Debemos agruparnos en torno a las fuerzas del bien, y aislar a quienes amenazan el bienestar espiritual y físico de nuestro pueblo.

    Nosotros somos afortunados por estar viviendo en una época en la que tenemos un Estado Judío soberano, y en la que Jerusalén es una ciudad pujante. Durante casi 2000 años, nuestro pueblo no gozó de estos privilegios. Le damos gracias a Dios por restaurar al pueblo de Israel a la tierra de Israel; y oramos para que el pueblo de Israel demuestre siempre que es digno de esta bendición. Debemos trabajar para fomentar la justicia, no la justicia propia.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Reflexiones sobre Tishá B'Av

    En todo el mundo, los judíos nos reunimos para observar este día de duelo en conmemoración de la destrucción del Primer y el Segundo Templo de la antigua Jerusalén. Nosotros ayunamos; recitamos el libro de las Lamentaciones; entonamos elegías lamentando nuestra pérdida de los Templos, nuestro prolongado exilio, nuestros continuos sufrimientos.

    Con el establecimiento del Estado de Israel, sin embargo, tenemos que reflexionar detenidamente acerca de lo que Tishá B'Av debería significar ahora para nosotros. Ya no estamos en el exilio —tenemos nuestro propio Estado Judío. Jerusalén ya no se encuentra abandonada ni destruida —está llena de cientos de miles de personas y es una metrópolis floreciente. Sí, todavía tenemos enemigos de sobra; y sí, el Templo no ha sido reconstruido. No obstante, algo dramático ha sucedido en la historia judía, y nosotros debemos reconocer esta nueva era.

    El rabino Haim David Halevi, quien se desempeñó como Gran Rabino Sefaradí de Tel Aviv, escribió que nosotros deberíamos cantar menos elegías que en la era pre-Estado de Israel. Él recomendó que cambiáramos la oración Nahem para indicar que Jerusalén "fue destruida, humillada y desolada, sin sus hijos" —fue, en tiempo pasado; pero ya no está destruida, humillada ni desolada.

    El rabino Halevi fue criticado fuertemente por sus sugerencias. Algunos argumentaron que no sería correcto cambiar nuestras oraciones tradicionales, especialmente a la luz del hecho de que nosotros no estamos viviendo en los tiempos mesiánicos. La respuesta del rabino Halevi fue simple y contundente: los judíos habíamos orado durante cerca de 2.000 años para que fuéramos restablecidos a nuestra patria en Israel. Esa súplica ha sido respondida por el Todopoderoso. ¿Es realmente apropiado que sigamos como si absolutamente nada hubiera cambiado, como si el Todopoderoso no nos hubiera concedido un paso adelante en dirección a la redención final? ¿No es un signo de ingratitud y bajeza moral el ignorar todo lo bueno que se nos ha otorgado?

    Más aún, ¿cómo podemos pronunciar en nuestras oraciones palabras que se refieren a una Jerusalén destruida y desolada, cuando podemos ver con nuestros propios ojos que Jerusalén está prosperando y creciendo y que está llena de vitalidad? ¿Es realmente apropiado que nosotros no solo no reflejemos ninguna gratitud hacia el Todopoderoso, sino que también profiramos verdaderas mentiras acerca del estatus de Jerusalén?

    El rabino Halevi explicó que nosotros, desde luego, debemos observar Tishá B'Av con el ayuno y con Lamentaciones y algunas elegías. Al fin y al cabo, aún no se nos ha concedido la redención total. Tenemos mucho que lamentar por las destrucciones del pasado; y nuestro exilio no ha llegado a su fin. Sin embargo, debemos mitigar ese ayuno y ese duelo con un sentimiento de gratitud hacia Dios porque Él efectivamente nos ha concedido el Estado Judío, y porque vivimos en una generación que ha tenido el privilegio de presenciar el renacimiento de la soberanía judía en la tierra santa.

    El punto de vista del rabino Haleví es muy importante, y nos ofrece una forma inteligente de ver nuestra historia —y nuestro presente. Nosotros debemos estar siempre conectados profundamente con nuestras raíces históricas y sentirnos como si fuéramos una parte orgánica de la historia judía. Al mismo tiempo, sin embargo, debemos estar siempre alerta ante las nuevas realidades y responder en forma apropiada a los desafíos actuales.

    Nosotros oramos para que el día de Tishá B'Av se convierta en un día de regocijo, con la redención total del pueblo de Israel en los tiempos mesiánicos. Mientras tanto, sin embargo, tenemos que ser conscientes del mensaje triste de este día de ayuno —y también de los buenos y afortunados cambios que han sido introducidos durante nuestras propias generaciones.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Reflexiones sobre Vaetjanán

 

Profanación del Nombre de Dios:

Santificación del Nombre de Dios

 

Y las observaréis y las cumpliréis [las leyes de la Torá];

 porque esa es vuestra sabiduría y vuestro discernimiento ante los ojos

de las naciones que escucharán todos estos estatutos y dirán:

 “Ciertamente un pueblo sabio e inteligente es esta gran nación”.

DEVARIM 4:6

 

    El gran comentarista medieval italiano judío, el rabino Obadia Seforno, señaló que los judíos deben conducir sus vidas de tal manera que se ganen los elogios de las naciones no judías. Como la misma Torá lo establece, las naciones del mundo deberían mirarnos a nosotros y sentir una gran admiración por la rectitud de nuestra forma de vida basada en la Torá. Ellas deberían querer emular nuestra sabiduría y nuestra moralidad.

    Cuando los judíos no mantienen este estándar, desacreditan la gloria de la Torá. Ellos cometen ese terrible pecado conocido como hilul Hashem, profanación del nombre de Dios.

    Ciertamente, los judíos no somos perfectos. Todos nosotros tenemos defectos. No se puede esperar razonablemente que cada judío sea un dechado de perfección. Sin embargo, nosotros sentimos vergüenza ajena cuando encontramos judíos criminales, estafadores, sobornadores y sobornados. Nos estremecemos cuando vemos imágenes de judíos —incluyendo a aquellos vestidos con atuendos de rabinos piadosos— que han sido arrestados por prácticas ilegales. La luz de la Torá es oscurecida; el Nombre de Dios es deshonrado.

    Es particularmente espeluznante cuando los rabinos sucumben a conductas criminales. Se supone que ellos deberían ser ejemplos para nosotros y para la comunidad en general. Cuando ellos cometen crímenes, traicionan la confianza de toda la comunidad. ¿Cómo se supone que la gente recupere la confianza en los líderes religiosos, si incluso los que eran más confiables han demostrado ser delincuentes comunes?

    Estos últimos días —y meses— han sido muy dolorosos para la comunidad judía. Nosotros tenemos que condenar a los villanos, pero también a la cultura en la cual florecieron estos villanos. Necesitamos fortalecer nuestra propia fibra moral, y asegurarles a nuestros hijos y nietos que todos nos uniremos para reafirmar la integridad y la gloria de la Torá ante los ojos del mundo. Debemos vivir nuestras vidas recordando que nuestros actos se reflejan en nosotros mismos —pero también en todo el pueblo judío, en la Torá, y en el Amo del Universo.

    El Talmud (Yebamot 86a) nos proporciona la orientación que todos necesitamos:

"Si alguien estudia Torá y Mishná, y atiende a los discípulos de los sabios, es honesto en los negocios, y habla afectuosamente con los demás, ¿qué dice entonces la gente respecto a él? Feliz el padre que le enseñó Torá, feliz el maestro que le enseñó Torá; ¡ay de las personas que no han estudiado la Torá! Porque este hombre ha estudiado la Torá —miren cómo son de refinadas sus maneras, cómo son de rectos sus actos...Pero si alguien estudia Torá y Mishná, atiende a los discípulos de los sabios, pero es deshonesto en los negocios, y descortés en sus relaciones con las personas, ¿qué dice la gente acerca de él? ¡Ay de él que estudia la Torá!, ¡ay de su padre que le enseñó Torá!, ¡ay de su maestro que le enseñó Torá! Este hombre estudio la Torá, miren cómo son de corruptos sus actos, cómo son de desagradables sus maneras.

    Es el sagrado privilegio y la responsabilidad de cada judío santificar el nombre de Dios viviendo de acuerdo con los más elevados estándares de moralidad de la Torá. Cada uno de nosotros es un embajador de la Torá. Cada uno de nosotros puede agregar luz a la oscuridad moral que invade nuestra sociedad. Aceptemos el desafío. El antídoto contra el hilul Hashem es el kidush Hashem, la santificación del nombre de Dios mediante una vida de honestidad, compasión y santidad.

 

¿Qué hay en un Nombre? En Realidad, Mucho

    Los diferentes grupos de judíos ortodoxos utilizan diferentes nombres. El término "Haredím" ha sido adoptado por la ortodoxia de extrema derecha como una insignia de honor religioso. La palabra "Haredím" significa literalmente "tembladores", es decir, los que tiemblan delante del Señor. (¡La palabra también se puede traducir fielmente como cuáqueros o agitadores!) El término "Jasidím" ha sido adoptado por algunas sectas dentro de la ortodoxia que siguen a determinados rebes. Aunque la palabra “jasidím” significa literalmente: los que son piadosos y amables, ha pasado a significar: los que siguen a un rebe jasídico en particular.

    Cada uno de estos términos refleja algunos elementos positivos; sin embargo, ninguno de ellos es realmente satisfactorio para describir la relación ideal con el Todopoderoso. Al experimentar a Dios, el sentimiento más elevado no debe ser el miedo y el temblor —sino el amor y la armonía. En nuestro deseo de acercarnos a Dios, nosotros no hemos de buscar intermediarios espirituales tales como los rebes, sino que debemos relacionarnos directamente con Dios por nuestra propia cuenta. 

    La porción de la Torá de esta semana nos proporciona una palabra mejor para describir la relación ideal con Dios. "Y vosotros sois los que se aferran al Señor vuestro Dios". La palabra hebrea para “los que se aferran” es Deveikim.

    Deveikim implica aferrarse a Dios en dos niveles. En primer lugar, se refiere a la profunda espiritualidad de sentir la presencia de Dios siempre, en cada momento; se refiere al anhelo espiritual de aferrarnos al Dios infinito y de trascender nuestras vidas mundanas. En segundo lugar, implica un medio práctico para acercarnos a Dios. Nuestros rabinos preguntan: ¿Es realmente posible aferrarse a un Ser intangible, eterno? Ellos responden: sí, emulando las cualidades de compasión de Dios. Así como Dios es compasivo, del mismo modo nosotros debemos ser compasivos. Así como Dios se preocupa por los pobres y los oprimidos, nosotros igualmente debemos cuidar de los pobres y los oprimidos.

    La palabra Deveikim, por lo tanto, es una palabra extraordinaria para describir la religiosidad ideal. Nos enseña a experimentar la presencia de Dios en forma directa y constante; nos enseña a vivir nuestras vidas según los principios del amor y la compasión.

    Así que quizás llegó el momento de que los judíos religiosos adoptemos un nuevo nombre: Deveikim. Incluso si esta palabra no se vuelve popular, cada uno de nosotros puede internalizarla como nuestra propia forma de llegar más cerca de Dios y de los caminos de Dios. ¿Qué hay en un nombre? En realidad, mucho.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Reflexiones sobre Ekev

¿Por qué los Israelitas no Intercedieron por Moisés?

    En la porción de la Torá de la semana pasada, Vaethanán, leímos sobre la súplica de Moisés al Todopoderoso para que le permitiera entrar a la Tierra Prometida. Con suma humildad y piedad, Moisés le rogó a Dios que le concediera la satisfacción de completar su misión como líder de los israelitas. Él había dedicado 40 difíciles años en el desierto, con la esperanza de introducir al pueblo de Israel a la tierra de leche y miel. A pesar de la oración ferviente de Moisés, el Todopoderoso no revocó Su veredicto de que Moisés no entraría a la Tierra Prometida. Dios le dijo que ascendiera a la montaña y mirara la tierra desde lejos —eso era lo más cerca que Moisés estaría de cumplir su objetivo.

    Surge una pregunta: ¿Por qué nosotros no escuchamos nada en absoluto acerca de la reacción de los israelitas ante el decreto de Dios? ¿Por qué ellos no intercedieron por su líder fiel? ¿Por qué no le advirtieron a Dios que ellos mismos no entrarían a la Tierra Prometida a menos que se le permitiera a Moisés entrar con ellos? ¿Por qué no hubo ninguna expresión de lealtad o de empatía hacia Moisés?

    Después de todo lo que Moisés había hecho por ellos, parecería obvio que el pueblo de Israel le hubiera pedido a Dios misericordia y benevolencia hacia su líder y maestro. Pero no hay absolutamente ningún registro de preocupación por parte de ellos. 

    Quizás la porción de la Torá de esta semana, Ekev, ofrece un indicio de una respuesta. Moisés les recuerda a los israelitas que durante sus 40 años en el desierto Dios les proporcionó Maná del cielo; Él les suministró ropa que no se desgastaba con el uso; Él protegió sus pies de la hinchazón. En resumen, los israelitas no tuvieron que preocuparse por sus provisiones diarias. En cierto sentido, entonces, ellos cayeron en la complacencia. Sus necesidades materiales fueron solventadas de manera milagrosa. Aunque esto ciertamente fue algo bueno para ellos, también tuvo un aspecto negativo. Ellos se volvieron tan autosuficientes, que su capacidad de empatizar con las necesidades de los demás resultó disminuida. Un proverbio judeo-español dice que aquel que tiene el estómago lleno no entiende el dolor del que tiene hambre.

    Los israelitas habían vagado durante 40 años. Estaban ansiosos por entrar a la Tierra Prometida. Su atención estaba centrada en sus propias necesidades. Ellos no pensaron mucho en los sentimientos de Moisés. Después de todo, si Dios determinó que Moisés no entraría a la Tierra, entonces así debía ser. Ellos no tenían tiempo ni interés en causar un revuelo: querían seguir adelante, con Moisés o sin él, eso en realidad no les importaba demasiado.

    La Torá nos puede estar enseñando —a través del silencio de los israelitas— algo muy profundo (y preocupante) acerca de la naturaleza humana. No es que los israelitas hayan sido gente mala. No, simplemente eran personas “normales” que querían continuar con sus vidas. Ellos “utilizaron” a Moisés durante el tiempo que él estuvo disponible. Cuando él ya no pudo suministrarles más bienes y servicios, dirigieron sus pensamientos hacia el próximo líder y hacia sus futuros recorridos. Cuando Dios le dijo a Moisés que él no entraría a la Tierra Prometida, los israelitas no ofrecieron ninguna resistencia, ninguna oración, ningún consuelo para Moisés. Ante los ojos de ellos, él se había convertido en un “pato cojo”.

    A pesar de que el comportamiento de los israelitas era "normal", de todos modos debería suscitar interrogantes en nuestras propias mentes. Si nosotros hubiéramos estado en la situación de ellos, ¿Habríamos demostrado empatía hacia Moisés? ¿Nos habríamos unido a él en oración a Dios? ¿Le habríamos hecho una clara demostración de lealtad y aprecio?

    En nuestra sociedad moderna, una de las quejas frecuentes es que las personas son prescindibles. La lealtad y la devoción están supeditadas a las preocupaciones utilitaristas y a las “fuerzas del mercado” Las personas son utilizadas —y luego descartadas.

    El comportamiento de los israelitas —así como gran parte del comportamiento moderno— es "normal". Sin embargo, nuestra tarea no es estar satisfechos por el hecho de ser "normales". Tenemos que luchar por la verdadera justicia. La verdadera justicia nos exige que seamos sensibles, compasivos, leales, y agradecidos.

 

Recordando a mi Padre

    La primera palabra de la parashá de esta semana, Ekev, es "vehaya" —y será. El gran sabio judío marroquí del siglo XVIII, Rabí Jaim Ben Attar, señala en su comentario Or HaJaim que esta palabra implica felicidad. Él interpreta que el primer versículo de la parashá quiere decir: si ustedes son cuidadosos en mantener estas ordenanzas [de la Torá] y las observan y las cumplen — ¡entonces serán felices! Dios cumplirá Su pacto y tendrá compasión, tal como lo prometió a sus antepasados. Al entrar en detalles sobre este tema, el rabino Ben Attar recalca que nuestra observancia y estudio de la Torá deben estar marcados por un espíritu de alegría.

    Estos comentarios son especialmente significativos para mí esta semana, ya que nuestra familia está conmemorando el aniversario del fallecimiento de nuestro padre, Víctor B. Angel, quien murió el 17 de Av, hace 18 años. Mis padres, de bendita memoria, personificaron la observancia del judaísmo dentro de un espíritu de sincera felicidad. Nosotros fuimos educados para sentir que el judaísmo es un gran regalo, el cual nos ofrece una forma de vida optimista y alegre. Dios era visto como un Padre amoroso y compasivo, no como un Poder furibundo que solo espera castigarnos por el más leve error.

    Mi padre era muy conocido por su bondad, su cordialidad y su gran sentido del humor. Él siempre parecía tener una broma, un juego de palabras, o una ocurrencia para alegrar a todo el mundo. Él estaba en su mejor forma en Shabat. Mi madre, Rachel Angel, siempre preparaba comidas elaboradas para Shabat. Nuestra mesa de Shabat estaba rodeada de familiares y amigos. Invariablemente, mi padre contaba un chiste. De manera igualmente invariable, mi madre respondía: "¡Ahora ha llegado oficialmente el Shabat!" En efecto, el Shabat era un día tan hermoso —un auténtico día de celebración— que yo difícilmente podría imaginar cómo alguien querría vivir sin observar y disfrutar el Shabat.  

    Mi padre era uno de los primeros en llegar a la sinagoga el Shabat por la mañana. Él amaba las oraciones y no quería perderse ni siquiera un minuto del servicio. Él nos enseñó el significado del Shabat, no a través de sus palabras, sino por medio de sus acciones. Él no nos decía que fuéramos a la sinagoga —él nos llevaba a la sinagoga. Él no nos decía que cantáramos el servicio conjuntamente con el Jazán y la congregación  —él mismo lo hacía y nos daba el ejemplo. Él no nos decía que valoráramos el Shabat —él demostraba lo mucho que él valoraba el Shabat y nos transmitía ese entusiasmo a nosotros.

    La observancia natural, alegre, del judaísmo caracterizaba las vidas de mis padres, de mis abuelos, y de gran parte de nuestra familia extendida. "Sirvan al Señor con alegría" expresaba su filosofía.

    Para mis padres, y para la civilización de la cual ellos formaban parte (el mundo religioso sefardí judeo-español), Dios era servido mejor con un espíritu de alegría, de amor a Dios y a la humanidad. Es especialmente importante recuperar este espíritu del judaísmo hoy en día. Debemos hacerlo no solo por nuestro propio bien, sino por el bien de nuestros hijos y nietos —y de las generaciones venideras.

 

Anhelo Espiritual

     Recientemente asistí a los servicios de Shabat por la mañana en una sinagoga que estaba celebrando un "Carlebach Shabat". Un grupo de "Carlebachianos" dirigió los servicios, y ellos cantaron varias de las oraciones con la música compuesta por el ya fallecido rabino Shlomo Carlebach.

    Por casualidad me senté al lado de uno de los organizadores de ese evento de Shabat, y le pregunté: ¿Qué aporta un servicio de "Carlebach Shabat" que pareciera faltar en el servicio "regular" de la sinagoga? Él reflexionó durante unos instantes, y luego me respondió con una palabra: "Anhelo".

    Yo he estado reflexionando sobre esta respuesta desde entonces.

    Anhelo: un deseo de acercarnos más a Dios, un deseo de trascendernos a nosotros mismos, un deseo de dejar que nuestras almas sean transportadas por la música, a fin de que podamos alcanzar un nivel superior de conciencia. Anhelo: una conciencia de que ansiamos la elevación espiritual, de que suspiramos por sentir la presencia de Dios. Anhelo: un reconocimiento de que algo está faltando profundamente en un mundo de rutina, materialismo, y artilugios tecnológicos.

    En la porción de la Torá de la semana pasada y en la de esta semana, se nos ordena amar a Dios con todos nuestros corazones y con todas nuestras almas —tener un sentimiento de anhelo de Dios. El Ramban explica que "corazones" se refiere a nuestros deseos y emociones; y "almas" se refiere a nuestra inteligencia. Se nos enseña, por lo tanto, que el servicio apropiado a Dios implica un pleno compromiso de nuestras emociones y nuestra razón, de nuestros corazones y nuestras mentes.

    Si nos inclinamos demasiado hacia el lado de la emoción, corremos el riesgo de caer en una experiencia pseudo-religiosa que es similar a la superstición y a la religión primitiva. Si nos inclinamos demasiado hacia el lado del intelecto, corremos el riesgo de menoscabar la calidez y el significado personal de nuestra experiencia religiosa. 

    El anhelo de Dios nos exige que mantengamos un equilibrio delicado —permitiendo que nuestras emociones fluyan, y al mismo tiempo, permitiendo que nuestros intelectos mantengan la integridad.

    La porción de la Torá de esta semana nos informa sobre un serio obstáculo para la salud espiritual: pensar que "mi fuerza, y el poder de mis manos, han obtenido esta victoria". El ego humano puede ser su propio peor enemigo. Las personas logran cosas, pero se pueden olvidar de agradecer a Dios por estos logros. Mientras más prosperan en los asuntos mundanos, más atribuyen su éxito a sus propios talentos; mientras más alto es el concepto que tienen de ellas mismas, menos pueden pensar en Dios. Pierden el sentimiento de anhelo espiritual. Se convierten en personas autosatisfechas y contentas. Se deleitan con su éxito material, sin darse cuenta de que en el proceso socavan sus propias almas. Establecen valores equivocados para ellas y para sus familias. Comienza la descomposición espiritual. Nada es más antitético a una experiencia religiosa genuina que la complacencia y la autosatisfacción.

    Anhelo: el poder de amar a Dios con todos nuestros corazones y con todas nuestras almas, el poder de superar nuestro egoísmo; el poder de mantener un enfoque espiritual; la humildad de vivir nuestras vidas en un esfuerzo constante por experimentar la presencia de Dios. No es fácil alcanzar los niveles más altos de crecimiento espiritual: eso requiere un sentimiento de anhelo profundo y duradero.

    Cuando estemos rezando en una sinagoga —cualquiera que sea la costumbre de esa sinagoga— aprovechemos las palabras y la melodía de las oraciones, recemos con kavaná y devoción, recemos con amor y anhelo.

 

 

 

 

 

Reflexiones sobre Reé

Las Controversias del Kashrut

    Se cuenta la historia de un shojet (matarife ritual) que había llegado a una nueva población para asumir sus funciones. Como era la costumbre, él fue primero a la casa del rabino del pueblo con el fin de ser examinado en lo referente a las leyes y costumbres del sacrificio ritual. El rabino le pidió al shojet que le mostrara cómo examinaba el cuchillo, para asegurarse de que estuviera perfectamente liso y afilado, sin ninguna imperfección. El shojet deslizó cuidadosamente su dedo pulgar por el filo del cuchillo hacia arriba y hacia abajo.

    El rabino le preguntó al shojet: ¿quién le enseñó a examinar el cuchillo?

    El shojet le contestó: yo estudié con el ilustre rabino Israel Baal Shem Tov. ¡Él me mostró cómo se debe examinar el cuchillo!

    El rabino respondió: sí, usted examinó el cuchillo correctamente. Pero no lo hizo a la manera del Baal Shem Tov. Cuando el Baal Shem Tov examinaba el cuchillo para el sacrificio, ¡Él tenía lágrimas en sus ojos!

    Esta historia refleja algo muy profundo de nuestras tradiciones de kashrut. El Baal Shem Tov tenía lágrimas en sus ojos porque sabía que estaba a punto de quitarle la vida a un animal. Sí, la Torá nos permitió comer carne; sin embargo, quitarles la vida a los animales es algo que debe ser asumido con suma seriedad y reverencia. El joven shojet de la historia aprendió las normas técnicas de kashrut; pero evidentemente no adquirió los elementos emocionales, espirituales y experienciales que le infunden al sacrificio ritual un significado religioso que va más allá de los elementos técnicos.

    Últimamente se ha hablado mucho en las noticias sobre presuntas irregularidades en un importante matadero kosher de Iowa. Nadie —ciertamente ningún judío religioso— podría leer estos artículos sin parpadear. Desde luego, este matadero —acusado de emplear a inmigrantes ilegales, incluyendo menores de edad, y de tratar injustamente a los trabajadores— no podría ser peor que otros mataderos de los Estados Unidos o de cualquier otro lugar. Los mataderos no son sitios agradables, incluso en las mejores circunstancias. No obstante, nosotros tenemos un profundo sentimiento de que cualquier empresa que se dedica a producir alimentos kosher también debería mantener estándares morales impecables en cuanto a prácticas laborales, higiene, y honestidad en las transacciones comerciales. No basta con afirmar que las empresas kosher “no son peores” que otras empresas: nosotros esperamos, y debemos exigir, que las empresas kosher sean ejemplos de lo mejor en comportamiento ético y moral. 

    El público judío quiere comer carne. Alguien tiene que producirla para nosotros. Los individuos que entran al negocio de los mataderos están prestándonos un servicio que la mayoría de nosotros no nos quisiéramos prestar. Sin embargo, a nosotros nos gustaría pensar que las empresas de mataderos judíos no están en eso solamente por el dinero, sino que también lo hacen con la finalidad religiosa de suministrarle carne Kosher a la comunidad. Ellos tienen que conocer las leyes técnicas del kashrut, pero también deben tener algunas lágrimas en sus ojos. Hay un componente humano, moral, en este negocio. En una planta que se especializa en matar animales y en la que constantemente se derrama sangre, es aún más esencial que quienes trabajan allí sigan recordando su humanidad, y no se insensibilicen ante el dolor de los animales o de los trabajadores humanos. 

    A pesar de que la entidad y varios líderes comunales le han pedido al público que no emita un juicio antes de conocer todos los hechos, otras personas han considerado oportuno expresar su indignación moral ante las supuestas irregularidades de la planta empacadora de carne. Aunque es vital que dispongamos de toda la información antes de emitir un juicio, los cargos son tan descarados, tan vergonzosos, y al parecer tan fundamentados —que no resulta sorprendente que los individuos expresen su indignación y su disgusto. Ningún judío religioso está ansioso por avivar las llamas del escándalo contra un establecimiento kosher, pero es un escándalo aún mayor que la persona permanezca en silencio cuando cree que la inmoralidad y la crueldad pueden estar presentes bajo el amparo de la religión. Los “soplones” no son los instigadores; los que levantan sospechas sobre ellos mismos y quienes han tratado de encubrirlos —ellos son los que crean los problemas.

    La porción de la Torá de esta semana incluye las leyes acerca de cuáles animales están permitidos para nuestro consumo, y cuáles no. La Torá nos permite comer carne —pero limita la carne que está disponible para nosotros. Exige que los animales sean sacrificados de una manera ritualmente correcta, que en la medida de lo posible le ahorre sufrimiento al animal. La Torá nos ofrece una forma “humana” de satisfacer nuestro deseo de comer carne.

    En última instancia, el consumidor kosher tiene la facultad de ayudar a establecer los estándares de la industria de alimentos kosher. Nosotros tenemos un impacto en la industria a través de lo que compramos, y de lo que dejamos de comprar. Tenemos un impacto en la industria cuando les hacemos saber a los propietarios de las empresas que estamos observando sus actividades, que queremos y esperamos que estos negocios sean modelos de excelencia religiosa. Tenemos un impacto en la industria cuando los líderes del sector saben que se realizará una protesta pública si se violan las leyes y prácticas morales.

 

Antisemitismo, ¿Aquí? ¿Ahora?

      "Ningún arma forjada contra ti prosperará, y a toda lengua que en juicio

se levantare contra ti, tú la condenarás; ésta es la herencia de los siervos del

Señor y su retribución que de Mí procede, dice el Señor."

                   — YESHAYAHU 54:17

 

    Cuando llegué a la sinagoga en la mañana de aquel martes 11 de agosto, nuestro superintendente me dijo en la puerta que se iba a llevar a cabo una manifestación antijudía al otro lado de la calle. Yo no había sido notificado sobre esto con antelación, y no lograba entender por qué razón se estaba organizando una “manifestación” contra nosotros.

    Había muchos carros de policía, y algunos espectadores curiosos. Los manifestantes eran solo un puñado de personas extrañas que sostenían pancartas en las cuales decía que ellos odiaban a los judíos, que Dios odiaba a los judíos, y que Dios odiaba a Israel. Posteriormente me enteré de que este grupo estaba conformado por miembros de la Iglesia Bautista extremista de Westboro, cuya sede se encuentra en Kansas.

    Mi primera reacción fue de profundo resentimiento. Este grupo de odio había violado mi sentido de seguridad y serenidad. Como americano, yo fui educado con la idea de que todas las personas —incluyendo a los judíos— tenemos derecho a la vida, a la libertad y a la búsqueda de la felicidad; de que las flagrantes expresiones públicas de odio no tienen cabida en el estilo de vida americano. Mi segunda reacción fue: este es un grupo marginal de personas evidentemente conflictivas. ¿Por qué debería permitir que esos tontos perturben mi tranquilidad?

    Durante todo el día, varios pensamientos bailaban dentro y fuera de mi mente: ¿Fue así lo que sucedió en Alemania a principios de la década de 1930? ¿Se debe permitir que los grupos de odio desfoguen su odio bajo el pretexto de la libertad de expresión? ¿No tienen también derechos las víctimas del odio? ¿Estoy reaccionando desproporcionadamente ante un grupo pequeño e insignificante de gente perturbada?

    Si yo hubiera tenido conocimiento de esta manifestación de antemano, mi inclinación hubiera sido montar una contramanifestación grande y ruidosa. Por otra parte, ¿Eso no le estaría dando demasiada rienda suelta a este grupo extremista, al hacerles pensar que nosotros los tomamos muy en serio? ¿No es mejor que simplemente los ignoremos, y asumamos que los transeúntes que los ven se den cuenta de que ellos son un grupo de locos, que no deben ser tomados en serio?

    Tengo la sensación de que estos grupos se volverán cada vez más problemáticos en el futuro, y nos convendría desarrollar una estrategia para hacerles frente. Tenemos que movilizar a nuestros amigos y vecinos, judíos y no judíos, para combatir el odio y la intolerancia. Aunque no debemos sobrestimar la influencia de tales grupos, tampoco debemos subestimar la fuerza corrosiva del lenguaje del odio y las palabras feas.

    Nos encontramos actualmente en el período que se conoce en la tradición judía como las Siete Semanas de Consuelo. Este Shabat que viene leeremos las palabras de Isaías, arriba citadas, las cuales nos aseguran que aquellos que se levantan contra nosotros y quienes hablan en contra de nosotros no prevalecerán. Rogamos a Dios que se cumplan las palabras de Isaías. Mientras tanto, cada uno de nosotros tiene que hacer lo que le corresponde para luchar contra los enemigos de los judíos —que en última instancia son los enemigos de toda la humanidad.

 

Haciendo lo Bueno y lo Correcto

"...ya que habéis hecho lo bueno y lo correcto a los ojos del Señor..."

  — DEVARIM 12:28

 

    En varios lugares, la Torá nos recuerda el mandamiento general de hacer lo que es bueno y correcto a los ojos del Señor. A menudo se entiende que esto hace referencia a la observancia correcta de las mitzvot, y a la obligación de actuar "Lifnim miShurat haDin", es decir, de comportarnos aún con más compasión que la exigida por la letra estricta de la ley. Puesto que las mitzvot son un reflejo de la sabiduría y la misericordia de Dios, ellas deben ser cumplidas dentro de un espíritu de sabiduría y misericordia.

    El rabino Benzion Uziel, quien se desempeñó como Gran Rabino Sefardí de Israel, comentó acerca del aparente dilema al que se enfrenta el juez rabínico (Introducción al Mishpetei Uziel, 5700). 

"Rectitud y justicia, compasión y verdad —estos conceptos existen simultáneamente, cómo es de difícil comprender esto. La enseñanza fundamental de la ley de justicia es que no se puede demostrar compasión en la justicia, sino que se debe defender la ley independientemente de las consecuencias. Por otra parte, se nos enseña a hacer lo que es bueno y correcto, y podemos exigir un comportamiento que va mas allá de la letra de la ley".

    El rabino Uziel señala que el juez rabínico debe sopesar estas afirmaciones aparentemente contradictorias. Se debe llegar a una decisión que refleje tanto la verdad como la compasión. La halajá no sólo debe ser correcta —debe ser buena. En sus propios escritos, el rabino Uziel refleja un profundo compromiso con la verdad, y un enorme compromiso con la compasión. Sus dictámenes rabínicos son modelos clásicos de toma de decisiones halájicas. Él entendió que la halajá debe estar relacionada con seres humanos reales en situaciones de la vida real; la halajá no es un conjunto de normas abstractas para ser observadas por los sectarios y los ascetas.

    En una de sus conferencias hace muchos años, el rabino Ovadia Yosef se refirió a dos tendencias en la vida religiosa. La primera es gevurá, heroísmo. Esta tendencia está marcada por el deseo de adoptar el mayor número posible de restricciones con el fin de demostrar cuán abnegado se puede llegar a ser en el cumplimiento de las mitzvot. Los seguidores del enfoque de gevurá se basan en las opiniones halájicas más estrictas, incluso cuando existen opiniones mucho más convincentes y sensatas dentro de la halajá. Ellos prefieren las posiciones extremas, y piensan que la severidad es equivalente a una mayor religiosidad.

    La segunda tendencia es jésed, compasión. Esta tendencia está marcada por el deseo de abordar la halajá de una manera humana, amorosa y amable. La religión debe reflejar misericordia, una profunda simpatía por el predicamento humano, un optimismo de que Dios nos ama. Los seguidores del enfoque de jésed rechazan el extremismo y las restricciones innecesarias. Rabí Yosef se inclina a favor de jésed, y señala que esa era la cualidad que caracterizaba a la Escuela de Hillel, cuyas opiniones fueron aceptadas por encima de las de la Escuela de Shamái.

Indudablemente, las mitzvot deben ser cumplidas en forma cuidadosa; pero es igualmente indudable que se deben cumplir dentro de un espíritu de alegría y compasión. Las mitzvot nos fueron dadas para traernos felicidad y realización espiritual, no para servir como una fuente de constante temor e incompetencia espiritual. El rigor excesivo no es más un signo de verdadera religiosidad que la condescendencia excesiva.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Reflexiones sobre Shofetím

¿Discriminación Racial/Étnica?

"...para que su corazón no se ensoberbezca sobre sus hermanos..."

DEVARÍM 17:20

 

    La Torá enseña enfáticamente que ninguna persona — ni siquiera el rey—debe ensoberbecerse ni mirar con desprecio a los demás. Todos los seres humanos hemos sido creados a imagen de Dios, y todos tenemos derecho a un trato justo. Este concepto es puesto de relieve en la Mishná (Sanhedrín 4:5) que describe la forma en que eran examinados los testigos antes de dar su testimonio en los casos capitales. Se les recordaba que Dios le dio origen a la humanidad mediante la creación de un solo hombre; con el fin de enseñarles que cada ser humano es único e irreemplazable, y que cada vida es como un universo. También nos enseña que en ultima instancia todos los seres humanos descendemos de los mismos antepasados, Adán y Eva, para que nadie pueda decir, "mi pedigree es mejor que el suyo". La Mishná hace eco de la insistencia de la Torá en que nadie debe inflarse de orgullo, sino que más bien debe ser consciente —de manera humilde y honesta— de que todos los seres humanos somos iguales ante los ojos de Dios. Discriminar a otras personas por motivos de origen racial o étnico es violar las enseñanzas básicas del judaísmo.

    Todos los judíos que hemos recibido aunque sea un nivel mínimo de educación religiosa sabemos que esto es verdad. Sin embargo, a veces parece existir una brecha entre lo que sabemos y lo que hacemos.

    La Corte Suprema de Israel falló recientemente en contra de una escuela Beit Yaacov en la ciudad israelí de Emmanuel. Esa escuela, que pretende ser un establecimiento religioso de derecha, había discriminado flagrantemente a sus alumnas sefardíes, haciéndolas entrar por una puerta diferente, exigiéndoles que usaran uniformes diferentes, y construyendo de hecho un muro para separarlas de las alumnas ashkenazíes. Quienes manejaban la escuela e imponían estas políticas aberrantes no parecían pensar que estaban haciendo algo malo. En sus mentes (deformadas) estaba bien discriminar a las niñas basándose en sus orígenes étnicos. Afortunadamente, un grupo de activistas israelíes demandó a la escuela y ha ganado el caso. La escuela ahora se verá obligada a crear un ambiente justo y equitativo para todas sus alumnas. Queda por verse, sin embargo, si los funcionarios y maestros de la escuela van a cambiar sus actitudes de odio. Oremos para que ellos decidan observar la Torá en la forma correcta, demostrando respeto y amabilidad hacia todos.

    Un artículo publicado recientemente en el periódico israelí Haaretz, informa que entre 100 y 200 niños de origen judío etíope no han sido aceptados en colegios manejados por religiosos en Petah Tikva. La razón; los colegios no quieren tener niños etíopes. Esta es la cara fea del odio racial —y se manifiesta en colegios que se presentan a si mismos como “religiosos”. Se debe señalar de manera clara y contundente: cualquier colegio que aplica políticas y actitudes discriminatorias NO ES RELIGIOSO. Pretende fomentar la ley y la tradición judía, pero en realidad se está burlando de la Torá y de la tradición rabínica. Ningún padre o madre debería permitir que sus hijos asistan a tales colegios. Nadie debería apoyar financieramente a esos colegios. Se deben hacer esfuerzos para sustituir a los administradores y profesores que fomentan estas políticas repulsivas y anti-Torá.

    El problema de la discriminación racial/étnica no se limita a estos pocos colegios de Israel. Es evidente en muchas comunidades. Los individuos de determinado origen judío  de alguna manera dan por sentado que ellos constituyen el grupo normativo y que los judíos de otros orígenes son “étnicos” o “exóticos” y no son exactamente iguales a ellos. Ellos se vanaglorian y son despectivos con aquellos que provienen de diferentes orígenes. Su mentalidad engreída los conduce a mirar con desprecio a quienes son diferentes, a hablar de ellos con rudeza y a actuar de manera irrespetuosa hacia ellos. El patrón discriminatorio está tan arraigado, que ellos ni siquiera se dan cuenta de que están cometiendo pecados horribles contra sus correligionarios judíos y contra sus semejantes. Viven con la arrogante autoconvicción de que ellos y solo ellos— son los verdaderos judíos hijos de Dios. Tales individuos —a pesar de que observan tantas mitzvot— no pueden ser descritos apropiadamente como religiosos. Son charlatanes que desacreditan el verdadero mensaje de la Torá.  

    Los que han sentido el aguijón de la discriminación racial/étnica nunca logran sobreponerse completamente al profundo dolor. Les resulta muy difícil perdonar a quienes los han tratado con desdén, a quienes les han hablado en forma cruel, a quienes les han anulado su autoestima y el valor de sus tradiciones familiares. Todos nosotros debemos luchar —con cada fibra de nuestro fervor moral— contra aquellos individuos e instituciones que promueven la injusticia, el odio, el irrespeto, y la discriminación. Debemos abrir el camino para la creación de un pueblo judío que viva de acuerdo con los ideales de la Torá —la igualdad de todos ante la presencia de Dios. Ojalá que todos los judíos verdaderamente religiosos nos unamos a este esfuerzo.

 

Hacia un Liderazgo Religioso Justo

    La Torá exige el más alto nivel de justicia humanamente posible. Exhorta a los jueces a ser imparciales —a no apartarse de la justicia debido a favoritismos o a presiones externas. Nuestros comentaristas señalan que inmediatamente después de instruir a los jueces para que sean honestos, la Torá prohíbe los actos de idolatría. Ellos concluyen: el pecado de la perversión de la justicia es equiparable al pecado de la idolatría. Cuando una sociedad tiene jueces corruptos, todo el sistema social está debilitado —material y espiritualmente. El nombre de Dios es profanado.

    La Torá sabe que el soborno ejerce una influencia manifiesta o subconsciente sobre el juez. La independencia judicial se ve comprometida. Pero el soborno puede adoptar diferentes formas. No necesariamente tiene que ser un simple pago de dinero en efectivo al juez.

    Un juez podría ser “sobornado” por el deseo de ganar popularidad entre los diversos constituyentes; o de avanzar profesionalmente; o de hacer lo que es “políticamente correcto” en lugar de hacer lo que es justo y verdadero. Presiones externas de todo tipo pueden ser ejercidas por una parte o por la otra—o por ambas.

    ¿Qué pasaría si nosotros sintiéramos que no podemos confiar en la imparcialidad y en la equidad de nuestros jueces, de nuestros rabinos, de nuestras autoridades religiosas? ¿Qué sucedería si nosotros pensáramos que sus decisiones estuvieron viciadas por presiones externas, por su deseo de ceñirse a las opiniones de un "grupo de moda" en lugar de defender la verdad en su pureza? ¿Qué pasaría si llegáramos a pensar que los líderes religiosos —ya sea en Israel o en la diáspora— fueron influenciados indebidamente por consideraciones políticas y financieras, y que ya no tienen el coraje para resistir los “sobornos”? ¿Qué sucedería si llegáramos a la conclusión de que muchas de sus decisiones no se basaron en la justicia y la compasión, sino que fueron dictadas por las presiones ejercidas sobre ellos para que no parecieran menos “religiosos” que el más estricto de los decisores rabínicos?

    Si la gente llega a pensar que el establecimiento religioso es corrupto y es susceptible a la influencia externa indebida, entonces los cimientos de la vida religiosa se encuentran seriamente erosionados. Si los líderes religiosos venden su independencia con el deseo de congraciarse con este o con aquel "grupo excluyente" religioso —entonces el judaísmo y el pueblo judío sufren las consecuencias.  

    Con frecuencia recuerdo una conversación que sostuve con el rabino Jaim David Halevi, de bendita memoria, en 1984. Él se desempeñó durante muchos años como Gran Rabino Sefardí de Tel Aviv-Yafo, y fue uno de los autores rabínicos más prolíficos y brillantes de su generación. Debido a su increíble fortaleza de carácter, el rabino Halevi no estaba dispuesto a hacer política, ni a comprometer su independencia halájica. Él buscaba la Verdad. Trataba de juzgar en una forma clara, imparcial, e independiente. Debido a sus puntos de vista independientes, a menudo se sentía aislado en los círculos rabínicos. Él lamentaba la tendencia hacia la conformidad y el autoritarismo, reconociendo que esta tendencia servía para reprimir el juicio independiente y honesto. Había una “policía del pensamiento” que ponía en la lista negra a quienes no acataban los dictámenes y a las opiniones de una cierta camarilla de rabinos de derecha.

    La Torá les ordena a los jueces que sean justos. Pero también le ordena a la comunidad que se asegure de nombrar jueces que tengan integridad. En última instancia, la comunidad es responsable de los líderes religiosos que posee. Si la comunidad tolera un sistema injusto, entonces la comunidad como un todo comparte la responsabilidad por la corrupción de la justicia y de la religión.

    Si queremos tener jueces/rabinos/líderes religiosos que sean justos y buenos, independientes y valerosos —entonces tenemos que designar a ese tipo de personas para las posiciones de liderazgo y destituir a quienes no cumplen con estos estándares de excelencia. Debemos asegurarnos de que nuestros líderes religiosos no sean susceptibles a sobornos ni a presiones externas  —sino que puedan dedicarse de manera justa y honesta a la persecución de la justicia y la verdad.

    Si nosotros aspiramos a tener un liderazgo religioso que intente alcanzar los ideales propugnados por la Torá, necesitamos una comunidad religiosa que insista en la implementación de estos ideales. Cerrar nuestros ojos ante los problemas que enfrentamos no es una opción viable.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Reflexiones sobre Ki Tetsé

Chismosos y Difamadores: Cómo Pararlos

    La lectura de la Torá de esta semana nos ordena recordar lo que Dios le hizo a Miriam mientras los israelitas estaban en el desierto. Esto se refiere al pecado de Miriam (y de Aarón) de hablar en contra de su hermano Moisés. Como castigo por su maledicencia, Miriam (quien aparentemente cargó con la mayor parte de la culpa) fue atacada temporalmente por la lepra. Rabí Abraham Ibn Ezra señala la exactitud de la interpretación rabínica que vincula la palabra metzorá (lepra) con la frase motzí shem ra (desprestigiar la reputación de otra persona).

    La Torá nos exhorta a recordar lo grave que es el pecado de la difamación, y cómo hasta las personas más grandiosas, incluso Miriam y Aarón, pudieron sucumbir a este pecado.

    A pesar de la enérgica condena de la Torá al chisme y a la difamación, mucha gente — incluyendo a aquellos que se consideran a sí mismos religiosos— se involucra en estas cosas de manera regular y amena. Ellos hablan mal de aquellos con quienes no están de acuerdo; ellos repiten (o fabrican) comentarios negativos acerca de otras personas; ellos buscan fallas en los demás y son demasiado rápidos para compartir ese chisme con los amigos y vecinos. Los pecados del chisme y la difamación han cobrado un nuevo impulso en nuestra época tecnológicamente avanzada. La gente puede usar ahora el Internet para desprestigiar la reputación de los demás, llegando así a innumerables personas con sus comentarios malintencionados.

    Los chismosos y difamadores se involucran en la más grave de las transgresiones religiosas, contaminando sus propias almas mientras intentan contaminar las almas de otras personas a quienes les divulgan sus malas habladurías. Estos chismosos y difamadores obviamente no son disuadidos de sus malas prácticas por las palabras de la Torá, ni por las palabras del Talmud y la tradición rabínica. De alguna manera ellos piensan que están por encima de estas leyes y dictados éticos.

    Si ellos no tienen suficiente autocontrol para dejar de murmurar y calumniar, ¿cómo podemos nosotros detener este terrible fenómeno dentro de nuestra comunidad?

    La respuesta es: no escuche. Si los chismosos y difamadores no tienen ninguna audiencia, ellos estarán aullando al viento. Ellos no obtendrán ninguna satisfacción emocional de sus pecados —y eventualmente se arrepentirán.

    La respuesta es: cuando alguien comience a contarle algún chisme o calumnia, pídale a él o a ella que deje de hacerlo; dígale que usted no está interesado.

    La respuesta es: si alguien le envía un correo electrónico inapropiado, elimínelo inmediatamente. Si el sitio web o el blog de alguien contiene habla malintencionada, envíele al autor un correo electrónico y manifiéstele su descontento.

    La respuesta es: apoye a la víctima de la difamación y del chisme; defiéndalo a él o a ella de sus opresores.

    Escuchar o leer chismes y calumnias es una contribución al pecado, y nos hace cómplices. Permitir que los difamadores disfruten sus victorias contra sus víctimas nos hace cómplices del pecado. 

   Yo solía recibir correspondencia de una organización de así llamados judíos religiosos que afirmaban representar al auténtico judaísmo ortodoxo. Sus correos estaban llenos de ataques mordaces contra aquellos con quienes ellos no estaban de acuerdo. Yo les pedí que no me enviaran sus correos, pero ellos no respetaron mi petición. Cuando posteriormente recibí correos de ellos, los devolví sin abrir, con el siguiente mensaje escrito en tinta roja en la parte frontal del sobre: "Devolver al remitente — Material obsceno". ¡Ellos al poco tiempo me sacaron de su lista de correos!

    Si nos sentimos molestos por los pecados del chisme y la difamación, como deberíamos hacerlo, entonces cada uno de nosotros tiene que hacer lo que le corresponde para erradicar estas cosas de nosotros mismos y de nuestra sociedad. Las palabras maliciosas les causan “lepra” espiritual no solo a quienes las pronuncian, sino también a aquellos que las escuchan y las alientan.  

¡Amalek Vive!

    La porción de la Torá de esta semana concluye con varios versículos que nos ordenan borrar el recuerdo de Amalek, el clásico enemigo acérrimo del pueblo de Israel. Curiosamente, la porción de la Torá también describe a otros pueblos que oprimieron a los israelitas. Los egipcios nos esclavizaron durante siglos; los edomitas y los moabitas nos hicieron daño — pero solamente Amalek fue designado para nuestra eterna enemistad.

    El rabino Yosef Sarfati, en su libro Yad Yosef, ofrece un comentario incisivo. Existen dos tipos de odio. Uno de ellos puede ser justificado mediante la racionalización. Por ejemplo, los egipcios odiaban a los israelitas porque temían que ellos se multiplicaran considerablemente y se unieran a los enemigos de Egipto en la batalla. Otros enemigos temían que los israelitas invadieran sus territorios. Aunque estos miedos y racionalizaciones eran infundados, los enemigos de Israel basaron su odio y su violencia anti-israelita en algún tipo de justificación. Dicho odio, dice el rabino Sarfati, finalmente se debilita, y de hecho se puede extinguir lentamente. Una vez que las razones para odiar hayan desaparecido, el odio mismo se puede disipar.

    Existe un segundo tipo de odio que es totalmente infundado. Es el odio simbolizado por Amalek. Él no ofreció ninguna justificación para su oposición a Israel; no tenía nada que ganar atacando a los israelitas. Amalek estaba imbuido de sentimientos anti-israelitas puros y sin diluir. Este tipo de odio, tan totalmente infundado e irracional, es mucho más difícil de erradicar. Por consiguiente, la Torá nos ordena que estemos extremadamente vigilantes con respecto a este último tipo de odio, tipificado por Amalek.

    Lamentablemente, este odio irracional a los judíos ha sido transmitido por Amalek a través de las generaciones, hasta nuestros propios días. Hay quienes odian a los judíos, y odian a Israel con un odio ciego e irracional. Ellos no tienen nada que ganar con lastimarnos, y no tienen ningún motivo para hacernos daño. Sin embargo, parecen estar infectados con una enfermedad de odio de la que no pueden (o no quieren) curarse. Para ellos, Israel y los judíos siempre están equivocados. No los confunden con los hechos.

    La tradición rabínica enseña que Israel puede derrotar a Amalek a través del fortalecimiento de nuestra propia condición espiritual. Cuando nosotros vivimos de acuerdo a las más elevadas enseñanzas y valores de la Torá, cuando vivimos en un espíritu de amor y compasión, entonces debilitamos las fuerzas de Amalek.

    Esta no es una discusión teórica. La comunidad judía tiene que movilizarse para desarraigar las fuerzas de Amalek de nuestro mundo. El odio infundado contra nosotros simplemente no va a desaparecer por sí solo. La opresión de los judíos no llegará repentinamente a su fin a través de ilusiones. Por el contrario, nosotros tenemos que utilizar todos los métodos legítimos que estén a nuestra disposición para ayudar a erradicar el antisemitismo, y trabajar con todas las personas de buena voluntad que comparten nuestro sueño de un mundo libre de odio irracional, intolerancia y violencia.

    Si Amalek es tan malo, ¿por qué fue necesario que la Torá nos ordenara recordar que debemos estar vigilantes frente a Amalek? ¿No hubiéramos hecho esto por nuestra propia cuenta, sin necesidad de ningún recordatorio? La respuesta es: las personas se vuelven olvidadizas y complacientes. Si ellas mismas no se ven enfrentadas a la crisis inmediatamente, tienden a creer que la crisis no es tan mala después de todo. La Torá nos recuerda que no debemos bajar la guardia, sino sentir la inmediatez del desafío. Amalek existe. Su fuerza es penetrante. Es corrosiva para el bienestar del pueblo judío, y de hecho para el bienestar de un mundo armonioso. Debemos fortalecernos espiritualmente Tenemos que ponernos de pie en todos los foros disponibles, con el fin de promover los derechos y el honor del pueblo judío —y de todos los seres humanos decentes. En nuestra eterna vigilancia frente a Amalek, el pueblo judío se erige como un faro de fortaleza para la dignidad de todo el género humano.

 

 

 

 

 

 

 

 

Reflexiones sobre Ki Tavó

Volatilidad del Mercado, Tranquilidad Espiritual

    La bolsa de valores está volátil. El mercado inmobiliario se encuentra en dificultades. La economía mundial está nerviosa. Grandes empresas se han declarado en bancarrota. Otras compañías han sido rescatadas por el gobierno de los Estados Unidos. Miles de personas han perdido sus empleos, sus casas, sus ahorros, sus fondos de pensiones.

    Economistas y analistas ofrecen sus explicaciones e interpretaciones. Nos informan quiénes deberían ser culpados por la crisis. Aunque pueden diferir en algunos detalles, todos ellos parecen llegar a la misma conclusión. La crisis económica actual es el resultado directo de la codicia. Los banqueros hicieron préstamos poco sólidos porque pensaron que con esta práctica ellos iban a ganar dinero a título personal. “Expertos” financieros muy bien pagados les vendieron a los inversionistas paquetes de préstamos especulativos que prometían altas rentabilidades. Los expertos hicieron eso porque ellos ganaron dinero y enormes bonificaciones con estas transacciones. Los compradores compraron porque no querían quedarse atrás en el boom de las hipotecas inmobiliarias. Una burbuja de riqueza artificial se expandió, y la gente estaba impaciente por sacarle provecho. Cuando la burbuja estalló, se perdieron fortunas; ha cundido la desesperación; las acusaciones vuelan. La codicia hizo que personas inteligentes, altamente capacitadas, actuaran de manera irracional e imprudente, haciéndose finalmente un inmenso daño a sí mismas y a millones de personas.

    Cuando una economía se basa en el principio de la codicia, reposa sobre un cimiento débil. Está sujeta a la corrupción, a la volatilidad, y al colapso. Sí, ganar dinero es algo bueno; pero la codicia es el principio equivocado para construir un portafolio personal.

    La lectura de la Torá de esta semana ofrece una visión espiritual de la vida económica, una visión que promueve el crecimiento personal y el compromiso responsable con la sociedad como un todo. No está basada en la codicia personal; tiene sus raíces en la responsabilidad personal y en el reconocimiento de que en última instancia nuestra riqueza proviene de Dios.

    La parashá registra las leyes de “los primeros frutos”. Un granjero ha trabajado duro durante varios meses. Ahora ha llegado el tiempo de la cosecha. El instinto natural del granjero sería recoger los primeros frutos y consumirlos o venderlos para obtener ganancias. La Torá enseña, sin embargo, que los “primeros frutos” deben ser llevados a Jerusalén. El granjero le entregaba los canastos con frutas al sacerdote en el Templo, y recitaba pasajes en los cuales se recuerda que Dios redimió al pueblo de Israel de Egipto y lo llevó a la Tierra Prometida. Esta ceremonia era un claro recordatorio de que nuestra producción agrícola es una bendición de Dios por la cual debemos estar agradecidos. La Torá dice luego: “Y os regocijareis con todo lo bueno que el Señor vuestro Dios os ha dado a vosotros y a vuestras familias, vosotros, y el levita, y el extranjero que reside en medio de vosotros”. Hemos de regocijarnos en lo que Dios nos ha dado —y hemos de compartir nuestra buena fortuna con otros, con aquellos que se encuentran en necesidad.

    La parashá pasa luego a instruirnos respecto a las leyes del diezmo. Los diezmos se le debían dar al levita, al forastero, al huérfano y a la viuda "para que puedan comer dentro de vuestras puertas y quedar satisfechos". Una persona podría pensar: yo he trabajado duro para obtener mis ingresos, todo esto me pertenece. La Torá enseña: sí, usted trabajó duro, pero sus ingresos son un regalo de Dios, y Dios quiere que usted comparta un buen porcentaje de sus ganancias con aquellos que están necesitados.

    Las leyes de los “primeros frutos” y del diezmo ofrecen una visión sana de la economía, que proporciona tranquilidad espiritual a quienes reciben ingresos y a la sociedad. El objetivo de ganar no es que la persona acumule todo lo que pueda para ella misma. La codicia es una mala base para el bienestar económico, que en última instancia perjudica a la persona codiciosa y a la sociedad en general. El objetivo de las ganancias es que la persona pueda mantenerse a sí misma y a su familia, y reconocer que su riqueza es una bendición del Señor que debe ser compartida con los demás. La fuerza directriz no es la codicia, sino el deseo de ser un miembro de la sociedad bueno, constructivo, útil y generoso.

    El judaísmo ofrece un enfoque balanceado de la vida. Promueve el trabajo duro, la inversión prudente, el bienestar material. Al mismo tiempo, el judaísmo insiste en que nuestra vida económica no sea gobernada por la codicia personal, sino por la rectitud y la responsabilidad.

    La volatilidad económica actual nos recuerda lo vulnerables que somos todos nosotros a los estragos de una filosofía de codicia. También debería despertar de nuevo dentro de nosotros el aprecio por las enseñanzas de la Torá que fomentan el bienestar material dentro de un contexto de tranquilidad espiritual.

 

Confesando nuestras Virtudes

"Yo no he transgredido ninguno de Tus mandamientos

 ni he olvidado nada...He escuchado

la voz del Señor mi Dios; he hecho

todo conforme Tú me lo has ordenado".

DEVARÍM 26:13-14

 

    Comenzando en el mes de Elul y continuando hasta la temporada de las Altas Festividades, nosotros ofrecemos oraciones de súplica —selijot— pidiéndole a Dios que nos perdone nuestros numerosos pecados. Un elemento central de estas oraciones es el Vidui —confesión. Hacemos una lista de toda clase de pecados de los cuales somos culpables a nivel individual o comunitario. El Vidui es un ingrediente esencial en el proceso de expiación. A menos que seamos capaces de admitir nuestros pecados y faltas, seremos incapaces de cambiar para bien nuestra forma de ser y de actuar. La palabra “Vidui" se asocia popularmente con nuestros pecados y nuestros sentimientos de culpa. “Confesión” nos recuerda nuestras deficiencias y nuestra negligencia.

    En la porción de la Torá de esta semana, leemos acerca de un tipo de Vidui completamente diferente —el Vidui Maaser, la confesión que hace la persona cuando paga su diezmo. En la época del Templo, este Vidui tenía lugar durante el tercer y el sexto año de los ciclos del diezmo. Se suponía que en esas ocasiones se debían pagar todos los diezmos que no habían sido pagados. La persona que llevaba los diezmos tenía la obligación de hacer una declaración, una confesión de que los diezmos fueron debidamente entregados a los levitas, a los extranjeros, a los huérfanos y a las viudas —y de que todo fue pagado en su totalidad. Este Vidui incluía las asombrosas frases (citadas en la parte superior de este artículo) en las cuales la persona declara que ha cumplido los mandamientos en forma completa y correcta.  

    Nosotros no estamos acostumbrados a pensar en el Vidui en tales términos positivos. Esta no es una confesión de pecados y faltas, ¡sino una confesión de nuestras virtudes! Nos presentamos ante Dios y decimos —sin reservas— que hemos hecho nuestro mejor esfuerzo, que hemos cumplido perfectamente con nuestras obligaciones. Esto le da un significado completamente diferente a la palabra Vidui —confesión. Mientras que nosotros generalmente pensamos en el Vidui como en la confesión de los pecados, tenemos que recordar que Vidui también se refiere a nuestros logros. Así como estamos obligados a ser honestos con Dios y recitar nuestras numerosas transgresiones, también estamos obligados a ser honestos con Dios y recitar nuestros numerosos cumplimientos positivos de la Torá.

    El Vidui Maaser no se debe recitar con un espíritu de arrogancia o de auto-felicitación. Por el contrario, se supone que debe ser una revisión sincera de nuestra dedicación a hacer lo que es correcto y bueno. Antes de que podamos decir ese tipo de Vidui, obviamente tenemos que estar seguros de que podemos pronunciar las palabras honestamente. Estaremos seguros de pagar nuestros diezmos en su totalidad, estaremos seguros de ayudar a los necesitados; estaremos seguros de no prorrogar el pago de nuestros compromisos.

    El hecho de que la Torá ordena un Vidui Maaser nos proporciona un balance importante con el Vidui de nuestros pecados. La vida religiosa exige los dos tipos de confesión: el reconocimiento de nuestros pecados y el compromiso de arrepentirnos; pero también, el reconocimiento de nuestras virtudes, y el compromiso de vivir de la manera más positiva y honesta posible.

    Durante el período de las Altas Festividades, estaremos concentrándonos en la confesión de nuestras transgresiones y en el tema del arrepentimiento. La parashá de esta semana nos recuerda que también debemos concentrarnos en las numerosas cosas que hacemos correctamente. Comparezcamos delante de Dios con el reconocimiento honesto de quiénes somos y de lo que hemos hecho —de nuestras fortalezas y nuestras debilidades. Al hacerlo, nos convertiremos en mejores personas. Viviremos con un mayor sentido de auto-respeto, y de respeto hacia los demás.

 

Religión y Charlatanería

    ¿Cuál es la diferencia entre un auténtico líder religioso y un charlatán?

    Un auténtico líder religioso trata de acercar a las personas a Dios, trata de inspirar a las personas para que intensifiquen su espiritualidad de modo que puedan aproximarse a Dios y vivir en el espíritu de santidad. Un auténtico líder religioso trata de fomentar la receptividad hacia una visión religiosa del mundo, facultando al individuo para que aproveche los recursos internos de él/ella en el intento de acercarse a Dios.

    Un charlatán se viste con un atuendo “religioso”, habla de una manera "religiosa", pero ofrece un enfoque muy diferente. Un charlatán pretende que él/ella puede manipular a Dios, que puede hacer que Dios acceda a sus pedidos y oraciones. Un charlatán les promete a sus adeptos toda clase de bendiciones y recompensas, si tan solo ellos siguen sus instrucciones —y hacen las donaciones apropiadas. Un charlatán intenta magnificar su poder, y minimizar el poder espiritual de los demás. El charlatán no quiere que el individuo se sienta independiente, sino que se sienta dependiente de las misericordias e intervenciones del “hombre santo” o de la “mujer santa”.

    Uno de los maestros jasídicos famosos, el Kotzker Rebe, tenía aversión a que las personas se le acercaran para pedirle bendiciones y milagros. Él quería que las personas rezaran por ellas mismas y por sus familias, que realizaran sus esfuerzos espirituales personales. A él no le gustaba el modelo jasídico de un Rebe que se suponía que era un hacedor de maravillas que podía hacer milagros y controlar a Dios

    Desafortunadamente, las enseñanzas del Kotzker Rebe (y de tantos otros líderes religiosos con ideas similares) no se han arraigado entre un segmento de la comunidad judía. Las personas todavía siguen buscando “Rebes” o hacedores de maravillas que puedan hacerles milagros, y que puedan prometerles bendiciones en nombre de Dios. Cómo son de arrogantes esos charlatanes, y cómo son de crédulas esas personas que recurren a ellos.

    Yo (como muchos otros) recibo regularmente folletos satinados de una organización que nos pide que demos caridad para su causa. Este grupo debe estar gastando una suma considerable de dinero en producir estos anuncios brillantes, llenos de fotografías de rabinos y sabios que parecen “santos”. El folleto reciente nos señala en la primera página, en negrilla, que si nosotros contribuimos a su organización benéfica, tendremos bendiciones ASEGURADAS. A todos los que contribuyen a sus obras de caridad “se les garantiza que serán merecedores de un año bueno y dulce, libre de angustias y enfermedades graves". El mensaje es que esos “sabios” que manejan esas organizaciones benéficas tienen una línea directa con Dios, y pueden darle a Dios órdenes exactas en cuanto a quiénes bendecir y a quiénes no bendecir —basándose, por supuesto, en si las personas contribuyen a sus obras benéficas. Este tipo de solicitud de fondos es un reflejo de la charlatanería, una profunda degradación de la Torá. Me sorprende cómo alguien podría querer prestar su nombre para una solicitud de ese tipo, o hacer sus aportes para uno de esos grupos.

    En la porción de la Torá de esta semana, leemos acerca de las bendiciones y las maldiciones —que son impartidas por Dios, y solamente por Dios. Ningún ser humano tiene derecho de presumir que él/ella conoce y puede controlar al Dios eterno e infinito.  

    La auténtica religión descansa sobre un cimiento de humildad y una búsqueda sincera para acercarse a Dios. Nos exhorta a asumir la responsabilidad de nuestra propia vida espiritual. La charlatanería descansa sobre un cimiento de arrogancia espiritual, es decir, que unos pocos “sabios” pueden manipular a Dios y garantizar la forma en la que Dios va a actuar. La charlatanería trata de reducir nuestra espiritualidad, y hacernos dependientes de una camarilla interna de hacedores de milagros.

    En la batalla entre la auténtica religión y la charlatanería, tomemos partido por la auténtica religión. Desvirtuemos la charlatanería a través de nuestro compromiso de vivir una vida religiosa correcta.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Reflexiones sobre Nitzavím

La Verdad y Nada más que la Verdad

    La primera sección de la lectura de la Torá de este Shabat expresa la preocupación de Dios porque los israelitas pudieran recaer en la idolatría. Al igual que en tantas otras secciones de la Torá, se nos advierte que no debemos adorar a dioses falsos. Este es un pecado grave con consecuencias terribles.

    ¿Pero por qué los israelitas —o cualquier otra persona— adorarían a ídolos de madera o de piedra, de plata o de oro? ¿Qué podría ser más absurdo? ¿Por qué fue necesario que la Torá hiciera tantas declaraciones enérgicas contra la idolatría y sus males? ¿No deberíamos ser lo suficientemente inteligentes como para ver por nosotros mismos el despropósito de la idolatría? ¿Cuál es exactamente la tentación que nos arrastra en esta dirección equivocada?

    La Torá comprende que las personas son crédulas. Cuando están asustadas o confundidas, ellas creerán casi en cualquier cosa. Por desesperación, las personas pueden recurrir a una entidad física que ellas creen que les traerá “buena suerte” o a la cual le atribuyen poderes mágicos —incluso divinidad. Ellas veneran objetos de madera y piedra, de oro y plata. La línea entre la verdadera fe y la idolatría no siempre es fácil de distinguir.

    ¿Cuál es la esencia de la idolatría? Es la atribución de un valor falso a un objeto. Los idólatras creen que si ellos veneran a un ídolo, se inclinan ante él, le llevan ofrendas — ¡entonces ese debe ser dios! Se convencen a sí mismos de que una falsedad es realmente cierta. Como otras personas también fomentan la falsedad, esto le da la apariencia de ser verdad. Lo malo de la idolatría es creer en la falsedad y abandonar la verdad. La Torá nos advierte que no caigamos en esta trampa. Esto no solo es aplicable a los ídolos, sino a todo y a todos. Demagogos y expertos en relaciones públicas tratan de hacernos creer cosas que nosotros sabemos que son equivocadas o innecesarias; un gran número de personas sucumben a estas falsedades. La Torá nos ordena que nos aferremos a la verdad, que rechacemos las mentiras.

    En nuestra sociedad, existen muchas presiones sobre nosotros para que creamos que simplemente debemos poseer este o aquel objeto material para ser exitosos y felices. Existen muchas presiones para hacernos creer que esta o aquella persona es sabia o grandiosa, debido a los títulos y honores que le han sido conferidos a él o a ella. Es fácil  seguir la línea de la multitud y suspender nuestro propio juicio claro. La Torá nos advierte: no sea un idólatra, no se desvíe de la verdad, no evalúe falsamente a las cosas o a las personas.

    El Talmud (Haguigá 14b) habla de cuatro grandes sabios que entraron al pardés, al mundo de la especulación profunda. Rabí Akiva, uno de los cuatro, les advirtió a los demás: "cuando lleguen al dominio del mármol puro, no griten ‘agua, agua’; como está escrito (Salmos 101:7), quien habla falsedades no se afirmará delante de Mis ojos”. Rabí Akiva sabía lo fácil que es confundir el mármol claro con el agua, una metáfora de lo fácil que es sucumbir a la falsedad en lugar de aferrarse a la verdad. El mármol se parece tanto al agua —pero no es agua, es una piedra fría. Si usted desea perseguir la verdad, tiene que evaluar a las personas y a las cosas como realmente son —no como parecen ser.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Reflexiones sobre Vaiélej

Tiempo para Mostrar Entereza

    En la lectura de la Torá de este Shabat, Vaiélej, Moisés le pasa el manto del liderazgo a su discípulo, Josué. En el versículo 31:7, leemos: Y Moisés llamó a Josué y le dijo en presencia de todo Israel: se fuerte y valiente". La interpretación usual de este versículo es que Moisés le transfirió su liderazgo a Josué en presencia de todo Israel, encargándole públicamente que se fortaleciera a sí mismo para asumir sus futuras responsabilidades.

    El rabino Ovadia Yosef ofrece una interpretación ingeniosa de este versículo basada en sus notaciones musicales (ta’amim). Los signos musicales tradicionales realmente separan las palabras del versículo de la siguiente manera: “Y Moisés llamó a Josué y le dijo: en presencia de todo Israel se fuerte y valiente”. Según esta lectura, Moisés estaba preocupado respecto a la capacidad de Josué para asumir el liderazgo. Josué era una persona humilde, acostumbrada a trabajar en una posición subordinada. La humildad es una cualidad buena; sin embargo, para dirigir a su pueblo, Josué tenía que demostrar fuerza y coraje. Así que Moisés le dijo (según la interpretación de Rabí Yosef): Josué, es hermoso y noble ser humilde y modesto mientras estás en la intimidad. Pero cuando estés en presencia de todo Israel, es decir, cuando estés ejerciendo la función de líder de la nación, debes ser fuerte y valiente. Les tienes que dar a los Israelitas la confianza en que tú puedes liderarlos. Tú no puedes ser indeciso ni inseguro.  

    Este consejo para Josué es relevante para todos nosotros. Desde luego debemos mantener una humildad genuina, y no buscar engrandecernos a nosotros mismos. La devoción callada y la rectitud modesta son grandes virtudes. Pero hay momentos en los cuales tenemos que mostrar fuerza y coraje. Cuando nos encontramos “en presencia de todo Israel" —cuando tenemos que adoptar una postura pública en representación de nuestro pueblo— entonces debemos dejar a un lado nuestra humildad y dar un paso adelante con confianza en nosotros mismos, una confianza que pueda inspirar a nuestro pueblo a la acción valerosa. Cuando el honor y el bienestar de nuestro pueblo están en juego, no podemos arriesgarnos a evadir la responsabilidad. Cuando la maldad persiste en el mundo, no podemos permitir que la humildad se interponga en el camino hacia una resistencia enérgica a la maldad.

    Este mensaje también tiene eco en los símbolos de esta época de festividades. El shofar, que está doblado en forma curva, simboliza la necesidad de humildad. Nosotros nos prosternamos en contrición ante el Señor. Sin embargo, en Sucot tomamos el lulav (rama de palma), el cual debe estar erguido. Un lulav que está doblado no es kasher para el cumplimiento de la mitzvá. El lulav nos recuerda que debemos mantenernos erguidos en nombre de nuestro pueblo y de nuestras enseñanzas, que no debemos dejarnos intimidar por los ataques y las burlas de los enemigos, que debemos defender nuestros intereses y nuestros ideales con fuerza y coraje.

    Nuestra virtud interna siempre debe estar marcada por una humildad genuina. Pero la humildad no debe impedirnos tomar las medidas pertinentes y demostrar valentía ante el público. En aras de nuestro pueblo y de nuestra Torá, tenemos que caminar siempre con la frente en alto.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Reflexiones sobre Haazinu

Lluvia y Bendiciones

    El poema Haazinu es la amonestación que Moisés le recitó al pueblo de Israel poco tiempo antes de su muerte. En el segundo versículo, él utiliza la alegoría de la lluvia para simbolizar su esperanza de que todas sus enseñanzas penetren en las personas y les sean beneficiosas.

    El rabino Haim David Haleví, quien fuera Gran Rabino Sefardí de Tel Aviv, comentó sobre la importancia de la lluvia en la imaginería religiosa. La lluvia es vital para el crecimiento de los cultivos y la vegetación. Sin embargo, para que la lluvia sea más efectiva, es necesario que el terreno sea cultivado primero y que se siembren semillas en él. En un campo así, la lluvia da lugar a una producción abundante. Cuando la lluvia cae sobre campos en barbecho, sin cultivar, no produce resultados óptimos. Asimismo, escribió el rabino Haleví, sucede con la "lluvia espiritual". Aquellos que son más receptivos y cultivados espiritualmente obtienen mucho más beneficio de la Torá que quienes permanecen “en barbecho”. Para obtener la máxima satisfacción espiritual, tenemos que estudiar Torá, observar las mitzvot, y de ese modo alcanzar niveles más elevados de espiritualidad. Si nosotros no nos preparamos para recibir el espíritu de la Torá, su “lluvia” puede producir malezas y cardos. No obstante, es tal el poder de la Torá que puede proporcionar bendición incluso a los que no están cultivados.

    El rebe jasídico del siglo XIX, Simha Bunim, observó que las palabras sagradas de la Torá se comparan a la lluvia. Los efectos de la lluvia pueden no ser evidentes de inmediato, ya que los cultivos y la vegetación pueden tardar varias semanas en crecer. De la misma manera, podría parecer que las palabras de la Torá no tienen un impacto inmediato en el oyente. Sin embargo, al igual que la lluvia, ellas se filtran y realizan su labor beneficiosa. Aunque pareciera que las palabras de la Torá tienen poca o ninguna influencia, sin embargo, con el transcurso del tiempo estas palabras penetran y ayudan a alcanzar mayor discernimiento espiritual y felicidad.

    En Sheminí Jag Atzeret, que se celebrará muy pronto, nosotros incluimos una plegaria especial por la lluvia, en la cual le pedimos a Dios que nos conceda lluvias de bendición para que haya abundancia y prosperidad en nuestro mundo. Así como nosotros rezamos por la lluvia física para el sustento de nuestra vida física, del mismo modo debemos tener en cuenta rezar por la “lluvia espiritual”, la cual sustentará nuestra vida espiritual.

 

 

 

 

Reflexiones sobre Rosh Hashaná

Es tan bueno el Shofar

    El shofar, el cuerno de carnero, desempeña un papel central en la liturgia de Rosh Hashaná e invariablemente es uno de los puntos culminantes del servicio de la sinagoga.  Sus sonidos primordiales tienen por objeto despertarnos de nuestro letargo espiritual —y evocar en nosotros pensamientos y emociones relacionados con la historia de la Akedá, la Revelación en el Sinaí, y la Redención Mesiánica.

    Las leyes relativas a la adecuación ritual de un shofar pueden ser interpretadas para transmitir lecciones morales. Un shofar debe ser elaborado a partir de un solo cuerno; un shofar ensamblado utilizando diferentes trozos de cuernos de carnero no es kasher para su uso. La moraleja: tenemos que ser seres humanos "íntegros", fieles a nosotros mismos, firmes en nuestra integridad personal. Si simplemente somos un mosaico de ideas y valores de otras personas, no estamos cumpliendo con nuestra responsabilidad como seres humanos autónomos.

    El shofar no puede estar enchapado en oro de tal manera que se altere su sonido auténtico. La moraleja: no debemos permitir que la prosperidad material falsifique nuestras voces auténticas. Tampoco debemos dejarnos impresionar por los individuos adinerados cuyas “voces” han sido alteradas por su riqueza, por ejemplo, aquellos que se atribuyen derechos y privilegios simplemente a causa de su fortuna. El valor humano de una persona no debe estar determinado por la cantidad de "oro" que él/ella posee.

    Si el sonido del shofar es el resultado de un eco (es decir, la persona sopló el shofar en una cueva o a través de un micrófono), entonces no satisface el requerimiento religioso de oír el shofar. La moraleja: tenemos que concentrarnos en lo real, no en ecos ni en amplificaciones artificiales. El shofar no cumple su función por la intensidad del ruido que puede hacer, sino mediante el sonido natural y auténtico que emite.

    El shofar debe estar doblado en una curva. La moraleja: tenemos que estar arrepentidos cuando comparecemos delante del Señor, inclinándonos con humildad y con un reconocimiento honesto de nuestras debilidades.

    Por lo tanto, el shofar está impregnado de mensajes simbólicos importantes que nos ayudan a ser mejores seres humanos y judíos más devotos. Ojalá que todos nosotros seamos sensibles a los mensajes del shofar

 

Oyendo y Escuchando

    Supongamos que dos individuos iban caminando frente a una sinagoga en Rosh Hashaná en el preciso momento en que se estaba haciendo sonar el shofar. Las ventanas de la sinagoga estaban abiertas, de modo que los dos individuos oyeron el shofar desde afuera. El primero pensó: desearía ser incluido entre quienes están cumpliendo la mitzvá de oír el shofar. El otro simplemente siguió caminando, habiendo oído el shofar pero sin prestar ninguna atención especial a los sonidos. ¿Alguno de ellos, o ambos, o ninguno cumplió la mitzvá del shofar?

    Efectivamente, los dos escucharon exactamente los mismos sonidos del shofar. La única diferencia estaba en su intención. Pero la intención es exactamente lo que determina que el primer individuo cumplió la mitzvá, mientras que el segundo no lo hizo. Ambos “oyeron” el shofar; pero solo uno de ellos “escuchó” el shofar.

    Esta sentencia halájica subraya el papel de la intención adecuada en el cumplimiento de la mitzvá. No basta solo con oír el shofar como si se tratara de sonidos aleatorios; por el contrario, la persona debe reconocer —por lo menos en un nivel mínimo— que está escuchando los sonidos del shofar y por lo tanto está cumpliendo la mitzvá.

    Maimónides señala que el shofar pretende despertarnos de nuestro letargo espiritual, y generar dentro de nosotros pensamientos de arrepentimiento y renovación personal. Para que este mensaje nos llegue, nosotros debemos estar “escuchando”. Si las personas oyen el shofar pero no se sintonizan con su significado y su mensaje, entonces han desaprovechado la característica esencial de esta mitzvá.

    Hay quienes asisten a los servicios de la sinagoga en Rosh Hashaná y “oyen” el shofar —pero por alguna razón las oraciones y el shofar y los sermones no despiertan mucha energía espiritual en ellos. Después de Rosh Hashaná son prácticamente las mismas personas que eran antes de Rosh Hashaná. Hay otros que son transformados por Rosh Hashaná, que “escuchan” las oraciones, y el shofar y los sermones —y se sienten genuinamente conmovidos. Todas estas personas pueden estar sentadas en la misma sinagoga, y sin embargo, los resultados son radicalmente diferentes. Algunas solamente “oyen” los servicios; otras realmente los “escuchan”.

    Si somos o no energizados espiritualmente por la temporada de las Altas Fiestas depende en gran medida de nosotros mismos. Mientras más receptivos seamos a sus poderosos mensajes y más cultivemos nuestra propia espiritualidad, experimentaremos más el significado religioso y la transformación espiritual. Concentrémonos muy cuidadosamente en nuestras oraciones, en las lecturas de la Torá, en los sonidos del shofar, en los sermones. “Escuchemos” con gran atención. Si nosotros “escuchamos” y no “oímos” simplemente, no solo encontraremos una llave para un mayor cumplimiento de las festividades, sino también para una mayor realización en nuestras vidas.

 

 

 

 

 

Reflexiones sobre Shabat Teshuvá y Yom Kipur

Perder la Carrera de Ratas

    El Dr. Bruno Bettelheim escribió que “la convicción popular de hoy es que la vida es una carrera de ratas”. Las personas se han enfrascado tanto en las luchas para progresar materialmente en este mundo que tienden a dejar de lado las demandas del alma.

    Mientras competimos en la carrera de ratas, es posible que ni siquiera nos demos cuenta hasta qué punto hemos abandonado nuestra libertad interior, nuestra búsqueda del sentido ultimo. Queremos ganar la carrera de ratas, incluso si eso significa comprometer o abandonar los valores que impregnan la vida de un sentido genuino.

    Algunos individuos se despiertan un día y preguntan: ¿Por qué estoy haciendo esto? ¿Qué sentido tiene mi vida? ¿Cómo puedo salir de esta carrera de ratas? Ellos responden tratando de reorganizar sus vidas y de recuperar su autonomía. Otros pueden pasar por la vida sin responder a estas preguntas, ignorándolas, suprimiéndolas. Están tan ocupados compitiendo y tratando de sobrepasar a todos los demás, que no se permiten el lujo de pensar demasiado profundamente acerca del significado de la vida.

    Nosotros no podemos “ganar” realmente en la vida a menos que “perdamos” la carrera de ratas. Una vida bien vivida se caracteriza por una sabiduría calmada, un sentido trascendental del significado de la vida, y una capacidad de amar, de sentir empatía por los demás y ayudarles. No ver la vida como una lucha eterna y sin sentido para salir “adelante”.

    Los individuos que participan en la carrera de ratas por lo general no son malos ni corruptos, aunque algunos lo son. Muchos simplemente son arrastrados a la carrera porque no han pensado a fondo a través de su filosofía de la vida o no poseen la independencia de espíritu para defender sus valores y sus ideales. Se dejan llevar por el conformismo o el cuasi-totalitarismo. Renuncian a su libertad y a su autonomía para jugar el juego de la vida según las reglas de la carrera de ratas.  

    Al entrar en los días de Shabat Teshuvá y Yom Kipur, tendremos tiempo de sobra para reevaluar nuestras vidas. La época de arrepentimiento nos ofrece una nueva oportunidad para revisar nuestro pasado, y redireccionar nuestro futuro. La vida no tiene que ser —y no debe ser— una carrera de ratas. Cada uno de nosotros tiene el poder y la responsabilidad de hacer valer nuestra libertad y nuestra autonomía, de pensar en nuestras almas así como en nuestros cuerpos. Ojalá que los próximos días sagrados sean una época de crecimiento y purificación espiritual.

 

 

 

Reflexiones sobre Sucot

Intervención Divina y Humana

    El Talmud (Sukkah 11a) registra el bien conocido debate entre Rabí Eliezer y Rabí Akiva sobre la naturaleza de las sucot en las que moraron los israelitas cuando estuvieron en el desierto. Rabí Eliezer dijo que los israelitas estaban protegidos por las “nubes de gloria”. Rabí Akiva argumentó que los israelitas moraron en cabañas reales, como nómadas. El punto de vista de Rabí Eliezer destaca la intervención milagrosa de Dios en la protección de los israelitas. El punto de vista de Rabí Akiva, aunque reconoce el cuidado providencial de Dios, pone de relieve los propios esfuerzos de los israelitas para construirse sus refugios.

    El hecho de que nosotros celebremos Sucot con viviendas temporales reales implica que el punto de vista de Rabí Akiva fue el que prevaleció. Nosotros no pensamos simplemente en las nubes milagrosas que Dios extendió sobre los israelitas para protegerlos. No, nosotros realmente construimos sucot y comemos nuestras comidas en ellas. Nosotros revivimos en forma indirecta las experiencias de nuestros antepasados en el desierto —en sucot reales.

    La opinión de Rabí Akiva nos invita a apreciar la providencia de Dios, pero al mismo tiempo a asumir un papel activo para protegernos a nosotros mismos. Nuestra supervivencia ciertamente depende de Dios —pero también depende de nuestros propios esfuerzos

    La sucá es un recordatorio de lo temporal y frágil que es la vida; de lo mucho que dependemos de Dios para nuestro sustento. También es un recordatorio de lo importante que es nuestra propia acción individual. No hemos de ser caminantes pasivos, sino participantes activos en la vida, haciendo lo que podamos para mejorar nuestra suerte y la suerte de nuestra sociedad. . 

    Con todos los problemas e injusticias de nuestro mundo, no podemos permitirnos el lujo de adoptar un manso quietismo que espera que Dios nos salve milagrosamente y haga que todo mejore. Más bien, cada uno de nosotros tiene que sentir una responsabilidad personal de ponerse de pie y hacerse escuchar. Construyamos cada uno nuestra “sucá”, así sea imperfecta y temporal. No renunciemos a nuestra responsabilidad personal asumiendo que Dios u otras personas van a resolver los problemas de la sociedad. 

    En una ocasión le preguntaron al Kotzker Rebe si él tenía el poder de revivir a los muertos. Él respondió: “revivir a los muertos no es el problema; revivir a los vivos es mucho más difícil”. En esta época de renovación espiritual, esforcémonos en revivirnos a nosotros mismos y a nuestros seres queridos para que vivamos como personas espiritualmente vivas y responsables.

 

 

La Religión Adentro y Afuera

    La mayoría de nuestras prácticas religiosas se llevan a cabo en sitios cerrados —en nuestras casas, en nuestras sinagogas. A nosotros generalmente no nos gusta crear un espectáculo público a través de nuestras experiencias religiosas, sino que nos comportamos modestamente y tratamos de no llamar la atención cuando cumplimos las mitzvot.

    Hay algunas excepciones a esto. En Janucá, es una mitzvá especial publicar el milagro colocando nuestras janukiot donde puedan ser vistas por los transeúntes. Sucot también incluye algunos aspectos de llevar nuestras prácticas religiosas a la plaza pública. El Talmud registra la costumbre de la antigua Jerusalén, donde las personas cargaban sus lulavím en la calles cuando iban a la sinagoga, cuando visitaban a los enfermos, y cuando iban a consolar a los deudos. Incluso hoy en día, muchos judíos cargan sus lulavím en público. En cuanto a la sucá en sí, esta estructura por lo general está a la vista del público: se construye en una terraza, en un jardín, en un patio, etc., es decir, donde los judíos y los no judíos pueden verla.

    Aunque gran parte de nuestra vida religiosa transcurre en espacios cerrados —en el dominio privado de la familia y los amigos— a veces nos vemos obligados a hacer una demostración pública de nuestros compromisos religiosos. En Janucá, nosotros queremos recordarle al mundo entero que los judíos se defendieron heroicamente de los helenistas sirios y obtuvieron la independencia para el pueblo judío. Queremos que todos sepan que, con la ayuda de Dios, salimos victoriosos frente a enemigos poderosos y mucho más numerosos.

    En Sucot, también queremos transmitirle un mensaje al público en general. El lulav y el etrog simbolizan las armas; indican que nosotros estamos orgullosos de nuestra fe y estamos dispuestos a luchar por el honor de nuestra Torá y de nuestro pueblo. La sucá es una declaración simbólica de que aunque nosotros vagamos por el desierto durante 40 años, la providencia de Dios nos protegió, y finalmente entramos a la Tierra Prometida. La demostración pública de estas mitzvot indica nuestro orgullo y nuestro compromiso con lo que somos y lo que representamos Si tenemos respeto por nosotros mismos y por nuestras tradiciones, podemos esperar que las naciones del mundo también lleguen a respetar el judaísmo.

    Algunas veces es necesario que salgamos públicamente en defensa de nuestra fe y de nuestro pueblo. Cuando los judíos traicionan públicamente a su fe y a su pueblo, esto afecta a toda la colectividad judía. Si los comerciantes judíos abren sus almacenes en Shabat, ¿por qué habrán de respetar nuestro Shabat los no judíos? Si los judíos ignoran las leyes del Kashrut, ¿por qué habrán de respetar nuestras leyes dietéticas los no judíos? Si los judíos no viven de acuerdo a los elevados estándares de ética de la Torá, ¿por qué habrán de admirar la forma de vida judía los no judíos? Si las figuras políticas celebran conferencias de prensa y reuniones públicas en las festividades judías, ¿por qué habrán de mostrar alguna deferencia hacia nuestras festividades los no judíos?

    Sucot es un recordatorio importante de que ser judío también implica una postura pública, el coraje de ser quienes somos y defender nuestras tradiciones sin vergüenza ni apologías. Tenemos que recordarnos a nosotros mismos y a los demás que nuestras festividades y tradiciones no pueden ser pisoteadas ni desechadas en un cubo de basura. Si no nos defendemos nosotros mismos, ¿quién nos defenderá? Y si nos defendemos nosotros mismos, seremos dignos herederos de un pueblo que le ha dado tanto —y tiene tanto más para darle— a nuestro mundo.

 

El Tiempo de Nuestra Felicidad

    El Dr. John Abernathy fue un médico famoso en la Inglaterra del siglo XIX. Un día, llegó un paciente quejándose de que no se estaba sintiendo bien. El Dr. Abernathy le hizo al señor un chequeo completo, y luego le dijo: “usted no tiene ningún problema físico. Usted solo está deprimido. Yo le sugiero que vaya a una presentación del gran comediante, Grimaldi. Él es maravilloso. Él le levantará el ánimo y lo hará reír. Vaya a ver a Grimaldi y se sentirá mucho mejor”.

    El paciente replicó: “¡Yo soy Grimaldi!"

    Esta anécdota nos recuerda que hay dos aspectos (por lo menos) en cada persona. Está la persona exterior que la gente ve, la apariencia externa de quiénes somos; y está la persona interior que la gente no ve fácilmente, la esencia oculta de lo que somos. Idealmente, estos dos aspectos deben estar en armonía. Nuestra vida interior y nuestra vida exterior deben reflejar una personalidad unificada. En el caso de Grimaldi, su sentido del humor y su euforia externa ocultaban en realidad una tristeza y un malestar interior.

    Cuando los dos aspectos no están en armonía, necesitamos trabajar en nosotros mismos. Cuando nos damos cuenta de que hay una disonancia, podemos comenzar a afrontar la situación y a trabajar para volvernos “íntegros”. Si negamos la disonancia o nos rehusamos a reconocerla, vivimos la vida en un nivel superficial, incluso hipócrita. Pretendemos ser lo que no somos; podemos tratar de convencernos a nosotros mismos de que todo está bien.

    Los pasados días sagrados de Rosh Hashaná y Yom Kipur se enfocaron en nuestra necesidad de unificarnos a nosotros mismos, y de superar cualquier disonancia entre nuestra vida externa e interna. El estado de ánimo era solemne y sincero, tal como corresponde a una autoevaluación honesta.

    Pero ahora nos aproximamos a Sucot, que se conoce como el tiempo de nuestra felicidad. En efecto, la Torá nos ordena que estemos alegres en los días Festivos. Sin embargo, ¿cómo nos pueden ordenar que estemos alegres, si nuestro estado de ánimo interior no es alegre? La respuesta es: nosotros tenemos el poder de encauzar nuestros pensamientos internos en la dirección de la felicidad. Tenemos la capacidad de superar los sentimientos de angustia, canalizando nuestras emociones en forma constructiva.

    La felicidad no es un fin en sí mismo, sino que es el resultado del pensamiento y la acción positiva. Sucot nos recuerda: acabamos de pasar por un período de festividades muy serias, en el cual hemos descubierto áreas de fortalezas y debilidades dentro de nosotros mismos. Ahora es el momento de tomar nuestras autocríticas de Rosh Hashaná y Yom Kipur, y convertirlas en pensamientos y acciones positivas. Regocijémonos ahora en el festival. Reconectémonos con la familia y los amigos. Disfrutemos comiendo en la Sucá, participando en los rituales elaborados de la sinagoga. Estemos agradecidos con el Todopoderoso por la abundancia de la cosecha, por las bellezas de la naturaleza. Armonicemos nuestra vida interior y nuestra vida exterior, de modo que reflejemos una auténtica fe y confianza por dentro y por fuera.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Reflexiones sobre Sheminí Jag Atzeret

 

Momentos Especiales

    Unos miembros de nuestra Congregación me enviaron recientemente un artículo acerca de su hija, quien había crecido en nuestra Congregación y había asistido a nuestra Escuela Religiosa. Ella llegó a convertirse en una fotógrafa de un periódico importante de Connecticut, y produce una sección regular conocida como “Rituals”, en la cual presenta fotografías relacionadas con momentos especiales en la vida de las personas.

     Entre los temas de sus fotografías hay un Brit Milá, una fiesta de dulces dieciséis años, una boda, una mujer moribunda en un hospicio. Las fotografías captan momentos particulares en las vidas de personas particulares y sin embargo, las fotografías nos hablan a todos nosotros.

    ¿Cuál es la naturaleza de un momento especial? Es una experiencia que comprime dentro de sí toda una vida de recuerdos.

    Una novia y un novio caminan por el pasillo, acompañados de sus padres. Un fotógrafo hace una toma instantánea y captura el momento; pero el resultado no es simplemente una imagen bidimensional. Más bien, la fotografía evoca el significado de ese momento. ¿Qué están pensando la novia y el novio en este momento especial de sus vidas? ¿Cuáles son sus expectativas y sus ansiedades? ¿Qué están pensando los padres? ¿A dónde fueron todos esos años? Parece que fue ayer cuando yo le enseñé a él a nadar, cuando le ayudé a ella a aprender a montar en bicicleta. 

    Cuando los integrantes de la fiesta de matrimonio participan en la ceremonia, ellos están llenos de muchos pensamientos y emociones, de escenas retrospectivas de épocas anteriores, de anticipación del futuro. Parece que fuera solo un momento, y sin embargo, ese momento encierra toda una vida de esperanzas y recuerdos. Y lo mismo sucede con las diversas ocasiones de nuestras vidas. Nosotros no solo vivenciamos eventos particulares, sino que traemos con nosotros todos nuestros recuerdos, sentimientos y pensamientos acumulados.

    Una de las grandes características del judaísmo es que aprecia y fomenta momentos especiales en nuestras vidas. Ya sea el Shabat, o las festividades, o los numerosos rituales diarios —cada uno de esos eventos y ceremonias genera una avalancha de recuerdos dentro de nosotros. Nuestras propias observancias incorporan recuerdos de padres y abuelos, hermanos y hermanas, seres queridos y amigos con quienes hemos compartido estas observancias en años anteriores. Cuando nos sentamos en la Sucá para comer nuestras comidas, traemos con nosotros los recuerdos de comidas en la Sucá de nuestra infancia. Cuando asistimos a la sinagoga, vemos a los que están aquí con nosotros ahora; pero recordamos a aquellos que ya no están más con nosotros.

    Hoy estamos celebrando la festividad de Sheminí Jag Atzeret, la fiesta de cierre de la temporada de festividades. Hemos pasado por los días solemnes de Rosh Hashaná y Yom Kipur, hemos disfrutado la fiesta de Sucot. Ahora, al concluir un mes de observancias religiosas, miramos retrospectivamente lo que hemos vivenciado y lo que hemos aprendido. Recapacitamos sobre cómo pudimos haber cambiado para bien durante estas últimas semanas.

    En cierto sentido, Sheminí Jag Atzeret es nuestra “graduación” de la temporada de festividades. Es la ocasión para reflexionar sobre los momentos especiales que hemos experimentado durante las festividades; para pensar en qué forma —o si— hemos ascendido a un nivel espiritual más elevado. Nosotros no deberíamos ser hoy las mismas personas que fuimos hace un mes; sino que deberíamos haber experimentado un incremento en sabiduría, consideración y sensibilidad espiritual.

    Este momento especial de Sheminí Jag Atzeret debería encontrarnos pensando en los momentos especiales del mes pasado —y de hecho, en los momentos especiales de nuestros años anteriores. Debería infundirnos una sensación de anticipación para vivir la vida en un nivel religioso más elevado durante los próximos meses y años.

    La foto-periodista que creó la sección del periódico “Rituals” hizo un comentario significativo durante una entrevista. Ella musitó: “yo me pregunto por qué no hay más personas que ven algo sagrado en lo ordinario”. En efecto, los momentos “ordinarios” de la vida se pueden llenar de santidad. Y los momentos sagrados de la vida pueden infundir nuestras “vidas ordinarias” de un profundo sentimiento de apreciación y elevación espiritual.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Reflexiones sobre Simjat Torá

Por Encima de la Tragedia

    (Este fue el primer sermón que pronuncié en la Congregación Shearith Israel, Simjat Torá, 1969.)

    Hemos pasado varios meses leyendo acerca de la vida de Moisés. Hoy, en uno de los episodios más dramáticos de la Torá, leímos acerca de su muerte —una escena muy angustiante. Moisés, el gran líder, maestro, y profeta, sube a la cima del Monte Nebo y contempla desde el horizonte la Tierra Prometida. Cuando él está solo y en silencio, Dios le dice: “Tú estás viendo la tierra que Yo les había prometido a Abraham, Isaac, y Jacob diciendo, ‘se la daré a vuestros descendientes’. Mírala con tus ojos. Tú no entrarás a la tierra”.

    ¡Qué pensamientos debieron haber torturado entonces a Moisés! ¡Qué angustia debió haber inundado su alma! Soñar, trabajar toda una vida por algo y que luego se le diga en términos definitivos que sus esperanzas nunca se harán realidad. ¿No es esto el corazón de una tragedia? 

    Casi todos los comentaristas buscan una razón para el final tan trágico de la vida de Moisés. Ellos buscan un pecado cometido por Moisés para explicar su castigo. Algunos dicen que fue la ruptura de las tablas de los Diez Mandamientos. Otros sugieren que fue el hecho de haber golpeado la roca con su bastón, en lugar de hablarle.

    Yo nunca pude entender a estos comentaristas. Ciertamente Moisés pecó, ¿pero qué ser humano no ha pecado nunca? Además, sus pecados no fueron realmente graves. Él tenía buenas razones para haberse enojado cuando encontró a su pueblo adorando al becerro de oro. Y la diferencia entre golpear la roca y hablarle es, al fin y al cabo, insignificante. El evento seguía siendo milagroso. Indudablemente, Moisés hizo muchas cosas grandiosas por las cuales él merecía una recompensa. Él fue el único ser humano que vio a Dios “cara a cara”. Fue el profeta más grande, el maestro más grande, el líder más dedicado. Ciertamente él era merecedor de entrar a la Tierra Prometida.

    Moisés no estaba siendo castigado por un pecado. Más bien, la Torá está describiendo en una forma muy vívida algo acerca del predicamento humano. La muerte es una parte integral de la existencia humana. Aunque tengamos nobles ideales, aunque trabajemos duro, no podemos esperar que se cumplan todas nuestras ambiciones. Moisés, quizás el personaje más ideal de la Biblia, estuvo afligido por ser mortal; y los grandes mortales sencillamente no pueden hacer realidad todas sus expectativas. Esta es una verdad profunda de la naturaleza del género humano.

    Hoy, nos presentan a otro personaje bíblico, Adán. Yo pienso que es muy irónico que el nacimiento de Adán y la muerte de Moisés se yuxtapongan en la lectura de la Torá de hoy. A Adán le fue entregado el paraíso. Él era un hombre que no tenía sueños ni ambiciones, porque tenía todo lo que él quería. Él estaba complacido, satisfecho, y no se preocupaba por los ideales. Existir en tal estado, sin embargo, es problemático, porque no hay ninguna motivación para vivir. Si no hay lugar para que un individuo avance, él tiene que retroceder. Y por lo tanto, Adán cayó. Pero mientras que Moisés fue un héroe trágico, Adán fue simplemente trágico. Mientras que Moisés había vivido su vida trabajando por un sueño de tal modo que cuando le sobrevino la muerte se cercenó trágicamente una fuerza viva , Adán nunca conoció el valor de la vida, y de ahí que su caída del paraíso es mucho menos trascendental.

    En última instancia, al ser mortales, cada uno de nosotros tiene la opción de ser un héroe trágico, o simplemente trágico. ¿A qué categoría pertenecemos?

    Desafortunadamente, muchos de nosotros estamos satisfechos con nosotros mismos, con nuestra riqueza, con nuestra posición social. Nosotros estamos conformes especialmente en el ámbito de nuestros logros religiosos. Creemos que entendemos las verdades del judaísmo, las profundidades de la Torá. Creemos que practicamos nuestra religión como es debido y que hacemos suficientes mitzvot. En la mayoría de los casos, estamos estancados.

    Hoy, en Simjat Torá, concluimos la lectura de la Torá. Podríamos haber dicho que hemos terminado nuestro estudio; estamos contentos. Pero nosotros no hicimos eso. Comenzamos inmediatamente a leer Bereshit. Empezamos la Torá de nuevo. Nosotros sabemos que nunca vamos a comprender totalmente la Torá ni a realizar plenamente sus sueños sagrados —pero avanzamos y seguimos adelante. Nosotros no podemos descansar de la Torá, porque descansar es volverse trágico.

     Como judíos, por lo tanto, somos parte de una tradición que no solo se nutre de nobles ideales, sino que ama las acciones nobles. Al igual que Moisés, debemos procurar mantener nuestros ideales y prácticas religiosas ardiendo dentro de nosotros, para que nos iluminen no solo a nosotros mismos sino a todos aquellos que se nos acerquen. Debemos dedicar nuestras vidas a alcanzar la perfección religiosa para nosotros mismos y para nuestra sociedad, y aunque es posible que no entremos nunca a la Tierra Prometida, podremos pararnos sobre una cima y ver nuestros sueños realizados en el futuro a través de nuestros hijos. Es posible que nunca entremos a la tierra, pero habremos dejado a toda una generación en un punto en el cual ellos puedan entrar.